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El Mural

Tema en 'Poemas de Amor' comenzado por Kein Williams, 23 de Noviembre de 2020. Respuestas: 0 | Visitas: 175

  1. Kein Williams

    Kein Williams Poeta fiel al portal

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    30 de Junio de 2006
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    Hombre
    El shhh saliendo del spray
    formando las figuras en el mural,
    creando una imagen tridimensional,
    tenemos ocho manos pintando sin parar.

    En días anteriores don Romualdo
    nos había sacado de allí volando
    pues su fachada nos halló pintando,
    y a bastonazo limpio nos sacó rajando.

    De lejos nos reíamos y más se molestaba
    decía mil improperios mientras amenazaba:
    "Si los veo por mi casa, no me importa nada,
    les daré una tunda que no será olvidada".

    No se enoje don Romu, es tan solo arte.
    Nos gritó en cinco idiomas y nos mandó a tal parte,
    seguía allí parado cual Quijote en Rocinante,
    esgrimiendo el bastón en tono amenazante.

    Habíamos dejado un boceto amorfo en su muro,
    cuando nos descubrió, se salvó aquel que pudo,
    a Joa le logró dar un garrotazo en el muslo,
    luego nos contaría que fue un golpe muy duro.

    Le envíamos un abrazo y nos fuimos sonriendo,
    quisimos volver de noche pero su muro estaba protegiendo,
    montaba guardia en su puerta como el mejor de los sargentos,
    así que ese día no se pudo y teníamos un día menos.

    Al día siguiente lo mismo, pero esta vez quedó dormido,
    agarramos coraje y las latas y trabajamos con el menor ruido,
    en medio de la adrenalina de acabar de nuevo tullidos,
    trabajamos velozmente para acabar esto hoy mismo.

    Soltando el último trazo se escuchó sus improperios,
    corrimos para todos lados, esquivando algunos perros,
    don Romualdo estaba indignado por "estos vagos callejeros",
    hasta que mirando en el muro descubrió nuestro misterio.

    Era el mural de doña Alba, su hermosa esposa fallecida,
    aquella que cada mañana nos deseaba los buenos días,
    que siempre donde nos veía nos abrazaba con alegría,
    en el mural decía: Alba, la primera luz del día.

    Con el rostro desencajado y lágrimas en sus mejillas
    soltó el bastón y asombrado de pronto acabó de rodillas,
    de a poco nos fuimos acercando y le pasamos su silla,
    nos miró con ojos de perdón, perdonen, no lo sabía.

    Nos abrazó uno a uno y dijo que la extrañaba,
    nos contó como conoció a la joven señora Alba,
    como tuvieron que emigrar en el 56 de España,
    porque los padres de ella, a América se mudaban.

    Él la amaba tanto que no se quedaría sin ella,
    vendió su casa y sus cosas, y salió de Compostela,
    cuando volvieron a verse, era incluso más bella,
    con mucho trabajo y esfuerzo se compró una parcela.

    Allí tuvieron sus hijos, allí vivieron por años,
    hasta que la madre patria, les hizo volver a su lado,
    la tierra llama a sus yuyos, y uno regresa en su barco,
    al lugar donde nació, donde quiere ser enterrado.

    Luego de permanentes disculpas pues pensó en malas mañas
    que suelen tener algunos vándalos con sus alimañas
    estuvimos conversando, frente al mural, toda la madrugada,
    hasta que fue iluminado, por el alba, la primer luz de la mañana.
     
    #1

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