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ALBERTO ARVELO TORREALBA - Venezuela

Tema en 'Poetas famosos, recomendaciones de poemarios' comenzado por VAGABUNDO, 13 de Marzo de 2005. Respuestas: 3 | Visitas: 13201

  1. VAGABUNDO

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    Hombre
    Alberto Arvelo Torrealba nació el 30 de septiembre de 1905 en Barinas. Murió el 28 de marzo de 1971 en Caracas. Poeta, abogado, político, diplomático, educador y ensayista.

    En la Universidad Central de Venezuela obtuvo el grado de doctor en Ciencias Políticas (1935). Ejerció la docencia y desempeñó altos cargos públicos, entre ellos: Presidente del Consejo Técnico de Educación en 1940, gobernador del Estado Barinas entre 1941 y 1944, Consejero de la Embajada de Francia, Embajador Extraordinario de Venezuela en Bolivia (1952), Embajador en Italia, Ministro de Agricultura y Cría (1953). En 1968 fue elegido Individuo de Número de la Academia de la Lengua. En 1966 obtuvo el premio Nacional de Literatura, Mención Prosa, por su ensayo: Lazo Martí: vigencia en lejanía. Otras obras suyas fueron Música de cuatro (1928), Cantas (1932), Glosas al cancionero (1940), Florentino y el Diablo (1940/1957) y Caminos que andan (1952).

    Tras una aparente y engañosa ubicación dentro del Criollismo y del Nativismo, Alberto Arvelo Torrealba nos ofrece una poesía de gran fuerza lírica y épica, a la cual no son ajenas las reflexiones filosóficas y existenciales, aunque sin disminuir ni enajenar la intensidad estética. La gran popularidad de sus versos se explica por los temas sacados de la vida y del paisaje cotidiano del habitante de las llanuras venezolanas, y por el uso de formas métricas y estróficas de atractiva sonoridad y de larga tradición popular, heredada de nuestro pasado hispánico: el octosílabo, la copla, la décima o espinela, el romance... Pero sus imágenes son muchas veces herméticas, producto de una elaboración poética rica y compleja, con los recursos de una vasta cultura.

    Sus versos, además, responden a una vocación profundamente humana y universal. Un profundo contenido reflexivo, netamente existencial, que universaliza la angustia del poeta ante el mundo y la vida, y la expresión estética ricamente elaborada, trasvasada en imágenes de la más variada especie, aun sin dejar de apoyarse en un lenguaje a veces, pero no siempre, típicamente popular, y muy frecuentemente traducida en imágenes herméticas, cuya forma popular esconde la dificultad para captar plenamente su sentido. La riqueza creadora de Arvelo Torrealba es tal, en efecto, que es frecuente encontrar décimas, por ejemplo, en las cuales prácticamente todos sus versos contienen imágenes de hermosísima factura, aunque a menudo de difícil comprensión.

    La calificación de Arvelo Torrealba como «poeta nativista» nos parece hoy bastante discutible. No porque en su poesía no se cante, efectivamente, al paisaje y, en general, a la naturaleza venezolana, sino porque al lado de esto hay también en sus versos otros elementos, a nuestro juicio más importantes y definitorios, pero que la utilización, casi excluyente, del verso octosílabo, la cuarteta y otros recursos característicos de la poesía popular dominante en los llanos venezolanos, ha hecho que aquellos elementos pasen un tanto inadvertidos, incluso para críticos generalmente muy sagaces.

    Alexis Márquez Rodríguez.

    Tomado de Obra poética. Monte Ávila Editores. Caracas – Venezuela, 1999.
    -------------------------------------------------------------------------------------

    Algunos de sus poemas:

    GLOSAS AL CANCIONERO

    Al Dr. Santos Luzardo;
    A Florentino Coronado:
    A Juan Parao;
    A Arturo Cova;
    A Martín Fierro;
    A Santos Vega;
    A Don Segundo Sombra;
    A todos los grandes corazones que palpitan en los libros de América.

    A.A.T.


    ¡Ah caramba compañero!
    No lo puedo remediar
    que acabe diciendo en verso
    lo que empecé a conversar

    1
    La trocha pelada y fija
    sin una ceja de monte
    el soleado horizonte
    le puso al campo sortija.
    Compañero, no se aflija,
    beba agua que yo lo espero,
    pero dígame primero
    con el acento marchito
    cuánta sed tiene este grito:
    ¡ah caramba, compañero!

    2
    Yo aprendí en tierra abismada
    lección que no tuvo tregua:
    ir engañando a las leguas
    con el silbo y la tonada.
    Dejé una penca sembrada
    orillas del saladar
    y después la vi palmar;
    pero este afán que en mí sopla
    de sentir tu alma en la copla
    no lo puedo remediar.

    3
    Malhaya el paso sombrío
    que el limpio rumbo me corta,
    aunque y por ti ¡qué importa
    que se ponga guapo el río!
    Que el lucero asome umbrío
    y el arenal brille adverso:
    yo te doy mi mundo terso
    porque es de llanera boga
    —si empecé luchando en soga—
    que acabe diciendo en verso.

    4
    Porque de lejos me vino
    lo que se estira y se azula,
    lo que la canta modula
    cuando está solo el camino;
    lo que soñó florentino
    cuando se le fue el cantar:
    que de ti me va a quedar
    la pura flor de tu ausencia,
    como en la pampa silencia
    lo que empecé a conversar.



    Clavelito colorado
    que de la mata cayó
    todo lleno de rocío
    ¡cómo te cogiera yo!

    5
    La madrugada se ahoga
    en los esteros del hato.
    El alba, toro araguato,
    viene sin pica ni soga.
    Humitos ponen en boga
    sueños de café colado.
    Le echa cuentos al ganado
    ñénguere madrugador
    y canta el ordeñador:
    clavelito colorado...

    6
    Si quieres partida buena
    cuando juguemos al naipe,
    en las orillas del Caipe
    yo tengo colcha y arena;
    pero no arañes mi pena
    con celos de Boconó.
    Ella su suerte Siguió
    y yo seguí con mi suerte:
    para algo soy limón fuerte
    que de la mata cayó.

    7
    No quieres que me trasnoche
    con chipolas ni atarraya.
    Sígueme cuando me vaya
    en vez de tanto reproche.
    Sentirás correr la noche
    por mi verso, como un río,
    y tendrá el viento sombrío
    —nido de su desamparo—
    paja de tu pelo claro
    todo lleno de rocío.

    8
    Pone su trazo contrito
    el ala sobre el desierto.
    muda se ve «Mata ’e Muerto»
    como pensando su grito.
    Bancos de pecho marchito
    el espejismo miró,
    y por eso les pintó
    pozos de dulces reflejos.
    agua tan honda y tan lejos,
    ¡cómo te cogiera yo!



    Los luceros en el caño,
    la luna en el carrizal:
    boquita de caña dulce
    ¡quién te pudiera besar!

    9
    Como el agua pura vives,
    cristalina y sin espuma:
    ayer pasé por la bruma:
    y vi el sol en tus aljibes.
    Hoy por amargos declives,
    con la peste en mi rebaño,
    camino mi duelo huraño;
    y desde un recodo miro,
    cual tu nombre en mi suspiro
    los luceros en el caño.


    10
    Noche clara, buen testigo
    para el joropo y el lance;
    la espinita del romance
    te punza el lunado abrigo.
    Vente muchacha conmigo
    por el dormido arenal,
    a ver desde el paso real
    con qué ternura serena
    se puso a estampar la arena
    la luna en el carrizal.

    11
    Sabana de secos tallos,
    uno te aprendió a querer
    en boca de tu mujer,
    en lomo de tus caballos.
    Mientras retoñan los mayos
    queda amor para un cantar:
    tierra altiva como el mar,
    cardo sin riego y sin poda,
    sobre la amargura toda
    ¡quién te pudiera besar!


    A mí mismo me da miedo
    cuando levanto el tañío,
    porque me jallo faculto
    y dueño de mi albedrío.

    13
    Décimas de amor ausente
    el viento arriero balbuce.
    La noche de mayo luce
    su clara cruz en la frente.
    Yo bebí tu zumo ardiente
    campo de bravo cañedo,
    tierra del ansia y no puedo,
    ruta de adiós y quién sabe.
    Cuando esta pena se acabe
    a mí mismo me da miedo.

    14
    En mi retinto sin freno,
    donde el eco a nadie asombra
    anda espantando mi sombra
    caminos del hato ajeno.
    La paja con el sereno
    se puso a soñar rocío,
    y el viejo Llano bravío
    y los recuerdos que cargo
    me saben a cedro amargo
    cuando levanto el tañío

    15
    En el rincón del Mal Paso,
    —donde andan pasos sin huellas—
    me topé con las estrellas
    bebiendo en el lagunazo,
    hermanitas del yaguaso,
    que en juncal sueña oculto;
    y como soy sólo un bulto
    por solitarias arenas,
    me pongo a cantar mis penas
    porque me jallo faculto.

    16
    Tú que me labraste firme
    la fe donde me aquerencio
    y me lloraste en silencio,
    la noche que tuve que irme,
    por si quieres escribirme
    mi dirección te confío:
    en la tierra del corrío,
    con la mejor jefatura,
    capitán de esta amargura
    y dueño de mi albedrío.


    Noche oscura y tenebrosa
    encendé tu lucerito
    que yo tengo el corazón
    más hondo que tus caminos

    17
    La sombra tendió sus vendas
    sobre la corriente glauca.
    Sólo rizan el Arauca
    los bongos de las leyendas.
    Mi potro sobre las riendas
    cruza la orilla arenosa,
    y cuando el cielo de rosa
    cierra su ultima rendija,
    abres tu negra cobija
    noche oscura y tenebrosa.
    18
    Noche de relato fiero
    y el espanto a golpe de una:
    atormentada y sin luna
    te le diste al cancionero.
    Noche del tono pechero
    que acuna en alma su grito,
    sin con tu beso contrito
    mi pecho se desabrocha,
    sobre el quizás de mi trocha
    encendé tu lucerito.

    19
    ¡Tan oscuro, Chipolita,
    con mi cuatro y tú tan lejos!
    La nostalgia de tus dejos
    contra el cedro me palpita.
    Por esta tierra marchita
    son agua y sed la emoción
    y si cautivo en mi son
    tu dulce cariño cargo,
    Chipolita, eso es lo amargo
    que yo tengo el corazón.

    20
    Noche que el alma le enseña
    esta anhelo tierno y macho;
    Pajarote que echa un cacho,
    Santos Luzardo que sueña.
    Soga de brisa apureña
    nos enlazó los destinos;
    y en mis rumbos peregrinos,
    noche, tan mía te encuentro,
    que están mis llanos de adentro
    más hondos que tus caminos.


    Arbolito sabanero
    yo ten vengo a peguntar
    si cuando ella se me
    fue tú me la viste pasar.

    21
    Abre sus sueños al raso
    la soledad sin un grito.
    Aspira el campo marchito
    la dulce flor del ocaso.
    Tu pesaroso, en el paso
    —puro arenal— del estero,
    soñando el aire mayero,
    ¡cómo tendrás de congojas
    que ya no te quedan ni hojas
    arbolito sabanero!

    22
    La copla que te saluda
    y en tu mudez se desgarra
    puso un dejo de guitarra
    entre tu rama desnuda.
    Mi cuatro en su pena ruda
    sabe un son que hace llorar,
    y por eso en mi cantar,
    mientras el día se muere,
    por ella, que ni me quiere,
    yo te vengo a preguntar.

    23
    Yo sé el ansia del corrío
    que cuando la noche cierra
    cruza el dolor de esta tierra
    como un vaquero sombrío.
    Yo sé el sueño del rocío
    y el penar del cristofué,
    mas con todo lo que sé
    la amargura se me estira
    cuando el cantador suspira:
    si cuando ella se me fue...

    24
    Arbolito de hojas finas,
    nido de puras congojas,
    como ya no tienes mis hojas
    te besa el sol las espinas.
    Madrinero sin madrinas
    paso yo con mi cantar
    y tú en tu grave callar
    te quedas mas seco y triste.
    Arbolito, tú la viste,
    tú me la viste pasar.


    Para abajo corre el río,
    para arriba corre el viento
    Para donde van tus ojos
    se llevan mi pensamiento

    25
    Un remero golpe muerde
    el silencio y el paisaje.
    En una vuelta del viaje
    el Masparro se me pierde.
    Por el camino más verde
    ando el paso más sombrío.
    Patrón de recio albedrío
    que se va y no se destierra,
    entre mi copla y a tierra,
    para abajo corre el río.

    26
    A zurcir sueños me pongo
    y pienso por un instante
    si no seré un grito errante
    sobre el remanso y el bongo.
    Ve si es justo mi rezongo
    para reforzar mi aliento,
    que ayer remontando lento
    el puro remo me trajo,
    y hoy como voy agua abajo
    para arriba corre el viento.

    27
    Tus ojos y el cielo claro
    llenan el agua mil veces.
    Luce entre nácar de peces
    la copa del caracaro.
    Mas, qué adusto desamparo
    tras los playeros rastrojos:
    allá van tristes y cojos
    los caminos rezongando,
    sin gente, muchos andando
    para donde van tus ojos.

    28
    Mi viejo me lo decía
    la voz como en abandono:
    muchacho canta ese tono
    zumo de arena bravía.
    Yo llevo desde aquel día
    su puro afán en mi acento.
    Mudez del pozo sediento,
    leguas donde se desmaya
    el nunca del ¡ah malaya!
    se llevan mi pensamiento.



    Mata de Anima Sola,
    Boquerón de Banco Largo.
    Ya podrás decir ahora:
    Aquí durmió Cantaclaro

    29
    Con el silbo y la picada
    de la brisa coleadora
    la tarde catira y mora
    entró al corralón callada.
    La noche, yegua cansada,
    sobre los bancos tremola
    la crin y negra la cola;
    y en su silencio se pasma
    tu corazón de fantasma,
    Mata del Ánima Sola.

    30
    Campo de emoción serena:
    si en tu quietud todo es viaje
    ¡qué luz tendrá tu paisaje
    cuando se alivie esta pena!
    Cruzó la garza morena
    sobre el palustre letargo,
    y cuando aquel sino amargo
    cayó sobre tus retiros,
    alas fueron tus suspiros,
    Boquerón de Banco Largo.

    31
    Un claro recuerdo lija
    la plata en que me deleito:
    por cada amargo de pleito
    me mandaba la sortija.
    Mi caballo y mi cobija
    aún saben camino y hora.
    Malhaya quien se enamora
    cuando lo matan de veras.
    Te dije que no dijeras,
    ya podrás decir ahora.

    32
    Mata de copas añejas
    donde el sol se desmenuza,
    por entre tus ceibos cruza
    sombra de aciagas consejas.
    Refugio de alas y quejas
    que abrigas en dulce amparo
    el dolor del taro-taro,
    bajo tu paz me aquerencio
    y estoy soñando en silencio:
    Aquí durmió Cantaclaro



    Al pensar que no me quieres,
    cuando me pongo a pensar,
    me van saliendo los versos
    como agua de manantial.



    33
    Todo lo tierno del valle
    echó flor en tu sonrisa.
    La palma llena de brisa
    se vino al pueblo en tu talle.
    Ayer te encontré en la calle:
    ¡cómo fuiste y cómo eres!
    Por albas y atardeceres
    meció tus sueños mi bongo.
    Hoy ya ni triste me pongo
    al pensar que no me quieres.

    34
    En mi caballo tordillo
    que compré con nobles reales
    recordé en los chaparrales
    tu verso, Pedro Sotillo.
    Me hincó su amargor sencillo
    la espina de tu cantar.
    Hoy te mando a saludar
    desde el medanal inmenso
    por donde anda lo que pienso,
    cuando me pongo a pensar.

    35
    La luna de cuatro días
    me hace sombra de dos varas.
    Ñéngueres de voces claras
    alertan las lejanías.
    Me acuerdo de mis baquías
    por aquellos mundos tersos;
    y como en días adversos
    fui matapalo de otoño,
    hoy por un fatal retoño
    me van saliendo los versos.

    36
    Versos del sueño alazano
    en el arrebol lebruno,
    honda voz de cómo es uno
    cuando aprende a hombre en el Llano;
    grito del venezolano
    que ama su bien y su mal,
    su palma y su tremedal;
    golpe que alegra y desgarra
    fluyendo de la guitarra
    como agua de manantial.



    Canta el patico yaguaso
    la laguna se secó.
    Dice la garza morena:
    ahora sí me muero yo.


    37
    No quiero alambre importuno
    en mi mundo desolado.
    Si se me riega el ganado
    yo veré si lo reúno.
    Cuando esta tierra anda en uno,
    legua y legua son el paso.
    Más allá del lagunazo
    sigue el infinito abierto:
    llorando tanto desierto
    canta el patico yaguaso.

    38
    Pena tengo de escribirte
    con las cosas que voy viendo.
    Los peones andan diciendo
    que ya no quieres venirte.
    Por eso mandé a decirte
    lo que el caño suspiró:
    cuando el garcero espigó
    fue cielo el agua marchita;
    cuando se fue la chusmita
    la laguna se secó.

    39
    Contándole los luceros
    a la noche millonaria
    atraviesa solitaria
    la copla por los esteros.
    Los caminos sabaneros
    van como ánima en pena.
    La luna finge en la arena
    la estela de una piragua:
    ¡Qué malo el mundo sin agua!
    dice la garza morena.

    40
    No me preguntes la clave
    de mis cantares dispersos;
    si yo muy bien sé que en versos
    la mujer es la que sabe.
    Mas si te me quedas grave,
    si tu madre te mandó
    a que me digas que no,
    yo con la vida hecha zarza
    cantaré como la garza;
    ahora sí me muero yo.



    ¡Ah malhaya un trotecito
    que no terminara nunca!
    ¡Ah malhaya quien hallara
    aquello que nadie busca!

    41
    Alba de rubios asomos
    floreció su cañal tinto
    y me lo prendió el retinto
    espigas sobre los lomos.
    Corcel que apechaste plomos
    bajo el látigo de un grito:
    si tu casco lleva escrito
    ritmo de bravas chipolas,
    por estas picas tan solas
    ¡ah malaya un trotecito!
    42
    Yo ya no sé si rasguea
    mi voz nativos dolores
    o si son males de amores
    los que me labran la idea.
    Cuando en la mata florea
    hasta la palmera trunca,
    cuando el estero se enjunca,
    este mal que nos desgarra
    ¡quién lo creyera, guitarra!
    que no terminara nunca.

    43
    Todo mi sueño sin cuna
    se volvió copla al dejarte
    y me prendió sobre el arte
    jazmines de adiós con la luna.
    Piqué mi mala fortuna
    por la tierra muda y clara.
    Y hoy, pura sed, a la cara
    soles de duros reflejos,
    agua de tus ojos lejos
    ¡ah malhaya quien hallara!

    44
    Tú, la del barrio señero
    que me miras cuando salgo
    como si valiera de algo
    tener fama de coplero,
    deja que el sol mañanero
    sobre los cardos reluzca,
    y que la estrella traduzca
    la honda fe del caminante
    que encontró en la arena errante
    aquello que nadie busca.



    Cuatro veces te he mentado
    y a ninguna has respondido.
    ¡Quién me manda a andar buscando
    lo que no se me ha perdido!

    45
    No sé lo que se encobija
    en tu mirar estupendo
    que hoy te me quedaste viendo
    como desde una rendija.
    Por no cargar tu sortija
    ya me esperas de mal grado.
    Será que me has ensalmado
    para que mi amor te dure,
    que en la soledad de Apure
    Cuatro veces te he mentado.

    46
    Por eso quiero saber
    —querencia de mis porfías—
    si hace mucho me querías
    o me empiezas a querer,
    o si me quisiste ayer
    y hoy sólo quieres mi olvido,
    o si nunca me has querido.
    Queriendo verdades juntas
    quise hacer cuatro preguntas
    y a ninguna has respondido.

    47
    Por el plan sin un corozo
    cruzan mis sueños en fragua
    como los bichitos de agua
    cuando se les seca el pozo.
    Al arrendajo buen mozo
    me lo topé suspirando.
    A todos los fui encontrando:
    paraulata, cristofué...
    Sólo a mí no me encontré.
    ¡Quién me manda a andar buscando!

    48
    Baquianos de mi destierro
    se aduermen los cuatro puntos.
    Allá como que van juntos
    Florentino y Martín Fierro...
    Como amansando un encierro
    yo oigo su canto tendido.
    Compadre, ponga el oído:
    desde el Llano abajo vengo
    y traigo en mi son realengo
    lo que no se me ha perdido.



    No olvides esta postal:
    a caballo, Margarita.
    Aunque se llame Antillano
    nadie al Llano se la quita.

    49
    El sol en llanero alarde
    te da su ardor y su brillo.
    En tu caballo amarillo
    mandas en jefe la tarde.
    Chipolita , Dios te guarde,
    sola por el chaparral,
    como luna en el pajal
    besando todos los verdes.
    Aunque nunca me recuerdes
    no olvides esta postal.

    50
    Barajan sus naipes rojos
    los arreboles dispersos.
    Pago un siglo de mis versos
    a un segundo de tus ojos.
    Soñando en estos rastrojos
    el que pierde se desquita.
    Hondos de sed infinita
    se fueron —entre palmares—
    tus ojos y mis cantares
    a caballo, Margarita.

    51
    Por esos rumbos vaqueros
    de Ortiz a Corozo Pando,
    la noche viene afinando
    los cuatros y los luceros.
    Tras los espinos caseros,
    como un joropo lejano,
    se oye la voz del secano:
    «que me dé la prenda mía
    jagüey de su llanería,
    aunque se llama Antillano».

    52
    Eso la cañada pura
    se lo conversa al barranco,
    y en la soledad del blanco
    el chaparro lo murmura,
    y en la noche más oscura
    el toro fiero lo pita,
    y en la clara mañanita
    lo suspira la soisola:
    tu gracia de palmasola
    nadie al Llano se la quita.



    Se toparon los vaqueros
    muertos de sol los caballos:
    ¡Hermano, ah tierra bien sola!
    ¡Ah vida bien dura, hermano!

    53
    Sobre la tierra sin caño
    ni palma que le suspire
    el uno en potro catire,
    el otro en viejo castaño
    —el saludo y el rebaño
    vueltos sed de mil senderos—
    Por los aciagos esteros
    donde la ilusión embauca,
    trochando el Cajón de Arauca
    se toparon los vaqueros.

    54
    Cruzan la tierra silente
    que el Catire echó a la Historia
    la vez que enlazó a la Gloria
    y la rabiató a su gente.
    Van en dos y dos doliente
    sobre los marchitos tallos;
    los corazones, vasallos
    de las lejuras sin tregua,
    los ojos, pozos de leguas,
    muertos de sol, los caballos.

    55
    Curvan el anca los rejos
    sueños de quema y estío.
    Hombres, ante lo baldío
    se ven como amigos viejos.
    Hondo se miran, ¡qué lejos
    el alero y la bandola,
    el moriche y la soisola!
    Con voz que el anhelo estira
    Santos Luzardo suspira:
    ¡hermano, ah tierra bien sola!

    56
    Su luto y su letanía
    lejos pone el taro-taro.
    Horizonte en desamparo,
    sol guapo, paja bravía.
    Se quiebra impávido el día
    en espejismo lejano,
    y con su dolor arcano,
    con voz que en selva se arroba,
    le contesta Arturo Cova:
    ¡ah, vida bien dura, hermano!





    EL RETO

    El coplero Florentino
    por el ancho terraplén
    caminos del Desamparo
    desanda a golpe de seis.

    Puntero en la soledad
    que enlutan llamas de ayer,
    macolla de tierra errante
    le nace bajo el corcel.
    Ojo ciego el lagunazo
    sin garza, junco ni grey,
    dura cuenca enterronada
    donde el casco da traspié.
    Los escuálidos espinos
    desnudan su amarillez,
    las chicharras atolondran
    el cenizo anochecer.
    Parece que para el mundo
    la palma sin un vaivén.

    El coplero solitario
    vive su grave altivez
    de ir caminando el erial
    como quien pisa vergel.
    En el caño de Las Ánimas
    se para muerto de sed.
    y en las patas del castaño
    ve lo claro del jagüey.

    El cacho de beber tira,
    en agua lo oye caer;
    cuando lo va levantando
    se le salpican los pies,
    pero del cuerno vacío
    ni gota pudo beber.
    Vuelve a tirarlo y salpica
    el agua clara otra vez,
    mas sólo arena sus ojos
    en el turbio fondo ven.

    Soplo de quema el suspiro,
    paso llano el palafrén,
    mirada y rumbo el coplero
    pone para su caney,
    cuando con trote sombrío
    oye un jinete tras él.

    Negra se le ve la manta,
    negro el caballo también;
    bajo el negro pelo'e guama
    la cara no se le ve.
    Pasa cantando una copla
    sin la mirada volver:

    —Amigo, por si se atreve,
    aguárdeme en Santa Inés,
    que yo lo voy a buscar
    para cantar con usté.


    Mala sombra del espanto
    cruza por el terraplén.
    Vaqueros de lejanía
    la acompañan en tropel;
    la encobijan y la borran
    pajas del anochecer.

    Florentino taciturno
    coge el banco de través.
    Puntero en la soledad
    que enlutan llamas de ayer
    parece que va soñando
    con la sabana en la sien.
    En un verso largo y hondo
    se le estira el tono fiel:

    Sabana, sabana, tierra
    que hace sudar y querer,
    parada con tanto rumbo,
    con agua y muerta de sed,
    una con mi alma en lo sola,
    una con Dios en la fe;
    sobre tu pecho desnudo
    yo me paro a responder:
    sepa el cantador sombrío
    que yo cumplo con mi ley
    y como canté con todos
    tengo que cantar con él.

    II

    La porfía

    Noche de fiero chubasco
    por la enlutada llanura,
    y de encendidas chipolas
    que el rancho del peón alumbran.
    Adentro suena el capacho,
    afuera bate la lluvia;
    vena en corazón de cedro
    el bordón mana ternura;
    no lejos asoma el río
    pecho de sabana sucia;
    más allá coros errantes,
    ventarrón de negra furia,
    y mientras teje el joropo
    bandoleras amarguras
    el rayo a la palma sola
    le tira señeras puntas.

    Súbito un hombre en la puerta:
    indio de grave postura,
    ojos negros, pelo negro,
    frente dé cálida arruga,
    pelo de guama luciente
    que con el candil relumbra.

    Un golpe de viento guapo
    le pone a volar la blusa,
    y se le ve jeme y medio
    de puñal en la cintura.
    Entra callado y se apuesta
    para el lado de la música.
    Oiga vale, ese es el Diablo.
    —La voz por la sala cruza.

    Mírelo cómo llegó
    con tanto barrial y lluvia,
    planchada y seca la ropa,
    sin cobija ni montura.
    Dicen que pasó temprano,
    como quien viene de Nutrias,
    con un oscuro bonguero
    por el paso de Las Brujas.

    Florentino está silbando
    sones de añeja bravura
    y su diestra echa a volar
    ansias que pisa la zurda,
    cuando el indio pico de oro
    con su canto lo saluda.

    EL DIABLO
    Catire quita pesares
    contésteme esta pregunta:
    ¿Cuál es el gallo que siempre
    lleva ventaja en la lucha
    y aunque le den en el pico
    tiene picada segura?

    FLORENTINO
    Tiene picada segura
    el gallo que se rebate
    y no se atraviesa nunca,
    bueno si tira de pie,
    mejor si pica en la pluma.

    EL DIABLO
    Mejor si pica en la pluma.
    Si sabe tanto de todo
    diga cuál es la república
    donde el tesoro es botín
    sin dificultá ninguna.

    FLORENTINO
    Sin dificultá ninguna,
    la colmena en el papayo
    que es palo de blanda pulpa:
    el que no carga machete
    saca la miel con las uñas.

    EL DIABLO
    Saca la miel con las uñas.
    Contésteme la tercera
    si respondió la segunda,
    y diga si anduvo tanta
    sabana sin sol ni luna
    quién es el que bebe arena
    en la noche más oscura.

    FLORENTINO
    En la noche más oscura
    no quiero ocultar mi sombra
    ni me espanto de la suya.
    Lo malo no es el lanzazo
    sino quien no lo retruca:
    tiene que beber arena
    el que no bebe agua nunca.

    EL DIABLO
    El que no bebe agua nunca.
    Así cualquiera responde
    barajando la pregunta.
    Si sabe dé su razón
    y si no, no dé ninguna:

    ¿Quién mitiga el fuego amargo
    en jagüey de arena pura,
    quién mata la sed sin agua
    en la soledad profunda?

    FLORENTINO
    En la soledad profunda
    el pecho del medanal,
    el romance que lo arrulla,
    la conseja que lo abisma,
    el ánima que lo cruza,
    la noche que lo encobija,
    el soplo que lo desnuda,
    la palma que lo custodia,
    el lucero que lo alumbra.
    ¿Qué culpa tengo señores
    si me encuentra el que me busca?

    EL DIABLO
    Si me encuentra el que me busca
    el susto lo descarea.
    Falta un cuarto pá'la una
    cuando el candil parpadea,
    cuando el espanto sin rumbo
    con su dolor sabanea,
    cuando Florentino calla
    porque se le va la idea,
    cuando canta la pavita,
    cuando el gallo menudea.

    FLORENTlNO
    Cuando el gallo menudea
    la garganta se me afina
    y el juicio se me clarea.
    Yo soy como el espinito
    que en la sabana florea:
    le doy aroma al que pasa
    y espino al que me menea.

    EL DIABLO
    Espino al que me menea.
    No le envidio al espinito
    las galas de que alardea:
    cuando la candela pasa
    la pata se le negrea.
    Con plantaje y bulla de ala
    no se cobra la pelea.
    Vaya poniéndose alante
    pá'que en lo oscuro me vea.

    FLORENTINO
    Pá'que en lo oscuro me vea.
    Amigo no arrime tanto
    que el bicho se le chacea.
    Atrás y alante es lo mismo
    pá'l que no carga manea.
    El que va atrás ve pá'lante
    y el que va alante voltea.

    EL DIABLO
    El que va alante voltea
    a contemplar lo que sube
    borrando lo que verdea:
    en invierno el aguazal,
    en verano la humarea.
    Me gusta cantar al raso
    de noche cuando ventea
    porque así es como se sabe
    quién mejor contrapuntea.

    FLORENTINO
    Quien mejor contrapuntea
    hace sus tratos de día
    y trabaja por tarea.
    "¡Cójame ese trompo en la uña
    a ver si taratatea!".
    Ni que yo fuera lechuza
    en campanario de aldea
    para cantar en lo oscuro
    con esta noche tan fea.

    EL DIABLO
    Con esta noche tan fea
    una cosa piensa el burro
    y otra el que arriba lo arrea.
    ¡Ay, catire Florentino!
    escuche a quien lo previene:
    déle tregua a la porfia
    pá'que tome y se serene
    si no quiere que le falle
    la voz cuando se condene.

    FLORENTINO
    La voz cuando se condene.
    Mientras el cuatro me afine
    y la maraca resuene
    no hay espuela que me apure
    ni bozal que me sofrene,
    ni quien me obligue a beber
    en tapara que otro llene.
    Coplero que canta y toca
    su justa ventaja tiene:
    toca cuando le da gana,
    canta cuando le conviene.

    EL DIABLO
    Canta cuando le conviene.
    Si su destino es porfiar
    aunque llueva y aunque truene
    le voy a participar,
    amigo, que en este duelo
    yo no le vengo a brindar
    miel de aricas con buñuelo.
    Si se pone malicioso
    no me extraña su recelo,
    que al que lo mordió macagua
    bejuco le para el pelo.

    FLORENTINO
    Bejuco le para el pelo.
    Contra un jiro atravesao
    yo mi pollo ni lo amuelo.
    Entre cantadores canto,
    entre machos me rebelo,
    entre mujeres me sobra
    muselina y terciopelo,
    cuando una me dice adiós
    a otra le pido consuelo.
    Desde cuando yo volaba
    paraparas del rayuelo
    vide con la noche oscura
    la Cruz de Mayo en el cielo.

    EL DIABLO
    La Cruz de Mayo en el cielo.
    A mí no me espantan sombras
    ni con luces me desvelo:
    con el sol soy gavilán
    y en la oscuridá mochuelo,
    familia de alcaraván
    canto mejor cuando vuelo;
    también como la guabina
    si me agarra me le pelo,
    también soy caimán cebao
    que en boca'e caño lo velo.

    FLORENTINO
    Que en boca'e caño lo velo.
    Me acordé de aquel corrío
    que me lo enseñó mi abuelo:
    Velando al que nunca pasa
    el vivo se quedó lelo,
    para caimán el arpón
    para guabina el anzuelo,
    patiquín que estriba corto
    no corre caballo en pelo.
    ¿Con qué se seca la cara
    el que no carga pañuelo?
    ¿Pá'qué se limpia las patas
    el que va a dormí en el suelo?

    EL DIABLO
    El que va a dormí en el suelo
    pega en la tierra el oío:
    si tiene el sueño liviano
    nunca lo matan dormío.
    Los gallos están cantando,
    escúcheles los cantíos,
    los perros están aullando,
    recuerde lo convenío.

    "Zamuros de la Barrosa
    del alcornocal del Frío
    albricias pido señores
    que ya Florentino es mío".

    FLORENTINO
    Que ya Florentino es mio.
    ¡Ñéngueres de Banco Seco!
    ¡taro-taros del Pionío!
    Si usté dice que soy suyo
    será que me le he vendío,
    si me le vendí me paga
    porque yo a nadie le fío.
    Yo no soy rancho veguero
    que le mete el agua el río,
    yo no soy pájaro bobo
    pá'estar calentando nío.

    EL DIABLO
    Pá'estar calentando nío.
    No sé si es pájaro bobo
    pero va por un tendío
    con la fatiga del remo
    en el golpe mal medío;
    y en la orilla del silencio
    se le anudará el tañío
    cuando yo mande a parar
    el trueno y el desafío.

    FLORENTINO
    El trueno y el desafío.
    Me gusta escuchar el rayo
    aunque me deje aturdío,
    me gusta correr chubasco
    si el viento lleva tronío.
    Águila sobre la quema,
    reto del toro bravío.
    Cuando esas voces me llaman
    siempre les he respondío.
    ¡Cómo me puede callar
    coplero recién vestío!

    EL DIABLO
    Coplero recién vestío,
    mano a mano y pecho a pecho
    ando atizándome el brío
    con el fuego del romance
    que es don de mi señorío.
    Relámpagos me alumbraron
    desde el horizonte ardío
    nariceando cimarrones
    y sangrando a los rendíos
    con la punta'e mi puñal
    que duele y da escalofrío.

    FLORENTINO
    Que duele y da escalofrío...
    Dáme campo pensamiento
    y dáme rienda albedrío
    pá'enseñarle al que no sabe
    a rematar uh corrío.
    Cimarrones hay que verlos,
    de mautes no le porfío;
    puñal, sáquelo si quiere
    a ver si repongo el mío.
    Duele lo que se perdió
    cuando no se ha defendío.

    EL DIABLO
    Cuando no se ha defendío
    lo que se perdió no importa
    si está de pies el vencío.
    porque el orgullo indomable
    vale más que el bien perdío.
    Por eso es que me lo llevo
    con la nada por avío
    en bongo de veinte varas
    que tiene un golpe sombrío.
    Y vuelvo a cambiarle el pie
    a ver si topa el atajo.

    FLORENTINO
    A ver si topa el atajo.
    Cuando se fajan me gusta
    porque yo también me fajo.
    "Zamuros de la Barrosa
    del alcornocal de abajo:
    ahora verán, señores,
    al Diablo pasar trabajo".

    EL DIABLO
    Al Diablo pasar trabajo.
    No miente al que no conoce
    ni finja ese desparpajo,
    mire que por esta tierra
    no es primera vez que viajo,
    y aquí saben los señores
    que cuando la punta encajo
    al mismo limón chiquito
    me lo chupo gajo a gajo.

    FLORENTINO
    Me lo chupo gajo a gajo.
    Usté que se alza el copete
    y yo que se lo rebajo.
    No se asusten compañeros,
    déjenlo que yo lo atajo,
    déjenlo que pare suertes,
    yo sabré si le barajo;
    déjenlo que suelte el bongo
    pá'que le coja agua abajo;
    antes que Dios amanezca
    se lo lleva quien lo trajo;
    alante el caballo fino,
    atrás el burro marrajo.
    ¡Quién ha visto dorodoro
    cantando con arrendajo!
    Si me cambió el consonante
    yo se lo puedo cambiar.

    EL DIABLO
    Yo se lo puedo cambiar.
    Los graves y los agudos
    a mí lo mismo me dan,
    porque yo eché mi destino
    sobre el nunca y el jamás.
    ¡Ay! catire Florentino,
    cantor de pecho cabal,
    qué tenebroso el camino
    que nunca desandará,
    sin alante, sin arriba,
    sin orilla y sin atrás.
    Ya no valen su baquía,
    su fe ni su facultá
    catire quitapesares
    arrendajo y turupial.

    FLORENTINO
    Arrendajo y turupial.
    De andar solo esa vereda
    los pies se le han de secar,
    y se le hará más profunda
    la mala arruga en la faz;
    porque mientras llano y cielo
    me den de luz su caudal,
    mientras la voz se me escuche
    por sobre la tempestá,
    yo soy quien marco mi rumbo
    con el timón del cantar.
    Y si al dicho pido ayuda
    aplíquese esta verdá:
    que no manda marinero
    donde manda capitán.

    EL DIABLO
    Donde manda capitán
    usted es vela caída,
    yo altivo son de la mar.
    Ceniza será su voz,
    rescoldo de muerto afán
    sed será su última huella
    náufraga en el arenal,
    humo serán sus caminos,
    piedra sus sueños serán,
    carbón será su recuerdo,
    lo negro en la eternidá,
    para que no me responda
    ni se me resista más.
    Capitán de la Tiniebla
    es quien lo viene a buscar.

    FLORENTINO
    Es quien lo viene a buscar.
    Mucho gusto en conocerlo
    tengo señor Satanás.
    Zamuros de la Barrosa
    salgan del Arcornocal
    que al Diablo lo cogió el día
    queriéndome atropellar.
    Sácame de aquí con Dios
    Virgen de la Soledá,
    Virgen del Carmen bendita,
    sagrada Virgen del Real,
    tierna Virgen del Socorro,
    dulce Virgen de la Paz,
    Virgen de la Coromoto,
    Virgen de Chiquinquirá,
    piadosa Virgen del Valle,
    santa Virgen del Pilar,
    Fiel Madre de los Dolores
    dáme el fulgor que tú das.

    ¡San Miguel! dame tu escudo,
    tu rejón y tu puñal,
    Niño de Atocha bendito,
    Santísima Trinidá.

    (En compases de silencio
    negro bongo que echa a andar.
    ¡Salud, señores! El alba
    bebiendo en el paso real).





    CANTAS I

    1

    El horizonte y yo vamos
    solos por la llana tierra:
    Me enlazó todos los rumbos
    su audacia de soga abierta.

    2

    Oros de los arenales
    copas de las campanillas,
    bastos del cardón doliente,
    espadas de las espigas.
    En San Carlos tus lagunas
    son espejos de las garzas.
    En ellos la luna triste,
    en ellos se ve las manchas.
    Espadas de las espigas:
    la sabana y yo jugando
    con tu recuerdo y la brisa.

    3

    El quemado está de luto
    como una flor de cuaresma
    porque las brisas jugaron
    un carnaval de candela.
    Yo anduve con suerte triste,
    me la puso triste el llano:
    entre mi vida y tus ojos
    las llanuras de San Carlos.
    Un carnaval de candela.
    El viento le echó la tarde
    papelillos de hojas negras.

    4

    El candil en los caneyes
    pinceló su rojo tímido,
    y salió a rumiar leyendas
    la punta de los corríos.
    Cómo enseda el verso humilde
    sus hilos de pueblo y alma,
    cómo va de pena en pena
    y de guitarra en guitarra.
    La punta de los corríos!
    Con la angustia de baquiana
    el cuatro cogió camino.

    5

    Allá va un encobijado
    por el peladal pampero:
    así se va mi esperanza
    sin ti por el alma adentro.
    Llanos, y llanos, y llanos
    crucé por ir a "Tu Olvido"
    y tras tanto caminar
    llegué a "Te quiero lo mismo".
    Sin ti por el alma adentro
    me acordé de cuando iba
    por la llanura lloviendo.

    6

    Palmarito en el Apure,
    El Amparo en el Arauca.
    Clarines se ha puesto mudo,
    soledad se pobló de alas.
    Lejos rezongan los cardos
    tristes porque no retoñan:
    -Si al rosal siempre lo riegan
    ¡qué gracia es que tengas rosas¡
    Soledad se pobló de alas,
    y en Cantaura por tu ausencia
    no quieren cantar las auras.

    7

    Junto a Platero trotando
    la noble canta florece
    y en sed de arriero se moja
    por los caminos sin verde.
    Tu cuatro, Llano, modula
    cantares de Andalucía
    y por eso siempre tienes
    para tu dolor, sonrisas.
    Por los caminos sin verde
    -hondo arriero de ternuras-
    pasó Juan Ramón Jiménez.

    8

    Oros de paja marchita
    sobre los lejos se azulan.
    En la copa de una palma
    el chiriguare me anuncia.
    Aquí estuvo el hato, padre,
    que nos dio sombra otro tiempo:
    en este alambre caído
    se me enredaron los sueños.
    El chiriguare me anuncia.
    En la copa del recuerdo
    grita la nostalgia, muda.

    9

    Mi madre bordó en cariños
    su rosaleda fragante:
    le pagaron poda y riego
    con hondo amor los rosales.
    Una vez cruzó mis sueños
    silenciosa y de puntillas
    y se quedó toda alegre
    porque me vio una sonrisa.
    Con hondo amor los rosales.
    Qué perfume el de tus rosas
    rosaleda de mi madre!

    10

    La tarde como con pena
    se puso un traje cenizo.
    Para una solita ausencia
    tres veces nos despedimos.
    Me alcanzó la noche oscura
    en los esteros de abajo
    y de puro oír tu nombre
    lo aprendieron los yaguasos.
    Tres veces nos despedimos:
    por un espigal de adioses
    me voy podando suspiros.

    11

    Van los vaqueros del viento,
    van sus candelas picando.
    Ululan cantares de humo
    sobre el tablón del quemado.
    En sabanas de tu pueblo
    yo vi volar la pregunta:
    ¿Será el inmóvil el potro
    y lo fugaz la llanura?
    Sobre el tablón del quemado
    rezongaron amarguras
    la palmaseca y el charco.

    12

    El crepúsculo viajero
    se terció su manta gris.
    Ayes de tierras ardidas
    plañe lejano el paujil.
    El caño labra la orilla,
    la quema los pajonales,
    y yo labrándome en quiero,
    yo, mudo, sin ti, labrándome.
    Plañe lejano el paujil.
    Hilos de chusmitas lloran
    sueños de Lazo Martí.

    13

    Espinito pura espina
    sin hojas y medio seco
    cuando vengan las garúas
    te retoñarán luceros.
    La siesta escurrió su sed
    bajo los viejos palmares
    y las chicharras estiran
    de penca en penca su alambre.
    Te retoñarán luceros
    para pagar con perfumes
    la amarga burla del viento.

    14

    Me acordé de aquella copla
    que tiene tan hondo el aire:
    "El amor es como el trigo
    si no se riega no nace".
    El cerro sale a lo llano,
    la noche a la mañanita.
    ¿Hasta cuando iré yo a andar
    tu recuerdo sin salida?
    "Si no se riega no nace".
    ¿Por qué a mi me nacería
    si tú nunca lo regaste?

    15

    La noche cambió en realitos
    mis pachanos de crepúsculo:
    por los bancos de Hato Viejo
    merqué el ensueño en mi burro.
    En esteros de tu pueblo
    son dulces las cañabravas
    y anochecen las chusmitas
    pescando guabinas de alba.
    Merqué el ensueño en mi burro.
    Mi burro le fiaba al viento
    sus collares de rebuznos.

    16

    Los dos por la tierra larga
    -noche azul y silenciosa-
    Me sentí jagüey la vida
    entre la luna y la novia.
    Laguna en la media-noche
    Cómo se puso declara.
    Parece que fuera el cielo
    el que se copió del agua.
    Entre la luna y la novia
    la brisa silbó el nocturno
    de la sombra larga y sola.

    17

    En Puerto Nutrias a veces
    están las calles azules:
    Parecen una guitarra
    con bordones de agua dulce.
    El rumbo de mi canoa
    se me alocó en tu cariño:
    de Bruzual a San Fernando
    yo pasé por Palmarito.
    Con bordones de agua dulce
    por las calles pintorescas
    el coplero del Apure.

    18

    Dicen que pagan amores
    lo que se pierde en los naipes
    y por eso es que yo sueño,
    yo sueño que tu me ganes.
    El nublado va hacia el Norte
    y hacia el Sur las garzas vuelan:
    en ilusión de crepúsculo
    la luna se va con ellas.
    Yo sueño que tú me ganes.
    La luna y tú se me fueron
    para desesperanzarme.

    19

    Tras mí le quedó temblando
    el pulso al caño sereno.
    Por este barrial amargo
    me cogió ventana al viento.
    La noche a jugar conmigo
    se sentó en los arenales:
    mi dicha apostando a suertes
    mi pena echó puros ases.
    Me cogió ventana el viento
    -Apure, hermano, me dijo,
    que en "Palma Muda" lo espero.

    20

    El morichal busca el agua,
    el nido busca lo verde.
    Criollita del sueño esquivo
    el que tu soñastes viene.
    ¿Quién me la gana en amores
    después que perdí jugando?
    Tranqué con el blanco-uno,
    tenías el doble-blanco!
    El que tu soñaste viene
    a enredar en tu cariño
    hatos de doce mil reses.

    21

    Viendo en los pozos del río
    soñar dolida la garza
    me acordé de tu sonrisa
    en mis grises pozos de alma.
    Cómo titila la noche,
    cómo se espeja en el charco.
    De los cielos bebe el río,
    yo, de tus ojos lejanos.
    En mis grises pozos de alma
    una curiara solita,
    única que no naufraga.

    22

    El triángulo de mi choza
    me lo tragó el bajo inmenso.
    Desborda el sol de soslayo
    caño para los recuerdos.
    Cómo se amansa el rodeo
    cuando se estira la copla.
    En esta tierra la canta
    enlaza más que la soga.
    Caño para los recuerdos.
    Dónde me iré yo a saciar
    la sed azul de tus lejos!

    23

    En las cantas fugitivas
    dicha y afán se me quedan:
    las labro a punta de gozo,
    las pulo a filo de pena.
    Me dio lástima el pajal
    ¿qué hace con tanto rocío
    sin una gota de verde
    para su luto amarillo?
    Dicha y afán se me quedan:
    yo miré en el lagunazo
    el nubarrón y la estrella.




    CANTAS II

    24

    Bambú de caña batiente
    atalayero de azules,
    arpa de todos los verdes,
    cimera de alas y luces.
    Su ancho disco de horizonte
    puso a reír la mañana,
    y llena de sol y brisa
    se me enloqueció la manta.
    Cimera de alas y luces.
    -Trino y pulmón- los turpiales
    pueblan de alba los bambues.

    25

    De puro mirar el llano
    tus claros ojos verdean
    porque tienen las ternuras
    del color de lo que sueñan.
    Cañaveral en la arena
    -pulpa ardida y sin retoño-
    cómo sentirá de dulce
    tu mirar color de pozo.
    Del color de lo que sueñan.
    Cómo no se te ennegrecen
    de tanto mirar mi pena!

    26

    Los pétalos de tu risa
    en la mata de cerezo
    te los salpicó de lloros
    la maldad del avispero.
    Me acordé de aquella copla
    que tiene tan dulce el aire:
    la palma llena de brisa
    se vino al pueblo en tu talle.
    La maldad del avispero:
    tu boca pequeña, grande,
    tus ojos grandes, pequeños.

    27

    Cómo se fue la garúa,
    cómo se vino el verano,
    cómo se estira en los lejos
    la canta del taro-taro.
    Préstame los regalitos
    -Manchas blancas de tus uñas-
    para simularles garzas
    a mis aljibes de angustia.
    La canta del taro-taro.
    Hoy sentí amarga la copla
    que se me endulzó en tus labios.

    28

    En su curiara mi tío
    por el Orinoco bravo
    -azogue en alma cauchera-
    corrió amores y chubascos.
    Capitán de la candela
    el viento va pensativo:
    si pasa con sed mañana
    ¿dónde beberá el rocío?
    Corrió amores y chubascos.
    Rodaron por Río Negro
    oro de sus veinte años.



    29

    La madrugada entrecruza
    curvas decantas y rejos.
    Por los corrales oscuros
    llovizna espuma el ordeño.
    Capachos bate el corozo,
    capachos de viento arisco.
    Del tranquero al horizonte
    tiembla un bordón de mugidos.
    Llovizna espuma el ordeño:
    Yo me empapé en tus rocíos
    el cañal del sentimiento

    30

    Agua de Laguna Negra
    -madre vieja de mil árboles-
    Antonio Machado un día
    anocheció en tus pinares.
    Tu voz, sabana, modula
    alma que te dio Castilla,
    y por eso hay fe indomable
    en la pena que suspiras.
    Anocheció en tus pinares.
    Allá va solito y noble
    en el lomo del romance.

    31

    Contándole al caño viejo
    su dolor de cien caminos
    viene silbando chicharras
    el anochecer cenizo.
    Para mentiras el pueblo,
    para verdad la llanura.
    Cuando ves la luna entera
    ves no más que media luna.
    El anochecer cenizo.
    Y tú no me tienes rabia,
    ni lástima ni cariño.

    32

    Tu que has visto la tristeza
    de la tierra larga y sola,
    tu que sabes mi esperanza
    mírala como se ahonda.
    La noche vaquera-negros
    la cobija y el caballo-
    sonando espuelas de grillos
    cruzó el callejón del hato.
    Mírala como se ahonda,
    cual un lucero furtivo
    en el jagüey de mi copla.

    33

    Al sesgo el pelo de guama
    al cinto la faja negra,
    ese hombre callado es como
    pozos de la Portuguesa.
    Arden de sol las arenas
    y el agua muda las lame;
    el bongo en viaje rasguña
    la inmóvil luz de la tarde.
    Pozos de la Portuguesa:
    bajo el remanso apacible
    el caimán sus males sueña.

    34

    Mis manos tahúres abren
    para mis anhelos, picas:
    en juego de cartas verdes
    te gané la mesa limpia.
    Me arrebujé en la cobija
    de regreso de tu rancho;
    pasé por "El Sentimiento"
    oscurito y lloviznando.
    Te gané la mesa limpia:
    Juega el as del corazón
    que te espero en la caída.

    35

    Me voy por esta sabana
    -arpa que afinó el silencio-
    duros bancos de "Voy Solo"
    caminito de "Agua Lejos".
    Rinconada de "Los Bueyes"
    arenales del "Olvido"...
    En el alma de estos nombres
    le "florió" pena al camino.
    Caminito de "Agua Lejos"
    sembré una palma de olvidos
    y me retoñó recuerdos.

    36

    Los arreboles temblaron
    su despedida en las pencas.
    Partámonos el paisaje
    como llanero y llanera.
    Me cogió la noche negra
    en los esteros de Arauca
    y me fui para tus ojos
    por la pica de una canta.
    Como llanero y llanera.
    Coge el lucero y la palma,
    déjame el pozo y la arena.

    37

    Tal vez mañana me vaya
    cuando el callejón me alumbres
    tras esta brisa coplera,
    trocha de la tarde dulce.
    La cañada dijo luna,
    el estero dijo garza.
    A ti no más te diré
    lo que dijo la guitarra.
    Trocha de la tarde dulce.
    Cargados burros los cerros
    llevan barriles denubes.

    38

    Con el dejo de este cuatro
    me acordé de cuando iba
    de noche en mi buey cansado.
    Y el hato en la lejanía.
    Allá van los carreteros
    por el banco a media-luna:
    abren callejones tristes
    los ecos de sus guaruras.
    El hato en la lejanía
    en la garganta de un gallo
    me guiñó su lucecita.

    39

    Hombre de la tierra hermana
    que de misterio te emponchas:
    resero en el "cangrejal"
    -potro duro y alma sola-
    Aquí también el adiós
    al sueño audaz le sonríe;
    aquí también "es llegar
    un pretexto para irse".
    Potro rudo y alma sola,
    con la amargura en el anca
    se fue Don Segundo Sombra.

    40

    Hoy casi me puse alegre,
    casi de puro soñarte,
    casi parodié por ti
    la copla del casi casi.
    Alma del hato lucero
    viene en las brisas un son:
    ¿qué tendrá el cedro del cuatro
    tan seco y echando flor¡
    La copla del casi casi.
    Casi es lindo como tú
    el lucero de la tarde.

    41

    Si a la sombra de Quevedo
    te olvidas de irme olvidando,
    te acuerdas de no quererme
    a la luz de Garcilaso.
    Alta y profunda la noche
    sobre mis sienes titila
    como el signo de tu ausencia
    cerca de mi lejanía.
    A la luz de Garcilaso
    brisa eglógica susurra
    en la palma de tu mano.

    42

    El horizonte y yo vamos
    solos por la llana tierra:
    me enlazó todos los rumbos
    su audacia de soga abierta.
    Mientras las otras se ríen
    la luna y tu silenciosas,
    y la sombra de mi mano
    tiembla al tropezar tu sombra.
    Solos por la llana tierra.
    Andar y andar hacia ti
    como quien de ti se aleja.

    43

    Aguárdeme, compañero,
    en el botalón del patio
    que voy a ensebar la soga
    que piqué del cuero sardo.
    Quién es, por fin, quien se queja
    cuando el fuego lame el agua
    el agua porque se quema
    o el fuego porque se apaga?

    44

    Espérame, palmasola,
    palma del camino, espérame,
    que quiero zurcir nostalgias
    con música de tus pencas.
    Sólo te besa una boca
    y un ojo no más te ve:
    la clara boca del caño,
    el ojo azul del jagüey.
    Con música de tus pencas
    me puse en los arenales,
    me puse a acordarme de ella.

    45

    Se toparon los vaqueros,
    muertos del sol los caballos:
    -hermano, ah tierra bien sola!
    -ah vida bien dura, hermano!
    Alcaraván del recodo
    -pensativo y ojo alerta-
    tu mutismo afila inmóvil
    la canción de cuando vuelas.
    -¡Ah vida bien dura, hermano!
    El cauchero Arturo Cova
    Le dijo a Santos Luzardo.
     
    #1
  2. edgarleon

    edgarleon Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    18 de Diciembre de 2007
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    #2
  3. Felipe Antonio Santorelli

    Felipe Antonio Santorelli Poeta que considera el portal su segunda casa

    Se incorporó:
    28 de Junio de 2007
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    Género:
    Hombre
    Una copla y cuatro décimas, la glosa, maravillosa, y todas estas glosas están fantásticas, Viva Vemezuela y su gloriosa poesía.
    Gracias por traerlo, es un gran regalo.
    Abrazos.
     
    #3
  4. SorGalim

    SorGalim Poeta que considera el portal su segunda casa

    Se incorporó:
    28 de Febrero de 2008
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    3.340
    Me gusta recibidos:
    69
    Género:
    Mujer

    Un placer haber re-leído estás ideas referentes de mi coterráneo.

    Saludos
     
    #4

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