Liras ligadas logran labrar los lúcidos locos

Debe el fruto maduro
ser tomado del árbol, ya en sazón,
a tiempo, y sin apuro.
La fruta de estación
recibe general aceptación

 

Y sigue nuestra vida
quemando sus etapas poco a poco,
entre la ida y venida
no ponemos el foco
en el mundo que está bastante loco.

 

Hoy me dijeron loco
a calar la verdad, llaman locura
he penetrado un poco,
he ascendido su altura,
he descubierto al fin qué me tortura.

 

Íntima desfallece
bajo atmósfera gris anochecida,
el dolor recrudece
abismos de su herida
y cree que está sola adormecida.

 

Cuando yo te cantaba
te quedabas dormido dulcemente
y cuando me alejaba
cuidadosa y silente
me decías adiós, cara sonriente.
​

 

Nunca seré como antes
con mirada infantil viendo la luna
y las nubes errantes
de pie, junto a mi cuna
con maúllos compartir fiesta gatuna.

 

No tocó ancho de espada
y en el juego de azar no encuentro truco,
quien no da la estocada
queda de mameluco.
"Hay que estar muy atento" -yo te educo-.

 

Quiero un reloj de cuco
el que recuerdo, en casa de mi abuelo,
es ya un traste vejuco
es grande mi desconsuelo,
ya no existe, mi infancia sufre duelo.

 

Fuiste un vulgar farsante
que buscó sus opciones en mi entorno
y seguiste adelante
sin sentir el bochorno
de saber que intuía tu trastorno.

 

Le digo, no te embales,
antes de hacer cualquier cosa sin más
piensa que tus rivales,
si con urgencias vas,
no sabrán que te vemos como un as.

 

Haz dicho que te irás
que vas a trabajar, vuelves mañana
¿Siempre lo mismo harás ?
semana tras semana,
es lo que siempre dices, tan villana.

 

El hábito gobierna
de forma que regula nuestro actuar
conducta sempiterna
que al mismo aguijonear
propicia una respuesta similar.

 

Me parecieron lerdos
cuando los vi, quizás por un prejuicio
pero hicimos acuerdos
en mutuo beneficio
y sin llegar al borde del desquicio.

 

Una fiera al acecho
exhibe el rojo intenso de la ira.
Eso veo en el pecho
con amor de mentira
del "amigo", entre comillas, que nos mira.

 

La mirada de hielo,
circuitos integrados en su testa,
hace temblar el suelo
su cadencia dispuesta
a todo pues lo humano le molesta.​

 

Lo humano le molesta
al robot, que el científico creó
conoce nuestra testa
que nunca reparó
no puede distinguir un “si" de un “no".

 

Le rogué y dijo no,
cuando me lo pidió le respondí:
sonaste como un ¡so!
y yo dije que si
con esta conclusión: no sigo así.

 

Nada, nunca, es bastante.
Un mundo de ambición es insaciable.
Y lo más alarmante
es que requiero un cable
a tierra en este circo cuestionable.​