Residuo en la conversación (¿Realismo psicológico?)

Todo comienza con un lapso insignificante
pretendiendo pensar en los residuos -en la ciencia-.
En todo lo que generamos diariamente.
El minuto devorándome en la inercia
En lo irreversible de los eslabones
engarzados por el residuo.
La preocupación aumenta con la demora.
Con raptos de fugitivo el diálogo pierde interlocutores.
Restregaba el manual de cortesía.
Apenas logro asirme a un instante
como nube de un colectivo vaporizo.
Asido de nubes
con el recuerdo de una secuencia de actos,
sólo imaginé imperceptible un desliz:
el patoteo insufrible precipitado del orden
puso todo en su lugar.
Basta sólo un movimiento ocular.
Un imperceptible movimiento muscular en el rostro,
una participación dilatoria, pueril, disruptiva.
No importa, importa la presencia,
el patentamiento,
la confirmación de que no eres un fantasma.
Antes hubiera pensado innecesaria,
ahora no, la posición, la atención y el lugar
eran cuestión de vida o muerte.
Por momentos la palidez,
su retorno como de muerte y soltarse volátil.
El acompañamiento sinfónico de los gestos.
La mueca de los guardianes de buenas costumbres.
Un poco me consterna sobre todo por Roberto.
Roberto suele ser así, intempestivo.
Lo perdonan,
con el perdón reservado a ciertas personas.
Ese permiso… y es gracioso que él mismo…
Roberto fue furibundo, sujeta ese pacto.
Nunca hubiese esperado de Roberto...
Imaginé la locura figurada como hermandad,
la superstición, su alcance es irreductible.
Mi hermano Roberto, de los hilos de Arlt,
deshilachado -pienso-. Otra vez nublado.
Fui residuo del cuerpo.
Fui mi sombra, apenas silueta y silencio.

©JoséLuisGalarza