Cantos a la tierra III (último) A la mujer cedro

Vístete de lluvia
en la quietud orgánica de la tarde,
del viento de nuestra poesía,
y de estos cantos de tierra.

Inunda de clorofila el mármol gris;
cuelga un hilo de cada estrella para acercar el cielo
y recuperar aquellos entrañables globos
que escaparon en nuestra infancia.

Libera esos negros pájaros
avecindados en el corazón,
porque es aquel punzante mármol,
fábrica incansable de saladas aguas.
Permite que al subir por nuestra fruta
veamos este valle cubierto de jubiloso cereal,
por siempre libre de amargos dioses.

Y si por un momento que pareció una eternidad,
olvidamos un nombre sagrado que debimos pronunciar;
si nuestro pie no halló más el camino,
en este radiante jardín que nubló nuestros sentidos,
recuerda que fuimos y somos
sobre esta tierra en que nos confundimos,
tan sólo un árbol
dolorosamente distraído.

 

MAGNIFICO!!! este poema me llamó...

Ha causado un enorme sensanción en todo mi ser.

En la distancia un abrazo Regio desde este del charco con sed de la lluvia y del sabor de mi tierra.

 

Gracias por todo lo que nos das.