Margarita

- Oye, abuelo, ¿a ti te ha pasado que te gustase una chica y ella no te hiciese caso?-

Ante la pregunta de Juan, hecha así de sopetón, me quedo pensativo, me retraigo a mi memoria y me viene el recuerdo de Margarita. Ciertamente era yo… éramos muy jóvenes, apenas catorce años, cuando me quedé prendado de ella. Iba al colegio de las carmelitas, que estaba justo enfrente del colegio al que yo iba. Vestían aquel uniforme azul de chaqueta y falda que a mis ojos la hacía encantadora. Siempre simpática, habladora, sonriente… yo la observaba de lejos con ese retraimiento que es propio de los que, como yo, somos tímidos. A través de compañeros que la conocían, supe su nombre, era de una familia muy conocida en la ciudad, activa, deportista, buena estudiante… Ciertamente era una chica especial y me prendé de ella, como se puede uno prendar cuando tienes catorce años.

Supe que le gustaba esquiar, así que me apunté a un curso de esquí, con la intención de coincidir con ella, pero la fortuna quiso que aquel año no asistiese al albergue. Yo, no obstante, proseguí yendo a esquiar cada domingo y la mayoría de las ocasiones coincidía con ella en el autobús que nos llevaba a la nieve. Incluso llegué a hablar con ella, de cosas triviales por supuesto y a tener un trato de conocidos que, aunque me gustaba, me sabía a poco.

Quiso la suerte que los años siguientes, su colegio y el mío colaborasen en actividades culturales y de ese modo me encontré representando con ella una obra de teatro leído. Allí nos hicimos amigos. Leímos en público aquella obrita de teatro en la que representábamos el papel de enamorados. Al terminar, tuve una mención especial del jurado por mi lectura, en la que había puesto grandes dotes de interpretación. No sabía el jurado que todas aquellas frases de amor, aquellos “te quiero” que tanto se repetían, salían de mi corazón, impetuosos, a borbotones, sinceros y sentidos.

El día diez de junio, que se celebraba Santa Margarita, me gasté mis ahorros y le envié a su casa un ramo de flores. Al poco, me llamaba por teléfono a darme las gracias y a preguntarme la razón de aquel regalo. Balbuceé a modo de escusa, que era su santo y que deseaba tener un detalle con ella, que la apreciaba…en fin esas cosas que se le ocurren a un pazguato cuando no sabe qué decir.

Nos vimos después en ocasiones, como las que se dan en una ciudad pequeña, te encuentras por la calle, te saludas, te detienes un rato y si es tarde, la acompañas hasta la puerta de su casa.

Pasó el tiempo y una noche, la rondalla del colegio fue a dedicar unas canciones a las chicas que habían colaborado con nosotros. En la ventana del entresuelo estaba Margarita y yo, que tocaba la pandereta y no tenía que estar en la formación, me acerqué hasta la ventana. Me preocupó verla llorando.

- Hola- le dije.

- Dile a Charly que venga, por favor- fue la respuesta que tuve.

Me volví hacia donde estaban mis compañeros, me acerqué a Charly y le dije, con todo el dolor de mi corazón:
- Dice Marga que vayas-

Después la vida nos llevó por caminos diferentes. Ella fue a cursar sus estudios a una universidad y yo a otra en ciudades diferentes. No nos volvimos a ver y de esto hace ya cincuenta años…

- ¿Qué piensas abuelo?- me interpela Juan

- Estaba pensando en lo que me has contado. Verás eres joven todavía y te queda mucha vida por delante. Uno no sabe lo que el tiempo y las circunstancias nos van a deparar. Ahora te parece importante que esa chica no te haga caso, pero no sabemos si en el futuro cambiará la situación, o tal vez tropieces con otra persona que te agrade más-

- ¡Claro, me dices eso porque a ti nunca te ha sucedido algo así!- y Juan se marchó pensativo hasta su cuarto.

Me levanté despacio y fui caminando hasta el despacho. Llegué a la mesa y abrí el cajón. No tuve que rebuscar mucho para encontrar la vieja cartera que hacía muchos años que había dejado allí. Me coloqué las gafas, abrí la cartera y allí estaba una fotografía en blanco y negro, de bordes ligeramente ajados, desde la que Margarita, con dieciséis años, me miraba fijamente y sonreía con dulzura.

 

Buenas noches
Tus hermosas letras me llevan a saludar y desconctar
Feliz noche
Hasta mañana

 

Bellísima prosa, será que me hizo recordar a mi época de juventud, donde por supuesto aún guardo cartas amarillas de lo que fue mi primer amor, que se desvaneció con el tiempo pero que esté jamás ha logrado que olvide. Exquisita descripción con hermosas y melancólicas imágenes donde el lector aunque no quiera se siente participe de la historia en primera persona. Felicitaciones Luis por su enorme gracia y talento como poeta con mayúscula, aplausos y saludos para usted, Daniel

 

Todos tuvimos en algún momento de la vida un amor que no fue.
Me sucedió con alguien que hoy es uno de mis mejores amigos. Ninguno de los dos, por cuestiones de la edad se atrevió a decir lo que sentía en el momento preciso y cuando él por fin me buscó, yo ya estaba comprometida y construyendo mi casa.
Creo que hay vínculos destinados a ser fraternales, la vida es inteligente, sé que es así. Hoy puedo decir que lo quiero como hermano y mirando como son nuestras personalidades, no habría resultado de otro modo.
Al igual que en tu historia, esa clase de amores deja el recuerdo de una dulce nostalgia, de juventud, de años de ilusiones, justamente las ilusiones son tan bonitas como insustentables.
Tu manera intimista de narrar hace que el lector se acerque con ternura a través de la relación del abuelo con el nieto, al corazón de una historia de imágenes muy dulces.
Sé lo que son las fotografías amadas, por eso me parece perfecto el final.
Me alegra mucho que hayas publicado, amigo, con la calidad y talento de siempre.
Un abrazo.

 

Muchas gracias por la visita, ya sabes que siempre es agradable el tenerte por aquí. También te deseo a mi vez, muy buenas noches Fabiola y que tengas un feliz descanso. Ten sueños hermosos. Un besazo.

 

Un placer para mí leerte
Hasta otra

 

Como siempre Daniel gracias por acercarse hasta mis letras y por dejar unos comentarios tan agradables. Yo creo que, de una u otra manera todos hemos vivido situaciones como las de mi historia, las personas somos muy predecibles y nos cortan a todas por un mismo patrón. Mas la experiencia personal cada uno la vive de una manera y la resuelve como puede. Me alegra haberle traido a la memoria algunos recuerdos que duermen el sueño de los justos, siempre que los recuerdos sean agradables. Un cordial saludo y un fraternal abrazo.

 

Ya sabes, soy un hombre mayor y me encuentro alejado de las explosiones pasionales, de las grandes palabras y los gestos altivos. Soy, por el contrario, persona de gustos sencillos, me gusta la intimidad, el pequeño grupo de auténticos amigos y cuando escribo, lo suelo hacer con esas premisas o esos defectos, según como se mire y según quien lo mire. Me gusta la introspección de los personajes, dibujar sus sentimientos, sus sensaciones más íntimas, claro que no siempre lo consigo. Otras veces me encanta describir espacios, buscar emociones que se pueden reflejar en una fachada, en una luz, en un pajarillo que vuela. Mis narraciones tienen mucho de mí, aunque no siempre se refieran a hechos ocurridos, pero de algún modo indican mi forma de ser y de pensar. Tal vez por eso me guste publicar en estos foros, siempre más restringidos, más íntimos en una palabra. Intento escribir historias amables, aunque no siempre acaben bien, porque la vida nos está dando cada instante motivos para vivirla y oportunidades para disfrutarla.
No sé a santo de qué te he metido este rollo, Cecy, deben ser los años...
Gracias por tu paso, siempre esperado, siempre cordial y cercano. Es una suerte contar con una amiga del calibre que tú tienes. Te envío un fuerte abrazo a tu refugio bonaerense, con las últimas luces de este sábado que aquí se despide.
Nota: Realmente tengo una foto de Margarita.

 

Que lindo nadie como tú lo cuenta de mejor manera.


Y quién no ha tenido un amor así a los 14 años?
Jejeje.

Lindo leerte maestro Luis.

Abrazos y a seguir llenando de lindas y dulces historias el portal.

 

Ciertamente, todos hemos tenido historias semejantes, que se han vivido con la ansiedad y el deseo de la gente joven, pero que dejan una huella indeleble en el alma, que los años no son capaces de borrar. Gracias por tu visita y tus palabras. Un abrazo.

 

Ayyy Luís qué historia más dulce y rebosante de ternura nos cuentas con tu arte y maestría para ensamblar las palabras y que quede una preciosidad como esta que leo en estos momentos. Ay cuantos momentos de mi juventud y adolescencia se me han venido a la memoria conforme te leía querido amigo, cuánta timidez, cuantos complejos, ayyyy... cómo se vivían aquellos momentos de incipiente amor, se vivían con gran intensidad y en ellos se moría y se resucitaba a cada instante.
Muchos besos querido amigo y admirado escritor y poeta, muchos besos para ti con todo mi cariño y llenos de admiración....muáááckssssss

 

Entrañables recuerdos en una prosa impecable. Un abrazo con la pluma del alma. Buen día

 

Te agradezco esta visita a los tiempos de Maricastaña. Son de esas ocasiones en que uno se pone a escribir y vienen a la memoria las historias oídas, las historias ocurrida y pergeña un relato con todo ello. La adolescencia es un tiempo difícil, casi inexplicable, pero que hay que superar. Ello no quiere decir que no deje huella y que, de alguna manera, contribuya a hacer parte de lo que seremos en un futuro. Gracias por tu hermoso comentario. Siempre me gusta cuando llegó y tengo una respuesta tuya. Sabes que te tengo por una gran poetisa. Un abrazo y un montón de besos.

 

Muchas gracias por la lectura y por la amabilidad de tu comentario. Un cordial abrazo.

 

La admiración es recíproca mi entrañable Luís....muááackssss