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La Galatea y el prosímetro

Tema en 'Ensayos y artículos sobre arte poético' comenzado por Luis Rubio, 19 de Abril de 2024. Respuestas: 3 | Visitas: 396

  1. Luis Rubio

    Luis Rubio Moderador ENSEÑANTE/Asesor en Foro Poética Clásica Miembro del Equipo Moderadores Moderador enseñante

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    La Galatea es la primera obra extensa publicada por Cervantes” (Pedraza Jiménez, F. B., & Rodríguez Cáceres, M. (1980 p. 112). Algunos han creído ver en ella una obra de juventud, pero según Pedraza, una carta de Cervantes fechada en febrero 1582 testimoniaría que ya la estaba escribiendo en ese año, con lo cual no sería exactamente una obra de juventud (Cervantes nació en 1547 y habría cumplido al menos los 34 años antes de terminarla).

    Asegura Pedraza en ese mismo capítulo de su manual de literatura española que Cervantes siempre pensó que estaba escribiendo poesía y no narrativa. Pedraza lo justifica diciendo que [La Galatea] “no tiene mucho que ver con el concepto de novela”.

    La lectura de la introducción de Carlo Vecce a la Arcadia (1504) publicada por Carocci (2013), proporciona una sorpresa semántica a los estudiantes de habla española que no estamos familiarizados con la voz italiana prosímetro, esto es, una obra que incorpora textos en prosa y textos en verso. Según Vecce (2013 p.18), esta estructura binaria sugiere...” l’alterità delle modalità di comunicazione: da un lato l’oralità (riportata) delle egloghe, dall’altra la scrittura delle prose”.

    Queda, para quien pueda estudiarlo, la tarea de explicar por qué una palabra que hace ahorrar tantas discusiones bizantinas no se adaptó al español, habiendo tantas provenientes del toscano que tuvieron mucho mejor fortuna, a menos que prosímetro sea una invención reciente de la lengua de Manzoni.

    Explica Pedraza (p.113) que el interés de Cervantes se centra en los poemas, es ahí donde el resaltado ‘He dado muestras de atrevido con la publicación de este libro’ cobra sentido, toda vez que Cervantes siempre luchó por ser considerado un verdadero poeta, pero ni la crítica de entonces ni la de los siglos posteriores le concedió nunca tal galardón, como queda de manifiesto en la introducción de Schevill y Bonilla a la edición de 1914 disponible en el enlace que aparece en la bibliografía.

    En el proceso de creación de la Arcadia de Iacopo Sannazaro, según Carlo Vecce (2013, pp.13-20) se fueron sumando las églogas que iba componiendo a imitación de las de Virgilio (70 a.C.- 19 d. C.) (al que Cervantes se refiere en el texto como ‘Príncipe de la poesía latina’) y de los idilios de Teócrito (310 a. C. – 260 a. C.), durante más de veinte años, hasta llegar a una versión definitiva en 1502, publicada en Venecia. La intención de Sannazaro era la de elevar la poesía bucólica en lengua vulgar a la misma dignidad que sus predecesoras grecolatinas imitando los procedimientos de composición de Virgilio y Teócrito e incluso traduciendo fielmente algunas églogas del latín y algún idilio del griego. De hecho, la estructura en diez prosas y diez églogas, además del prólogo, retoman el mismo número de la obra bucólica virgiliana, aunque posteriormente, Sannazaro añadió la égloga XI, de tipo fúnebre y la XII, que transcurre en un paraje urbano (Nápoles), contraviniendo las convenciones de la rueda virgiliana. Carlo Vecce nos lo deja claro: “Non è un libro narrativo, non è un romanzo ma, appunto, un Libro pastorale”.

    La correspondencia de los personajes de la Arcadia (1502) con personajes históricos de la corte napolitana de la Corona de Aragón (p.23) es otro de los apuntes valiosos de Vecce.

    Sabemos que la Arcadia fue traducida y publicada en español en 1547 (Toledo) por el canónigo Diego López, el capitán Diego de Salazar y el racionero Blasco de, Garay y aunque el género bucólico ya había sido cultivado en nuestra lengua por Garcilaso de la Vega con mucho éxito entre los lectores de sus manuscritos, tuvo su máxima expresión en el triunfo editorial de la novela pastoril, especialmente gracias a las obras de Jorge de Montemayor (La Diana, 1559) y de Gil y Polo (La Diana enamorada, 1564), pero también de muchas otras ( Schevill y Bonilla, 1914): la Segunda parte de la Diana (1564), de Alonso Pérez; Los diez libros de la fortuna d’Amor (1573), del sardo Antonio de Lo Frasso; y El pastor de Phílida (1582), de Luis Gálvez de Montalvo. En opinión de Pedraza (p.115) son las obras mayores de la novela pastoril española las que más influyeron en la Galatea y no la Arcadia de Sannazaro, a la que solo atribuye influencia en algunos detalles

    Cervantes nos asegura que Galatea es ‘fruto de su ingenio y estudio’. Esta reivindicación de la intelectualidad y la erudición de Cervantes nos permite la inferencia contraria: Cervantes tuvo necesidad de ponerla en valor porque sus coetáneos se la negaban.

    Por lo manifestado a propósito de la égloga XII de la Arcadia de Sannazaro (el paisaje urbano, propio del estilo grave, según la rueda de Virgilio), no nos debe extrañar que Cervantes excuse su incursión en el estilo elevado al tratar ‘razones de filosofía entre algunas amorosas de pastores’ y no limitarse ‘a tratar cosas del campo’ con la ‘acostumbrada llaneza’ que la novela pastoril, digamos, genuina, merecería. Al presentar estas reticencias, Cervantes nos está oponiendo al estilo llano de la novela pastoril un estilo más elevado en el que esas razones filosóficas caben. La oposición estilo llano/estilo elevado es una simplificación de la llamada rueda de Virgilio por la que se distinguen tres estilos: el humilde, el mediocre y el grave, que se corresponden con las obras del ‘príncipe de la poesía’ (Bucólicas, Geórgicas, Eneida).

    La filosofía de la Galatea, en opinión de Pedraza (p.114) “está dominada por el neoplatonismo de los Diálogos de amor de León Hebreo”.


    Respecto a la tercera pregunta, ya hemos visto que desde la Arcadia de Sannazaro era corriente que los pastores representaran a personajes reales o identificables por el lector. En aquel caso, eran personajes de la corte aragonesa de Nápoles, en el de Galatea, algunos de los pastores ‘lo eran solo en hábito’, para Pedraza (p.113), [la crítica] “admite que Tirsi es Francisco de Figueroa y Meliseo, Diego Hurtado de Mendoza. Quizás Damón sea Pedro Laynez y Lauso el propio Cervantes. Galatea pudiera ser Catalina de Salazar.” El adjetivo que da la clave es ‘disfrazados’.

    Cervantes asegura que las transgresiones que el lector pueda detectar en la Inventio y Dispositio de Galatea son solo fruto de su deseo de agradar.

    Dada la sencillez narrativa de la obra, la Galatea parece más bien una ocasión de lucimiento de las habilidades poéticas de Cervantes expresadas a través del cultivo de una serie de estructuras poéticas plenamente renacentistas y de las que Schevill y Bonilla (1914) destacan su variedad en estos términos: “octavas reales, quintillas, liras, sonetos, versos sueltos, redondillas, villancicos, tercetos, octavas de arte mayor, hasta la rima percossa o de consonantes interiores, usada por Sannazaro y por Gil Polo, se encuentran, con mayor frecuencia de la que el no curioso lector deseara”.


    Bibliografía


    Fantazzi, C. (2013). Iacopo Sannazaro. Arcadia. Ed. Carlo Vecce. Classici 26. Rome: Carocci editore, 2013. 392 pp.€ 26. ISBN: 978–88–430–6623–0.



    Pedraza Jiménez, F. B., & Rodríguez Cáceres, M. (1980). Manual de Literatura española (tomo III Barroco). Pamplona: Cénlit.


    https://www.cervantesvirtual.com/ob.../ff48f142-82b1-11df-acc7-002185ce6064_61.html
     
    #1
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  2. Maramin

    Maramin Moderador Global Miembro del Equipo Moderador Global Corrector/a

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    Un buen estudio y provechoso trabajo nos dejas, amigo Luis.
     
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  3. Lisandro Sánchez

    Lisandro Sánchez En la provincia de Neuquén, Patagonia Andina

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    Como dice en La Galatea mi tocayo Lisandro:

    “Mejor es que, pensando
    que soy de ti olvidado,
    me apriete con mi llaga,
    hasta que se deshaga
    con el dolor la vida, que ha quedado
    en tan extraña suerte,
    que no tiene por mal el de la muerte.”

    Vale decir: a veces ser olvidado es mejor que ser recordado. Esto vale para mi tocayo que en la lírica ficción se enfrentaba a la hipótesis de ser recordado por alguien para él ya inaccesible. Y también para un poeta que en la cruda realidad se enfrenta a la hipótesis de ser “recordado” en la posteridad por lectores nacidos siendo el poeta ya muerto.

    Como dijo Azorín sobre José Hernández y su poema el Martín Fierro (máximo símbolo literario de mi país, Argentina):

    “No existes, José Hernández, porque tu poema es tan nacional, encarna de tal modo el alma de un pueblo, que nadie creerá que es la obra de una individualidad. Pasará el tiempo. Se sucederán los siglos. Y allá, en el siglo treinta o treinta y dos, se elaborará toda una teoría para explicar la génesis del Martín Fierro. El poema Martín Fierro no habrá podido ser escrito por José Hernández. Lo que llamamos José Hernández, son en realidad diversos aedos, o poetas hernándicos, que, fragmentariamente, en tiempos varios, han ido escribiendo tales o cuales cantos del poema. (…) Tú has dejado de existir al pergeñar tu obra. Y eso, el no existir, es la mejor prueba de tu inmortalidad.”

    Hernández ni siquiera era un escritor, y menos un poeta. Era un militante que en aras de sus ideas apelaba al texto como arma política. Y era un hombre que desde niño había escuchado a los paisanos, peones, analfabetos (analfabetos como Homero), improvisar en verso acompañándose con guitarra.

    El Martín Fierro es un relato, íntegramente en verso, lo cual tiene que ver con la tradición cultural popular de la cual proviene, pero en el que se van alternando, por un lado el relato, y por otro los versos que improvisan en la ficción los personajes de la misma.

    ¡Eureka! Ni más ni menos que lo que ha hecho (mucho antes, claro) el más grande y eterno literato universal de nuestra lengua, Cervantes, no solo en La Galatea sino también en el mismísimo Quijote.

    Así como en mi país muchos sonsos (aunque “dotores”) han caído en la simpleza (“no seas simple, Sancho…”, diría don Quijote a su escudero) de endilgarle a Hernández la postura de vida que en el poema expresa su personaje; igualmente en España y en el mundo hispánico, otros sonsos han caído en la simpleza de criticarle a Cervantes la poética de los versos incluidos en esas obras, que no son poemas “de Cervantes”, sino de sus personajes.

    ¡Justamente es eso lo que les otorga su “inmortalidad”! (como dijo Azorín acerca de Hernández). Por supuesto que los postulados de Martín Fierro no son un dechado de virtudes civiles. ¡Si era un gaucho perseguido que se va a vivir con los “indios”! Por supuesto que la poética de La Galatea y del Quijote nos deslumbra menos que la narrativa de esas mismas obras. ¡Justamente porque es la poética de los sencillos personajes de aquellas ficciones! Esa es la maravilla. Relatar esas fascinantes historias, con esos maravillosos personajes, y que además dentro de las historias, los personajes “hablen”, cuenten lo que tienen que contar, sin dejar de ser ellos mismos, y en verso.

    Todo esto lo digo como humilde lector que hoy mismo se emociona releyendo alguna que otra página del Quijote (y por supuesto del Martín Fierro). Y eso es lo que vale. Porque nuestros escritores escribieron para nosotros, sencillos hombres y mujeres como los que inspiraron sus personajes; humildes lectores que van a los libros a aprender de ellos, no a pretender enseñarles, como los exégetas que hoy pretenden darle lecciones al Quijote (o al Martín Fierro), cuando en realidad sino fuera porque el Quijote (o el Martín Fierro) les da de qué hablar, nadie hablaría de esos exégetas hoy, y mucho menos en el futuro. Lo mismo vale para los exégetas que cometieron el mismo desatino en el pasado. Por eso digo, como humilde lector: Cervantes sí que fue un poeta con todas las letras.

    Y por eso le digo, don Luis Rubio: gracias por esta publicación suya, porque es muy interesante, y renueva el interés, para los lectores de este portal, sobre este tema fundamental.

    Un fraterno saludo desde Argentina.

    Lisandro

    PD: Con respecto al dilema entre poesía, prosa y demás; como con muchos otros dilemas en la vida, depende de cómo definamos los conceptos. Como le decía el otro día a un compañero aquí, si voy a participar en un concurso de poesía y el concurso tiene unas bases donde dice qué se entiende por poesía a los efectos del concurso, pues tendré que atenerme. Pero me parece interesante lo planteado en esta publicación. ¿Porqué no podría haber un tercer campo entre el de la poesía y el de la prosa? ¿Porqué no podría llamarse prosímetro? Todo depende de definir los conceptos y que se llegue a cierto consenso acerca de los mismos.
     
    #3
    Última modificación: 29 de Abril de 2025 a las 2:26 PM
  4. musador

    musador esperando...

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    Supongo que hay muchas letras dedicadas a discutir la aparente contraposición entre narrativa y poesía, desmentida en los orígenes nada menos que por el Mio Cid en español y la Odisea en griego; por no hablar de los romances viejos... Pienso que la poesía narrativa tiene un lugar central en la poesía, y no solo en la historia. ¿Qué sesgo le da a la narrativa el formato poético?: interesante pregunta.

    gracias por traer estos asuntos a colación, querido Luis.

    abrazo
    J.
     
    #4
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