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La máquina de café

Tema en 'Poesía realista (sin premios)' comenzado por kalkbadan, 15 de Abril de 2018. Respuestas: 4 | Visitas: 678

  1. kalkbadan

    kalkbadan Poeta que considera el portal su segunda casa

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    LA MÁQUINA DE CAFÉ


    Iba de camino a una reunión
    cuando me crucé en el parque con una pareja de ancianos
    que paseaban en calma bien agarrados del brazo.
    El viejo, se detuvo,
    y apuntando con la madera de su bastón al cielo
    le dijo a su pareja:

    —Me encanta la primavera de Madrid...,
    ¿has visto qué pequeñas, ¡pero qué verdes!,
    están las hojas de los olmos?
    —Pues yo las veo ya grandes, querido,
    y no de color verde sino más bien amarillas,
    y no sé de qué primavera me hablas con el frío y la lluvia que nos hace.
    —Ya…, definitivamente existen tantos mundos como mentes,
    o sencillamente son ganas de llevar la contraria,
    o quizá ambas cosas a la vez…
    —Lo mismo te digo, viejales.

    Se sonrieron y arrancaron de nuevo su paso lento,
    bien agarrados el uno al otro,
    fundidos en esa especie de unicidad
    que solo los años otorgan al amor.

    Cuando estaba llegando a la empresa que iba a visitar
    me puse a recordar los corrillos con los compañeros de trabajo
    en la segunda planta
    frente a aquella máquina de café preñada por el diablo,
    y no hablábamos sobre la función teatral de nuestras mentes
    sino acerca de lo gilipollas que era nuestro patético jefe.

    No tardé en cambiar la S.A. por una S.L.
    Quise permutar ese Ser Alguien por un Ser Libre.
    Y me mudé a un bajo de quince metros cuadrados
    que era sembrado por el sol una vez al día
    a través de unos ventanucos pegados al techo que daban a la acera,
    cinco minutos de luz como máximo,
    y durante no más de cuatro semanas al año.
    Sobra decir que ante la llegada proverbial de aquel destello
    detenía cualquier cosa que estuviera haciendo.
    Sentía, entonces, un profundo privilegio místico
    al presenciar como mi nicho
    se convertía, así de pronto, en una ilustre cámara egipcia
    con las pecas de polvo brincando juguetonas
    en aquella conspicua trenza de luz.
    El resto del año la oscuridad era total.
    Una oscuridad en la que terminé,
    como el bueno de Papillon,
    por encontrarme demasiado cómodo.
    Al poco tiempo ya reconocía
    a cada uno de los seres que transitaban por la acera,
    cada mañana, cada tarde,
    a su ritmo,
    con sus andares, sus faldas, sus pantalones,
    con sus botines, alpargatas, deportivas…,
    ¡joder!, contado así parezco un puto sicópata.
    Pero bueno, a lo que iba,
    de aquellos seres sobre todo recuerdo
    a los perros
    que siempre se paraban frente a los ventanucos
    mientras me ladeaban sus cabecitas en una especie
    de entrañable saludo.
    Juro que esos perros, de alguna manera, me apreciaban
    mucho más que todos aquellos humanos descabezados.

    Al llegar a la empresa
    subí a la segunda planta
    y me arrimé a un grupo de chavales
    que se encontraba apostado
    frente a la misma máquina de café.
    Rumiaban sobre la mierda de vida de los jefes que tenían
    que eran precisamente aquellos
    con los que yo hablaba de la mierda de vida de los jefes de entonces.

    Después de comprobar que la máquina omnipresente de café
    seguía sirviendo el mismo barro de siempre
    me monté en el ascensor y subí al despacho de mi amigo el jefe.

    Él trabajaba, ahora, en lo alto de un edificio,
    en un amplio despacho.
    Vestía una impecable camisa blanca
    y unos distinguidos tirantes,
    mientras yo seguía en aquel bajo oscuro
    masticando el pienso de siempre.
    Pero aún compartíamos lo primordial
    que era ver a la gente pasar.
    Gente que pasa de largo como la vida pasa sin darnos cuenta.
    Entonces comprendí que nuestra incondicional soledad
    se experimentaba contemplando
    en silencio
    los pasos del mundo.
    Y eso estaba bien,
    pero no era suficiente.

    ¿Qué tal te va en ese cuchitril?,
    a ver si pegas el salto y te vuelves con nosotros
    a currar en cosas serias
    y no en esos proyectillos que tienes entre manos.


    Mientras me hablaba
    pude advertir que desde su ventanal
    apenas se distinguía a la gente
    y me alegró saber que aquel chico que conocí
    no se había convertido,
    del todo,
    en un gilipollas integral.

    Tengo que decir que no tardé en darme cuenta
    de que yo era, al menos, igual de gilipollas,
    por pecar de profeta y pensar que la vida
    tenía algo que ver con esa gente que pasa de largo.
    ¿De qué sirve asumir la soledad si uno no rompe con sus propios barrotes?,
    ¿de qué sirve cambiar una cárcel por otra?
    Al fin y al cabo la única diferencia entre mi cárcel y la suya
    era que la mía la había construido yo mismo.

    Mientras atravesaba el parque de vuelta a casa
    pude gozar de la primera tarde que me supo a primavera.
    Y bajo aquellos olmos me preguntaba
    sobre la existencia del mundo sin nosotros,
    los humanos,
    cuando el cráneo celestial de un meteorito
    nos despachase a reposar al estrato docente de la futura paleontología.
    De existir, seguro que la Vía Láctea y las galaxias vecinas
    estarían de cháchara
    frente a la maquinaria diabólica de un agujero negro
    descojonándose de esos jefecillos que se creyeron dioses
    y resultaron no ser nada
    pudiendo haberlo sido todo...

    Disculpe, caballero; que dice mi marido que ese cielo es rosa
    y yo no tengo duda de que es naranja,
    a usted, ¿qué le parece?


    Kalkbadan
    En Madrid, a 15 de abril de 2018


     
    #1
    Última modificación: 25 de Mayo de 2018
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  2. LIBRA8

    LIBRA8 Invitado

    La libertad no entiende de euros por metro cuadrado, yo creo que ni siquiera entiende de seres humanos. Solo es un concepto abstracto que suena muy bien. Es mejor aprender a disfrutar de los cielos primaverales, de las hojas de los olmos (del color que las quieras ver) y hasta de ese café asqueroso de máquina cuando no queda otra que tomarlo. Está bien eso de ir a tu aire y no atarte a nada que no te convenza, pero no busques la libertad ...y si la buscas, disfruta de la búsqueda, porque es todo y lo mejor que te vas a llevar (que ya es mucho ;)).
    Y bueno, esos pequeños "dioses" humanos ya tienen bastante con mantener en pie sus pequeños y fantasiosos reinos, al final acabarán desahogando sus frustraciones con los cuatro desgraciados que les aguanten o en el foro de El Mundo, por ejemplo...:D
    Me ha gustado mucho tu poema, Andreas, sobre todo por la sensibilidad y la mordedora realidad que rebosa. Mis felicitaciones, amigo.
    Un gran abrazo.
     
    #2
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  3. kalkbadan

    kalkbadan Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Es mejor aprender a disfrutar de los cielos primaverales, de las hojas de los olmos (del color que las quieras ver) y hasta de ese café asqueroso de máquina cuando no queda otra que tomarlo.

    Tal vez sea precisamente eso la libertad: los instantes en los que uno vuela libre sin ataduras ni barrotes.
    Todo está dentro de nosotros, incluso el propio mundo. El otro día respondiendo a un comentario del compañero Vicente recordaba esa evidencia de que cada uno tiene el mundo representado en SU mente, y más o menos puede inferir que resulta similar al del resto de los humanos, pero sin certeza alguna de hasta que punto es así. Por no hablar del mundo «real», del que desconocemos todo.
    Esta parrafada para darte la razón, querido Luis: hay que disfrutar de esa búsqueda, sí señor, y no prestar tanta vida y esfuerzo a sus resultados. Demasiada queja... Y lo que menos importa, la verdad, es la causa superficial a la que se debe.
    La búsqueda incesante de resultados es a lo que me refiero con jugar a ser dioses, cuando al fin y al cabo incluso las galaxias tienen su propia «máquina de café» que acabará con ellas. A esa máquina sideral le corresponderá, desde luego, la última carcajada.

    Un abrazo, querido amigo. Nos vamos viendo poema a poema.


    disfruta de la búsqueda, porque es todo y lo mejor que te vas a llevar

    Gracias.
     
    #3
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  4. Uqbar

    Uqbar Poeta que considera el portal su segunda casa

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    A veces imaginamos que un giro en nuestra vida es suficiente pero es sólo un giro, seguimos anclados. Este párrafo describe a la perfección esa prolongación de insatisfacciones que nos rodea cuando nos quedamos "a medias".


    En la diversidad está la vida también. Cada uno puede mirar con ojos independientes porque todos somos únicos, el logro es saber aceptar y saber compartir.

    Y si lo hacemos con humor ya ni te cuento...


    Las máquinas de café son testigos mudos de muchas insatisfacciones personales. De hecho, hace ya mucho tiempo que me tomo el café en mi sitio de trabajo porque me aburren soberanamente las personas que se quejan siempre y no hacen nada por cambiar. La vida es demasiado corta para perderla.
    Una delicia este encuentro con la reflexión. Felicidades!!! me ha encantado.

    Un abrazo,

    Palmira
     
    #4
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  5. kalkbadan

    kalkbadan Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Qué gusto querida Palmira sentirse tan comprendido en estos versos.
    Una suerte contar con tu presencia, ¡tan presente!
    Abrazote y feliz primavera.
     
    #5
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