Crónicas de la guerra que nunca existió: Las calificaciones.

Todos los soldados tienen un legajo. Hasta nosotros, que no parecíamos soldados, también lo teníamos. Pero no lo sabíamos hasta ese dia de abril, bastante frío, en el cual nos comunicaron que venía al campamento un oficial evaluador.

¿Qué podría evaluar?. De solo pensar en todas las cosas malas que hacíamos en ese lugar, el resultado me daba por debajo de cero, pero como ya estaba acostumbrado a ver la realidad con los ojos de la necesidad, alguna ilusión de apoderó de mi. Suelen llamar a eso optimismo relativo.

El grupo sin embargo, pareció responder a la noticia como en un colegio secundario. Daba gracia ver las "mejoras" en el aseo personal, la apariencia del uniforme, la pulcritud en cocina y baños, etc.

Todo logrado en apenas unas horas y por la misma humanidad que hasta ayer resistía cualquier tipo de inspección con malas palabras, desgano y altanería.

Ese día fui testigo de que teníamos una bandera limpia, vehículos con apariencia militar, depósitos con inventario y toallas en las barracas. Nunca mas vería nada de eso.

Antes del mediodía, el jefe del escuadrón había conseguido que hasta nos peináramos. Alguno se cortó el pelo y al viejo perro que nos hacía de mascota lo cepillaron sin su consentimiento.

A eso de las doce llegó un unimog con dos oficiales y cuatro soldados escribientes, llenos de carpetas, biblioratos y dos máquinas de escribir de la década de mil novecientos veinte.

Almorzaron con nosotros, contaron chistes, pasearon por los cerros cercanos, armamos un concurso de tiro al blanco y a eso de las cinco de la tarde ..., se fuéron de regreso a la que haya sido su unidad.

Le pregunté a mi teniente si los evaluadores volverían otro día. La respuesta no me sorprendió, pero me
hizo reir un rato largo.

La burocracia deambula por las instituciones a pesar de todo, pero no se puede calificar a ese soldado que no existe.

Ahí tuve esa sensación de que la patria nos necesitaba igual aunque estuviéramos todos aplazados.