El rincón de la silva

En la silva (no confundirla con la estancia) vale “casi todo” dentro de las combinaciones de heptasílabos con endecasílabos. Pero aquí, si tomamos literalmente eso de “Clásica Interactiva”, se pide que no las confeccionemos en forma arromanzada (con rimas asonantes) o modernistas (con versos que no sean heptasílabos o endecasílabos). Hay también que tener en cuenta que un endecasílabo dactílico sería incompatible con los heptasílabos.

Recuerden, sin embargo, que el largo de lo que dejen (por ser la silva implícitamente antiestrófica) es a criterio de ustedes, aunque les pido que tengan un mínimo de cuatro versos. El patrón de rima consonante lo eligen ustedes (vosotros). El tema también, pero se debe tomar la rima consonante de la última palabra del verso de cierre de la última silva publicada, para confeccionar el primer verso de la que proponemos para continuar el hilo.

Dejo la primera entonces:

Hace tiempo que veo escaso brillo
en un mundo que llama a la ceguera.
Antes, todo matiz era sencillo.
Del pueblo, la cantera
sonaba verdadera.
El barrio olía a pan, y algún chiquillo
correteaba afuera.
Hoy existe un fantástico castillo
adentro de esa tablet que es niñera.
Y solo tu ataúd es de madera.​

 

¿El ritmo de los endecasílabos podrá ser cualquiera?

 

Creo que los dactílicos, ahora que lo pienso, serían incompatibles con los "heptas". Ahora remarco eso en las pautas.

 

Entre troncos del bosque, su madera
que cruje con el viento
como canto de su era,
voy buscando la paz a paso lento.
Pero la paz se esconde, no está afuera
no está en ninguna parte, no la siento.
Vendrá cuando yo muera.
Ya no habrá más dolor, tan irredento,
mi alma, de dolor huera
habrá de irse a viajar al firmamento.
Sin deseo de amar, ya sin espera.​

 

Tu silva es ambarino,
añil, violeta y verde, iridiscente,
pues tuviste presente
lo que nunca aclaré por no estar fino:
al principio, no dije que se espera
-al buscar una silva
de autores de otra era-
no hallar solo dos rimas, como gilva,
rosado y bermellón, o como azul,
blanco y celeste en un precioso tul
podemos emplear en armonía.
Si deseas, ¡emplea veintidós!
Aquella que escribí
para iniciar el hilo, la hilvané
hasta el mismo final con solo dos.
Y en esta, queda claro, me extendí.
Simplemente, pensé:
“Aclararlo no es cosa baladí”.​

 

Versos de ajonjolí,
salpican tu poema como al mole,
me causan frenesí,
se me antoja leerlos con atole
de fresa, de guayaba y chocolate
batidos con un largo molinillo.
Parece que tengo hambre, a mí me late,
mejor será cenarme pan bolillo
con taza de café.
Mientras leo poemas, comeré.

​

 

Empleo esta ocasión
para dejar en claro que alteré
una cosa en las pautas, con razón:
¿Qué fue lo que cambié?
Resulta más -yo creo- motivante
transferir solo rima consonante,
no palabras textuales
de los versos finales
de silvas anteriores.
Tal vez con eso se verán mejores.​

 

Si escucho una milonga
se vienen tus palabras a mi mente
y me hacen que disponga
palabras con que invente
algún nuevo cantar, cantar profundo.
El canto con que lloro,
el canto con que me hundo
en eterno llamarte, pues te añoro,
y con este cantar
se ha liberado a mi alma de pesares,
todo vuelve a brillar
y yo hago con mis versos malabares.

​

 

Existen esos lares
donde las fantasías de Avatar
nos aguardan en místicos corceles.
Eso dijiste ayer, en esos bares
donde tiempo y lugar
se hacen trizas a trago y decibeles.​

 

Las hojas no suspiran
solo ruedan y se van por la calle.
Las hojas no reviran
solo cambian de tono por el valle.
Las hojas si son verdes,
son inmaduras, se aferran al tallo
y si luego las pierdes
es que se fueron, cambiaron de sayo.
Las hojas de colores,
son de otoño primores.

​

 

Rodean, invasores,
el jardín donde duermes
un diente de león y tres ortigas.
Lo sé, pocos colores
en dos ojos inermes
que escogerían verte en las espigas
de lo que nos sembráramos, tardíos.
Solo sombras, un túmulo, una piedra
con tu nombre y la yedra,
con su reptil miseria de baldíos,
nos unen en la hora
de un alivio mortal que se demora.​

 

No sé por qué demora
tu canción que me arrulla y me adormece,
pues parece que ahora
una nave de olvido te remece.
La noche que antes era mi refugio,
es ahora el insomnio de la espera
y no hallo un artilugio,
ni pócima certera,
que me logre menguar de verte el ansia.
Busca pronto el sendero
que te alumbre la luna en su vagancia,
no tardes, desespero.

​

 

El “amor verdadero”
es una redundancia.
El amor no se va, en ninguna instancia,
a buscar interés al agujero
donde el odio mastica corazones.
No busca las razones
para serte sincero.​

 

No soy aventurero
de los mares del odio.
Al cloruro de sodio
noble y justo en un plato lo prefiero.
Si a Lorca y a Martí
con atención leí
en un día lluvioso,
fue para aullarle a un Febo temeroso
que en la luz de otros soles me escondí.​

 

Una noche perdí
del sueño dulce flor sutil aroma
y yo no conseguí
reunir buenos recuerdos ni de broma
tan solo las torturas
de errores machacándome la mente.
Acudí a las lecturas
poemas con su ritmo recurrente
y logré una canción
la canción alegrome dulcemente.
Fue la gran solución
logré entonces de sueño alegre fuente.

​

 

Ingrávida es la gente
de mis viejas memorias.
Son la niebla silente
de tantas trayectorias
triburarias de venas
que son cursos de sangre y de mis penas.​

 

Palabras son arenas
que remecen las olas de la mar,
hechas son de las penas,
algunas las causadas por amar.
Penas que son placer
y placer que es dolor.
Es una cosa ambigua y sin querer
llega a causar furor.
Es tan solo un instante de infinito
que nunca dura tanto,
mas siempre causa un hito
porque es maravilloso o causa llanto.

​

 

Busco un traje de amianto
en la ciudad del infierno.
Nos lacera su canto
y, de Mefisto, el cuerno
desgarrando la carne de un mendigo.
No sé lo que te digo
si le presto atención a este gobierno
en su afán de querer jugar de amigo.​

 

Cuando apenas me ves, te vas amigo,
te quise y fue un suspiro.
Ahora yo no sé por qué maldigo
mi duda y ese giro
que dio la relación. ¿por qué te alejas?,
rechazas un encuentro.
Ya no escucho tu voz, ni aquellas quejas
que te abrían por dentro
y emergían tus voces deslumbrantes
que dejaban a mi alma iluminada,
a veces tan quemantes
que gozaba por dentro, lacerada.
​

 

No quiso ser un hada,
y menos la princesa catatónica
de la ilusión quebrada,
cautiva en una fábula anacrónica
de espadas, versos y adalides nobles.
Era de las que daban los mandobles,
con algo de justicia salomónica,
en calles donde el lobo es cauteloso
y un beso nos resulta algo alevoso.​

 

Me encanta tu decir que es cadencioso.
A veces son imágenes que brillan.
Reflejos son de sol.
Son luces que martillan.
Espacio de ilusiones, luminoso,
palabras de colores tornasol,
plumajes de palomas.
Brillos incandescentes, deslumbrantes,
rojos como las pomas
son incendios de amor, alucinantes.


​

 

Caballeros andantes,
princesas en cajitas de cristal,
almenas, cíclopes y coribantes
solo en tu cornucopia cerebral
deambulan en fútil abandono.
Vivimos en un mundo de carbono.
Carnal. Ni diamantino, ni grafítico.
El maleable y cardítico,
el que más vivo y menos lo cuestiono.​

 

Tu silencio es asomo
de una angustia, un pesar desesperado,
que te ha caído a plomo,
y que oculta tu voz en encriptado.
Pero tu voz saldrá
cual brota un manantial en la montaña,
casi no se verá,
mas luego hará una red, suave maraña.
Será canto de viento,
una caricia tuya, un juramento.
que entrará en resonancia con el mar,
murmullo tan profundo,
será tu poesía un susurrar,
un secreto de amor suave y fecundo

​

 

Un golpe furibundo
aquel dia mató la indiferencia;
de estado, me refiero, un mar inmundo
de sangre amortajando la inociencia.
Hubo muerte anunciada,
discursos de rigor,
madre pisoteada
en medio del fragor
de algo que no debió jamás pasarnos.
Hoy tendremos que armarnos
de cuanta cosa que no pueda herir.
Apreder a vivir
y a, de esta cruz tan nuestra, desclavarnos.​

 

¿Has contado las sílabas? Un abrazo.