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Los aceites morales

Tema en 'Poesía Surrealista' comenzado por Orfelunio, 8 de Septiembre de 2011. Respuestas: 0 | Visitas: 598

  1. Orfelunio

    Orfelunio Poeta veterano en el portal

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    LOS ACEITES MORALES



    Eres un oscuro grano,
    purulencia sobre mi rostro
    que se expande como un cáncer.
    No traspases mí línea, sal de mi avenida,
    y que no te encuentre en la calle,
    porque tu vida podrida
    está de más en mis valles;
    los tuyos son referencia
    de basureros, de pestes tales,
    que tu existencia es sombrero
    y tu mala sombra inestable.

    La princesa llama,
    da un paso mortal
    con su vestido de hojas.

    ¡Ven!, si te atreves.
    Yo de un salto
    llego a su rincón,
    ella desaparece;
    es la princesa calor
    que reina sobre el frío
    del reino mineral.

    La quise tanto,
    tanto la amé,
    que no pudiera
    volverla a querer.

    ¿Por qué lloras?,
    me pregunta con cara de desagrado.

    Lloran mis ojos de desconsuelo.
    Hay un cruce de manos.

    Me marcharé a casa
    con un presente.
    Fui a abrir la puerta
    y mi madre bajaba la escalera,
    de visita donde siempre.

    Abrimos y entró en la cocina.
    Antes de ir tras ella
    me paré en la puerta del baño,
    que antes era habitación,
    y aquel primero estaba a la entrada
    en la esquina derecha.

    Noté al instante una sensación
    de poder terrible;
    el pasillo estaba a oscuras,
    me retiré hasta la pared junto a la puerta,
    y a mis pies resoplaba
    la fuerza de un inmenso río.

    Salió mi madre al momento.

    ¡Siéntate!, dijo asustada.

    Yo así lo hice,
    y el vendaval tras de mí
    se acomodó sobre mis piernas,
    como observando la presa.

    Mi madre desapareció de la escena.
    Tuve un miedo insoportable,
    era al caso enorme,
    y pensé por un momento
    en sus cauces sobre mi cuello,
    que resoplaba dejando
    su cálido aliento.

    Moriré sin remedio,
    quizá es el quiero
    de alguno de mis reclamos
    que utiliza la casa secundaria.

    ¡Madre!, cómo se llama.

    -Apareció mi madre con una copa-
    Fagobodo.

    Se la bebió sin acercarse.
    El visceral miró el juguete,
    pero en ningún momento
    dejó el lugar que ocupaba.

    Me estaba asfixiando.
    Una mano puesta sobre el hocico;
    notaba la suavidad y la tersura
    de una piel aterciopelada;
    era como palpar un enorme rostro
    con sus zonas duras, finas y blandas…
    Pensé que había llegado mi fin.

    Hubiera querido tener la espera
    al alcance de la mano, mostrársela
    y lanzarla; una última oportunidad
    para levantarme y abrir la puerta
    que me librara de la duda mortal.

    Por fin apareció mi madre
    con la intención de recoger las sobras;
    y ahí terminó el sueño; quizá otro día,
    mi madre, o yo, ya no estemos aquí,
    y Fagobodo sea más grande que el mundo.

    La quise tanto,
    tanto la amé,
    que no pudiera
    volverla a querer.

    La maga princesa
    convertida en un hueso,
    da saltos mortales,
    con que intima a los presos;
    y si al reino animal
    enseña las carnes,
    de los árboles viste,
    aunque no tenga partes,
    ni alma, ni sexo.

    Salgo a la calle pidiendo socorro,
    el pueblo duerme los gritos sordos.
    Un hombre azul que pide luz
    al hombre verde del callejón;
    y el hondo gris escucha y silba
    cantando un blus de cicerón.

    ¿Qué hay amigo?
    ¿Te llevo al centro?
    Tengo quinientos,
    vente conmigo,
    no estés sediento.

    Allí hay putas y alcohol,
    y una iglesia para el perdón.

    Escucho el fondo que me habla seco,
    mis labios quieren dulzores que no prometo.
    Decido irme donde el racimo,
    el artificio no queda lejos;
    los pasos sigo de huella y polvo
    sin rastro y piedra del edificio;
    y un hombre rojo me dice ¡Stop!,
    el coche bomba hasta aquí llegó.

    ¡Vida!, ¿dónde estás?,
    que ya no estás y eres querida.
    Las tortugas no comen,
    en los veranos se sacian,
    y los inviernos los pasan
    bajo su concha de gracia.

    Quizá haya un tiempo,
    de los tiempos de antes;
    donde pasados distintos
    tienen futuros iguales;
    porque distintos futuros
    son ya pasados mortales.

    “Que madre sólo hay una
    y a ti te encontré en la calle”,
    porque madres de fortuna,
    y de padres ni se sabe.

    Así, en mi presente,
    vivo la vida furtivo,
    engañando a mis males,
    porque sé que de olivos,
    son los aceites morales.

     
    #1
    Última modificación: 8 de Septiembre de 2011

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