Incendio de masa corporal

I

Nada que no haya pasado por las manos de Dios puede considerarse poesía.
Y lo que es más aún, decir que Yo gobierno el universo no es más que una osadía.
No saben lo que Dios hace a escondidas.
Ustedes ven el mundo a su manera.
Yo soy de otra calaña.
Les muestro lo verdadero, el verdadero inconveniente de ir en contra de Dios, aún sin que sepan hacerlo.
Mi poesía requiere de Dios, no de muestras categóricas de su oronda superioridad.
Lo que quiero decir con todo esto es que jamás verán a Dios.
Eso es imposible, por el mero hecho de que ustedes van por otro camino.
Llámenlo dictadura.

II

Solo lo que escribo es trascendental.
Lo demás son minucias, falacias, palabrería barata.
Mi mente no es oscura, sino profunda.
Así las cosas, elijan bien.
No me sean zopencos.
Tienen en mi poética un repertorio para todos los gustos.
A mí lo de la Conciencia me la trae tan al pairo que ya ni siquiera me arrepiento de...
Les daré una pista:
Desde mi primera letra, supe perfectamente que nadie, ninguno de ustedes, iba a resolverme la existencia.
Esto es, Dios al cien por cien, no es más que una recomendación:
No se hagan cruces con mi poesía.

III

¿Quién coño iba a dejar de suponer una aberración para Dios, habiendo tratado antes con Satán?
El pecado es tan profundo que ni volviendo a nacer se lo quitarían de encima.
¿Acaso creían que Dios quemando a Satán les iba a hacer un favor?
Consideren este poema como una revelación divina.
Mejor dicho, considérenlo.

IV

¿Por qué vivir como si se fuese a a acabar todo?
No soy Cristo, ni un profeta, ni un vulgar discípulo de su Dios.
Repito: ¿Por qué escribir como si se fuera a acabar todo?
Repito: ¿Por qué escribir como si se fuese a acabar Dios?​