Retrato al carboncillo.

Me están esperando,
para una fotografía.
Son las mujeres, floreros,
que ocupan la habitación.


Rellenan la partitura musical





con mucha osadía. Un poder tremendo...
Pertenecen a Wagner, a Schubert,
a Liszt, Edvard Grieg, Mozart, Bach.
Las toco con precaución.


Para evitar la tentación. Habría sanción.





Me gusta, sin embargo,
la sensación de sanación,
sin ostentación. Simplemente,
terapia. Olfateo sus flores, con mis napias.


Con esta nariz detectivesca de Sherlock Holmes.





No adquiero tintes anecdóticos o provisorios.
Tintes vanidosos de ojos que no ven,
para que el corazón no sienta.
Sino que prefiero la mostaza y la pimienta


de cayena, por ser erótica y picante.


Moraleja: << Así acaba mi esquizofrenia galopante. >>

 

Me alegra saberlo, Bristy.
Las mujeres, en líneas generales, son fascinantes.
Al menos, para mí.
Claro está que ahora puedo ver desde mucho más arriba, que en otras épocas de mi vida.
Sin embargo, es precisamente esta estatura que estoy alcanzando, la que me separa de una continuación, en mi aventura, en pro de la conquista de las damas. Por lo cuál, como diría Groucho Marx:


a ) Paren el mundo, que me bajo.
b ) Perdonen que no me levante ( es su epitafio, escrito en una lápida, que adorna su tumba ).