El serrucho del abuelo

Cada vez que debo acortar una tabla, me lo encuentro colgado de la pared. La idea es usar la sierra eléctrica, pero una fuerza ingobernable, me hace tomarlo y renegar con la tarea. Ya no tiene filo, está muy oxidado y cada pasada es una tortura.

Pero sigo usándolo, una y otra vez.

Estamos juntos desde hace mucho tiempo. Eso puede ser lo que nos une. El abuelo lo quería y ese
extraño afecto se me ha pegado.

Los hombres arrastramos una carga invisible, ejércitos de duendes que se apoderan de nuestras vidas en objetos diferentes e inútiles, que amamos tanto como a las personas que los usaron.

 

Son recordatorios de tanto amor !! Un escrito conmovedor, un abrazo!

 

Lo humano va muy atado a las cosas. Seguro que bajamos del árbol armados con una rama y la debemos haber querido mucho. Creo que algo de nosotros perdura en aquello que queremos. Y si no, es una locura mia y nada mas.
Un abrazo.

 

Hay recuerdos que perduran toda la vida Luis, asi es. ABRAZOS

 

Grácias a Dios es así.
Un abrazo.