Café Extravagante Ville Valo.

Los gatos se adueñan de los miércoles
no sé porque miércoles?
alguien lo sabrá?
dicen que se esconden
pero ahí andan
correteando en los tejados
haciendo equilibrio
en las cornisas
espiando en las chimeneas
como Santa
la luna en silencio los mira
y sonríe
observa su libertad
su dulce osadía
de quererla atrapar

 

Insomnio

Desde el cielo los veo
desde el infierno
cuántos gatos muertos
unos negros muchos grises
Pobres gatos muertos
Tanto hambre de amor
Tanta soledad
El reloj se desangra
El tren se va
Camino descalza
sobre la cornisa
Tantas puertas vacías
Cuántas ventanas ciegas
Nadie entiende
el relámpago en mi cintura
ni la piedra en la garganta
ni este pájaro
taladrando mi frente
Bajo las cobijas
una calle llena
de brazos cruzados
Los leones bailan un tango
Juegan las letras
Alicia vuelve a sonreír
el espejo sigue roto
Sobre campos de lavanda
vuelan las palabras
Una sola luna
y tantos poetas
Huele a rocío
el primer rayo de sol

**************************

y amanece el jueves
Júpiter
Dios del cielo
la lluvia y la tormenta

 

Feliz jueves aunque por mi lado del planeta la tormenta sea de fuego

 

Eternidad

Hoy empezaron a llover
caracolas y peces de colores.
Los grillos aturdieron las paredes.
Un fuego extraño
dibujó un signo,
el humo creció... y afuera,
los monstruos jugaron a las escondidas.
Las hormigas azules
treparon la cornisa
arañando las alturas
cómo un gato salvaje.
Regresa es el grito de la luna
Cuándo volverás a atraparme
entre tus garras bestia mía?
Cuándo regresarás para ahogar
tus rugidos entre mis encajes?
Cómo un pacto escrito en las estrellas
te adivino entre las sombras.
Los relojes ya no existen
Sigues siendo mío.

 

El gato herido

Era jueves,
pero no cualquier jueves,
era un jueves que sangraba soledad
y dolía abandono,
de esos que nacen bajo la sombra de la Fiesta de San Sebastián,
cuando las calles se llenan de pasos ajenos
y el eco de risas no tiene oídos que lo acojan.

Allí, entre adoquines húmedos de indiferencia,
y luces que palpitaban como heridas abiertas,
se dejó caer un gato.
No era un gato cualquiera,
era un poeta disfrazado de felino,
un Sabines de cuatro patas y mirada rota,
escribiendo con su andar
versos que nadie leería.

Lo miré.
No lo entendí,
porque así son los gatos que duelen:
te obligan a sentir algo que no sabes nombrar.
Era gris como los crepúsculos que no prometen nada
y sus ojos llevaban la tristeza de los que nunca fueron llamados por su nombre.
Lo seguí, pero no quiso hablarme.
Estaba herido, no de cuerpo, sino de alma.
Herido por las manos que nunca llegaron,
por el calor que se fue sin anunciar despedidas,
por la fiesta que bullía a su alrededor
como un carnaval de máscaras indiferentes.

Ese gato sabía de olvidos.
Sabía de calles que matan los sueños a mordiscos,
de jueves que son todos los jueves,
de San Sebastián que arde en su martirio
mientras la ciudad lo celebra sin llorar.

"¿Por qué estás aquí?", le pregunté,
pero su silencio era más largo que mi pregunta.
Me miró como miran los que han perdido todo
y aun así encuentran en los restos un poema.
"Soy el abandono", pensé que decía,
"la herida que llevas dentro pero no reconoces,
el eco de un grito que nadie escuchó."

Lo vi alejarse,
desaparecer entre las sombras y los cantos.
Era un gato, sí,
pero también era yo,
tú,
San Sebastián clavado por flechas de indiferencia,
el verso que Sabines habría escrito en una servilleta sucia,
el jueves que nunca termina.

Y la noche, cómplice como siempre,
lo abrazó sin pedirle explicaciones.

 

Un Tango de Gatos

Era una noche de esas que Buenos Aires sabe regalar, con su bruma enroscándose entre las veredas y los faroles que titilan como pestañeos de un insomnio compartido. Yo estaba ahí, como siempre, en mi balcón de San Juan, mirando el río de tejados que desborda en la ciudad. Ella apareció como un tango lento, de esos que no se bailan, se sufren. Era toda Buenos Aires en un vestido negro, con una mirada afilada como cuchillo de carnicero y una sonrisa que tenía más curvas que la Avenida 9 de Julio. Traía consigo un gato, o más bien, el gato la traía a ella, porque su felino porteño caminaba con la arrogancia de quien lleva siglos desafiando al destino.

“Este es Gardel,” me dijo, señalando al gato mientras se acomodaba en el sillón como si fuera suyo. No pregunté si hablaba del gato o del espíritu que cargaba en su espalda. Gardel –el gato, no el cantor– me miró con un desdén que sólo los gatos y los porteños saben administrar. Yo, boricua hasta en los huesos, traté de encajar en ese tango mudo que se tejía entre los tres.

“¿Siempre traés a Gardel a seducir extraños?” le pregunté, intentando jugar en su cancha. Ella sonrió, una sonrisa que no daba tregua.

“No hay nada extraño en el amor,” me contestó, y en ese instante supe que estaba perdido, porque esas palabras no eran para mí, sino para Gardel, que ya estaba instalado en mi regazo como si ese fuera su trono natural.

Ella hablaba y yo la miraba, hipnotizado por el acento que serpenteaba entre las palabras como un bandoneón que improvisa. “En Buenos Aires, los gatos son dueños de todo. De las calles, de los techos, de los silencios.” Y yo, que nunca había pensado en la vida como una ciudad de gatos, me descubrí escuchándola como quien escucha una milonga que sabe que terminará en lágrimas.

Gardel me observaba desde las sombras, sus ojos de ámbar juzgándome. ¿Qué sabrá este boricua del arte de caminar por el filo del mundo?, parecía decir. Pero yo tenía mi propia música, mi propio compás. Saqué una botella de ron y serví dos vasos. Ella tomó uno, olió el contenido y rió. “Esto no es vino, pero va,” dijo, y bebió como quien apura la vida. Gardel saltó a la mesa, ronroneando como si hubiera encontrado en mi casa el escenario perfecto para sus caprichos.

Era una seducción que no seguía las reglas. Ella no buscaba conquistarme, y sin embargo, lo hacía con cada palabra que pronunciaba, con cada caricia distraída al gato que parecía su extensión felina. Me habló de tangos que sólo se bailan a solas, de noches en Buenos Aires donde los gatos y los humanos se encuentran en techos iluminados por la luna. Yo le conté de mi isla, del sol que nunca se esconde, del ritmo de tambores que no deja espacio para el silencio. Ella escuchó con la misma intensidad con la que se bebe un mate amargo, y por un momento, Buenos Aires y San Juan compartieron el mismo latido.

Gardel, mientras tanto, se paseaba como dueño de la escena, su cola alzada dibujando interrogantes en el aire. Lo intenté acariciar, pero me esquivó con esa gracia que sólo los gatos tienen. “No te esfuerces,” dijo ella. “Gardel no se deja domar. Igual que Buenos Aires.”


Cuando se fue, dejó detrás de sí un perfume que todavía flota en las cortinas y un gato que ahora parece haber decidido que mi casa es su nuevo tango. Gardel no habla, pero en su mirada está ella. La veo cada vez que él salta al balcón y se queda mirando la luna como si esperara que ella regrese, trayendo consigo las calles mojadas de su ciudad y las canciones que no se cantan, sólo se sienten.

Ahora, cuando tomo ron, escucho un tango en mi cabeza. No es Gardel –el cantor, no el gato– sino un compás inventado, una mezcla de bandoneón y tambor, de Caribe y arrabal. Y mientras Gardel, mi gato porteño-boricua, se acomoda en mi regazo con la soberbia de quien lo sabe todo, pienso en ella y en esa noche que fue más tango que cualquier tango. Una seducción hecha de silencios, ron, y un gato que siempre será el dueño de nuestra historia.

 

yo era un gato tuerto de un ojo, chamuscado, al que ahorcaron... pero bueno, por eso digo, ya estaban todas cubiertas sus vidas. Y beu nada... eso si, nunca castrado... XD creo que mi avatar esta... ya no lo encuentro muriÓ XD

 

Qué lindas historias @Jose Anibal Ortiz Lozada !

 

aaah ya me acuerdo de ese gato tuerto y ahorcado @danie

 

Hola holaaa cafeteros
feliz viernes

 

Viernes de amor-discos

Este viernes,
la tarde se despereza como un gato al sol,
y entre los surcos del tiempo
navegan vinilos que giran
al compás de un amor intacto.

Ah, tus ojos,
espejos que guardan noches de aguacero
y luces danzantes en una habitación cerrada.
Tus manos,
mapas invisibles que recorren
los mares de mi espalda.

El aire se llena de canciones viejas,
esas que suenan como confesiones a medianoche,
y entre cada pausa de la aguja
encuentro tu risa,
fresca como la primera lluvia de verano.

Hoy somos música,
somos el roce del jazz en la penumbra,
la caricia de un bolero
o el fuego lento de un tango perdido.
Giramos como el disco,
una y otra vez,
incansables en nuestra melodía.

Este viernes,
te amo en los acordes y en los silencios,
te amo en las palabras no dichas
y en los versos que Neruda nunca alcanzó a escribir.

Porque entre amor - discos,
mi alma se acomoda
en la eterna canción de nosotros.

 

Esta cosa de querernos y no querernos

Este corazón colgando en la cornisa,
uno nunca sabe: si late, respira o se va caer.
Esta vida de amar y a su vez no amar.
Estas palabras que abrazan
y en la noche se vuelven puñales contra el pecho.
Esta idea preconcebida de abortar
incluso
lo que aún no nació.
Señores, esta ideología de nación sin patria.
Esta identidad de género
que aún no se revela.

Y mientras andamos así:
a desgarro
amandonos y muriendonos
esta este tiempo que no perdona nuestros pasos.

Esa golondrina que no hace la primavera
o esa hoja del árbol que al caer
no deshoja al otoño.
Esta idea de velorio sin llanto,
en silencio, o ese grito mudo
que por más que no se oiga hace
temblar con su voz
hasta los huesos.

Esta cosa de querernos y tambien no querernos
como una poesía sin oyentes ni lectores.

Estos reproches colgados en la soga del tender,
secándose al sol.

Esta soledad cómoda de muerte.

 

¿Por qué no me amas los viernes?


¿Por qué los viernes tiemblas como un río
que nunca se decide a ser cascada?
¿Por qué tu voz me sabe tan helada,
si fue volcán el lunes, tan mío?

El reloj se detiene en su costumbre,
cada tic tac me dice que no vienes.
Tu ausencia grita en horas, me detienes,
y el silencio se burla de mi lumbre.

¿Por qué no me amas cuando más me hundo,
cuando el viernes se vuelve laberinto?
¿Por qué callas? Te busco y no te pinto
ni en los rincones de este amor profundo.

Los viernes me destruyen. Son verdugos
que cierran con cerrojo tus latidos,
y yo, entre sombras, cuido mis sentidos,
por si mañana traes tus besos, mudos.

Si el viernes es de hielo, yo me abrazo
a la esperanza rota de un domingo,
donde quizás te encuentre y me distingo
en la tormenta azul de tu regazo.

 

"No he dejado de pensar en ti...
me gustaría decírtelo. Me gustaría escribirte que te extraño y lo pienso. Pero no te busco. Ni siquiera te escribo. No sé cómo estás y extraño saberlo.
¿Tienes planes?
¿Has reído hoy?
¿Qué soñaste?
¿Sales?
¿A dónde vas?
¿Tienes sueños?
¿Has comido?
Me gustaría poder encontrarte pero no tengo la fuerza y tú tampoco. Entonces nos quedamos esperando en vano y pensamos en ello. Recuérdame y recuerda que pienso en ti, que no lo sabes, pero te vivo todos los días, que escribo sobre ti y recuerda que buscar y pensar son dos cosas diferentes. Y yo te pienso, pero no te busco".

-Charles Bukowski

 

Todas las noches
sangra la luna
y se vuelve roja
solo por ti

mi cielo está lejano
tan lejano que las estrellas
parpadean de miedo

entonces ...
te extraño
en cada uno
de sus parpadeos

Te he buscado
en tantas vidas
y tantos mundos

hasta que llegué
a esta extraña galaxia
donde me encuentro
esperándote

***
y preguntás
que me pasa?
cómo estoy?

Estoy sola
en medio de tantos ruidos
y tanta oscuridad...

***
Hoy me levanté, podría decir me levanté feliz pero no, hoy sólo me levanté, tenía planes pero como todos los días de mi vida, mis planes, apenas abrí los ojos, se fueron al carajo.

 

Me gustaría responderte, pero mis palabras tiemblan antes de nacer. No sé si es el miedo o la nostalgia lo que me impide alzarlas, pero aquí estoy, pensándote también, en el mismo silencio que compartimos.

¿Te has dado cuenta de cómo el tiempo parece conspirar en nuestra distancia? Lo envuelve todo: tus preguntas que no llegan, las respuestas que se pierden en algún rincón donde nunca estamos al mismo tiempo. Y aunque no te busco, hay días en que siento tus pasos resonando en mi mente, como si hubieras pasado justo al lado sin que pudiera verte.

¿He reído? Tal vez. Pero me pregunto si esa risa no lleva escondida la sombra de lo que fuimos, de lo que nunca seremos. Sueño, sí, pero mis sueños parecen recortes de un álbum que lleva tu nombre. Un álbum donde faltan páginas porque nunca las escribimos.

No sé si debería decirte esto, pero también te pienso. Y mientras te pienso, me pregunto si allá, dondequiera que estés, el aire también te trae un susurro que se parece al mío. No sé si lo escuchas, si te detienes un momento para sentirlo, o si sigues adelante, como yo trato de hacer todos los días.

Buscarte, pensarte, extrañarte… son palabras que arden en mis manos y nunca llegan a tocarte. Pero aquí estoy, como tú, en la ausencia compartida. Recuérdame también, si puedes. Porque aunque no lo digo, aunque no lo sabes, también te vivo en cada rincón de lo que soy.

 

Inventándote
Tejo sueños con mis manos y las tuyas,
soy ladrona de ilusiones,
te invento en cada rincón de mi casa,
te imagino tan mío…
aunque a veces los celos me matan ,
me estrujan el corazón
¿será que soy tan tuya que hasta te siento respirar?.
Invento tus manos buscándome
tu boca besándome ,
estoy tan loca pero tan loca
que hasta me invento el olor de tu piel.
Y cuando la lluvia moja las flores
Y el viento susurra palabras en la noche
mis silencios llevan tu nombre.
Te tengo sin tenerte de mil formas
cierro mis ojos para verte
te dibujo con mis sentidos
te siento en cada latido
acercándote a mi
sin dudar un instante
te escucho …soy tu deseo
te digo… tu eres mi sueño
entonces...
mis manos te pintan de mil colores
y eres el rey de mis pensamientos...

 

Voy a hacerte el amor sin tocarte,
a rozarte con la intención quieta de mi voz,
a sembrarme en el espacio que respiras
sin que lo notes,
sin que lo pidas.

Voy a quedarme en los márgenes de tus pensamientos,
en la pausa de tus palabras,
en el eco de un suspiro
que parece no tener dueño.

Te voy a recorrer sin prisa,
con la cadencia de las cosas no dichas,
esas que, al callarse,
saben más que las palabras.

No habrá caricias,
solo el roce intangible
de un anhelo que flota,
como la brisa que pasa
y apenas despeina las hojas.

Voy a hacerte el amor sin tocarte,
como quien mira el mar desde lejos
y siente el oleaje en el pecho,
como quien, sin cerrar los ojos,
se atreve a soñar contigo.

 

Y ahora estás húmeda,
pero no de lluvia ni de tormentas que arrasan la ciudad.
Es otro tipo de agua,
ese que no cae del cielo,
sino que nace en los rincones
donde tus pensamientos tocan los míos.

Húmeda como la palabra que se queda en la lengua,
como el silencio que moja el aire
cuando se suspende entre dos.
Es humedad de ganas contenidas,
de preguntas que no necesitan respuestas,
de deseos que se escurren
sin que los detengas.

No es la lluvia,
aunque tiemblas como si lo fuera.
Es el peso tibio de mi sombra,
la idea de mi boca en tu cuello,
la forma en que mis manos imaginarias
te recorren sin permiso,
sin más guía que el instinto.

Y estás húmeda,
porque en algún lugar,
muy dentro,
has decidido abrir las compuertas
y dejar que todo fluya.

 

Mi voz te guia
mi respiración
te provoca
soy tu tentación
tu pecado

Mis pensamientos
te llaman
al orillo de mi camisón
al margen de mis encajes

Soy el suspiro
que te habita
el eco que acelera
la prisa de tus latidos

Soy susurros
hechos caricias
lo sabes
por ti se alinean
mis planetas

 

Hola...Pancho Villa just arrived. Where are you people?
Escuché buena música, olí a café, vi a muchos poetas divirtiéndose
y escribiendo locuras y pues, I approached la entrada y entré a la verga.

Pasé por aquí para tomar un café,
pero no puedo quedarme mucho tiempo
o sin tener que contarle a la barista sobre
el gozo inusitado que siento cuando sus manos
rozan las mías mientras revuelve el azúcar en el coffee.

I don't know how to tell her that
I feel as if I’m sailing at the mere sight of her...
It’s not quite the idea of love at first sight, but it’s
also not the final version...let’s listen then, la deliciosa
música que cura las penas y, por mi bien, también la alegra.

Fidel Guerra..Ene 17, 20025.

 

Y después de todo esto, después del caos desbordado en la quietud de tus pestañas, te acurrucarás en mi pecho como quien encuentra refugio en la tormenta. Los latidos marcarán un compás secreto, una música que solo tú y yo podemos descifrar. Seremos la danza inacabada de un sueño, el susurro que la noche guarda celosamente en su garganta.

Y lo haremos de nuevo en la mañana, porque no hay relojes que atrapen este instante, no hay luz que pueda separar lo que se entrelaza más allá del tiempo. Seremos alba y penumbra, boca que encuentra otra boca en el vértigo de un beso eterno.

Y cuando el día despierte, cuando el sol intente escribirnos con su tinta dorada, aún estaremos ahí, suspendidos en un tiempo que no existe, jugando a ser infinitos, jugando a que la noche nunca se va del todo.

 

te lo robo... bah... se lo robo al bukow... estuve leyendo a gelman, pero el Bukow siempre es necesario...

 

qué haces Fidel... cómo va esa revolución de vivir?

 

Sábado de tarde

Por dónde comienzo a desvestirte, me pregunto,
mientras el reloj olvida su cadencia
y el sábado de tarde se hace eterno,
como un susurro que se queda en el aire.
Quizá por tus hombros,
donde la luz dibuja mapas
que sólo mis manos saben leer.
O tal vez por tu cuello,
ese refugio que invita al desastre,
donde el pulso habla más que las palabras.

Empiezo, sí, por tus ojos,
porque ahí comienza el vértigo.
En ellos caben todas las tormentas
y la calma que les sigue.
No me detengo,
me atrevo a recorrerlos,
como quien camina al filo de un precipicio
y sonríe al borde del vacío.

Tus labios…
cómo no detenerme ahí.
Esa frontera entre lo dicho y lo callado,
entre lo que sé de ti
y lo que aún me falta descubrir.
Los despojo de palabras,
te los dejo desnudos,
listos para hablar en un idioma que sólo nosotros entendemos.

Desciendo, sin prisa,
por el cauce de tu piel,
como un río que se atreve a recorrer la montaña.
Tu pecho me detiene,
un refugio tibio,
un tambor que anuncia que estás viva
y que este momento no es un sueño.
No lo toco. Aún no.
Lo miro, lo escucho,
porque desvestirlo sería un acto final
y yo quiero alargar este instante,
suspenderlo en el aire como un deseo nunca cumplido.

Por dónde termino, me pregunto,
mientras mis manos tiemblan con la certeza
de que no hay fin para este ritual.
Te despojo de las sombras, del tiempo,
de todo lo que no somos tú y yo.
Quedas ante mí, pura, infinita,
y yo me quedo ahí,
en el límite entre el deseo y el asombro,
sabiendo que este sábado de tarde
ha encontrado su eternidad en tu piel.

 

En Domingo

En domingo, dejaré de ser gato,
ese que se enreda en tus piernas
y te mira con ojos de incendio apagado.
Ya no habrá ronroneo ni juegos inocentes.
Te aviso: seré lobo.
Un lobo hambriento de piel y secretos,
de tus pasos por el bosque,
de las migajas que dejas cuando crees
que nadie te está mirando.

Me acecharé entre las sombras de tu risa,
despacio, sin que lo notes,
como si la tarde fuera un manto
y tú mi única presa.
No habrá lunas llenas ni cuentos dulces,
solo el crujir de las hojas bajo tus pies,
solo el eco de mi aliento en tu nuca
cuando me acerque lo suficiente
como para sentir tu miedo
mezclado con el deseo.

Te comeré,
pero no de golpe, no.
Primero tus palabras,
esas que siempre dejas caer
como quien derrama pedazos de cielo.
Después, tu cuello,
ese puente frágil que une tus silencios
con el grito que aún no te atreves a dar.

Y cuando llegues a la cama,
ya no serás la niña que camina despreocupada,
ni yo el gato que pide caricias.
Seremos un bosque en llamas,
el lobo y Caperucita,
un cuento sin final feliz,
pero con cada palabra escrita
en la piel que dejaste al descubierto.

El domingo será nuestro pacto,
nuestro ritual de carne y mitos.
Tú, roja de ganas;
yo, gris de luna,
y juntos, un aullido que atraviese el tiempo,
que borre las líneas entre el hambre y el amor.

 

Un sábado cualquiera

Mis ojos devoran tus palabras
como una dulce macedonia
que poco a poco
se va deshaciendo en mis papilas

Mi lengua saborea
cada pedacito
de tu rompecabezas
ardiendo en mi mente

Mi cuerpo anhela
tu agua de coco
fresca
deslizándose
por mi cuerpo

Ven
invade
mi río
que se inquieta
con tu cercanía

Palpitan mis huesos
con tus susurros
hasta resucitar
los labios adormecidos

Las amapolas florecen
con cada suspiro
incendiando el aire

me encanta el calor
que provocas
en cada célula
encendiendo el camino
desde mi alma
hasta mi piel

 

Me pides que sea agua en tu cuerpo

Me pides que sea agua,
y en tus poros navego,
un río tímido que despierta
cuando la noche te cubre de sombras.

Soy lluvia sobre tu espalda,
silencio que resbala
entre tus hombros cansados,
un susurro húmedo
que canta al roce de tu piel.

Te inundo sin ahogar,
te abrazo sin cadenas,
me desbordo en tus labios
y sacio la sed de tu aliento.

Soy charco en tus manos,
un remanso en tu vientre,
y cuando el día nos deshoja,
me evaporo en tus miradas
para regresar, eterno,
al manantial de tu deseo.

Ámame como al agua,
libre, infinita, necesaria,
y déjame correr
por cada palabra
que tu cuerpo calla.

 

Quiero ser ese deseo

Quiero ser ese deseo que no nombras,
el que te despierta en la madrugada
con la sensación de algo perdido
y la certeza de que nunca estuvo.
Ser la grieta que atraviesa tu pensamiento
cuando crees que todo está en su sitio,
la incomodidad dulce
de un anhelo que no se explica.

Quiero deslizarme en tus gestos cotidianos,
en la forma en que tomas el café
o en cómo tus dedos se entretienen con un mechón de cabello.
Ser ese instante suspendido
entre la página que lees y el parpadeo,
cuando la historia que tienes frente a ti
se confunde con la que imaginas detrás de tus ojos.

Quiero ser el escalofrío que sube lento por tu espalda
cuando el mundo se calla,
la sospecha tibia de que hay algo más,
algo que espera en la curva de una sonrisa
o en la sombra de una palabra que nunca llega.

No quiero ser el deseo cumplido,
sino el que siempre busca,
el que se estira en las noches de lluvia
y se enreda en tus sueños.
Ser esa pregunta que no necesita respuesta,
porque existir en el querer
ya es ser infinito.

 

La luna desnuda

Ella desnuda
peregrina
sobre tus deseos
destellos de seducción
en cada caricia,
la serpiente enroscada envuelve la manzana,
la fruta prohibida
tentación para tus ojos,
sus ansias florecen
entre tus labios
humedecidos
de magia,
el jardín celestial
se impregna de ardor
gritando en espasmos
deseos de sol,
ella se mueve al compás
de tu cintura
entre un laberinto
de tormenta,
sube y baja
la marea
meciéndose
a tu ritmo,
rompe la lluvia
entre sus montañas sedientas de tu simiente,
arcoíris estallan
en su cuerpo
de amapola,
maremotos
sacuden tu estandarte
cuando se clava
en su territorio,
bañando los laberintos
de sal
humedeciendo
la caracola rosa
que convulsiona
entre gemidos y suspiros
sólo por vos.