Quintillas quincalleras quizás quemen quilos

Pensar que se está saliendo
es una frase que entiendo,
muestra pena de un proceso;
yo digo al mundo, por eso,
que mucho se está perdiendo.

 

Que mucho se está perdiendo
no cabe la menor duda
y la duda es espinuda
si más nos va carcomiendo.
No tengo la paz de un buda.​

 

Yo solo pienso en el Buda
como imagen de un obeso.
De que sonríe no hay duda,
su imagen de paz no muda
su perfección por exceso.​

 

La prudencia es esencial,
en momentos delicados
unos caminan desviados.
Marchar derecho es crucial,
sin justicia van doblados.

 

Sin que sea percibido
por caminos va seguro,
con calzado más que duro
yo no dudo habrá perdido,
que sin suerte no hay futuro.

 

Ya nos alcanzó “el futuro”
de un descalzo parvulito
y algún patán que es un mito.
Demencia en estado puro
y a nadie le importa un pito.​

 

A nadie le importa un pito
el agujero de ozono
pero yo no me perdono
y para mí es un delito
de inconsciencia y abandono.

 

Pero a quién le importa un pito,
es un pobre mameluco
cansino, necio y calvuco
que si labura es un hito
cuando le alcanza pal' tuco.

(Perdón justo escribía intentando seguir a Ermenegildo)

 

Las ha llevado el olvido,
hoy posan en su mirada
una débil sombra errada
de su ser entelerido
y lágrimas congeladas.

 

¡Tan congeladas
tengo las venas
por las condenas
ocasionadas
por estas penas!

 

Pezuña pegada al suelo,
me encajó la banderilla
y en mi corazón la astilla.
La esperanza que alza vuelo,
ya estaba, de mí, a una milla.

 

“No se si vengo volviendo
o si voy yendo tal vez”,
nos dijo el gallego Mendo.
No me parece brutez
pues de desarraigo entiendo.​

 

De desarraigo comprendo
que entre sismos he crecido,
y en los pozos he caído.
Que la pasa bien horrendo
aquel que ha sido engullido.

 

Jamás seré yo engullido
por las masas de turistas,
si en un momento lo he sido
juro que me he arrepentido
y no engrosaré esas listas.

 

Pertenecí a negras listas
de un gobierno militar.
Es mejor ni recordar
los personajes fascistas,
su deseo de matar.​

 

Es ese verbo matar
que ha subido su frecuencia
y nada logra bajar,
en México su inclemencia,
no se ha dónde va a llegar.​

 

Hoy he asistido a la fiesta.
Mucha gente que bebía,
al finalizar el día,
necesitó de una siesta
y de un baño de agua fría.

 

Con una broncaza ardiente,
de gran revolucionario,
leía el digital diario
en la pantalla fulgente.
Se soñaba un temerario.​

 

Lo etiquetan al vencido
con sueños de temerario
diciéndole mercenario
o despreciable y partido,
la pluma asume el calvario.

 

En cada año se cuenta
de la empinada pendiente,
otros van por la corriente
aunque en caída cruenta,
si usted piensa no lo intente.

 

Me dicen que no lo intente
que no ha podido la gente,
yo agradezco el comentario
y no creo en el mal fario,
me tiro entonces del puente.