El Cristo de la Urna y Valentín

Fuera, en la plaza, es todo bullicio. Termina la procesión del viernes y los hermanos se apresuran a recoger los pasos en Jesús. Leandro reparte el pan con orujo y la gente se apelotona en su derredor para poder conseguir un trozo. Las flores que adornan los tronos se reparten entre los braceros y la zona se convierte en un hervidero. La iglesia de San Lorenzo se ha ido quedando vacía y con la iluminación apagada, sólo queda en el interior la luz que desde fuera, a través de las ventanas, llega. Cae un rayo de luz sobre el crucero. Allí, tendida, reposa la Cruz que acaba de llegar de su peregrinar por las calles de Sahagún.

La figura de Cristo yace en la Urna, escondida en la penumbra de la nave más oscura de la iglesia y con todo mimo y delicadeza, Valentín la toma entre sus brazos para sacarla y poderla trasladar hasta la zona del crucero, donde la Cruz aguarda. Con especial cariño, acuesta al Cristo sobre el lecho de madera y tomando una de las manos del Yacente durante unos largos e intensos instantes, permanece en silencio. Otras manos, por la tarde en la vigilia, serán las que hagan el desenclavo; con todo mimo se procederá a retirar los clavos y descender la imagen desde la Cruz y las manos de los cofrades se alzarán con ternura para recibir el cuerpo… Pero ahora le toca a él volver a clavar a Cristo en la Cruz.. Y duele, duele traspasar las manos y los pies perforados con los grandes tornillos que allí sujetarán, una vez más, al Cristo de la Urna al madero. “Muchacho”, dice Valentín, “Muchacho”, pues desde la altura de sus sesenta y tantos años, aquellos treinta y tres de Cristo, lo convierten en un muchacho, “Muchacho, Amigo, sabes que no hay mala intención… No quisiera que de nuevo penaras por estos clavos, conoces de otros años que hay que ponerlos y voy a hacerlo con todo cuidado… Pero, con todo, perdóname por esto que hago” y el rostro de Valentín se entristece, como si una sombra del dolor pasado le cubriera, hasta que los grandes tornillos, bien apretados, permiten alzar la Cruz con Cristo a ella clavado y cuando desde lo alto, la mirada del Dios de amor traspasado se posa sobre Valentín, yo juraría que el rostro de Jesús se iluminaba y salimos de la Iglesia, Valentín y yo, con el alma renovada.

 

Una bella prosa que trasmite ese dolor vivido por Jesús en la cruz y a la vez la renovación que nos deja cuando todo se ha consumado. Ha sido un gusto pasar y sumergirme en los divinos detalles que intensifican la emotiva lectura. Un saludo con abrazo Luis.

 

Ayyy Luís, qué emotiva estampa recoge la esencia de estas sensibles y fervorosas letras. Es que me he imaginado esa escena que tan bién describe tu relato y se me ha erizado la piel, realmente me ha tocado el corazón. Encantada de leerte querido amigo. Besazos con admiración y cariño....muááááckssss...

 

Gracias Nancy por dejar tu huella en mis palabras. Sabes lo mucho que aprecio tus comentarios. Un beso. LUIS.

 

Muy agradecido a tu hermoso comentario. Es una situación que he vivido y un homenaje a un gran amigo que, por desgracia, se ha ido. Un beso. LUIS.

 

Interesante y descriptiva prosa dejas. Remarcas cada paso de la procesión del Viernes Santo ,con soltura y dejando claro todo lujo de detalles, dando valor, que lo tiene a sus braceros y a cuantos procesionan. Impresiona la forma en que narras lo que hace Valentín, pero lo hace con cariño, ya que no queda otra, para dejar reposar al Cristo, los restantes 365 días.

En nuestra querida tierra, estas procesiones se han convertido en algo muy especial.

Un beso.

 

Es un pequeño homenaje a mi amigo Valentín que ya no está con nosotros y que era una persona muy especial, por ejemplo clavando el Cristo en la cruz. Gracias María por leer y comentar. Un beso. Luis.

 

Placer acompañarte en este homenaje tan delicado, tanto a la Semana Santa, como a tu amigo, que aquí le has vuelto a dar vida con estos bonitos y entrañables recuerdos.
Escribes de forma muy especial, cuando recuerdas a la gente con tanta emotividad. Yo pienso que es la manera de que sigan formando parte de nosotros y que no desaparecen en nuestros recuerdos.

Un abrazo, Luis.

 

A las personas que uno quiere, que las llevas muy dentro, se las siente de un modo especial; tal vez por eso cuando hablo de mis amigos, de las gentes que realmente han sido importantes para mí, lo haga de un modo muy emotivo. De alguna manera, quisiera darles esa perdurabilidad en la memoria que les haga perdurar en ella. Gracias María por tus hermosas palabras. Un beso. Luis.

 

Hay mucha ternura en esta descripción, y va cargada con unas buenas dosis de melancolía, el cierre se forja como un adiós inevitable pero esperanzador.
He leído en los comentarios que se trata del homenaje a un amigo y quizás sea ese el motivo por el que la nostalgia está tan presente en el texto.
Recordar es revivir y revivir emociona...

Un abrazo Luis, felicidades por la entrega

Palmira

 

Hay mucha melancolía y tristeza, pues el relato está escrito cuando mi amigo ya faltaba. Pero como creyente, espero que esté ahora en los brazos de Aquél a quien cada Viernes Santo sujetaba a la Cruz. Gracias por tu comentario. Un beso. Luis.

 

Si tuviera que definir esta prosa con una palabra, esa palabra sería "ternura".
Más allá de la descripción detallada y prolija de quien contempla la esencia religiosa del peregrinar de los fieles de una iglesia, hay una delicada ternura en tus palabras, e inevitablemente, me llegó.
Fue un placer pasar por aquí, fue como un recreo para el espíritu.
Un abrazo

 

Muy agradecido a tu comentario. Tu visita hace especial la huella de tu paso. Te fijas en los detalles, interpretas el sentir que encierran las palabras. Me gusta escribir relatos, aunque no soy muy propenso. Éste tiene un especial significado por la presencia de Valentín. Me alegro de que te haya gustado. Un beso. Luis.