Enfrentados en verde

Como hacían desde muchos años atrás, cada cierto tiempo, se daban una tregua en su disputa. En un lugar de confort privilegiado, parapetados el uno del otro, mirábanse de lejos, intentando pensar en otras cosas sin lograrlo, buscando argumentos nuevos con los cuales iniciar la próxima contienda que los llevara a un definitivo triunfo.

Se conocían desde la más remota infancia; eligieron ambos el mismo oficio en el cual eran maestros; tenían muchos amigos, buenos amigos, al menos eso creían, claros partidarios de su buen hacer en la materia; les llovían los encargos para tal o cual proyecto, viajaban a menudo, discutían poco con sus colaboradores, siempre se hacía lo que ellos pretendían, pocos criticaban sus razones. Parecían felices, estaban casados, tenían hijos sonrosados y algo obesos y una casa con jardín y varios perros fieles.

Parecían felices, pero no lo eran, tenían demasiado pero no lo principal: la aprobación del otro, el reconocimiento del otro, los aplausos de quien había sido su rival desde pequeño.

Y todo empezó como un juego absurdo, como un borrón de tinta en un folio en blanco sobre el que ya nada se podía escribir, habría pues que rasgarlo y empezar algo de nuevo.

De niños se divertían jugando a la peonza sobre las baldosas blancas y negras del patio de la escuela, como un tablero de ajedrez dando infinidad de vueltas, apostándose canicas, monedas o cualquier otro objeto, sin que la hegemonía del poder quedara nunca clara.

De repente estalló la guerra que vino a separarlos; esa lucha fratricida que iniciaron sus mayores y continuaron ellos ya sin sangre en las trincheras, porque el rojo se vino a agotar pronto, en los charcos que dejó tanta lluvia en el camino.

Ahora pasados los años, desde lejos, parapetados en sus lugares de confort se miran, intentan descubrir los puntos flacos del adversario, el discurso que esgrimirán para lograr la aplastante victoria. Reaviven su odio exagerado, lo inventan si es preciso para darse fuerzas y entonces....

Se lanzan como toros salvajes, se envisten, se derraman uno sobre el otro, y el azul y el amarillo dejan de serlo y sólo queda el verde, el esperanzado verde que el odio ha redimido.

 

Que MARAVILLOSA, prosa simplemente bella, cuando el odio ya no tiene lugar.
Nos hablas de las separación, que difícil es así, a veces siento como si estuviesemos viviendo una guerra
todos separados sin poder mover de aquí alla o alla aquí realmente horrible,
no sabemos cuando vaya a cambiar las cosas, cada día casos nuevos.

En todos los géneros es grato leerte AMADO, poeta de la madre patria.

Besos desde mis raíces hasta tu sauce,

 

En muchas ocasiones los enfrentamientos bélicos o dialécticos comienzan por equívocos absurdos, por falta de diálogo, por esa necesidad de ser distinto y sobresalir por encima del que es muy similar a nosotros. Tenemos infinidad de cosas pero no somos felices, siempre insatisfechos con lo que nos rodea y con nosotros.
Gracias Guadalupe, es posible que ahora estemos inmersos en algo parecido a una guerra, hay sentimientos similares, como el miedo, la incertidumbre, la inseguridad, el aislamiento. Pero hay cosas como el amor a la poesía y la bondad y la sensibilidad que pase lo que pase no sucumbiran nunca.
Besos para ti enraizados muy profundamente.

 

Con certeza te puedo decir que lo que hablas es verdad. Veo la ingratitud de muchas personas porque no saben aprovechar lo que tienen. Y nada tiene que ver con querer tener cosas y ambición sin que se torne avaricia. Simplemente vivimos en un mundo en donde tener "cosas" te dan el valor a los ojos de los demás. Entonces eso produce una angustia inecesaria porque tienes que "tener" esto u lo otro. Cuando esas cosas no traen la felicidad. Sabes he conocido gente muy pero muy pobre pero son tan felices y tienen unos hijos tan educados que me da verguenza ver como ellos que supuestamente no tienen nada son mas dadivosos que cualquier otro que prentende tener...En fin ya es tarde y me voy a dormir...

Besos desde mis raíces hasta tu sauce,

 

Sí, vivimos en una sociedad consumista donde casi todo te invita a ello. Salir de esta falsa felicidad del objeto, de la posesión innecesaria y adictiva es una necesidad que nos hará más libres, estar más en contacto con las demás personas.
Besos enraizados y profundos