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Jaime Sabines.

Tema en 'Poetas famosos, recomendaciones de poemarios' comenzado por librampiro, 12 de Febrero de 2006. Respuestas: 1 | Visitas: 16430

  1. librampiro

    librampiro Poeta fiel al portal

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    29 de Enero de 2006
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    Jaime Sabines. (1926-1999)

    Uno de los más grandes poetas Mexicanos, nace en Tuxcla-Gutiérrez, Chiapas, el día el 25 de marzo de 1926. Su padre el Mayor Sabines tenía ascendecia libanesa y había sido criado en dicho país. Su madre Luz Gutiérrez, nacida en Chiapas.
    Era el tercer hijo de la familia Sabines, sus hermanos fueron Juan y Jorge.
    Sabines confiesa haber tenido una infancia tranquila y feliz, en permanente contacto con la naturaleza y al amparo de una familia muy unida. Fue durante la preparatoria cuando Jaime publicó sus primeros poemas en el periódico de la escuela llamado El Estudiante; Algunos de ellos están en su primer libro, Horal. No obstante, reconoce que la mayoría de lo escrito en esa época eran versos de principiantes, como lo dejan ver —dice— los mismos títulos: "A la bandera", "A mi madre", "Primaveral", "Introspección", y poemas a las novias. Sabines llegó a ser director de ese periódico, que alguna vez lo consideró un futuro valor de las letras chiapanecas. El joven Sabines, alentado por el padre y con un concepto un tanto romántico de la vida, se va a la capital a estudiar medicina, pero abandona al tercer año convencido de no servir para la profesión y decide estudiar Lengua y Literatura Españolas, licenciándose en esta disciplina en 1949.
    En su juventud participó en programas de radio. Fue diputado federal por el estado de Chiapas de 1976 a 1979 y diputado en el Congreso de la Unión en 1988 por el Distrito Federal. Fue poeta calificado por el presidente de México, Ernesto Zedillo, como uno de los más importantes del país en el siglo XX, falleció el 19 de marzo de 1999 en México, Distrito Federal, víctima de un cáncer a la edad de 72 años.

    Sus poemas son viajes al fondo oscuro de las emociones, siempre desgarradores. Muchas de sus obras son toscas y abruptas, dedicadas al amor y a la muerte, en las que el ritmo y el lenguaje cautivan, porque Sabines habla al lector en términos muy simples, dejando al lector impactado.

    Sabines es el poeta de la realidad. Su poesía nace de la práctica cotidiana de la vida, de su relación cercana con lo inmediato, y es emotiva, vivencial y de fácil comprensión. De él escribió la revista mexicana "Poesía en movimiento", editada por Octavio Paz y José Emilio Pacheco:
    "La poesía coloquial, vertida en lenguaje de todos los días, suspendida por una emoción amparada en el temor, encuentra en Sabines un convencido partidario. Al escepticismo descarnado aúna el horror de la muerte; al disfrute de ciertos momentos, opone la conciencia de la destrucción, y sosiega el brote de la esperanza con la imagen de la corrupción de la carne. Con tales elementos, ahogados en una angustia que de pronto puede resolverse en frases imprevistas, ha escrito páginas que sobresalen por la peculiar emoción con que han sido concebidas. De su palabra surge un mundo en descomposición hacia el cual tiende la mano para comprobar cómo el hombre desde que nace es un símbolo de lo que pronto acaba."

    Fue Premio Villaurrutia en 1973 y Premio Nacional de Literatura en 1983. Sus libros son Horal (1950), La señal (1951), Adán y Eva (1952), Tarumba(1956), Yuria (1967), Maltiempo (1972), Algo sobre la muerte del Mayor Sabines (1973) y Uno es el hombre (1990). Su obra está recopilada en Nuevo recuento de poemas (1977).

    Ejemplos de su obra:




    [center:b8e0ad9f56]LA LUNA

    La luna se puede tomar a cucharadas
    o como una cápsula cada dos horas.
    Es buena como hipnótico y sedante
    y también alivia
    a los que se han intoxicado de filosofía.
    Un pedazo de luna en el bolsillo
    es mejor amuleto que la pata de conejo:
    sirve para encontrar a quien se ama,
    para ser rico sin que lo sepa nadie
    y para alejar a los médicos y las clínicas.
    Se puede dar de postre a los niños
    cuando no se han dormido,
    y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos
    ayudan a bien morir.

    Pon una hoja tierna de la luna
    debajo de tu almohada
    y mirarás lo que quieras ver.
    Lleva siempre un frasquito del aire de la luna
    para cuando te ahogues,
    y dale la llave de la luna
    a los presos y a los desencantados.
    Para los condenados a muerte
    y para los condenados a vida
    no hay mejor estimulante que la luna
    en dosis precisas y controladas.


    Jaime Sabines
    [/center:b8e0ad9f56]



    [center:b8e0ad9f56]LOS AMOROSOS
    Jaime Sabines

    Los amorosos callan.
    El amor es el silencio más fino,
    el más tembloroso, el más insoportable.
    Los amorosos buscan,
    los amorosos son los que abandonan,
    son los que cambian, los que olvidan.
    Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
    no encuentran, buscan.
    Los amorosos andan como locos
    porque están solos, solos, solos,
    entregándose, dándose a cada rato,
    llorando porque no salvan al amor.
    Les preocupa el amor. Los amorosos
    viven al día, no pueden hacer más, no saben.
    Siempre se están yendo,
    siempre, hacia alguna parte.
    Esperan,
    no esperan nada, pero esperan.
    Saben que nunca han de encontrar.
    El amor es la prórroga perpetua,
    siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
    Los amorosos son los insaciables,
    los que siempre "¡qué bueno!" han de estar solos.
    Los amorosos son la hidra del cuento.
    Tienen serpientes en lugar de brazos.
    Las venas del cuello se les hinchan
    también como serpientes para asfixiarlos.
    Los amorosos no pueden dormir
    porque si se duermen se los comen los gusanos.
    En la obscuridad abren los ojos
    y les cae en ellos el espanto.
    Encuentran alacranes bajo la sábana
    y su cama flota como sobre un lago.
    Los amorosos son locos, sólo locos,
    sin Dios y sin diablo.
    Los amorosos salen de sus cuevas
    temblorosos, hambrientos,
    a cazar fantasmas.
    Se ríen de las gentes que lo saben todo,
    de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
    de las que creen en el amor como en una lámpara de inagotable aceite.
    Los amorosos juegan a coger el agua,
    a tatuar el humo, a no irse.
    Juegan el largo, el triste juego del amor.
    Nadie ha de resignarse.
    Dicen que nadie ha de resignarse.
    Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
    Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
    la muerte les fermenta detrás de los ojos,
    y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
    en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.
    Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
    a mujeres que duermen con la mano en el sexo, complacidas,
    a arroyos de agua tierna y a cocinas.
    Los amorosos se ponen a cantar entre labios
    una canción no aprendida
    Y se van llorando, llorando
    la hermosa vida.
    [/center:b8e0ad9f56]


    [center:b8e0ad9f56]ME ENCANTA DIOS

    Me encanta Dios. Es un viejo magnífico que no se toma en serio. A él le gusta jugar y juega, y a veces se le pasa la mano y nos rompe una pierna o nos aplasta definitivamente. Pero esto sucede porque es un poco cegatón y bastante torpe con las manos.

    Nos ha enviado a algunos tipos excepcionales como Buda, o Cristo, o Mahoma, o mi tía Chofi, para que nos digan que nos portemos bien. Pero esto a él no le preocupa mucho: nos conoce. Sabe que el pez grande se traga al chico, que la lagartija grande se traga a la pequeña, que el hombre se traga al hombre. Y por eso inventó la muerte: para que la vida —no tú ni yo— la vida, sea para siempre.

    Ahora los científicos salen con su teoría del Big Bang... Pero ¿qué importa si el universo se expande interminablemente o se contrae? Esto es asunto sólo para agencias de viajes.

    A mí me encanta Dios. Ha puesto orden en las galaxias y distribuye bien el tránsito en el camino de las hormigas. Y es tan juguetón y travieso que el otro día descubrí que ha hecho —frente al ataque de los antibióticos— ¡bacterias mutantes!

    Viejo sabio o niño explorador, cuando deja de jugar con sus soldaditos de plomo y de carne y hueso, hace campos de flores o pinta el cielo de manera increíble.

    Mueve una mano y hace el mar, y mueve la otra y hace el bosque. Y cuando pasa por encima de nosotros, quedan las nubes, pedazos de su aliento.

    Dicen que a veces se enfurece y hace terremotos, y manda tormentas, caudales de fuego, vientos desatados, aguas alevosas, castigos y desastres. Pero esto es mentira. Es la tierra que cambia —y se agita y crece— cuando Dios se aleja.

    Dios siempre está de buen humor. Por eso es el preferido de mis padres, el escogido de mis hijos, el más cercano de mis hermanos, la mujer más amada, el perrito y la pulga, la piedra más antigua, el pétalo más tierno, el aroma más dulce, la noche insondable, el borboteo de luz, el manantial que soy.

    A mí me gusta, a mí me encanta Dios. Que Dios bendiga a Dios.


    Jaime Sabines
    [/center:b8e0ad9f56]


    EL PEATÓN

    Se dice, se rumora, afirman en los salones, en las fiestas, alguien o algunos enterados, que Jaime Sabines es un gran poeta. O cuando menos un buen poeta. O un poeta decente, valioso. O simplemente, pero realmente, un poeta.

    Le llega la noticia a Jaime y éste se alegra: ¡qué maravilla! ¡Soy un poeta! ¡Soy un poeta importante! ¡Soy un gran poeta!

    Convencido, sale a la calle, o llega a la casa, convencido. Pero en la calle nadie, y en la casa menos: nadie se da cuenta de que es un poeta. ¿Por qué los poetas no tienen una estrella en la frente, o un resplandor visible, o un rayo que les salga de las orejas?

    ¡Dios mío!, dice Jaime. Tengo que ser papá o marido, o trabajar en la fábrica como otro cualquiera, o andar, como cualquiera, de peatón.

    ¡Eso es!, dice Jaime. No soy un poeta: soy un peatón.

    Y esta vez se queda echado en la cama con una alegría dulce y tranquila.


    Jaime Sabines




    [center:b8e0ad9f56]¿QUÉ PUTAS PUEDO?

    ¿Qué putas puedo hacer con mi rodilla,
    con mi pierna tan larga y tan flaca,
    con mis brazos, con mi lengua,
    con mis flacos ojos?
    ¿Qué puedo hacer en este remolino
    de imbéciles de buena voluntad?
    ¿Qué puedo con inteligentes podridos
    y con dulces niñas que no quieren hombre sino poesía?
    ¿Qué puedo entre los poetas uniformados
    por la academia o por el comunismo?
    ¿Qué, entre vendedores o políticos
    o pastores de almas?
    ¿Qué putas puedo hacer, Tarumba,
    si no soy santo, ni héroe, ni bandido,
    ni adorador del arte,
    ni boticario,
    ni rebelde?
    ¿Qué puedo hacer si puedo hacerlo todo
    y no tengo ganas sino de mirar y mirar?


    Jaime Sabines
    [/center:b8e0ad9f56]

    [center:b8e0ad9f56]MISS X

    Miss X, sí, la menuda Miss Equis,
    llegó, por fin, a mi esperanza:
    alrededor de sus ojos,
    breve, infinita, sin saber nada.
    Es ágil y limpia como el viento
    tierno de la madrugada,
    alegre y suave y honda
    como la yerba bajo el agua.
    Se pone triste a veces
    con esa tristeza mural que en su cara
    hace ídolos rápidos
    y dibuja preocupados fantasmas.
    Yo creo que es como una niña
    preguntándole cosas a una anciana,
    como un burrito atolondrado
    entrando a una ciudad, lleno de paja.
    Tiene también una mujer madura
    que le asusta de pronto la mirada
    y se le mueve dentro y le deshace
    a mordidas de llanto las entrañas.
    Miss X, sí, la que me ríe
    y no quiere decir cómo se llama,
    me ha dicho ahora, de pie sobre su sombra,
    que me ama pero que no me ama.
    Yo la dejo que mueva la cabeza
    diciendo no y no, que así me cansa,
    y mi beso en su mano le germina
    bajo la piel en paz semilla de alas.
    Ayer la luz estuvo
    todo el día mojada,
    y Miss X salió con una capa
    sobre sus hombros, leve, enamorada.
    Nunca ha sido tan niña, nunca
    amante en el tiempo tan amada.
    El pelo le cayó sobre la frente,
    sobre sus ojos, mi alma.

    La tomé de la mano, y anduvimos
    toda la tarde de agua.

    ¡Ah, Miss X, Miss X, escondida
    flor del alba!

    Usted no la amará, señor, no sabe.
    Yo la veré mañana.

    Jaime Sabines
    [/center:b8e0ad9f56]
     
    #1
  2. Noe Guzman

    Noe Guzman Poeta asiduo al portal

    Se incorporó:
    1 de Diciembre de 2005
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    Bien librampiro, el es uno de mis favoritos.
    Ahora leo “Recuento de Poemas” 1950/1993
    Aquí les dejo este:

    HORAL
    El mar se mide por olas
    el cielo por alas
    nosotros por lágrimas.

    El aire descansa en las hojas
    el agua en los ojos
    nosotros en nada.

    Parece que sales y soles,
    nosotros y nada……El mar se mide por olas
    el cielo por alas
    nosotros por lágrimas.

    El aire descansa en las hojas
    el agua en los ojos
    nosotros en nada.

    Parece que sales y soles,
    nosotros y nada……

    Gracias.
     
    #2

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