Erguido ando

Erguido mirando de frente la batalla campal que se erige escabrosa,
camino con rumbo al olvido, tomando en mi mano una espada ausente y piadosa,
mientras rezo un trozo de lamento que emergió de mi cabeza pensando en mi diosa,
buscando los ayeres y las flores en este bosque escurridizo de verdades mentirosas.

Hoy siento que mis pulmones se congelan con la frialdad de tu alma que me tiene apabullado,
respiro diariamente el aire gélido encerrado en estas cuatro paredes en que estoy encarcelado,
hoy, vida, me siento acongojado por los haberes inciertos y las certezas que me han enviciado,
tomando en mi mano la copa, que llena de vino, vierte los desprecios del cielo sofocado.

Grito… ¡Sí!, Grito… y mi voz está llena de silencio maldito,
un silencio tan sonoro que llego de tajo a tu oído bendito,
alcanzando las más altas vibraciones, haciendo estremecer al viento fortuito,
como si temeroso temblara envuelto en un manto de pánico, espanto y grito.

Levanto mis manos al cielo en señal de liberación profana,
y en mi mente se clava tu imagen hermosa como la estrella de la mañana,
simplemente la admiro y la gozo con pasión desbordante,
sin darme cuenta que, aunque pareciera inexistente y libertino, así es mi amor amante.

Mi vida se congela lentamente con los témpanos de la verdad que abrigo en mi pecho,
Y busco desesperado flotar en medio de tu imagen para asquearme del calor bajo tu techo,
aun cuando me he dado cuenta que es mentira este, tan grave hecho,
sigo andando por el camino aun que mi corazón se encuentre maltrecho.

Erguido sigo, delirando suicidios, acongojado y sumido en depresión enloquecida,
porque mi alma llora temiendo de si mismo se vuelva una loca suicida,
Y termine en medio de un panteón enterrada bajo el peso de la verdad acaecida.
Erguido ando y no tengo pretextos, viviendo la vida en medio de un ciclón que apenas y aspira.

Mi cuarto está pintado con las huellas inequívocas de almas escabulléndose en este interminable portal
el ambiente mórbido de este, es oceánico en medio de un torbellino tórrido de sal,
exigiendo razones perdidas en medio de las arenas repletas de musgo y coral
pero evadiendo las heridas que se suceden ponzoñosas en las espinas de tu corazón de rosal.

Erguido ando, pero mi camino cesa su andar nuevamente,
no tengo razones más para que mi alma sobria vuelva a ser clemente,
porque en ocasiones siento que he pasado mi existir siendo indulgente,
sin tener alma, ni gozo, ni nada que me haga sobornar la vida que se presenta ausente.