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RAYAS

Tema en 'Lecciones de ortografía y gramática' comenzado por musador, 13 de Julio de 2015. Respuestas: 3 | Visitas: 3395

  1. musador

    musador esperando...

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    He notado que en los aportes en prosa de los compañeros narradores se observan serias debilidades en la puntuación cuando los relatos incluyen parlamentos. Yo mismo tengo a veces dificultades con este asunto, lo que me ha llevado a estudiarlo con algún detalle. Desgraciadamente, las inseguridades acerca del uso correcto de la puntuación muchas veces nos inhiben de usarla, empobreciendo en consecuencia la maravillosa riqueza de nuestra lengua.

    Este escrito pretende compartir mis conclusiones con otros y resumir algunas reglas a tener en cuenta. La bibliografía básica a la que haré constante referencia es "Ortografía de la lengua española" (RAE,2010), que abreviaré (ORAE).

    0.
    Tiene serios problemitas
    este asunto de las rayas,
    a mirar aunque no vayas
    a dedicarte a las citas.
    Si te aquejaran con cuitas
    bien te vendría un vistazo
    a este escrito tan plomazo
    donde encontrarás ejemplos
    para decorar tus templos:
    pasar prosa por cedazo.



    1. Clasificación de signos de puntuación.
    Es necesario tener en cuenta que la (ORAE, III.3.1.1) llama signos delimitadores principales al punto, punto y coma, y dos puntos, y llama signos indicadores de modalidad a los de interrogación, de admiración y a los puntos suspensivos. Esta distinción será importante en lo que sigue.
    Aunque resulta digresivo, comento acá un hecho que debe tenerse presente.
    Los signos indicadores de modalidad tienen una particularidad curiosa como delimitadores: pueden ir seguidos de un delimitador principal, salvo punto. Cuando un signo de modalidad va seguido de mayúscula, asume el rol de delimitador de período, haciendo redundante el punto (ORAE,III.3.4.1.3.1).

    2. Las reglas para el uso de la raya en textos narrativos (ORAE, III.3.4.7.1.3).

    Transcribo las reglas tal como están enunciadas en (ORAE)

    (Comienza cita textual, evito comillas para evitar líos. Solo intercalo numeración de los ejemplos para futura referencia en la forma (Ei))
    En los textos narrativos, las rayas sirven también para introducir o enmarcar los comentarios y precisiones del narrador a las intervenciones de los personajes. En este uso, se presentan algunas dudas relativas a la posible supresión de la raya de cierre, a la posición de otros signos de puntuación con respecto a ella y a la escritura de mayúscula o minúscula inicial en la secuencia que introducen. Para su correcto empleo, debe tenerse en cuenta lo siguiente:

    a) No se escribe raya de cierre si tras el comentario del narrador no sigue hablando inmediatamente el personaje:

    —Espero que todo salga bien —dijo Azucena con gesto ilusionado. A la mañana siguiente, Azucena se levantó nerviosa. (E1)

    En cambio, se escriben dos rayas, una de apertura y otra de cierre, cuando las palabras del narrador interrumpen la intervención del personaje y esta continúa inmediatamente después:

    —Lo principal es sentirse viva —añadió Pilar—. Afortunada o desafortunada, pero viva. (E2)

    b) Como muestra el ejemplo anterior, cuando el comentario o aclaración del narrador va introducido por un verbo de lengua (decir, añadir, asegurar, preguntar, contestar, espetar, exclamar, responder, etc.), dicho comentario se inicia con minúscula, aunque venga precedido por un signo de cierre de interrogación o de exclamación, o por puntos suspensivos:

    —Qué le vamos a hacer —exclamó resignada doña Patro. (E3)
    —¿Ha llegado ya el presidente? —preguntó alarmado el embajador. (E4)
    —Si me hubieras hecho caso... —susurró mientras seguía con la mirada a su hijo, que se alejaba cabizbajo. (E5)

    Si la intervención del personaje continúa tras las palabras del narrador y debe aparecer un signo delimitador principal (punto, coma, punto y coma o dos puntos) tras la secuencia interrumpida, este se coloca detrás de la raya que cierra el inciso narrativo:

    —No te creo —afirmó tajante—. Por mucho que te esfuerces, ya no creo en ti. (E6)
    —Está bien —dijo Carlos—; lo haré, pero que sea la última vez que me lo pides. (E7)
    —Lo será —respondió agradecido—, te lo aseguro. (E8)
    —Te lo advierto —dijo amenazante—: no voy a consentir que te salgas con la tuya. (E9)

    Como en otras ocasiones, el comportamiento de los signos delimitadores principales difiere del de los signos indicadores de modalidad (signos de interrogación y exclamación y puntos suspensivos). Como se aprecia comparando las dos tandas de ejemplos anteriores, los delimitadores principales se escriben siempre inmediatamente detrás de la raya de cierre del inciso del narrador; mientras que, si se trata de indicadores de modalidad, los signos de cierre de interrogación y exclamación, y los puntos suspensivos se colocan antes del inciso que enmarcan las rayas y separados de él por un espacio.

    c) Cuando el comentario del narrador no va introducido por un verbo de lengua y el parlamento precedente constituye un enunciado completo, las palabras del personaje se cierran por punto —o, según sea el caso, con cierre de interrogación, exclamación o puntos suspensivos— y el inciso del narrador se inicia con mayúscula:

    —No se moleste. —Cerró la puerta y salió de mala gana. A la mañana siguiente, se levantó temprano y se dirigió al café de costumbre. (E10)
    —¿Puedo irme ya? —Se puso en pie con gesto decidido. (E11)
    —Si te viera tu madre... —Lágrimas de emoción asomaban a sus ojos mientras contemplaba, arrobado, la escena. (E12)

    En estos casos, si tras el comentario del narrador continúa el parlamento del personaje, es necesario, como se ha indicado (ver (a)), colocar la raya de cierre tras la intervención del narrador y escribir después un punto:

    —No te preocupes. —Le sostuvo la mirada, desafiante—. Sabré encontrar la solución sin tu ayuda. (E13)
    —¿Puedo irme ya? —Se puso en pie con gesto decidido—. No hace falta que me acompañe. Conozco el camino. (E14)
    —Si te viera tu madre... —Lágrimas de emoción asomaban a sus ojos mientras contemplaba, arrobado, la escena—. No sabes cuánto llevo esperando este momento. (E15)

    Cuando el comentario del narrador se intercala en mitad de un enunciado, el texto del inciso se inicia con minúscula:

    —¡Esto que has hecho —se dirigía hacia mí con el gesto descompuesto— es una auténtica locura! (E16)
    (termina aquí mi cita textual de ORAE)

    3. Comentarios y precisiones de mi cosecha
    Quien haya redactado estos párrafos de (ORAE) que he transcripto, ha puesto un admirable esmero en contemplar todos los casos y en ser conciso, quizás en exceso. Trataré en esta sección de precisar algunos detalles que a mí me resultan difíciles. Por mi especialidad —soy matemático— estoy habituado a entender asuntos intrincados, pero sospecho que estos resultarán más difíciles aún para lectores que no tienen ese entrenamiento.

    Trataré de dar una lógica a las reglas enunciadas en (ORAE). Conceptualmente,
    lo que se analiza es un segmento narrativo donde figuran las palabras de un personaje (uno solo, ver la sección 4), eventualmente comentadas o interrumpidas por el narrador. Para explicar las reglas, conviene distinguir casos según: 1) El lugar de la intervención del narrador y 2) La naturaleza de la interrupción.
    Para (1) consideraré cinco situaciones:
    a) Final
    b) Fin de período que sería delimitado por «.»
    c) Fin de período delimitado por un signo de modalidad.
    d) Fin de unidad sintáctica que sería delimitada por coma, punto y coma o dos puntos.
    e) Lugar dentro de una unidad sintáctica.
    Para (2) consideraré dos situaciones
    a) Comentario mediante verbo de habla, que refiere a lo dicho.
    b) Otros casos.

    A. En el caso 2)a) nunca hay un delimitador principal antes de la raya que introduce el inciso del narrador. Si correspondiera, es decir si estuviéramos en las situaciones (1b)(ver E2 y E6) o (1d)(ver E7, E8 y E9), el delimitador debe ubicarse inmediatamente después de la raya de cierre del inciso del narrador. Es curioso el caso en el que el delimitador sería «.» y estamos además en (1a), donde no hay raya de cierre del inciso del narrador: ese «.» no aparece (ver E1 y E3).
    B. En el caso (1c), el signo de modalidad precede a la raya de inicio del inciso del narrador, y la raya de cierre de este inciso va seguida de punto (ver E14 y E15).
    C. En el caso (1a), si el delimitador que corresponde a la intervención del personaje es de modalidad debe preceder a la raya que inicia el inciso del narrador (ver E4, E5 y E11).
    D. El caso (2b) solo puede coexistir con (1a,1b,1c), es decir con los casos en que la intervención del personaje termina con un período completo, y en este caso los signos de puntuación del personaje preceden a la raya de comienzo del inciso del narrador. Si hay raya de cierre del inciso del narrador, debe ser seguida por «.» (ver E10, E11, E12, E13, E14, E15).
    E. El caso (1e) solo puede coexistir con (1a).

    En apretado resumen: Los signos de modalidad siempre van junto a la intervención del personaje. Los delimitadores principales se posponen luego de la raya de cierre del inciso del narrador cuando este se inicia con un verbo de lengua. El signo de cierre del inciso del narrador siempre —salvo en el caso 1e— es seguido por un delimitador: el pospuesto del personaje, si lo hubiera, o un punto.

    4. El estilo directo.
    4.1. En esta sección completaré el análisis anterior con una breve descripción de los que se llama el estilo directo para narrar la intervención de los personajes. En resumen, diré que cada intervención (como las que analizamos antes) debe ir precedida de un punto y aparte e iniciada por una raya. Las referencias del narrador que preceden a la intervención del personaje terminadas en «:», deben ser seguidas de punto y aparte.
    4.2. (Copiado de http://es.wikipedia.org/wiki/Estilo_directo)
    Se narra en estilo directo cuando el narrador deja que escuchemos directamente y en vivo lo que los personajes dicen, piensan, o hacen. Se pueden usar varios procedimientos:


    Soltó una brusca carcajada, tras de lo cual añadió:
    —¿Qué le parece, señora? Le haremos compañía hasta mañana, ¿no está mal, eh?

    Las palabras de los personajes no se introducen con el verbo de “decir” y los dos puntos. El verbo de “decir” se pone al final de las palabras de los personajes o se intercala en ellas y se separa con las rayas de diálogo. Junto con el verbo de “decir” pueden aparecer otras informaciones:

    La automovilista (negro el vestido, negro el pelo, negros los ojos pero con la cara tan pálida que a pesar del mediodía parecía que en su tez se hubiese detenido un relámpago) vio en el camino a una muchacha que hacía señas para que parara. Paró.
    —¿Me llevas? Hasta el pueblo no más —dijo la muchacha.
    —Sube —dijo la automovilista. Y el auto arrancó a toda velocidad por el camino que bordeaba la montaña.

    —Cuidado —decían los habitantes de la ciudad cuando algún turista iba a pasar al lado de la pared—, cruce la calle. Esa pared puede caerse.

    —Muchas gracias —dijo la muchacha con un gracioso mohín—, pero ¿no tienes miedo de levantar por el camino a personas desconocidas? Podrían hacerte daño. ¡Esto está tan desierto!

    No se usa el verbo de “decir” ni como introducción a las palabras de los personajes ni intercalado en ellas.

    —No, no tengo miedo.
    —¿Y si levantaras a alguien que te atraca?
    —No tengo miedo.
    —¿Y si te matan?
    —No tengo miedo.

    No se usa el verbo de “decir” y se intercalan en las palabras de los personajes informaciones sobre éstos o sobre su entorno:

    —¿Qué dicen, amigos, se lo dije o no? —Sacudió una y otra vez la pequeña cabeza bajo la gorra de plato, y dirigió de nuevo la vista hacia la carretera—. No hay taxis después de las diez.

    5. Algunos ejemplos del Quijote.

    En esta Sección mostraré algunos ejemplos del Quijote, clasificándolos según lo descripto en (3). Los ejemplos han sido extraídos de la excelente edición de Francisco Rico (http://cvc.cervantes.es/literatura/clasicos/quijote).

    No puede atribuirse esta puntuación a Cervantes mismo, por varias razones: la una, que parece ser que Cervantes era bastante descuidado en esto, dejando la prolijidad para los editores
    (http://cvc.cervantes.es/literatura/clasicos/quijote/introduccion/aparato_critico/puntuacion.htm), la otra es que la fascinante historia de las ediciones del Quijote es accidentada y llena de peripecias
    (http://cvc.cervantes.es/literatura/clasicos/quijote/introduccion/prologo/rico.htm), donde seguramente la puntuación fue alterada. Por otra parte algunas de las convenciones acerca de la puntuación, como el uso de la raya en el estilo directo, se establecieron siglos después.
    (recomiendo para este asunto el artículo "La puntuación del Quijote", de Fidel Sebastián Mediavilla, )
    En algunos casos que mencionaré, he cotejado la puntuación con la edición de Espasa-Calpe (Buenos Aires 1951).

    Los ejemplos son extraídos del Capítulo XXV en adelante.
    (...)
    —Ya te entiendo, Sancho —respondió don Quijote—: tú mueres porque te alce el entredicho que te tengo puesto en la lengua. Dale por alzado y di lo que quisieres, con condición que no ha de durar este alzamiento más de en cuanto anduviéremos por estas sierras. (2a,1d)

    —Sea ansí —dijo Sancho—, hable yo ahora, que después Dios sabe lo que será; y comenzando a gozar de ese salvoconduto, digo que qué le iba a vuestra merced en volver tanto por aquella reina Magimasa o como se llama. (2a,1d)(...)

    (...)
    —Ni yo lo digo ni lo pienso —respondió Sancho—. Allá se lo hayan, con su pan se lo coman: si fueron amancebados o no, a Dios habrán dado la cuenta.(2a,1b) (...)

    —¡Válame Dios —dijo don Quijote—, y qué de necedades vas, Sancho, ensartando! ¿Qué va de lo que tratamos a los refranes que enhilas? (2a,1d)(...)

    (...)
    —¿Y es de muy gran peligro esa hazaña? —preguntó Sancho Panza.(2a,1a)
    (...)
    (...)
    —¿En mi diligencia? —dijo Sancho.(2a,1a)
    (...)
    (...)
    —Sí —dijo don Quijote—, porque si vuelves presto de adonde pienso enviarte, presto se acabará mi pena y presto comenzará mi gloria.(2a,1d) (...)
    (...)
    —¿Ya no te he dicho —respondió don Quijote— que quiero imitar a Amadís, haciendo aquí del desesperado, del sandio y del furioso, por imitar juntamente al valiente don Roldán, cuando halló en una fuente las señales de que Angélica la Bella había cometido vileza con Medoro, de cuya pesadumbre se volvió loco, y arrancó los árboles, enturbió las aguas de las claras fuentes, mató pastores, destruyó ganados, abrasó chozas, derribó casas, arrastró yeguas y hizo otras cien mil insolencias dignas de eterno nombre y escritura? (2a,1e)(...)

    (...)
    —Paréceme a mí —dijo Sancho— que los caballeros que lo tal ficieron fueron provocados y tuvieron causa para hacer esas necedades y penitencias; pero vuestra merced ¿qué causa tiene para volverse loco? ¿Qué dama le ha desdeñado, o qué señales ha hallado que le den a entender que la señora Dulcinea del Toboso ha hecho alguna niñería con moro o cristiano? (2a,1e)(...)

    (...)
    A lo cual respondió Sancho:

    —Vive Dios, señor Caballero de la Triste Figura, que no puedo sufrir ni llevar en paciencia algunas cosas que vuestra merced dice, y que por ellas vengo a imaginar que todo cuanto me dice de caballerías y de alcanzar reinos e imperios, de dar ínsulas y de hacer otras mercedes y grandezas, como es uso de caballeros andantes, que todo debe de ser cosa de viento y mentira, y todo pastraña, o patraña, o como lo llamáremos. Porque quien oyere decir a vuestra merced que una bacía de barbero es el yelmo de Mambrino, y que no salga de este error en más de cuatro días, ¿qué ha de pensar sino que quien tal dice y afirma debe de tener güero el juicio? La bacía yo la llevo en el costal, toda abollada, y llévola para aderezarla en mi casa y hacerme la barba en ella, si Dios me diere tanta gracia que algún día me vea con mi mujer y hijos.
    (...)

    (...) Este sitio escogió el Caballero de la Triste Figura para hacer su penitencia, y, así, en viéndole comenzó a decir en voz alta, como si estuviera sin juicio:

    —Este es el lugar, ¡oh cielos!, que diputo y escojo para llorar la desventura en que vosotros mesmos me habéis puesto. Este es el sitio donde el humor de mis ojos acrecentará las aguas deste pequeño arroyo, y mis continos y profundos sospiros moverán a la contina las hojas destos montaraces árboles, en testimonio y señal de la pena que mi asendereado corazón padece. (...)

    (...)
    —Pues ¿qué más tengo de ver —dijo Sancho— que lo que he visto? (2a,1e)

    (...)
    —¡Bien estás en el cuento! —respondió don Quijote—. Ahora me falta rasgar las vestiduras, esparcir las armas y darme de calabazadas por estas peñas, con otras cosas deste jaez, que te han de admirar. (2a,1c)(...)

    (...)
    Y estando en esto se llegó Sancho Panza al oído de su señor y muy pasito le dijo:

    —Bien puede vuestra merced, señor, concederle el don que pide, que no es cosa de nada: solo es matar a un gigantazo, y esta que lo pide es la alta princesa Micomicona, reina del gran reino Micomicón de Etiopia.

    —Sea quien fuere —respondió don Quijote—, que yo haré lo que soy obligado y lo que me dicta mi conciencia, conforme a lo que profesado tengo. (2a,1d)

    Y volviéndose a la doncella dijo:

    —La vuestra gran fermosura se levante, que yo le otorgo el don que pedirme quisiere. (...)

    (Espasa Calpe:
    —Sea quien fuere —respondió don Quijote—; que yo haré lo que soy obligado y lo que me dicta mi conciencia, conforme a lo que profesado tengo. -Y volviéndose a la doncella dijo-: La vuestra gran fermosura se levante, que yo le otorgo el don que pedirme quisiere.(2a,)(2b???)(este caso no está contemplado en ORAE, quizás por eso Rico lo compone de manera diferente... Esta diferencia es relevante porque sugiere que Francisco Rico Manrique —miembro de la RAE— no es partidario de la reintroducción de un parlamento con «:» dentro del mismo párrafo con otro parlamento, usanza que he observado en escritores actuales).


    6. Una página de Cien años de soledad.

    Este ejemplo me parece de interés al mostrar como García Márquez combina las dos formas de puntuación del estilo directo, con rayas o con comillas:

    (...)mantenía enredado en los minúsculos problemas de la vida cotidiana. Se quejaba de dolencias de viejo, sufría por los más insignificantes percances económicos y había dejado de reír desde hacía mucho tiempo, porque el escorbuto le había arrancado los dientes. El sofocante mediodía en que reveló sus secretos, José Arcadio Buendía tuvo la certidumbre de que aquél era el principio de una grande amistad. Los niños se asombraron con sus relatos fantásticos. Aureliano, que no tenía entonces más de cinco años, había de recordarlo por el resto de su vida como lo vio aquella tarde, sentado contra la claridad metálica y reverberante de la ventana, alumbrando con su profunda voz de órgano los territorios más oscuros de la imaginación, mientras chorreaba por sus sienes la grasa derretida por el calor. José Arcadio, su hermano mayor, había de transmitir aquella imagen maravillosa, como un recuerdo hereditario, a toda su descendencia. Úrsula, en cambio, conservó un mal recuerdo de aquella visita, porque entró al cuarto en el momento en que Melquíades rompió por distracción un frasco de bicloruro de mercurio.
    —Es el olor del demonio —dijo ella.
    —En absoluto —corrigió Melquíades—. Está comprobado que el demonio tiene propiedades sulfúricas, y esto no es más que un poco de solimán.
    Siempre didáctico, hizo una sabia exposición sobre las virtudes diabólicas del cinabrio, pero Úrsula no le hizo caso, sino que se llevó los niños a rezar. Aquel olor mordiente quedaría para siempre en su memoria, vinculado al recuerdo de Melquíades.
    El rudimentario laboratorio —sin contar una profusión de cazuelas, embudos, retortas, filtros y coladores— estaba compuesto por un atanor primitivo; una probeta de cristal de cuello largo y angosto, imitación del huevo filosófico, y un destilador construido por los propios gitanos según las descripciones modernas del alambique de tres brazos de María la Judía. Además de estas cosas, Melquíades dejó muestras de los siete metales correspondientes a los siete planetas, las fórmulas de Moisés y Zósimo para el doblado del oro, y una serie de apuntes y dibujos sobre los procesos del Gran Magisterio, que permitían a quien supiera interpretarlos intentar la fabricación de la piedra filosofal. Seducido por la simplicidad de las fórmulas para doblar el oro, José Arcadio Buendía cortejó a Úrsula durante varias semanas, para que le permitiera desenterrar sus monedas coloniales y aumentarlas tantas veces como era posible subdividir el azogue. Úrsula cedió, como ocurría siempre, ante la inquebrantable obstinación de su marido. Entonces José Arcadio Buendía echó treinta doblones en una cazuela, y los fundió con raspadura de cobre, oropimente, azufre y plomo. Puso a hervir todo a fuego vivo en un caldero de aceite de ricino hasta obtener un jarabe espeso y pestilente más parecido al caramelo vulgar que al oro magnífico. En azarosos y desesperados procesos de destilación, fundida con los siete metales planetarios, trabajada con el mercurio hermético y el vitriolo de Chipre, y vuelta a cocer en manteca de cerdo a falta de aceite de rábano, la preciosa herencia de Úrsula quedó reducida a un chicharrón carbonizado que no pudo ser desprendido del fondo del caldero.
    Cuando volvieron los gitanos, Úrsula había predispuesto contra ellos a toda la población. Pero la curiosidad pudo más que el temor, porque aquella vez los gitanos recorrieron la aldea haciendo un ruido ensordecedor con toda clase de instrumentos músicos, mientras el pregonero anunciaba la exhibición del más fabuloso hallazgo de los nasciancenos. De modo que todo el mundo se fue a la carpa, y mediante el pago de un centavo vieron un Melquíades juvenil, repuesto, desarrugado, con una dentadura nueva y radiante. Quienes recordaban sus encías destruidas por el escorbuto, sus mejillas fláccidas y sus labios marchitos, se estremecieron de pavor ante aquella prueba terminante de los poderes sobrenaturales del gitano. El pavor se convirtió en pánico cuando Melquíades se sacó los dientes, intactos, engastados en las encías, y se los mostró al público por un instante un instante fugaz en que volvió a ser el mismo hombre decrépito de los años anteriores y se los puso otra vez y sonrió de nuevo con un dominio pleno de su juventud restaurada. Hasta el propio José Arcadio Buendía consideró que los conocimientos de Melquíades habían llegado a extremos intolerables, pero experimentó un saludable alborozo cuando el gitano le explicó a solas el mecanismo de su dentadura postiza. Aquello le pareció a la vez tan sencillo y prodigioso, que de la noche a la mañana perdió todo interés en las investigaciones de alquimia; sufrió una nueva crisis de mal humor, no volvió a comer en forma regular y se pasaba el día dando vueltas por la casa. «En el mundo están ocurriendo cosas increíbles», le decía a Úrsula. «Ahí mismo, al otro lado del río, hay toda clase de aparatos mágicos, mientras nosotros seguimos viviendo como los burros». Quienes lo conocían desde los tiempos de la fundación de Macondo, se asombraban de cuánto había cambiado bajo la influencia de Melquíades.
    (...)
    Cien años de soledad
    Gabriel García Márquez



    7. Que os aproveche. Seguramente faltan cosas en este texto, o hay correcciones para hacer. Agradezco las sugerencias.

    Jorge
     
    #1
    A Évano, danie, MARLEN RH y 1 persona más les gusta esto.
  2. danie

    danie solo un pensamiento...

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    Confesar que a todos nos cuesta emplear las rayas de diálogo, no es tarea fácil. Pero yo no tengo problemas de hacerlo y me sumo en esta ocasión para donde tira la manada.

    Muchas veces me trajeron y me siguen trayendo dolor de cabeza las rayas malditas “jajaja”. Pero tú lo explicas de forma sencilla y encima con un poema en su comienzo que mata un poco el aburrimiento de estos tipos de textos sobre la gramática.


    Confieso que no me alcanza el tiempo de hoy para leer tu gran aporte didáctico, amigo, pero lo copié y lo guardé en el Word para cuando pueda lo estudio bien, así de una vez por todas soluciono esa asignatura pendiente que tengo con algunos momentos en donde creo mis diálogos.



    Gracias por el servicio que le prestas a los usuarios del portal que sueñan, al igual que yo, con cada día escribir un poco mejor.


    Un abrazo grande e infinitas gracias.
     
    #2
  3. gloli

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    Muchísimas gracias por esa información mi apreciado musador.
     
    #3
  4. musador

    musador esperando...

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    Estimado Danie: en el uso de la puntuación se revela en general nuestra intuición de la estructutra sintáctica del discurso, de su lógica en el fondo. Esta intuición se sostiene en la experiencia de lectura, y en la práctica reflexiva de la escritura. Las cosas se complican cuando el lenguaje se divide en lenguaje y metalenguaje, como sucede en los diálogos: usamos palabras para hablar de las palabras, y todo se vuelve un galimatías si no usamos la puntuación adecuada que permita al lector distinguir la metapalabra de la palabra, la metapuntuación de la puntuación. En esencia, este problema de puntuación es bastante semejante a algunos problemas de notación en matemáticas, o en programación: estas dos disciplinas son mis oficios, quizás por eso el asunto me resulta más comprensible que a otros, aunque me resulte también difícil.

    Para entender estas notas, recomiendo ejercitarse en escribir diálogos, aunque sea tontos, pero usando las diversas posibilidades de relación entre los parlamentos de los protagonistas y las intervenciones del narrador.

    abrazo
    J.
     
    #4
    Última modificación: 17 de Julio de 2015

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