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José Hernández - Argentina

Tema en 'Poetas famosos, recomendaciones de poemarios' comenzado por Nicolai, 20 de Enero de 2006. Respuestas: 0 | Visitas: 3685

  1. Nicolai

    Nicolai Moderador de foro Espiritual, filosóficos... Moderadores

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    [center:014bade841]Hijo de don Rafael Hernández y de doña Isabel Pueyrredón, José Hernández nació el 10 de noviembre de 1834 en la chacra de su tío, Don Juan Martín de Pueyrredón, antiguo Caserío de Pedriel, hoy convertida en el Museo José Hernández (Partido de San Martín).
    Este argentino nativo expresó diferentes talentos a lo largo de su vida: fue poeta, periodista, orador, comerciante, contador, taquígrafo, estanciero, soldado y político.
    Comenzó a leer y escribir a los cuatro años y luego asistió al colegio de don Pedro Sánchez.
    En 1843, cuando su madre falleció, su padre, que era capataz en la estancias de Rosas, lo llevó a vivir al campo por recomendación médica, ya que, a pesar de su juventud, se encontraba enfermo.
    En el entorno campestre, José Hernández tomó contacto con gauchos e indios. Debido a su proximidad con ellos, tuvo la oportunidad de conocer sus costumbres, su mentalidad, su lenguaje y su cultura. Aprendió a quererlos, a admirarlos, a comprenderlos, y también, a entender sus dificultades en la vida cotidiana.
    En marzo de 1857, poco después de fallecer su padre –quien fue fulminado por un rayo-, se instaló en la ciudad de Paraná. Allí, el 8 de junio de 1859, contrajo matrimonio con Carolina González del Solar. Tuvieron siete hijos.
    Inició su labor periodística en el diario "El Nacional Argentino", con una serie de artículos en los que condenaba el asesinato de Vicente Peñaloza. En 1863 estos artículos fueron publicados como libro bajo el título "Rasgos biográficos del general Ángel Peñaloza".
    En el orden legislativo se desempeñó como diputado, y luego, como senador de la provincia de Buenos Aires. Tomó parte activa con Dardo Rocha en la fundación de La Plata y, siendo presidente de la Cámara de Diputados, defendió el proyecto de federalización por el que Buenos Aires pasó a ser la capital del país.
    En 1869 fundó el diario "El Río de la Plata", en cuyas columnas defendió a los gauchos y denunció los abusos cometidos por las autoridades de la campaña. También fundó el diario "El Eco" de Corrientes, cuyas instalaciones fueron destruidas por adversarios políticos. Colaboró además en los periódicos "La Reforma Pacífica", órgano del Partido Reformista, "El Argentino", de Paraná y "La Patria", de Montevideo.
    En el orden militar actuó en San Gregorio, en El Tala e intervino en las batallas de Pavón y de Cepeda. Luchó además junto a López Jordán en Entre Ríos.
    Debido a los continuos enfrentamientos civiles durante los años '50 y '60, se vio obligado a viajar y trasladó su residencia a menudo. Vivió en Brasil, en las provincias de Entre Ríos y Rosario de Argentina y en Montevideo (Uruguay). En 1870, al fracasar una revolución, tuvo que volver a Brasil. Dos años después, gracias a una amnistía que paró la violencia, pudo volver al país.
    El 28 de noviembre de 1872, el diario "La República" anunció la salida de "El Gaucho Martín Fierro" y, en diciembre, lo editó la imprenta La Pampa.
    Este poema de género gauchesco se convirtió en la pieza literaria del más genuino folclore argentino y fue traducido a numerosos idiomas.
    El libro es considerado la culminación de la llamada "literatura gauchesca" y es una de las grandes obras de la literatura argentina. En él, Hernández rinde homenaje al gaucho, quien aparece en su ser, en su drama cotidiano, en su desamparo, en sus vicisitudes y con sus bravuras.
    Su inesperado éxito entre los habitantes de la campaña lo llevó en 1879 a continuarlo con "La vuelta de Martín Fierro", edición ilustrada por Carlos Clérice.
    En 1881, publicó su obra "Instrucción del Estanciero". El 21 de octubre de 1886 murió en su quinta de Belgrano. Sus últimas palabras fueron: "Buenos Aires... Buenos Aires...".

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    Fragmentos de Martín Fierro

    "Aquí me pongo a cantar
    Al compás de la vigüela,
    que el hombre que lo desvela
    una pena estrordinaria,
    como la ave solitaria
    con el cantar se consuela.

    Pido a los santos del cielo
    que ayuden mi pensamiento:
    les pido en este momento
    que voy a cantar mi historia
    me refresquen la memoria
    y aclaren mi entendimiento

    [..]

    -Amigazo, pa sufrir
    an nacido los varones;
    estas son las ocasiones
    de mostrarse un hombre juerte,
    hasta que venga la muerte
    y lo agarre a coscorrones.

    El andar tan despilchao
    ningun mérito me quita;
    sin ser un alma bendita
    me duelo del mal ajeno:
    soy un pastel con relleno
    que parece torta frita.

    Tampoco me faltan males
    y desgracias, le prevengo;
    también mis desdichas tengo,
    aunque esto poco me aflige:
    yo se hacerme el chango rengo
    cuando la cosa lo esige.

    Y con algunos ardiles
    voy viviendo, aunque rotoso;
    a veces me hago el sarnoso
    y no tengo ni un granito,
    pero al chifle voy ganoso
    como panzón al maíz frito

    [...]


    Y ya con estas noticias
    mi relacion acabé;
    por ser ciertas las conté,
    todas la desgracias dichas:
    es un telar de desdichas
    cada gaucho que usté ve.

    Pero ponga su esperanza
    en el dios que lo formó;
    y aquí me despido yo
    que he relatao a mi modo
    males que conocen todos,
    pero que naides contó."

    Fragmentos de "La vuelta de Martín Fierro"

    "Atención pido al silencio
    Y silencio a la atención,
    Que voy en esta ocasión,
    Si me ayuda la memoria,
    A mostrarles que a mi historia
    Le faltaba lo mejor.

    Viene uno como dormido
    Cuando vuelve del desierto;
    Veré si a esplicarme acierto
    Entre gente tan bizzarra
    Y si al sentir la guitarra
    De mi sueño me despierto.

    [...]

    Se largaron, como he dicho,
    A disponer el entierro;
    Cuando me acuerdo me aterro:
    Me puse a llorar a gritos
    Al verme allí tan solito
    Con el finao y los perros.

    Me saqué el escapulario,
    Se lo colgué al pecador,
    Y como hay en el señor
    Misericordia infinita,
    Rogué por la alma bendita
    Del que antes jué mi tutor.

    [...]

    Es la memoria un gran don,
    Calidá muy meritoria;
    Y aquellos que en esta historia
    Sospechen que les doy palo,
    Sepan que olvidar lo malo
    También es tener memoria.

    Mas naides se crea ofendido
    Pues a ninguno incomodo,
    Y si canto de este modo,
    Por encontrarlo oportuno,
    No es para mal de ninguno
    Sino para bien de todos"
    [/center:014bade841]
     
    #1

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