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José Manuel Caballero Bonald

Tema en 'Biblioteca de Poetas consagrados en verso libre' comenzado por lluvia de enero, 22 de Julio de 2015. Respuestas: 0 | Visitas: 1217

  1. lluvia de enero

    lluvia de enero Simplemente mujer

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    José Manuel Caballero Bonald
    (Jerez de la Frontera, 1926) Escritor español cuyas poesías y novelas se caracterizan por el barroquismo y un cuidado perfeccionista del lenguaje. De madre francesa y padre cubano, estudió letras en Sevilla y durante años desempeñó el cargo de profesor de literatura española e hispanoamericana en la Universidad Nacional de Colombia. Poeta y novelista, además de investigador folclórico, en este último campo escribió valiosas monografías sobre música popular y dirigió un archivo de grabaciones. Ganó el premio Biblioteca Breve con su novela Dos días de setiembre (1962), que fue traducida a varios idiomas. Además, obtuvo el premio de poesía Boscán, en la edición de 1958. El 29 de noviembre de 2012, fue galardonado con el Premio Cervantes. Ganó además el Nacional de Poesía, el Andalucía de las Letras, el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el Federico García Lorca y, en tres ocasiones, el de la Crítica.

    Su primer libro de poemas fue Las adivinaciones (1952), al que siguieron Memorias de poco tiempo (1954), Anteo (1956), Las horas muertas (1959), El papel del coro (1961) y Pliegos de cordel (1963). Estos libros fueron agrupados en un solo volumen con el título de Vivir para contarlo (1969). Posteriormente publicó Descrédito del héroe (1977), Selección natural (1983) y Laberinto de fortuna (1984), entre otros títulos. Su poesía fue concebida como una obra de matiz intelectual que participó de la experiencia vivida y se inscribió plenamente en la Generación del 50.


    http://www.biografiasyvidas.com/biografia/c/caballero_bonald.htm


    ***************


    DOMINGO


    La veis un día domingo.
    Lleva un cuerpo cansado, lleva un traje cansado
    (no lo podéis mirar),
    un traje del que cuelgan trabajos, tristes hilos,
    pespuntes de temor, esperanzas sobrantes
    hechas verdad a fuerza de ir remendando sueños,
    de ir gastando semanas, hambres de cada día,
    en las estribaciones de un pan dominical.

    La veis venir acaso de un afán desahuciado,
    de una piedad con fábulas, la veis
    venir y ya sabéis que está llamándose
    lo mismo que la vida,
    lo mismo que su traje hecho disfraz de olvido,
    hecho carne de engaño comunal,
    cortado a la medida de mensuales lágrimas,
    de quebrantos tejidos con la última
    hebra de la intemperie, con las trizas
    de ese telar de amor donde entrevemos
    la pobreza de todos que es un cuerpo sin nadie.

    Sucede que es un día más bien canción que número,
    más bien como una lluvia de inclementes pestañas,
    de humilde mano abierta
    que volverá a vestir de desnudez la vida.
    Y entonces ya es mentira crecer sobre raíces,
    ya es mentira ese sueño blandamente nocivo
    que se nos va quedando arrendado en la piel,
    que se consume hasta perderse
    en un mísero rastro de caricia aterida,
    hasta llegar a confundirse con un domingo anónimo,
    con un tiempo de nadie hilvanado de lástima.

    Y entonces ese día, el domingo,
    ella viene llegando, corre, se nos acerca
    (todos la conocemos),
    nos mira igual que un charco
    de amor recién secado, nos contagia
    de todo cuanto es crédulo en su espera siguiente,
    porque está consolándose con un jornal vacío,
    porque está desviviéndose
    en una vana sucesión de acopios para huir,
    de ir contando los años por tránsitos de trajes,
    por memorias zurcidas, por sueños arrancados
    del retal de un domingo cegador e ilusorio.

    ***************​


    SIGNOS FAVORABLES


    En medio de la noche oigo
    la vigilia ritual de la naturaleza,
    el fragor de los turnos vegetales.
    Desde las nubes migratorias viene
    fraguándose la costra del verano,
    la rezumante oferta de la tierra.

    Estoy solo en el tiempo.
    (Mi porvenir no existe.)
    Ornamentales aguas tejen
    las cautelosas mallas de la noche.
    Siento el furioso afán de haber vivido
    sin saber que vivía y no me pertenecen
    mis holocaustos vanos, ni las otras verdades,
    ni la fugacidad de tantos sueños.
    (Si pudiera volver cuanto yo soy
    sólo al amor que fui, no a su impostura.)

    De pronto hallo en mí mismo el instrumento
    que irá remunerándome de todo lo perdido:
    es la conflagración de la esperanza.
    Oh pasajero vaticinio, arma ciega de nadie,
    que en el nocturno estrago deposita
    la imposible renuncia de los años.

    (Alguien canta en lo oscuro y me parece
    que es mi olvido quien canta, que algo existe
    en esa voz que es mío y me desprecia.)
    Como la lluvia en un espejo, inerte
    ya la imagen del desertor que he sido,
    la noche me circunda de acechanzas.

    Mi memoria es la voz del campo junta
    y otra vez la esperanza allí me tienta.
    Bajo las ramas de voluble encanto,
    miro mi soledad surgir de nuevo:
    los signos favorables le dan vida.


    ****************​
     
    #1

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