¿Quédate en casa?

¡Oh Dios, dónde estás! Todos te llaman.
El mundo enfrenta la serpiente que ataca desde las sombras.
Ricos y pobres son sus víctimas,
no importa sexo o edad, religión o gobierno,
aunque al final nada cambie el destino del pobre,
que muere de miseria acumulada.

Por todas partes la gente se esconde en su destino.
Las ciudades desiertas se llenan de vacíos
y todas las voces repiten la misma alarma:
¡No salgas, lávate las manos! ¡No salgas, quédate en casa!
( Claro, si es que tienes agua, si es que tienes casa)
Artistas de todos los géneros apoyan la cuarentena:
pintan, cantan, rompen el silencio de las redes,
un simple ciudadano canta a sus vecinos
desde el balcón que da a la plaza.

Todos se suman aplaudiendo a los héroes que salvan vidas,
a riesgo de la suya propia, en cada jornada.
Y en medio de la rutina
que hoy nos obliga a quedar en casa,
acaso se salvan nuestras vidas,
se salvan familias que ya no lo eran,
se salva el amor haciendo el amor,
se salva la naturaleza que ya no se salvaba.

Pero inevitablemente pienso en la antinomia
que este mensaje tiene en África,
y en otros infiernos de este mundo,
donde millones de seres humanos malviven
y mal mueren,
porque hasta el agua es un lujo
y nunca han tenido ni tendrán una casa.

Pienso inevitablemente en el miserable vagabundo,
que viola todas las cuarentenas sanitarias,
arriesgando su vida, que no es vida,
porque vive y muere en los bancos de un parque,
o en los escombros de una vivienda en ruinas,
o en los portales de la casa de Dios,
que es la casa de todos,
y es la casa de nadie...

Frank Calle (24/ abril/ 2020)