Buddy

Eran las 6:30 y esa mañana; como muchas otras; me senté en el sillón de mi amplio portal, para ver nacer el nuevo día. Darle la bienvenida al sol y ver emerger sus rayos dorados detrás de los árboles; descubrir los diferentes tonos de colores que, con su luz, van surgiendo poco a poco (El verde predomina, claro y oscuro, amarillo, naranja, rojo, blanco...) sobre la alfombra de mi jardín; es uno de mis hobbys favoritos. Amo ser el auditorio de tan hermoso espectáculo, del concierto de las aves; en especial el sinsonte; haciendo gala de sus variados trinos. Amo sentir la brisa húmeda rozando mi nariz y la calma de un silencio inexistente zumbando en mis oídos. Amo a ese majestuoso ejército de estrellas colgando del infinito que me sume en éxtasis...

Pero algo detendría el desarrollo de esta obra y convertiría el momento en uno inolvidable y eterno, donde nacerían sinapsis indestructibles en mis neuronas y en el que aprendería a valorar cosas simples de la vida, que son las más sublimes y las que más nos definen como seres humanos. Todo comenzó cuando una pequeña sombra, apenas imperceptible, se movió junto a la cerca que delimita el jardín. ---¿Será un animal?---Pensé. Bajé los escalones sigilosamente y me acerqué despacio. Fue entonces que escuché los sollozos y reconocí la silueta de mi hija de 9 años, inclinada sobre la tierra; justo donde el día anterior habíamos enterrado a Buddy, nuestro perrito chihuahua fallecido.

La primera reacción de los padres (Incluyéndome) está relacionada con el temor y la sobreprotección, lo que logra que a menudo, pasemos por alto los sentimientos de nuestros hijos o los coloquemos en un segundo plano. Por eso el primer aluvión de pensamientos fue negativo y no tardaron en materializarse en las palabras:
---¡Luna!---Aunque no hubo gritos, la voz sonó dura y autoritativa, propia de un regaño---¿Qué haces aquí a esta hora?¿Sabes que pudo sucederte algo malo? Hay serpientes y otros animales en la zona, ¿Qué pasaría si te encuentras con uno de ellos?¿Lo has pensado?

Luna solo lloraba. Después de liberar mi adrenalina, respiré más calmado y sentándome junto a ella le pregunté:
---¿Por dónde saliste afuera?
Sin hablar, señaló la puerta trasera de la casa, lo que me hizo programar asegurarla mejor.
---Dime mi amor---Pregunté ya en un tono dulce---¿Por qué estás aquí?

Sintiéndose consolada, vino a mí buscando un abrazo. Luego, con la voz resquebrajada, dijo:
---Es que lo extraño papá. Yo solo quería saber si de verdad estaba muerto. Pensé que tal vez podría despertar y así preguntarle por qué se marchaba. ¿No estaba contento con nosotros?¿No le gustaba como yo lo cuidaba?
Sus palabras me partieron en dos el corazón y casi termino también en sollozos. Es admirable la lealtad incondicional de los niños, su humildad, su profundo sentido de la amistad y su amor. ¡Cuánto deberíamos aprender de ellos los adultos! La llevé en brazos hasta el sillón del portal y nos sentamos bien abrazaditos. Allí le expliqué lo de siempre: Que todo tiene un principio y un final; que llegamos con un propósito y luego nos vamos; que a veces ocurren accidentes y la vida se interrumpe, etc. Sin embargo, nada de eso resultó ser un consuelo para ella. Entonces, imaginando que se me había ocurrido un razonamiento infalible, le dije:
---Mi amor, ya no tienes a Buddy contigo, pero me tienes a mí y a tu mamá también. ¿No estás contenta con nosotros y con el amor que te damos?
---Él era mi amigo, papá---Se limitó a responder.
---¿Y acaso nosotros no somos tus amigos también?---Ataqué.

Demoró algo en responder. Luego, con esa franqueza desprendida que caracteriza a los niños, me dijo:
---Papá, tú trabajas mucho y cuando llegas, haces otras cosas y ayudas a mamá también, y ella hace lo mismo. Pero Buddy no se apartaba de mí; dormía conmigo. Yo le hablaba y él me escuchaba todo el tiempo, ¡Nunca estaba ocupado!. Jugábamos juntos y, ¡Se alegraba tanto cuando regresábamos a casa! A ustedes yo los amo papá, pero no pueden hacer lo que él hacía.

Sus razones enmudecieron mi boca y grabaron en mi frente una palabra:¡CULPABLE!¡Cuánta verdad! A veces nos preocupamos tanto por el bienestar económico de nuestros hijos que descuidamos sus necesidades emocionales, y en mi caso, estaba delegando mi responsabilidad en un perro. Para colmo, me estaba sintiendo celoso cuando, en realidad, debía estar agradecido por hacerme ver las cosas desde la óptica correcta. Me ayudó; aunque después de su muerte; a ponerme en los zapatos de mi hija y a sentir sus sentimientos; a darle más valor a sus prioridades y deseos, porque a fin de cuentas, es lo más valioso que tenemos. Lo confieso, para mí, había muerto tan solo un perro más, sin embargo, para ella, había muerto un amigo, un compañero, una parte de ella y me remordía la conciencia no haberlo comprendido desde el principio. Apostado en su espacio, reflexioné en cómo me sentiría si perdiera a mi esposa. Jamás dejaría de amar a Luna, pero el vacío sería inmenso; el mismo que ahora ella tenía.

A partir de ese día, mi esposa, mi hija, Estrella (La nueva perrita que llegó a nuestra casa) y yo, compartimos todos los momentos libres que sean posibles, como grandes amigos que se aman en las buenas y en las malas y que jamás descuidan las necesidades, los conceptos y los sentimientos de los demás.
Han transcurrido ya dos años desde aquel suceso y aún, cuando salgo al portal en las mañanas, miro el rincón donde su cuerpecito descansa, sonrío con nostalgia y digo: ¡Gracias Buddy, mi leal maestro y amigo!

 

Que agradable narrativa nos compartes Nomar, como siempre estupenda en su construcción, el marco de entrada es tan maravilloso como el desarrollo de tu anecdótica historia y el final todo un valioso aprendizaje.
Estoy completamente de acuerdo que el tiempo de dedicación a nuestros seres queridos es invaluable, tenemos que poner de nuestra parte para organizarnos con mucha disciplina y dejar la suficiente holgura para disfrutarlos a plenitud brindándoles amor y compañía en el ahora que es cuando mas lo necesitan y podemos hacerlo.
Todo tiene un propósito en esta vida y Buddy dejo linda huella como "...leal maestro y amigo" felicitaciones mi amigo Nomar tu prosa me ha encantado en su intención, composición y contenido. Un abrazo.

 

Los hijos nos educan todos los dias, pues su visión es nueva y transparente, no está distraída con la cotidianeidad. Nos muestran la fuerza del amor en sus diferentes representaciones. Y ellos que aman tanto, tan profundo y entregados, saben valorar cada muestra de afecto.

Muy bellas y reflexivas tus palabras.

Saludos.

 

Gracias leal amiga por estar siempre en mis letras y por ver muchas veces en mi trabajo lo que ni yo mismo veo. Un placer tu visita. Abrazotes.

 

Así es Hannah. Para mí son otra de las maravillas que existen en este mundo; algo para prestarle toda la atención posible; para cuidar, amar, etc. Gracias por venir. Ah, y aún espero el final de la historia que, como dijo Maramín, espero que no sea personal, sino solo letras. Mis saludos para ti.

 

Ayyy Nomar cuánto se puede aprender de las mascotas y cuánto más aún de los hijos, y hemos de compartir un tiempo de calidad con ellos, desconectar del trabajo en esos momentos que estamos en su compañía y disfrutar y compartir todo aquello que nos trae la vida. Me ha encantado tu relato, subyuga de tal manera que nos hace partícipes de la escena que se está narrando. Besazos mi querido amigo, llenos de cariño y de admiración.....muááááackssss...

 

Así es Lomita, a veces las ocupaciones de la vida nos alejan un poco de la familia y el tiempo que perdemos con ella, jamás lo recuperamos. Gracias por dejarme verte por acá. Un abrazote