Los trastornos de Pandora

El mundo que invocasteis para mí
ha cercenado mi carne y mi mente.
Los Paraísos sodomizan a las pesadillas
y sus huesos crecen como ramas para enredarse en comunión.
Los techos oscilan y se pliegan unos sobre otros.
Caen así frente a mi mesa pedazos de ángeles:
sus ojos santos,
sus dedos envueltos en lombrices demoníacas,
los genitales inservibles que El Creador les cosió a modo de adorno.

¡Despertasteis Dioses mohosos en mi nombre
y me los introdujisteis a jeringazos y embestidas!
Sus larvas se pudren antes de nacer
y voy acumulando esos despojos bajo la piel,
pero eso es algo que nunca veréis.
Ni tampoco cómo metí mis órganos en bolsas de tela
y se los ofrecí a las polillas como exorcismo.
Nunca descifraréis mis heridas de jeroglífico:
las he lijado
tantas veces
que la superficie incluso parece virgen.

Por los suburbios de mis tripas
sembrasteis flores extintas,
con la corola tejida de dientes y el pistilo sifilítico.
Opiáceas,
segregan delirios nuevos cada mañana.
¡Puta adoración masoquista!
Aún siendo una caja pandórica de monstruosidades,
no tengo aquí espacio para el rencor.

 

Estrambótico ... Sublime y encantador lenguaje el tuyo.
Pareces enamorada...
O decepcionada
Un beso

 

Quizás ambas

 

Mi respeto y admiración, no puede decir más por su obra,
por se dedicación y por el esfuerzo y sensibilidad que
trasmite en su lectores. !gracias!

 

Muchas gracias por tu comentario y por pasarte a leer Un abrazo.

 

Después de leer el comentario de Arkeidos y tu respuesta, ya no puedo evitar que haya influido de forma determinante en mi interpretación del poema. Si no fuera porque es una contradicción indefendible, te diría que eres una bocanada de aire fresco. Vale, desde luego que no lo digo porque tus versos invoquen precisamente a la primavera, pero sí por tu visión (creo que muy poco frecuente, al menos hasta donde he visto) desencantada del amor, por tu manera de despreciarlo como algo que enajena, por esa diatriba despiadada que lanzas en la que veo implícita una defensa de la libertad del ser humano, esa agonía de un sentimiento que quizá quisieras poder rechazar (no necesariamente rechazarlo; solo poder decir algo al respecto, que al menos te hubieran preguntado), pero que finalmente embriaga.

Hay quienes dicen que el amor te da la la libertad; hay quienes decimos que te la quita. Hay muchos a los que aprece que no les itneresa hablar de estos temas. Me gustaría creer que existe ese lugar donde el amor no puede alcanzarnos.

 

Lo peor del amor es que te alcanza allá donde huyas. Puede ir desvaneciéndose, si tienes suerte, o convertirse en odio, que es aún más fuerte. El odio es el sentimiento más cercano al amor. Y es como un virus del que no te puedes librar. El amor corroe; significa darle a alguien el poder de destruirte confiando en que no lo haga.

 

Lo malo es que ese poder realmente no se lo das tú. De repente, no sabes por qué, parece que lo tiene. En realidad no es el poder de destruirte; sino todo lo contrario, tiene el poder de protegerte de todo y hacer que nada más importe. O es la ilusión de que lo tiene. Y no tiene por qué ser algo activo, sino la falta de respuesta lo que destuye. El problema es que esa persona tampoco elige ese poder. Amante y amado están igual de indefensos ante uno de esos azares que reparte la naturaleza sin pensar, para presumir de una sabiduría que no es sino un cruel ensayo-error en el que los montones de fracasos sobre los que se apoyan los supervivientes se olvidan.

Y quizá ese reconcimiento de la mutua impotencia, esa comprensión, acaba siendo el único vínculo humano posible todas esas veces que la magia no ocurre.

Sí, el amor alcanza estés donde estés, pero no rendir tus actos a él, medir su valor, filtrar su verdad, si tiene alguna, no olvidar la dignidad que se encuentra después de suficientes lágrimas, eso quizá sí está en nuestra mano.

Me da un poco de miedo y no sé cómo decirte esto sin que me quede hueco y vacío; no sé cuánto de ti pones en tus escritos, así que, por no decirte un tradicional "felices fiestas", si te diré que me gustaría (sin saber explicarte por qué) que estos días te traigan alguna alegría.

 

Sentimos amar, nos tocan "mal tocados" (o bien... según se vea) y terminamos siendo esa caja de Pandora abierta, de la que brota cuanto somos malo y peor (o bueno... según se vea). Pero queremos amar, y ser amados. Y el beso apaga, aunque sea por un momento, todo rencor.

Magnífico poema, compañera. Brindo con ron seco a su salud.