El recuerdo

El verano todavía resiste y se hace sentir en las terrazas de la calle Ancha. Desde que la transformaron en peatonal, se ha convertido en zona de paseo, donde abundan las mesas en las que poder tomar un refresco con tranquilidad. Al terminar mi paseo, cerca ya de la plaza de la Catedral, sentada en una terraza he visto a Genma.


Los recuerdos se han agolpado de pronto en mi memoria. Sin darme cuenta he vuelto a hace cincuenta años, a aquellos veranos de la temprana adolescencia, en que, juntos, pasamos tantas horas. En las piscinas de la Hispánica, donde jugábamos, donde los días trascurrían perezosos mientras nosotros compartíamos baños, carreras, bocadillos, risas. Tiempo en que las miradas servían para hablar, para expresar esos sentimientos de los que no se habla, pero que van anidando en el corazón. Cualquier disculpa era buena para estar juntos, nadar, leer y nacía así una complicidad que se veía bendecida por la sonrisa que a Genma se le pintaba en la cara. Desde primera hora de la mañana que nos encontrábamos en la plaza donde vivía, evitando que nos viese su madre, hasta la tarde en que casi oscureciendo nos volvíamos a separar. Magníficos momentos en que teníamos canciones para cantar los dos y silencios expresivos.


Una tarde, de aquellas en que nuestras respectivas familias se habían quedado a comer en la piscina, después de reposar un rato, volvimos, como siempre, a nuestros juegos y nuestras andanzas. A media tarde, se oscureció de pronto el cielo y amenazó con lluvia. Nuestras familias recogieron apresuradamente y se refugiaron en la cafetería, mientras nosotros dos jugábamos en el frontón. Cuando rompió a llover lo hizo con esa fuerza que tienen las tormentas de verano y tuvimos el tiempo justo de refugiarnos bajo una sombrilla. Allí, cerca uno del otro, sin saber por qué, en el silencio únicamente roto por el chapotear del agua, nos cogimos de la mano. Todavía siento hoy la emoción de aquel momento; entrelazamos nuestros dedos y yo sentí el tibio calor de su mano. No nos miramos, no nos dijimos nada, tan sólo mantuvimos nuestras manos unidas por un tiempo, que siempre me pareció breve…


Genma está sentada con unas amigas, acaba de verme y se ha levantado; camina hacia mí, con su resplandeciente sonrisa en la boca.


- Hola, ¿cómo estás?-


- Bien – respondo. –Hace tiempo que no te veía, sigues tan guapa como siempre –


- Zalamero -, me dice. – Ven siéntate con nosotras-


Me acerco a la mesa, me presenta a sus amigas y me siento un momento con ellas. No tengo ojos para otra cosa que no sea su cara; se ilumina al hablar, está radiante y cada vez que me mira, vuelve a poner su deliciosa sonrisa.


Vivimos en la misma ciudad, mas nos encontramos pocas veces, pero cada vez que la veo de nuevo, acuden los recuerdos de aquellas tardes de verano y me pregunto qué hubiese sido de nosotros si nuestras vidas hubieran trascurrido de otra manera.


Pero ahora, en estos momentos, vuelvo a sentir su mano entre las mías y me encanta su sonrisa que ilumina el instante.

 

Gemma que es una joya, una gema preciosa en el recuerdo de una de las manifestaciones más puras que tiene el amor cuando sucede en la infancia.
Me identifica este relato, tengo un amigo de la infancia, yo digo que nos quisimos sin decirlo cuando éramos peques, como tan magníficamente expresaste en tus líneas.
Hoy seguimos siendo hermanos de la vida, porque al menos a mi, el destino me llevó por otros rumbos.
Creo que en la vida todo tiene una precisión de cronómetro con respecto a los momentos en las que dos seres deben hallarse. Un segundo antes, o un segundo después, la historia puede cambiar.
Queda la nostalgia dulce del "hubiese", que justamente no existe en la historia. La historia es la que nos pasa, la que construimos.
Es una cuestión de esas para filosofar conversando por un rato bastante extenso.
Me agradó mucho hallar tu prosa, Luis, encierra esa mágica dulzura del por qué no sucedió.
Es encantador que el cariño persista como esos perfumes de flores que a veces trae el viento.
Que tengas un bello día.
Un abrazo.

 

Gracias de nuevo por estar en estas líneas. Ese amor primero, el que se siente más que se sabe, creo que arraiga mejor en el corazón. Cantábamos nosotros en el Romance del Conde Flores "...que los amores primeros / son muy malos de olvidar". Es un querer limpio, cursi, podrá decir alguno, pero para mí indiscutiblemente hermoso. Es de las cosas que perduran y cuando van pasando los años, te das cuenta de que las has atesorado, como la más valiosa de las joyas. No importa lo que pudo o no pudo ser. Importa esa sonrisa que se dibuja para ti, que se sigue dibujando, como cuando tenías quince años. No sé por qué hoy he escrito sobre Genma, supongo que porque este rincón apartado es el lugar de las confidencias y únicamente unos pocos serán quienes las reciban. Agradezco enormemente tus palabras, con ellas este relato se viste de largo. Feliz día Cecy, con todo cariño.

 

Yo creo que siempre hay un rincón en la memoria donde anida un recuerdo tierno de una época que nos ha conmovido. Es la emoción vivida que se abriga en nuestro corazón y que reluce cada vez que el recuerdo llega. Con tu prosa amigo Luis compartes con nosotros ese recuerdo tan bonito y por un instante esa emoción se vuelve "nuestra " .
Eres un narrador excepcional, Luis, de esos que podemos leer y escuchar sin cansarse. Mi enhorabuena amigo poeta y mi amistad poética Amarilys

 

Agradezco que hayas llegado hasta este rincón de las intimidades. La prosa es la hermana menos del Portal y a mí me gusta cultivarla, me encuentro muy a gusto escribiendo así. Permite abrirse a esos lectores que te siguen, casi incondicionales, en unas letras que de otro modo no aparecerían. Este es un relato de un recuerdo. De un recuerdo y un sentimiento que lleva aparejado. Da igual el tiempo transcurrido, ese gozo, esa ilusión de cada nuevo encuentro está ahí y se guarda en el corazón como el mejor de los regalos. Gracias por dejar tan amable comentario. Un cordial abrazo.

 

Gracias por tu amabilidad al comentar mi relato, Amariilys. Es una historia romántica y a quienes nos pierde el romanticismo, nos agradan estos cuentos. Celebro que te haya gustado y que la hayas sentido como un poco tuya, pues es lo que pretendo al escribir, hacer partícipes a los amigos de aquello que guardo en el corazón. Gracias de corazón por tu lectura y por tu presencia. Un abrazo y toda mi amistad.

 

De repente el presente nos regala algo del pasado cuando seres tan queridos pasan ese umbral y quedan de nuevo frente a nuestros ojos, es muy bella la historia de Genma en tu vida y se lee tan cercana en este trabajo que cuando llego al final parece un pedazo de vida en estado puro con las emociones. Me ha encantado llegar y disfrutar tan bello trabajo, amigo Luis. Un saludo y gran abrazo hoy día.

 

Gracias Nancy. Somos lo que hemos vivido, nos construyen los recuerdos que habitan en la memoria. Por eso son tan importantes, por eso me gusta traerlos a mis relatos, a estas historias sencillas y breves, pero que dan esas pinceladas de humanidad que me gusta poner en mis escritos. Mi ventura está en que quienes lo leáis, lo sintáis un poco como vuestro, o que os arranque una sonrisa u os recuerde un sueño. Tu presencia Nancy, es un regalo. Un fuerte abrazo.