1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

    !!!Te va a encantar, no te la pierdas!!!

    Cerrar notificación

Belarmo de Ca.Manolo

Tema en 'Poesía Cómica, sarcástica (sainetes y otros)' comenzado por Efejota, 27 de Febrero de 2021. Respuestas: 2 | Visitas: 507

  1. Efejota

    Efejota Poeta asiduo al portal

    Se incorporó:
    10 de Agosto de 2016
    Mensajes:
    446
    Me gusta recibidos:
    916
    Género:
    Hombre
    (Una historia de mi pueblo, de cuando mi abuelo era niño y que me contaba cuando el niño era yo).


    Allá por la Magdalena,
    cuando las fiestas del pueblo,
    en el año catapún,
    según contaba mi abuelo,
    entre todos los feriantes,
    tarambanas y tenderos,
    una atracción nueva vino
    que a todos dejó perplejos.
    Un hombre muy trajeado,
    que decía ser de Oviedo,
    presentaba un artilugio
    tan extraño y tan moderno
    que hasta el más espabilado
    se quedaba boquiabierto.
    Parecía como magia
    lo de aquel gran instrumento;
    «qué adelantos existían
    en esos mundos de lejos»,
    comentaban los vecinos
    ante aquel grandioso invento.

    Por la romería andaba
    Berlarmo, de Ca.Manolo,
    un hombre de aquellos tiempos,
    tan calvo como estrambótico.
    Acostumbraba llevar
    siempre calado un buen gorro,
    ya fuera por San Esteban
    o por la Virgen de Agosto,
    no para guardar la calva
    sino por no quedar tonto,
    pues decía que escapaban
    las ideas sin el gorro.
    También contaba de aquél
    que le parecía bobo
    que era «un hombre de ramal»,
    por tener que guiarlo en todo,
    como el burro con la rienda,
    que no sabe ir nunca solo.
    No le faltaba el ingenio
    y cierta razón tampoco.

    La cosa es que ya de noche,
    paseando por la fiesta,
    tuvo el bueno de Belarmo
    un repentino problema.
    Entre tortas y empanadas
    y el vino de la taberna
    en su estómago sonaron
    mil tripas pidiendo guerra.
    Las ganas de hacer de vientre
    ("cagar", mi abuelo dijera)
    pronto se hicieron tan grandes
    que casi olía la mierda,
    así que allí, en una esquina,
    cerca de la plazoleta,
    se apañó para obrar
    sin que ninguno lo viera.
    Y por la Santa Patrona,
    ¡Virgen de la Magdalena!,
    nunca tal alivio tuvo
    como echando aquello fuera.

    Iba a marcharse Belarmo,
    pero, al ver allí su masa,
    tuvo miedo de que alguno
    por descuido la pisara
    y decidió recogerla
    de forma civilizada,
    pues, sin duda, era aquel hombre
    persona bien educada,
    que estudió con Don Antonio
    en las escuelas de Luarca.
    Y a falta de mejor cosa
    resolvió envolver la plasta
    en un pequeño cartón
    que cerca tirado estaba,
    y con un cordel de esparto
    que tenía, luego atarla,
    quedando como si fuera
    un paquete o una caja,
    tan bien hecha que era tal
    como de algo que comprara.

    Caminaba por la fiesta,
    con su paquete, Belarmo,
    y por miedo a que rompiera
    lo llevaba con cuidado,
    muy separado del cuerpo,
    estirando bien el brazo,
    como si fuera ofreciéndolo
    (¡pues mira tú qué regalo!).
    Pasó entonces frente al puesto
    de aquel hombre trajeado,
    que decía ser de Oviedo
    entre aquellos aldeanos,
    y mostraba a todo el mundo
    su magnífico adelanto,
    un invento que asombraba
    hasta al más espabilado.
    Y hete aquí que finalmente
    era el producto-milagro
    una convencional pesa
    «pa`todo poder persarlo».

    El vendedor le pedía
    a las gentes que las cosas
    que llevaban le dejaran
    para mostrarles que todas,
    sobre la pesa, su peso
    daban cual reloj la hora.
    —¡Vengan, vengan por aquí!
    ¡Señor, acerque esa bolsa:
    mire, tres kilos y medio!
    ¡Traiga la suya, señora!
    Y en medio de aquel bullicio,
    Belarmo, de repente, nota
    que el vendedor va y le quita
    la caja con su «compota»
    para mostrarle lo bien
    que su gran pesa funciona.
    Pero, apretado el cartón
    entre sus manos ansiosas,
    se abrió de pronto el paquete
    con su carga tan hedionda.

    Se desparramó la mierda
    entre los dedos solemnes
    del vendedor trajeado
    y hasta salpicó sus lentes,
    se le expandió por la cara,
    descendió por sus mofletes
    y el mismo traje quedó
    manchado irremediablemente.
    —¿Pero qué clase de loco
    lleva —gritaba entre pestes—
    sus inmundos excrementos
    guardados en un paquete?
    ¡Qué pueblo de desquiciados,
    qué asqueosa es esta gente,
    me voy y les juro que aquí
    nunca volverán a verme!
    Y el vendedor se marchó
    con su pesa echando leches,
    rieron muchos y la fiesta
    continuó, pese a quien pese.

    Sobre Belarmo, mi abuelo
    no supo contarme más
    —aunque seguro que habría
    muchísimo que contar—,
    solamente que, ya anciano,
    mas todavía cabal,
    se murió cuando la guerra
    de una tos que curó mal,
    quien sabe si por quitarse
    el gorro para lavar,
    aunque las ideas nunca
    le lograron escapar:
    muy enfermo y en la cama,
    no dejaba de explicar
    que veía alrededor,
    sobre todo en la ciudad,
    pocas gentes con cabeza
    que la supieran usar,
    y sin embargo, abundancia
    de los «hombres de ramal».
     
    #1
  2. Sergio D'Baires

    Sergio D'Baires Exp..

    Se incorporó:
    26 de Febrero de 2021
    Mensajes:
    781
    Me gusta recibidos:
    711
    que gran cuento el de Belarmo
    y su ganas de cagar
    yo me lo puse a cantar
    como si fuera una jota
    y me dijeron se nota
    que lo que sabe es gritar


    Me encanto su bufo..
     
    #2
  3. Eratalia

    Eratalia Con rimas y a lo loco

    Se incorporó:
    21 de Enero de 2014
    Mensajes:
    8.658
    Me gusta recibidos:
    10.888
    Madre mía, qué historia tan larga y tan completa. Me ha recordado los "bandos" panochos de mi tierra, pero sin estar en panocho, claro.
    Y menuda situación.
    Puedes ir contándonos más.

    Saludos.
     
    #3
    A Efejota le gusta esto.

Comparte esta página