Renacer

Tu cielo tiene ojos de cristal
que traspasan el aire, entrecortándolo,
y miran más allá del valle del Ambroz
sobre la almenara gris del Valdeamor.

Anduve entre tus llanos y padrones
y acaricié la hierba en San Andrés;
una hierba que cubre los paisajes
como una cinta verde
y se deja sentir entre los montes,
y se deja abrazar entre los ríos,
y se deja susurrar entre los castaños,
y se deja perfilar por las lloviznas,
el sol y el arco iris.

Pero de aquellos ríos nada queda
sino el rumor distante de unas lágrimas
y unas pisadas en el alba.
Pero de aquellos hombres
con rostros agrietados como el tiempo
nada queda,
tan sólo un cuadro antiguo y apagado
de voces y solanas.

Yo voy acariciando, Ambroz, mi viejo amigo,
tu semilla de luz, por si florece
e inunda las laderas
del gigante del Pinajarro
con sus ojos azules,
vibrantes como el vidrio de tus aguas.

Yo voy acariciando con mis pies
descalzos tus veredas
en la nostalgia íntima del viento,
por si el ocaso trae,
mezclado entre el aroma de la tarde,
ese broche de sol que cubrirá los valles
con la sonrisa fértil de cada primavera.


© Abraham Ferreira Khalil