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dos poemitas de la claribel alegría

Tema en 'Poetisas y prosistas famosas' comenzado por charlie ía, 27 de Septiembre de 2021. Respuestas: 2 | Visitas: 593

  1. charlie ía

    charlie ía tru váyolens

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    Hombre
    Saudade

    Quisiera creer
    que te veré otra vez
    que nuestro amor
    florecerá de nuevo
    quizá seas un átomo de luz
    quizá apenas existan tus cenizas
    quizá vuelvas
    y yo seré cenizas
    un átomo de luz
    o estaré lejana.
    No volverá a repetirse
    nuestro amor.



    Ven conmigo

    Ven conmigo
    subamos al volcán
    para llegar al cráter
    hay que romper la niebla
    allí adentro
    en el cráter
    burbujea la historia:
    Atlacatl
    Alvarado
    Morazán
    y Martí
    y todo ese gran pueblo
    que hoy apuesta.
    Desciende por las nubes
    hacia el juego de verdes
    que cintila:
    los amantes
    la ceiba
    el cafetal
    mira los zopilotes
    esperando el festín.
    «Yo estuve mucho rato
    en el chorro del río.»
    explica la mujer
    «un niño de cinco años
    me pedía salir.
    Cuando llegó el ejército
    haciendo la barbarie
    nosotros tratamos de arrancar.
    Fue el catorce de mayo
    cuando empezamos a correr.
    Tres hijos me mataron
    en la huida
    al hombre mío
    se lo llevaron amarrado.»
    Por ellos llora la mujer
    llora en silencio
    con su hijo menor
    entre los brazos.
    «Cuando llegaron los soldados
    yo me hacía la muerta
    tenía miedo que mi cipote
    empezara a llorar
    y lo mataran.»
    Consuela en susurros
    a su niño
    lo arrulla con su llanto
    arranca hojas de un árbol
    y le dice:
    «mira hacia el sol
    por esta hoja»
    y el niño sonríe
    y ella se cubre el rostro de hojas
    para que él no llore
    para que vea el mundo
    a través de las hojas y no llore
    mientras pasan los guardias
    rastreando.
    Cayó herida
    entre dos peñas
    junto al río Sumpul
    allí quedó botada
    con el niño que quiere
    salir del agua
    y con el suyo.
    Las hormigas le suben
    por las piernas
    se tapa las piernas
    con más hojas
    y su niño sonríe
    y el otro callado
    la contempla
    ha visto a los guardias
    y no se atreve a hablar
    a preguntar.
    La mujer junto al río esperaba la muerte
    no la vieron los guardias
    y pasaron de largo
    los niños no lloraron
    fue la Virgen del Carmen
    se repite en silencio
    un zopilote arriba
    hace círculos lentos
    lo mira la mujer
    y lo miran los niños
    el zopilote baja
    y no los ve
    es la Virgen del Carmen
    repite la mujer
    el zopilote vuela
    frente a ellos
    con su carga de cohetes y los niños lo miran
    y sonríen
    da dos vueltas
    y empieza a subir
    me ha salvado la Virgen
    exclama la mujer
    y se cubre la herida
    con más hojas
    se ha vuelto transparente
    se confunde su cuerpo con la tierra
    y las hojas
    es la tierra
    es el agua
    es el planeta
    la madre tierra
    húmeda
    rezumando ternura
    la madre tierra herida
    mira esa grieta honda
    que se le abre
    la herida está sangrando
    lanza lava el volcán
    una lava rabiosa
    amasada con sangre
    se ha convertido en lava
    nuestra historia
    en pueblo incandescente
    que se confunde con la tierra
    en guerrilleros invisibles
    que bajan en cascadas
    transparentes
    los guardias
    no los ven
    ni los ven los pilotos
    que calculan los muertos
    ni el estratega yanqui
    que confía en sus zopilotes
    artillados
    ni los cinco cadáveres
    de lentes ahumados
    que gobiernan.
    Son ciegos a la lava
    al pueblo incandescente
    a los guerrilleros disfrazados
    de ancianos centinelas
    y de niños correo
    de responsables de tugurios
    de seguridad
    de curas conductores
    de cuadros clandestinos
    de pordioseros sucios
    sentados en las gradas
    de la iglesia
    que vigilan la guardia.
    La mujer de Sumpul
    está allí con sus niños
    uno duerme en sus brazos
    y el otro camina.
    Cuénteme lo que vio
    le dice el periodista.
    «Yo estuve mucho rato
    en el chorro del río.»
     
    #1
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  2. libelula

    libelula Moderadora del foro Nuestro espacio. Miembro del Equipo Moderadores

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    Gracias Charlie, por estos excepcionales poemas de Claribel Alegría: escritora nicaragüense que nació el 12 de mayo de 1924 en Estelí.
    https://www.poemas-del-alma.com/claribel-alegria.htm


    Me encanta su poesia, ya te lo comenté en su día, difícil elegir, aquí dejo esta, quizás porque la he sentido mía

    LA MARIPOSA

    Ya la ceiba no existe
    derrumbaron mi ceiba
    se hicieron añicos los espejos
    eché a secar mi Río
    y se escondió la luna.
    Estoy vacía de deseos
    mi espada
    en su estuche de satén.
    ¿Por qué ahora
    por qué
    busca seducirme
    la poesía?
    Entró por la ventana
    y se posó en mi mano
    la miré con nostalgia
    se entreabrieron mis labios
    y con un leve soplo
    la alejé.


    Gracias Charlie, por apoyar desde siempre este espacio.
    Salud.
    Isabel
     
    #2
    Última modificación: 1 de Octubre de 2021
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  3. Camy

    Camy Camelia Miranda

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    Acertado y excelente aporte estimado Charlie.
    Leyéndola es como estar conectados a su íntimo pensamiento. Tiene un estilo conversacional que se destaca en sus obras.
    Sumo un poquito más de su magnífica poética.
    Un abrazo!!
    Camelia


    [​IMG]

    Carta al tiempo

    Estimado señor:
    Esta carta la escribo en mi cumpleaños.
    Recibí su regalo. No me gusta.
    Siempre y siempre lo mismo.
    Cuando niña, impaciente lo esperaba;
    me vestía de fiesta
    y salía a la calle a pregonarlo.
    No sea usted tenaz.
    Todavía lo veo
    jugando ajedrez con el abuelo.
    Al principio eran sueltas sus visitas;
    se volvieron muy pronto cotidianas
    y la voz del abuelo
    fue perdiendo su brillo.
    Y usted insistía
    y no respetaba la humildad
    de su carácter dulce
    y sus zapatos.
    Después me cortejaba.
    Era yo adolescente
    y usted con ese rostro que no cambia.
    Amigo de mi padre
    para ganarme a mí.
    Pobrecito el abuelo.
    En su lecho de muerte
    estaba usted presente,
    esperando el final.
    Un aire insospechado
    flotaba entre los muebles
    Parecían más blancas las paredes.
    Y había alguien más,
    usted le hacía señas.
    El le cerró los ojos al abuelo
    y se detuvo un rato a contemplarme
    Le prohíbo que vuelva.
    Cada vez que los veo
    me recorre las vértebras el frío.
    No me persiga más,
    se lo suplico.
    Hace años que amo a otro
    y ya no me interesan sus ofrendas.
    ¿Por qué me espera siempre en las vitrinas,
    en la boca del sueño,
    bajo el cielo indeciso del domingo?
    Sabe a cuarto cerrado su saludo.
    Lo he visto con los niños.
    Reconocí su traje:
    el mismo tweed de entonces
    cuando era yo estudiante
    y usted amigo de mi padre.
    Su ridículo traje de entretiempo.
    No vuelva,
    le repito.
    No se detenga más en mi jardín.
    Se asustarán los niños
    y las hojas se caen:
    las he visto.
    ¿De qué sirve todo esto?
    Se va a reír un rato
    con esa risa eterna
    y seguirá saliéndome al encuentro.
    Los niños,
    mi rostro,
    las hojas,
    todo extraviado en sus pupilas.
    Ganará sin remedio.
    Al comenzar mi carta lo sabía.
     
    #3
    Última modificación: 3 de Octubre de 2021
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