¡Más maderaaa!

Familiares, personales,
los problemas que más duelen,
te derrumban, te demuelen
y sientes que nada vales,
y para colmo de males
reaparece el orgullo
trayendo ese vil barullo
que va nublando razones,
te deja por los rincones
con un inútil murmullo.

 

Con un inútil murmullo
el río cede al desierto,
hilo de vida que ha muerto
y nos priva de su arrullo.
Vivo, creo, en un capullo
de confort en la ciudad
y Natura, sin maldad,
extingue o regala vida.
Cuando llegue mi partida
espero serenidad.​

 

De forma amena y ligera
me tragaré este episodio
y no dejaré que el odio
de manera torticera
me deje como un hortera.
Evitare que mi orgullo
me haga conocer el trullo
y si se altera mi nervio
pensare en aquel proverbio
creado por perogrullo.

 

Creado por perogrullo,
tu concepto es obviedad.
Por supuesto que es verdad
que ese tremendo barullo
nunca es motivo de orgullo
y está en lo cierto el vecino.
Pero se tomó mi vino
en la fiesta y se marchó.
¡Y más tarde me increpó,
ni que fuera un asesino!​

 

Míralo desde ese aspecto,
un gran pollo no es "repollo"
ni apuntar bien es "meollo";
el idioma no es perfecto.
Ni pedante o circunspecto
me siento si te lo digo.
Es un detalle de amigo
la crítica constructiva.
No te impongo directiva,
ya no te enfades conmigo.​

 

Ya no te enfades commigo
nunca quise lastimarte,
solo quería abrazarte
para sentir un arrullo,
porque soy solo un capullo
de una frágil mariposa,
que entre tejidos reposa
levantando esos rumores,
de gestos, cartas y flores
que soy espina y no rosa.

 

Muy bueno se lee, pero te queda suelto el primer verso (o el cuarto y el quinto, dado el hilo).
Ahora sigo, asumiendo que no cambiarás el último...

Que soy espina y no rosa
no cabe ninguna duda.
Necesito de tu ayuda
para ya cambiar la cosa.
Que seas mujer hermosa
es lo menos importante.
Pero que seas amante
psicóloga e instructora
es lo que preciso ahora
para salir adelante.​

 

Según sentencia mencione
será hallado culpable
ese pobre miserable
es posible se sancione
tal como la ley dispone
pagará siendo inocente
algo así es muy frecuente
El abogado de oficio
no recibe beneficio
se aprovecha el delincuente

 

En la preparada bolsa,
rebosante de juguetes
y coloridos paquetes,
luciendo barbas de molsa,
Papá Noel siempre embolsa
para los niños sonrisas.
Veloces, por las cornisas
de unas nubes altaneras
sus renos cruzan fronteras
y rara vez los divisas.​

 

Son silenciosas catervas
que se van subiendo al tren.
Sin rostros, en el andén,
parecen zombis y observas
cómo personas son siervas
del oro y sus engranajes.
Como nefastos carruajes,
los trenes de mala muerte
son reflejo de su suerte:
el peso de absurdos viajes.​

 

Usados como saludo,
solía un pueblo nativo
ofrecer sin gran motivo
presentes muy a menudo.
Haciéndome el pelotudo,
les ofrecí baratijas
espejitos y cobijas
a cambio de plata y oro.
Así, con poco decoro,
fui llenando mis valijas.​

 

Fui llenando mis valijas
de amores mal avenidos
fue siempre con individuos
con ideas siempre fijas
de pretensiones canijas.
No sé por qué los quería
eran siempre seductores
que prometían dulzores
y darme gran alegría.
Su falsedad sorprendía.​

 

Su falsedad sorprendía.
Era una sombra sin sol.
Falsías del alcohol
que nos embriaga hasta el día
en dudosa compañía,
incinerando el futuro.
Y resultó ser muy duro
que ese grito de conciencia
se refería a mi esencia
viéndola en puerto seguro.​

 

Con mi barca y navegar
viento en popa en mar abierto,
siempre abrazo el rumbo incierto
que nos cuesta elucidar.
Es mi credo y es mi altar
el océano y las olas.
Escucho las caracolas
si las corrientes me apuran
pues ellas siempre murmuran
secretos de barcarolas.​

 

Recuerda olores de flores
recrearme tu partida
en esta testa abatida,
privada de tus amores.
Pétalo marchito, hedores
son, me llega el cementerio
flaco de todo misterio
masticándome la piel.
Hoy me decora un clavel
el ojal de un traje serio.​

 

Como si fuera un castigo
llovió aquella noche entera,
se inundó la carretera
con el agua hasta el ombligo
toda esa noche maldigo,
terminé con pulmonía
insconciente todo el día
ardiendo de tanta fiebre,
me dieron gato por liebre
en aquella lejanía.

 

En aquella lejanía
te presentan un turismo
muy afín al cataclismo
y no tanto a la alegría.
Como cuentas, ese día
cayeron clavos de punta.
Y nos surge una pregunta:
¿Quién nos cedió ese paquete
que cuesta tanto billete?
¡Fue tu madre cejijunta!​

Sin ofender, Ecos. Así me quedó la rima, nada más.

 

¡Fue tu madre cejijunta!
la que me dió un empujón,
rodé por el callejón
que casi quedé difunta,
la tormenta se barrunta
y arremetió en ventarrón,
no planchar tu pantalón
fue pecado capital
y si no quiero más mal,
te debo pedir perdón.