El Kama Sutra de la Luna que muere

Monje Mont · 14 de Diciembre de 2021

Érase una vez una luna de barrio,
luna en los charcos que escribe el invierno en los malos caminos.

Cegaban los faros su facha de niña, cuando las cenicientas renegaban
tres veces después de los gallos. Sus ojos de sueño
desertando en la esquina, los ojos ajenos escaldando su espalda.

Y la luna era sol de una noche cualquiera, vagando en las góndolas
de cualquier barrizal, salpicando ventanas con tacones muy altos
– estribillo cansino del fin de semana –. Mientras los viejos Garrick,
sin consuelo, sumaban otra ronda de cervezas vacías.

Contaba adeptos, como se cuentan los días – sin más, sin remedio –,
al culto pagano de la verdad en los cuerpos. La adicción a sus labios
acicalaba quimeras, con los blandos relojes que profesaba Dalí.
Luego, dibujando un corazón con el dedo, en el espacio-tiempo decía:
“amor, ha pasado la hora”. El ángel que en el ser escarpado hace nido
se desangraba flechado, con la coherencia de un cupido tatuado en la pelvis;
y el pobre diablo afirmaba: “amor, en la mañana te llamo”.

Y ella, en su dicha o desdicha, o en su dichosa manera de ser desdichada,
se complacía en rimar las tristezas sonriendo de lado.

En el afán cuesta arriba forjaba su patria, sumando infelices
sin revelar resultados; y a la reacción en cadena,
los santos so pena de juicio, eyaculando promesas, rogaban.

Sus ojos giraban en el paisaje prohibido de todas sus copas.
Sin embargo, en su risa despuntaban palacios por la orilla del río,
donde los sicarios son llamados filántropos.

Cuando oscilaba el silencio en los sueños pasados,
ella ansiaba los besos que desdeña el negocio.
Vestida del luto que agobia las horas,
exhumaba al príncipe azul de las miradas ajenas,
que la llamara señora
y le susurrara al oído la niña del barro que enmienda castillos.

Así, en el cuenco que suma los pasos, renovaba razones
para seguir la partida. Mientras en el edénico ritual de las transas,
seguía cubriendo vergüenzas con algún Kama Sutra.

El tiempo seguía cayendo tras sus ángeles negros.
Cual dama que sueña en el teatro que anuncian su nombre,
prometía combos y mejores descuentos
con la luz de reserva de la gloria en sus piernas y un carril en la media.

Al final caperuza no cabía en el sermón que la libra del lobo,
ni en el sueño latino de algún forastero.
Luna que mengua, que se ahoga en el hueco después de sí misma,
donde un niño llora en su cuna de luna, otra luna que muere.

Cecilya · 15 de Diciembre de 2021

Monje Mont dijo: ↑

Érase una vez una luna de barrio,
luna en los charcos que escribe el invierno en los malos caminos.

Cegaban los faros su facha de niña, cuando las cenicientas renegaban
tres veces después de los gallos. Sus ojos de sueño
desertando en la esquina, los ojos ajenos escaldando su espalda.

Y la luna era sol de una noche cualquiera, vagando en las góndolas
de cualquier barrizal, salpicando ventanas con tacones muy altos
– estribillo cansino del fin de semana –. Mientras los viejos Garrick,
sin consuelo, sumaban otra ronda de cervezas vacías.

Contaba adeptos, como se cuentan los días – sin más, sin remedio –,
al culto pagano de la verdad en los cuerpos. La adicción a sus labios
acicalaba quimeras, con los blandos relojes que profesaba Dalí.
Luego, dibujando un corazón con el dedo, en el espacio-tiempo decía:
“amor, ha pasado la hora”. El ángel que en el ser escarpado hace nido
se desangraba flechado, con la coherencia de un cupido tatuado en la pelvis;
y el pobre diablo afirmaba: “amor, en la mañana te llamo”.

Y ella, en su dicha o desdicha, o en su dichosa manera de ser desdichada,
se complacía en rimar las tristezas sonriendo de lado.

En el afán cuesta arriba forjaba su patria, sumando infelices
sin revelar resultados; y a la reacción en cadena,
los santos so pena de juicio, eyaculando promesas, rogaban.

Sus ojos giraban en el paisaje prohibido de todas sus copas.
Sin embargo, en su risa despuntaban palacios por la orilla del río,
donde los sicarios son llamados filántropos.

Cuando oscilaba el silencio en los sueños pasados,
ella ansiaba los besos que desdeña el negocio.
Vestida del luto que agobia las horas,
exhumaba al príncipe azul de las miradas ajenas,
que la llamara señora
y le susurrara al oído la niña del barro que enmienda castillos.

Así, en el cuenco que suma los pasos, renovaba razones
para seguir la partida. Mientras en el edénico ritual de las transas,
seguía cubriendo vergüenzas con algún Kama Sutra.

El tiempo seguía cayendo tras sus ángeles negros.
Cual dama que sueña en el teatro que anuncian su nombre,
prometía combos y mejores descuentos
con la luz de reserva de la gloria en sus piernas y un carril en la media.

Al final caperuza no cabía en el sermón que la libra del lobo,
ni en el sueño latino de algún forastero.
Luna que mengua, que se ahoga en el hueco después de sí misma,
donde un niño llora en su cuna de luna, otra luna que muere.
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Creo que hay muchas "Lunas" con sus historias de carencias, de barrio y de barro. Heridas por una vida injusta.
A tu obra la veo más como prosa, por la extensión y la riqueza de matices del argumento.
Siempre me alegra verte regresar a publicar.
Te envío un gran abrazo con todas las bendiciones de diciembre.

Luis Á. Ruiz Peradejordi · 15 de Diciembre de 2021

Monje Mont dijo: ↑

Érase una vez una luna de barrio,
luna en los charcos que escribe el invierno en los malos caminos.

Cegaban los faros su facha de niña, cuando las cenicientas renegaban
tres veces después de los gallos. Sus ojos de sueño
desertando en la esquina, los ojos ajenos escaldando su espalda.

Y la luna era sol de una noche cualquiera, vagando en las góndolas
de cualquier barrizal, salpicando ventanas con tacones muy altos
– estribillo cansino del fin de semana –. Mientras los viejos Garrick,
sin consuelo, sumaban otra ronda de cervezas vacías.

Contaba adeptos, como se cuentan los días – sin más, sin remedio –,
al culto pagano de la verdad en los cuerpos. La adicción a sus labios
acicalaba quimeras, con los blandos relojes que profesaba Dalí.
Luego, dibujando un corazón con el dedo, en el espacio-tiempo decía:
“amor, ha pasado la hora”. El ángel que en el ser escarpado hace nido
se desangraba flechado, con la coherencia de un cupido tatuado en la pelvis;
y el pobre diablo afirmaba: “amor, en la mañana te llamo”.

Y ella, en su dicha o desdicha, o en su dichosa manera de ser desdichada,
se complacía en rimar las tristezas sonriendo de lado.

En el afán cuesta arriba forjaba su patria, sumando infelices
sin revelar resultados; y a la reacción en cadena,
los santos so pena de juicio, eyaculando promesas, rogaban.

Sus ojos giraban en el paisaje prohibido de todas sus copas.
Sin embargo, en su risa despuntaban palacios por la orilla del río,
donde los sicarios son llamados filántropos.

Cuando oscilaba el silencio en los sueños pasados,
ella ansiaba los besos que desdeña el negocio.
Vestida del luto que agobia las horas,
exhumaba al príncipe azul de las miradas ajenas,
que la llamara señora
y le susurrara al oído la niña del barro que enmienda castillos.

Así, en el cuenco que suma los pasos, renovaba razones
para seguir la partida. Mientras en el edénico ritual de las transas,
seguía cubriendo vergüenzas con algún Kama Sutra.

El tiempo seguía cayendo tras sus ángeles negros.
Cual dama que sueña en el teatro que anuncian su nombre,
prometía combos y mejores descuentos
con la luz de reserva de la gloria en sus piernas y un carril en la media.

Al final caperuza no cabía en el sermón que la libra del lobo,
ni en el sueño latino de algún forastero.
Luna que mengua, que se ahoga en el hueco después de sí misma,
donde un niño llora en su cuna de luna, otra luna que muere.
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Luna de embrujo y de encapuchados. Luna de piratas y bandidos. Luna que ilumina caminos por donde corren caballos que monta la muerte. Lunas de pobres y lunas de ricos espejos en que se miren los poderosos.
Pero luna al fin, inconstante luna de Julieta, por la que quiere jurar Romeo.
Versos muy interesantes. Un abrazo y felices días.

Iván Terranova Cruz · 18 de Diciembre de 2021

Este poema en prosa, ciertamente tiene su encanto en la totalidad de su siempre original argumenta ción y, en la creatividad sustanciosa de sus originales imágenes. Ciertamente, cuando nos ofrece un poema, siempre nos obsequia algo realmente singular. Me encantó. Mis respetos para vos y tu tras-cendente pluma. Cordialmente:

Monje Mont · 17 de Diciembre de 2021

Cecilya dijo: ↑

Creo que hay muchas "Lunas" con sus historias de carencias, de barrio y de barro. Heridas por una vida injusta.
A tu obra la veo más como prosa, por la extensión y la riqueza de matices del argumento.
Siempre me alegra verte regresar a publicar.
Te envío un gran abrazo con todas las bendiciones de diciembre.
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Muchas gracias estimada Cecilya por tu comentario siempre amable, profundo y motivador. Tu apoyo me motiva amiga. Te has ganado mi respeto como persona, poeta y comentarista. Respecto a lo de prosa, actualmente las líneas divisorias no son tan claras. Hay un acercamiento que a mí me agrada porque amplía la gama de colores y posibilidades para crear, aunque por otra parte me parece que se deben redefinir conceptos para que no se diluyan las fronteras. Bueno, al final, lo importante es lo que se dice y espero que siga siendo del agrado de los que se acercan a leer. Te deseo feliz navidad y un año nuevo que te sonría en todas las áreas de la vida a ti y a los tuyos. Un abrazo sincero y agradecido.

Ansel Arenas · 26 de Diciembre de 2021

Espléndido poema con el prodigio encantado de la luna. Un gusto pasar por su maravilloso arte pórtico.
Saludos y mi abrazo fraterno y deseos porque 2022 le sea de pleno bienestar amigo Monje.

Monje Mont · 27 de Diciembre de 2021

Luis Á. Ruiz Peradejordi dijo: ↑

Luna de embrujo y de encapuchados. Luna de piratas y bandidos. Luna que ilumina caminos por donde corren caballos que monta la muerte. Lunas de pobres y lunas de ricos espejos en que se miren los poderosos.
Pero luna al fin, inconstante luna de Julieta, por la que quiere jurar Romeo.
Versos muy interesantes. Un abrazo y felices días.
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Te agradezco mucho estimado Luis tus visitas y tus comentarios profundos y amables. Ha sido un honor contar con tu apoyo durante este año. Espero que el año venidero te traiga muchas bendiciones para ti y los tuyos. Un abrazo amigo.

Monje Mont · 28 de Diciembre de 2021

Iván Terranova Cruz dijo: ↑

Este poema en prosa, ciertamente tiene su encanto en la totalidad de su siempre original argumenta ción y, en la creatividad sustanciosa de sus originales imágenes. Ciertamente, cuando nos ofrece un poema, siempre nos obsequia algo realmente singular. Me encantó. Mis respetos para vos y tu tras-cendente pluma. Cordialmente:
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Gracias mi estimado amigo por tu lectura profunda y tu comentario amable. Siempre un lujo contar con tu apoyo. Que estés bien y que el 2022 te llegue con salud, prosperidad y todo tipo de bendiciones para ti y los tuyos. Un abrazo.

Monje Mont · 3 de Enero de 2022

Daniel Villatoro Bardales dijo: ↑

Espléndido poema con el prodigio encantado de la luna. Un gusto pasar por su maravilloso arte pórtico.
Saludos y mi abrazo fraterno y deseos porque 2022 le sea de pleno bienestar amigo Monje.
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Muchas gracias, Daniel, estimado amigo de letras, por tu lectura y tu amable y motivador comentario. Que estés bien y que el nuevo año te haya llegado con la realización de tus sueños. Un abrazo.

angelcesar · 4 de Enero de 2022

Monje Mont dijo: ↑

Érase una vez una luna de barrio,
luna en los charcos que escribe el invierno en los malos caminos.

Cegaban los faros su facha de niña, cuando las cenicientas renegaban
tres veces después de los gallos. Sus ojos de sueño
desertando en la esquina, los ojos ajenos escaldando su espalda.

Y la luna era sol de una noche cualquiera, vagando en las góndolas
de cualquier barrizal, salpicando ventanas con tacones muy altos
– estribillo cansino del fin de semana –. Mientras los viejos Garrick,
sin consuelo, sumaban otra ronda de cervezas vacías.

Contaba adeptos, como se cuentan los días – sin más, sin remedio –,
al culto pagano de la verdad en los cuerpos. La adicción a sus labios
acicalaba quimeras, con los blandos relojes que profesaba Dalí.
Luego, dibujando un corazón con el dedo, en el espacio-tiempo decía:
“amor, ha pasado la hora”. El ángel que en el ser escarpado hace nido
se desangraba flechado, con la coherencia de un cupido tatuado en la pelvis;
y el pobre diablo afirmaba: “amor, en la mañana te llamo”.

Y ella, en su dicha o desdicha, o en su dichosa manera de ser desdichada,
se complacía en rimar las tristezas sonriendo de lado.

En el afán cuesta arriba forjaba su patria, sumando infelices
sin revelar resultados; y a la reacción en cadena,
los santos so pena de juicio, eyaculando promesas, rogaban.

Sus ojos giraban en el paisaje prohibido de todas sus copas.
Sin embargo, en su risa despuntaban palacios por la orilla del río,
donde los sicarios son llamados filántropos.

Cuando oscilaba el silencio en los sueños pasados,
ella ansiaba los besos que desdeña el negocio.
Vestida del luto que agobia las horas,
exhumaba al príncipe azul de las miradas ajenas,
que la llamara señora
y le susurrara al oído la niña del barro que enmienda castillos.

Así, en el cuenco que suma los pasos, renovaba razones
para seguir la partida. Mientras en el edénico ritual de las transas,
seguía cubriendo vergüenzas con algún Kama Sutra.

El tiempo seguía cayendo tras sus ángeles negros.
Cual dama que sueña en el teatro que anuncian su nombre,
prometía combos y mejores descuentos
con la luz de reserva de la gloria en sus piernas y un carril en la media.

Al final caperuza no cabía en el sermón que la libra del lobo,
ni en el sueño latino de algún forastero.
Luna que mengua, que se ahoga en el hueco después de sí misma,
donde un niño llora en su cuna de luna, otra luna que muere.
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Un escrito precioso, Monje. Me da gusto leerte.
Un abrazo fraternal.

Monje Mont · 5 de Enero de 2022

angelcesar dijo: ↑

Un escrito precioso, Monje. Me da gusto leerte.
Un abrazo fraternal.
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El gusto es mío. Para mi es importante encontrar tu huella. Gracias por tu amable comentario. Que estés bien. Un abrazo.

Monje Mont · 6 de Enero de 2022

Muchas gracias Urquiza por el "me gusta" que has dejado en este escrito.

tribuZen · 8 de Enero de 2022

Monje Mont dijo: ↑

Érase una vez una luna de barrio,
luna en los charcos que escribe el invierno en los malos caminos.

Cegaban los faros su facha de niña, cuando las cenicientas renegaban
tres veces después de los gallos. Sus ojos de sueño
desertando en la esquina, los ojos ajenos escaldando su espalda.

Y la luna era sol de una noche cualquiera, vagando en las góndolas
de cualquier barrizal, salpicando ventanas con tacones muy altos
– estribillo cansino del fin de semana –. Mientras los viejos Garrick,
sin consuelo, sumaban otra ronda de cervezas vacías.

Contaba adeptos, como se cuentan los días – sin más, sin remedio –,
al culto pagano de la verdad en los cuerpos. La adicción a sus labios
acicalaba quimeras, con los blandos relojes que profesaba Dalí.
Luego, dibujando un corazón con el dedo, en el espacio-tiempo decía:
“amor, ha pasado la hora”. El ángel que en el ser escarpado hace nido
se desangraba flechado, con la coherencia de un cupido tatuado en la pelvis;
y el pobre diablo afirmaba: “amor, en la mañana te llamo”.

Y ella, en su dicha o desdicha, o en su dichosa manera de ser desdichada,
se complacía en rimar las tristezas sonriendo de lado.

En el afán cuesta arriba forjaba su patria, sumando infelices
sin revelar resultados; y a la reacción en cadena,
los santos so pena de juicio, eyaculando promesas, rogaban.

Sus ojos giraban en el paisaje prohibido de todas sus copas.
Sin embargo, en su risa despuntaban palacios por la orilla del río,
donde los sicarios son llamados filántropos.

Cuando oscilaba el silencio en los sueños pasados,
ella ansiaba los besos que desdeña el negocio.
Vestida del luto que agobia las horas,
exhumaba al príncipe azul de las miradas ajenas,
que la llamara señora
y le susurrara al oído la niña del barro que enmienda castillos.

Así, en el cuenco que suma los pasos, renovaba razones
para seguir la partida. Mientras en el edénico ritual de las transas,
seguía cubriendo vergüenzas con algún Kama Sutra.

El tiempo seguía cayendo tras sus ángeles negros.
Cual dama que sueña en el teatro que anuncian su nombre,
prometía combos y mejores descuentos
con la luz de reserva de la gloria en sus piernas y un carril en la media.

Al final caperuza no cabía en el sermón que la libra del lobo,
ni en el sueño latino de algún forastero.
Luna que mengua, que se ahoga en el hueco después de sí misma,
donde un niño llora en su cuna de luna, otra luna que muere.
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Una maravilla de lectura, querido amigo Monje Mont, excelente como relatas en verso la historia de la muchacha desdichada. Sustancioso y profundo poema, enhorabuena! Un abrazo, con mis mejores deseos siempre:

Verpedian · 8 de Enero de 2022

Monje Mont dijo: ↑

Érase una vez una luna de barrio,
luna en los charcos que escribe el invierno en los malos caminos.

Cegaban los faros su facha de niña, cuando las cenicientas renegaban
tres veces después de los gallos. Sus ojos de sueño
desertando en la esquina, los ojos ajenos escaldando su espalda.

Y la luna era sol de una noche cualquiera, vagando en las góndolas
de cualquier barrizal, salpicando ventanas con tacones muy altos
– estribillo cansino del fin de semana –. Mientras los viejos Garrick,
sin consuelo, sumaban otra ronda de cervezas vacías.

Contaba adeptos, como se cuentan los días – sin más, sin remedio –,
al culto pagano de la verdad en los cuerpos. La adicción a sus labios
acicalaba quimeras, con los blandos relojes que profesaba Dalí.
Luego, dibujando un corazón con el dedo, en el espacio-tiempo decía:
“amor, ha pasado la hora”. El ángel que en el ser escarpado hace nido
se desangraba flechado, con la coherencia de un cupido tatuado en la pelvis;
y el pobre diablo afirmaba: “amor, en la mañana te llamo”.

Y ella, en su dicha o desdicha, o en su dichosa manera de ser desdichada,
se complacía en rimar las tristezas sonriendo de lado.

En el afán cuesta arriba forjaba su patria, sumando infelices
sin revelar resultados; y a la reacción en cadena,
los santos so pena de juicio, eyaculando promesas, rogaban.

Sus ojos giraban en el paisaje prohibido de todas sus copas.
Sin embargo, en su risa despuntaban palacios por la orilla del río,
donde los sicarios son llamados filántropos.

Cuando oscilaba el silencio en los sueños pasados,
ella ansiaba los besos que desdeña el negocio.
Vestida del luto que agobia las horas,
exhumaba al príncipe azul de las miradas ajenas,
que la llamara señora
y le susurrara al oído la niña del barro que enmienda castillos.

Así, en el cuenco que suma los pasos, renovaba razones
para seguir la partida. Mientras en el edénico ritual de las transas,
seguía cubriendo vergüenzas con algún Kama Sutra.

El tiempo seguía cayendo tras sus ángeles negros.
Cual dama que sueña en el teatro que anuncian su nombre,
prometía combos y mejores descuentos
con la luz de reserva de la gloria en sus piernas y un carril en la media.

Al final caperuza no cabía en el sermón que la libra del lobo,
ni en el sueño latino de algún forastero.
Luna que mengua, que se ahoga en el hueco después de sí misma,
donde un niño llora en su cuna de luna, otra luna que muere.
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Tantas lunas vendiendo la música de su piel por los barrios rojos de la niebla, tanta ilusión tornada en pena y la sonrisa que es la simple careta de los sueños frustrados. Me ha gustado mucho su manera poética de describir a estás damas de la noche en el oficio más antiguo que existe. Excelente poema.

Monje Mont · 9 de Enero de 2022

tribuZen dijo: ↑

Una maravilla de lectura, querido amigo Monje Mont, excelente como relatas en verso la historia de la muchacha desdichada. Sustancioso y profundo poema, enhorabuena! Un abrazo, con mis mejores deseos siempre:
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Estimado amigo, que gusto encontrar tu huella en estos trazos. Te agradezco la amabilidad de tu comentario. También te deseo lo mejor de lo mejor. Un abrazo.

Minona · 9 de Enero de 2022

Monje Mont dijo: ↑

Érase una vez una luna de barrio,
luna en los charcos que escribe el invierno en los malos caminos.

Cegaban los faros su facha de niña, cuando las cenicientas renegaban
tres veces después de los gallos. Sus ojos de sueño
desertando en la esquina, los ojos ajenos escaldando su espalda.

Y la luna era sol de una noche cualquiera, vagando en las góndolas
de cualquier barrizal, salpicando ventanas con tacones muy altos
– estribillo cansino del fin de semana –. Mientras los viejos Garrick,
sin consuelo, sumaban otra ronda de cervezas vacías.

Contaba adeptos, como se cuentan los días – sin más, sin remedio –,
al culto pagano de la verdad en los cuerpos. La adicción a sus labios
acicalaba quimeras, con los blandos relojes que profesaba Dalí.
Luego, dibujando un corazón con el dedo, en el espacio-tiempo decía:
“amor, ha pasado la hora”. El ángel que en el ser escarpado hace nido
se desangraba flechado, con la coherencia de un cupido tatuado en la pelvis;
y el pobre diablo afirmaba: “amor, en la mañana te llamo”.

Y ella, en su dicha o desdicha, o en su dichosa manera de ser desdichada,
se complacía en rimar las tristezas sonriendo de lado.

En el afán cuesta arriba forjaba su patria, sumando infelices
sin revelar resultados; y a la reacción en cadena,
los santos so pena de juicio, eyaculando promesas, rogaban.

Sus ojos giraban en el paisaje prohibido de todas sus copas.
Sin embargo, en su risa despuntaban palacios por la orilla del río,
donde los sicarios son llamados filántropos.

Cuando oscilaba el silencio en los sueños pasados,
ella ansiaba los besos que desdeña el negocio.
Vestida del luto que agobia las horas,
exhumaba al príncipe azul de las miradas ajenas,
que la llamara señora
y le susurrara al oído la niña del barro que enmienda castillos.

Así, en el cuenco que suma los pasos, renovaba razones
para seguir la partida. Mientras en el edénico ritual de las transas,
seguía cubriendo vergüenzas con algún Kama Sutra.

El tiempo seguía cayendo tras sus ángeles negros.
Cual dama que sueña en el teatro que anuncian su nombre,
prometía combos y mejores descuentos
con la luz de reserva de la gloria en sus piernas y un carril en la media.

Al final caperuza no cabía en el sermón que la libra del lobo,
ni en el sueño latino de algún forastero.
Luna que mengua, que se ahoga en el hueco después de sí misma,
donde un niño llora en su cuna de luna, otra luna que muere.
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Precioso poema, me ha gustado mucho y se puede leer y leer una y otra vez. Un abrazo

Monje Mont · 12 de Enero de 2022

Verpedian dijo: ↑

Tantas lunas vendiendo la música de su piel por los barrios rojos de la niebla, tanta ilusión tornada en pena y la sonrisa que es la simple careta de los sueños frustrados. Me ha gustado mucho su manera poética de describir a estás damas de la noche en el oficio más antiguo que existe. Excelente poema.
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Bienvenido. Te agradezco mucho tu tiempo de lectura y tu amable y bien fundamentado comentario. Nos estamos leyendo. Que estés bien estimado poeta. Un abrazo.

Monje Mont · 15 de Enero de 2022

Minona dijo: ↑

Precioso poema, me ha gustado mucho y se puede leer y leer una y otra vez. Un abrazo
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Que gusto encontrar tu amable huella estimada poeta. Me motiva tu apoyo. Que estés bien. Un abrazo agradecido.

Monje Mont · 20 de Enero de 2022

Muchas gracias estimado Maramín por el "me gusta" que has dejado en este escrito. Que estés bien estimado poeta. Un abrazo.

Monje Mont · 26 de Enero de 2022

Muchas gracias Urquiza por el "me gusta" que has dejado. Me alegra que te gustara el poema. Un abrazo.

Monje Mont · 29 de Enero de 2022

Estimado poeta un gusto encontrar tu "me gusta" en estas letras. Agradezco tu apoyo. Que estés bien. Un abrazo.

Monje Mont · 5 de Febrero de 2022

Gracias estimado poeta Maramín por el "me gusta" que has dejado en este escrito. Que estés bien. Un abrazo.

Ligia Calderón Romero · 30 de Abril de 2022

Monje Mont dijo: ↑

Érase una vez una luna de barrio,
luna en los charcos que escribe el invierno en los malos caminos.

Cegaban los faros su facha de niña, cuando las cenicientas renegaban
tres veces después de los gallos. Sus ojos de sueño
desertando en la esquina, los ojos ajenos escaldando su espalda.

Y la luna era sol de una noche cualquiera, vagando en las góndolas
de cualquier barrizal, salpicando ventanas con tacones muy altos
– estribillo cansino del fin de semana –. Mientras los viejos Garrick,
sin consuelo, sumaban otra ronda de cervezas vacías.

Contaba adeptos, como se cuentan los días – sin más, sin remedio –,
al culto pagano de la verdad en los cuerpos. La adicción a sus labios
acicalaba quimeras, con los blandos relojes que profesaba Dalí.
Luego, dibujando un corazón con el dedo, en el espacio-tiempo decía:
“amor, ha pasado la hora”. El ángel que en el ser escarpado hace nido
se desangraba flechado, con la coherencia de un cupido tatuado en la pelvis;
y el pobre diablo afirmaba: “amor, en la mañana te llamo”.

Y ella, en su dicha o desdicha, o en su dichosa manera de ser desdichada,
se complacía en rimar las tristezas sonriendo de lado.

En el afán cuesta arriba forjaba su patria, sumando infelices
sin revelar resultados; y a la reacción en cadena,
los santos so pena de juicio, eyaculando promesas, rogaban.

Sus ojos giraban en el paisaje prohibido de todas sus copas.
Sin embargo, en su risa despuntaban palacios por la orilla del río,
donde los sicarios son llamados filántropos.

Cuando oscilaba el silencio en los sueños pasados,
ella ansiaba los besos que desdeña el negocio.
Vestida del luto que agobia las horas,
exhumaba al príncipe azul de las miradas ajenas,
que la llamara señora
y le susurrara al oído la niña del barro que enmienda castillos.

Así, en el cuenco que suma los pasos, renovaba razones
para seguir la partida. Mientras en el edénico ritual de las transas,
seguía cubriendo vergüenzas con algún Kama Sutra.

El tiempo seguía cayendo tras sus ángeles negros.
Cual dama que sueña en el teatro que anuncian su nombre,
prometía combos y mejores descuentos
con la luz de reserva de la gloria en sus piernas y un carril en la media.

Al final caperuza no cabía en el sermón que la libra del lobo,
ni en el sueño latino de algún forastero.
Luna que mengua, que se ahoga en el hueco después de sí misma,
donde un niño llora en su cuna de luna, otra luna que muere.
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Saludos Monje!
Admiro esa forma tan tuya de convertir el dolor y la desdicha en una obra de arte de sobresalientes imágenes donde no sabe uno si entristecerse por la luna o alegrarse por la lírica que nos abraza el alma, tristemente bello con un excelente cierre como lo es todo el poema, un fuerte abrazo, siempre un lujo leerte,

ligiA

Monje Mont · 3 de Febrero de 2023

Ligia Calderón Romero dijo: ↑

Saludos Monje!
Admiro esa forma tan tuya de convertir el dolor y la desdicha en una obra de arte de sobresalientes imágenes donde no sabe uno si entristecerse por la luna o alegrarse por la lírica que nos abraza el alma, tristemente bello con un excelente cierre como lo es todo el poema, un fuerte abrazo, siempre un lujo leerte,

ligiA
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Te agradezco mucho estimada Ligia por leer y comentar amable y profundamente. Tu visita enriquece mi escrito. Que estés bien. Un abrazo hasta Heredia.

luna roja · 4 de Febrero de 2023

Hay tantas historias que se pueden leer en las lunas...
Hay tantas lunas llenas de historias...
Contar la de una quizás es contar de muchas
Fue un placer leerte
Saludos

Monje Mont · 6 de Febrero de 2023

luna roja dijo: ↑

Hay tantas historias que se pueden leer en las lunas...
Hay tantas lunas llenas de historias...
Contar la de una quizás es contar de muchas
Fue un placer leerte
Saludos
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Muchas gracias estimada poeta Luna Roja por tu lectura y tu amable comentario. Que estés bien. Un abrazo.

Monje Mont · 24 de Febrero de 2023

Muchas gracias Kalkbadan por el "me gusta" que has dejado en este escrito. Que estés bien, amigo. Un abrazo.

Monje Mont · 2 de Marzo de 2023

Muchas gracias estimado poeta y amigo Luis por leer y dejar un "me gusta" en este escrito. Que estés bien. Un abrazo.

Monje Mont · 6 de Marzo de 2023

Muchas gracias Verpedian por el "me gusta" que has dejado en este escrito. Que estés bien poeta. Un abrazo.

Monje Mont · 15 de Junio de 2023

Te agradezco mucho estimada poeta Urquiz por el "me gusta" que has dejado en este humilde escrito. Que estés bien. Un abrazo.

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