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Armando Tejada Gomez "Hay un niño en la calle"

Tema en 'Biblioteca de Poética Clásica (Poetas famosos)' comenzado por PROFETHA, 12 de Abril de 2020. Respuestas: 0 | Visitas: 855

  1. PROFETHA

    PROFETHA Poeta recién llegado

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    7 de Julio de 2009
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    Género:
    Hombre


    A esta hora, exactamente,
    hay un niño en la calle.

    Le digo amor, me digo, recuerdo que yo andaba
    con las primeras luces de mi sangre, vendiendo
    un oscura vergüenza, la historia, el tiempo,
    diarios,
    porque es cuando recuerdo también las presidencias,
    urgentes abogados, conservadores, asco,
    cuando subo a la vida juntando la inocencia,
    mi niñez triturada por escasos centavos,
    por la cantidad mínima de pagar la estadía
    como un vagón de carga
    y saber que a esta hora mi madre está esperando,
    quiero decir, la madre del niño innumerable
    que sale y nos pregunta con su rostro de madre:
    qué han hecho de la vida,
    dónde pondré la sangre,
    qué haré con mi semilla si hay un niño en la calle.

    Es honra de los hombres proteger lo que crece,
    cuidar que no haya infancia dispersa por las calles,
    evitar que naufrague su corazón de barco,
    su increíble aventura de pan y chocolate,
    transitar sus países de bandidos y tesoros
    poniéndole una estrella en el sitio del hambre,
    de otro modo es inútil ensayar en la tierra
    la alegría y el canto,
    de otro modo es absurdo
    porque de nada vale si hay un niño en la calle.

    Dónde andarán los niños que venian conmigo
    ganándose la vida por los cuatro costados,
    porque en este camino de lo hostíl ferozmente
    cayó el Toto de frente con su poquita sangre,
    con sus ropas de fé, su dolor a pedazos
    y ahora necesito saber cuáles sonríen
    mi canción necesita saber si se han salvado,
    porque sino es inutil mi juventud de música
    y ha de dolerme mucho la primavera este año.

    Importan dos maneras de concebir el mundo,
    Una, salvarse solo,
    arrojar ciegamente los demás de la balsa
    y la otra,
    un destino de salvarse con todos,
    comprometer la vida hasta el último náufrago,
    no dormir esta noche si hay un niño en la calle.


    Exactamente ahora, si llueve en las ciudades,
    si desciende la niebla como un sapo del aire
    y el viento no es ninguna canción en las ventanas,
    no debe andar el mundo con el amor descalzo
    enarbolando un diario como un ala en la mano,
    trepándose a los trenes, canjeándonos la risa,
    golpeándonos el pecho con un ala cansada,
    no debe andar la vida, recién nacida, a precio,
    la niñez, arriesgada a una estrecha ganancia,
    porque entonces las manos son dos fardos inútiles
    y el corazón, apenas una mala palabra.

    Cuando uno anda en los pueblos del país
    o va en trenes por su geografía de silencio,
    la patria
    sale a mirar al hombre con los niños desnudos
    y a preguntar qué fecha corresponde a su hambre
    que historia les concierne, qué lugar en el mapa,
    porque uno Norte adentro y Sur adentro encuentra
    la espalda escandalosa de las grandes ciudades
    nutriéndose de trigo, vides, cañaverales
    donde el azúcar sube como un junco en el aire,
    uno encuentra la gente, los jornales escasos,
    una sorda tarea de madres con horarios
    y padres silenciosos molidos en la fábricas,
    hay días que uno andando de madrugada encuentra
    la intemperie dormida con un niño en los brazos.

    Y uno recuerda nombres, anécdotas, señores
    que en París han bebido
    por la antigua belleza de Dios, sobre la balsa
    en donde han sorprendido la soledad de frente
    y la índole triste del hombre solitario,
    en tanto, sus señoras, tienen angustia y cambian
    de amantes esta noche, de médico esta tarde,
    porque el tedio que llevan ya no cabe en el mundo
    y ellos son los accionistas de los niños descalzos.

    Ellos han olvidado
    que hay un niño en la calle,
    que hay millones de niños
    que viven en la calle
    y multitud de niños
    que crecen en la calle.

    A esta hora, exactamente,
    hay un niño creciendo.


    Yo lo veo apretando su corazón pequeño,
    mirándonos a todos con sus ojos de fábula,
    viene, sube hacia el hombre acumulando cosas,
    un relámpago trunco le cruza la mirada,
    porque nadie proteje esa vida que crece
    y el amor se ha perdido
    como un niño en la calle...
     
    #1
    A José Luis Galarza y Eban Catalán les gusta esto.

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