Liras ligadas logran labrar los lúcidos locos

Cada tanto denotas
evidentes deseos de escapar
de las amargas notas
del diario trajinar.
No te rindas, mi amigo, al malestar.​

 

Vi los dientes del lobo
y aprendí que la vida son dos días;
y, si puedo, le robo
a las horas vacías,
su esencia convertida en poesías.
​

 

No alcanzaron armiños
para hacerte un abrigo de primera.
Ni encontraron corpiños
en la ciudad entera.
Luces ancha como una bañadera.​

 

Componen las canciones
primero los poetas y soldados
faltos de distracciones
que están enamorados;
después escriben los necesitados.

​

 

Lo disfrutó Adán,
mi padre y mis abuelos embobados:
por siempre existirán
varones admirados
de la mujer bellísima y sus hados.​

 

Vinieron puercoespines
locuaces a inflar globos en la fiesta.
Versos tan borrachines
carecen de respuesta.
Y a esto el surrealismo no detesta.​

 

Fue solo una mirada
de sol en un confín meridional.
Con mi vida cegada
por el afán comercial
tu rostro fue una luz de paz total.​

 

Es serena vestal
la aguda dama que mi pensamiento
retorna a lo ancestral
y evita mi hundimiento
con su risa tan clara como el viento.
​

 

“Voy a dormir la mona”
dijo Tarzán, con fiera autoridad.
“Se nos puso llorona,
¡qué gran calamidad!”
Así es la real paternidad.​

 

A esa oscuridad
que habitara en mi lado luminoso
le doy fugacidad;
el sentirme jocoso
deseo en éste día tan hermoso.​

 

Fueron las disyuntivas
que tiene el joven preso en un destino
de miradas lascivas,
y el aspecto felino
de esa dama mayor en su camino.​

 

Eres un torbellino
que agita de mi vida los cimientos,
y como un remolino
trastocas mis momentos
de tristeza y se van los sufrimientos.​

 

Fueron gratos jumentos
los amigos del foro de tensones.
Sus biológicos vientos
los gocé a montones.
Mas hoy me entraron más obligaciones.
​

Es una chanza; tan, tan, tan jumentos no son.

 

En notable ponencia
el sabio me aclaró un existencial
dilema de la ciencia:
nunca es insustancial
la duda en la persona racional.​

 

Pintamos de color
el lienzo en blanco que nos dió la vida
y le dimos sabor
sin vivencia fingida;
no hubo contigo jornada aburrida.​

 

Verosimilitudes
no espero de la duda cartesiana.
Verdad en ataúdes
envalija la insana
mente del hombre que idiotez emana.​

 

Éramos dos destinos,
la ráfaga y la vela en desconciertos.
A veces los caminos
son nefastos por ciertos,
con mezclas de vergeles y desiertos.​