El segador

EL SEGADOR

El segador, tendido en su lecho,
descansa.
La guadaña
presente en su mirada
nos recuerda el trigo de los campos,
las espigas arrancadas a la vida.

En su memoria sigue el pulso firme:
nunca tembló su mano cuando,
con fuerza,
firmaba sentencias de muerte
en la sombra.

Nunca le quemó la piel el sol,
ni bañó su rostro
el sudor del trabajo.
Nunca descansó,
tentó el botijo,
compartió el pan,
rio con vino.

Sigue su mirada oscura viendo
-no puede dejar de hacerlo-
la mies arrancada a su paso:
frente a él, los campos;
detrás, lo yermo.

Tiene su brazo tensa la musculatura
salpicada de la savia que escupieron
los campos al filo de la guadaña,
aún presente en su mirada.

¡Y el trigo florece, crece, vive!
Le grita al segador que no se arredra,
que en jornadas de luto
se hizo fuerte
y el sol que da la vida
le alimenta.

El segador, hoy, sueña con la noche
en la que vuelva a salir al campo
como hizo entonces,
su pulso firme,
en veinticinco movimientos secos,
con veinticinco espigas
cercenadas.

¡Pero el campo ríe, siente, ama!
Y su risa es canción:
canta a la vida...

Y mientras el trigo grita
la memoria de los hermanos ausentes,
el segador, tendido en su lecho,
descansa.

Así viva mil años,
su lecho será siempre lecho de muerte.​

 

Me ha gustado mucho este poema y ese final....tremendo...

Un abrazo

 

Coincido con Luis, espectacular final y buenísimo poema. Para no variar...

 

Tus poemas de amor, me encantan Halloran, pero cuando te metes a hacer poesía de la denuncia no tienes igual.

Un final tremendo y desgarrador.

Un besazo

 

Aplausos!!...mi admiración para tus letras