Sombra

SOMBRA

Estoy seguro de que no tardarán en descubrir
unos manuscritos apócrifos enrollados
en las orillas limosas del Mar Muerto.
Y en ellos se desvelará que el tal Jesús
fue realmente nuestro querido Platón.
Todo lo supo aquel barbudo con una clarividencia divina.
Sabía muy bien que las sombras nos atraparían
sin posibilidad de redención. Y es que a su propio maestro del alma
lo habían ajusticiado por elevar su mirada hacia la luz.

Dicen que venimos de las cavernas y de sus sombras,
pero yo diría, más bien, que es todo lo contrario:
que somos nosotros los que hemos devenido en cavernícolas,
y no aquel ser humano ancestral.
La secuencia lógica debería ser:
Paleolítico, Neolítico y Carverlítico.

El ser humano primigenio, en las noches limpias de verano,
trataba de palpar con sus yemas las luciérnagas del cielo
con la pureza sorprendida de un niño
y el tacto tembloroso de un anciano.
Pero con el tiempo se envileció nuestra mirada
(y el tacto también)
para, finalmente, dirigirla contra el suelo,
pero no hacia las sombras del mundo, ¡qué va!,
sino hacia nuestra propia sombra…

Así como los barcos exploran con urgencia una cala
antes de que les sobrevenga la tormenta,
el ser humano ha terminado por «resguardarse»
a sotavento de la luz.
Sin embargo, el barco iza, de nuevo,
sus paños al amanecer,
mientras que este humano moderno sigue fondeado
en el peso muerto de unas sombras chinescas
temiendo que esa terrible tormenta
con forma de espejo —y que lleva su nombre—
encienda la luz de su camarote.

A veces nos giramos tímidamente hacia la luz, hacia nuestra luz,
y nos encontramos con los rescoldos de una lumbre que agoniza.
Rescoldos de memoria que humean sus últimas palabras
ante el verdugo de una noche definitiva.
Pero no tardamos en volver la mirada hacia la sombra
para, seguidamente, disimular como si aquella luz
nada tuviera que ver con nosotros…

¿Cómo pudo revirarse nuestra línea de universo
hasta convertirse en una soga
que aguarda con paciencia en el cadalso
hasta que acoplemos nuestro cuello en su lazo?

Pero el drama no lo sufren tanto los viejos
—o los que nos encaminamos a viejo—;
el drama se ceba con el joven que nace con su cabeza inmovilizada
y sus párpados forzadamente abiertos por un par de ganchos metálicos
que dirigen su mirada hacia las sombras de la caverna.
Una puta Naranja Mecánica inversa:
los chavales nacen sometidos
a un tratamiento de aversión hacia su propio amor
tatuando un código de barras
en su perfil de mercancía consumista.
Y en sus pechos arde la rabia brutal de una tormenta solar
sin testigo planetario que acoja
las ondas gravitacionales de su dolor.

Y sufren, y gritan, y piden auxilio,
y lo hacen como pueden, ¡joder!,
porque son niños, maldita sea: ¡niños!
Pero en esta nebulosa adulta de enanas blancas
que agonizan en la pesadez de sus certezas cuñadas,
nadie nadie los escucha.
Y en este desencanto que no cesa
los párpados de nuestras jóvenes estrellas
permanecen cada vez más abiertos,
soportando el tremendo desgarro
gracias al anestésico colirio de un sistema
que los quiere bien «muertos».


Sueño con la revolución definitiva de los jóvenes.

SOMBRA: ¡Obedece y estudia, niñato!: hazte hombre.
Lima bien tus asperezas hasta que te conformes
como una perfecta esfera; un pulido rodamiento patriótico
que contribuya a la gloria de este engranaje social.
Una bolita bien engrasada por la verdad de (nuestro) dios,
dura, idéntica a las demás esferas, brillante y obediente,
y que sienta el orgullo macizo de su giro maquinal.

NIÑO: Tú, sombra, hija de puta, eres límite, frontera, puro trazo,
geometría analítica muerta de una materia hecha de sol.
Mira cómo ardo por dentro… Te jode el negocio, ¿verdad?
El contorno, la superficie que me cubre, ¡es mi piel!,
y mi piel libre no tiene nada que ver con las concertinas de tu suelo.
No quiero que me roces con la perversión sucia de tus dogmas.
¡¡Mira cómo arden nuestros soles
y cómo se apagan tus calderas!!

SOMBRA: Pues prepárate para cubrir tu piel de cebolla
con ese abrigo que no tienes. Reserva el pienso
para cuando pases hambre. Aliméntate, artista,
de la mancha de la que nos hablas, y aprovecha
esa luz arrogante que brota de tu interior para proteger
la pringosa sombra de tus órganos pobres.
Y recuerda, que estaré a tus pies
siempre que lo necesites.

NIÑO: Peletero psicópata: ¡el cuero de mi piel nunca será tuyo!
Y dentro de mí la luz no tiene sombra, ¡a ver si te enteras, imbécil!
Hay oscuridad, porque, si no, genio charcutero:
¿qué cojones alumbraría la luz?
La luz alumbra mi bella oscuridad.
Yo soy la fuente y la boca de mi propio motivo.
Tú eres la imitación política de una frontera,
un perfil gregario que dice ser quien no es.

SOMBRA: ¡Púdrete!

NIÑO: Levántate y anda, cabronazo.

Sueño con la revolución definitiva de los jóvenes.


No, compañeros...
Cuando a estos chavales les llegue su momento
no les temblará el pulso al volverse
contra la hoguera de las vanidades,
sino que se levantarán de un solo salto
y saldrán de esta puta caverna de para siempre.

Y, poco a poco, y gracias a ellos,
iremos recobrando el calor de esa luz materna que perdimos,
y regresará su nana junto al quicio del camastro
desvalido de nuestras soledades...

«¡No te rindas, humano!
¡Tu luz es tuya
y las sombras que ladran
son las suyas!
Y es que en la vida
solo tiene sentido
la luz sentida.»


¡Reviviré!, sea como fuere
eso que sea
vivir...

Porque solo sé
que yo quiero

¡vivir!

—gritará el niño

del futuro—.​

Kalkbadan
Madrid, 17 de febrero de 2024

 

Querido Sergio, efectivamente, la clave del drama gravita en esa ceguera de la que hablas.
Tengo la impresión de que en aquellas tinieblas la "luna" era mucho más que la "luna" moderna. Una luz de fuera que ardía dentro, muy dentro de nosotros. Y, poco a poco, fuimos negando la luz materna enterrando la mirada en el suelo. Y es que la ceguera de estos tiempos está provocada por las sombras que suplantan nuestra existencia como un traje a medida; sombras que delinean con una precisión matemática nuestro perfil de consumidor, mientras la llama, el pecho, la vida envejece en esta alargada sombra que no para de crecer.

La revolución de los jóvenes... Quizá el hartazgo de los niños ante este artificio de ser «no ser» termine por reventar.
Reciben un castigo incesante y brutal. Creo que es mucho más grave la situación de inexistencia que viven los chavales de lo que nos pretenden trasladar los trileros de las sombras chinescas... del poder.

Le he dado una vuelta al texto, y creo haber encontrado teclas más amables.
Un abrazo enorme y gracias por pasar.

 

En realidad yo creo que esta problemática de la que trata tu poema no es nueva, ya mi generación (la del baby boom) entró en esa dinámica del consumismo y su adoctrinamiento desde niños (y en España llevamos menos tiempo que en países como USA o en otros países ricos); y claro, las consecuencias no son nada buenas para la sociedad ni para esa juventud, no ya en esa etapa, sino cuando pasan a la edad adulta. La primera y más importante consecuencia es la frustración y la infelicidad cuando no se alcanzan los objetivos "prefabricados", acompañadas de ansiedad, depresiones, etc.
También pienso que lleva a construir sociedades frágiles, egoístas y fáciles de manipular, y si a eso le añades ahora el tsunami de las nuevas tecnologías de información y de comunicación, pues a saber cómo acabará esto.

Pero la única forma de luchar contra esta dinámica pasa necesariamente por la educación adecuada en el ámbito familiar -pues veo totalmente imposible esa "revolución de los niños o los jóvenes"-, y ese es el gran problema. Ahora más que nunca se hace muy necesario preparar a los chavales frente a estos nuevos tiempos, extremadamente cambiantes y complejos, y sinceramente, no veo en general esa cualificación necesaria en los padres. Un factor que creo también importante -hace poco lo hablaba con unos amigos- es el cada día muy mayor número de familias con hijos únicos (estoy convencido que eso va a tener consecuencias de muy variada índole tanto en los chavales como en la sociedad futura)

Has tratado un asunto muy actual y realista de una manera poética, original y hermosa (no es sencillo hacerlo) y te felicito por ello, Andreas.
Y en fin, yo pienso que que estos tiempos traen cosas muy buenas para la humanidad, pero inevitablemente también van a producir (o ya están produciendo) efectos no tan buenos y peligrosos, y la infancia y la juventud son el grupo más sensible y expuesto a esas sombras y efectos dañinos.
Un abrazo, querido amigo.

 

¡Querido Luis! Gracias por comentar, compañero. Es cierto que la manipulación de las masas y, especialmente, de ese potencial proletario esclavo que son los jóvenes, siempre ha sido foco de interés de los poderes fácticos. Yo soy poco optimista con los tiempos que arrecian. Realmente no sabemos qué consecuencias tiene todo este cambio de paradigma tecnológico y social que estamos viviendo a tiempo real. Más que nunca estamos dirigiendo la mirada hacia nuestra propia sombra manejada por un sistema que nos quiere muertos. Yo creo que es la primera generación, amigo, en la que los niños, los jóvenes, están perdiendo el tiempo, su tiempo, su vida, sin darse cuenta. No hay escrúpulos por parte de esta rueda capitalista de corte casi antropológico: ¿quizá sea un estadio al que estábamos condenados a llegar? Todo está adaptado para captar la atención de los niños y su potencialidad como consumidor desde que son prácticamente unos bebés. Es bestial. Y es muy cierto lo que dices acerca del efecto pernicioso de la sobreprotección en los chavales... Y en esa fragilidad los padres tenemos nuestra responsabilidad. Cuando hablo de la revolución de los jóvenes, hablo de esa tormenta solar que percibo en algunos chavales. Quizá se harten y dejen de ser cadáveres de luz azul (como los adultos) y busquen alternativas sensatas y compatibles con su libre expansión, y puedan así conformarse como astros y planetas, que es lo que demanda el deseo expansivo de su vida.
Ojalá, como dices, sepan exprimir la poesía y aprovechen esas cosas buenas que les depare el futuro.
Siempre es un privilegio saberte por mis textos, con esa mirada tan personal y lúcida. Y te lo agradezco especialmente en textos largos (y pesados) como este.
¡Un abrazo inmenso!

 

la revolución llegará, kalk. pero no será por la generación de maricas y yonquis que se colocan con la mediocre luz de las pantallas.

¿de quién es la culpa del lamentable estado de la última generación de la juventud? la sombra, como bien decís vos, es una que ha estado contaminándonos desde que el ser humano decidió que aquello llamado civilización implicaba la destrucción de los semejantes - esa la tenemos que dar por descontado. entonces, algo se hizo terriblemente mal durante los últimos treinta años para haber llegado a ésto, la generación menos preparada para la vida sobre la faz de la tierra.

los que van a ser padres en estos días, y que como en el albor de los tiempos toman consciencia de la noche que nos rodea, deben tomar en cuenta esas lecciones para que de alguna manera, esa fuerza necesaria - la ausente, la que clama por nacer- tenga en efecto la oportunidad de hacerlo en las siguientes generaciones.

buenas letras, para despertar un poco.

un abrazo bróder.

 

¡Querido Charlie! Qué derroche de belleza y sensibilidad en tu comentario... Muchas gracias, amigo.
Tienes razón, ese progresivo decaimiento en la sombra parece que debemos asumirlo como parte de la evolución (o más bien involución).
Y la brutal revolución tecnológica de la época reciente ha contribuido a engrasar y acelerar nuestro proceso de autoexorcismo.
Y, efectivamente, se da la triste circunstancia de que en este estadio bestia del capitalismo el joven se muestra más inerme que nunca ante la hostilidad del mundo, como bien apuntaba el compañero Luis. Pero sabemos, Charlie, que el joven es quien atesora esa tormenta solar necesaria, que le otorga autoridad para liderar cambios de esta naturaleza: esa fuerza necesaria - la ausente, la que clama por nacer-. No serán estos (o tal vez una parte de ellos). En cualquier caso, será el niño del futuro; la revolución llegará. Me habéis hecho pensar, compañeros. Cerré, por fin, el texto, con una propuesta a la altura de vuestros comentarios.
Un abrazo fuerte a todos.

 

Un gran texto de sinuosa profundidad.

Ya cabrá a cada lector definir, o redefinir su significado.

Me recordó algo a "el señor de las moscas" de William Golding.

Saludos cordiales.

 

Efectivamente, esa es la belleza de la doble creación.
Gracias por leer, y más un texto tan largo, y comentar.
Saludo cordial, Dragón.

 

Creo que cuando Dios hizo al mundo ( soy ateo, pero voy a darle un sentido teológico) antes de crear al hombre y luego a la mujer, creó un sistema (tal vez fue Dios o el diablo, o los 2 juntos como compinches) Y siempre fuimos desde las cavernas, antes de que se conociera el fuego, un producto (paquete) de ese sistema. En ese sistema luego metieron para guiarnos los mandamientos. Bueno, por suerte estaban los mandamientos, sino andaríamos a lomo de burro y descarriados peor que ahora, o sin saber siquiera por lo qué luchar ( lo más jodido). Pero en esos mandamientos como nota muy pequeña, casi ilegible agregaron un sello perfecto del cual no podemos salir. El del sufrimiento eterno. Y acá viene el dilema, desde que existe la memoria, como si te bautizaran con el lema de que el sufrimiento extremo ( mientras más sufrimiento, mejor es) es necesario para luego morir y vivir por siempre en el paraíso. Eso tiene sus variantes y modificaciones pero a lo largo de los años lo usaron para someter a los supuestamente débiles/que no tienen poder de los fuertes/poderosos. Eso es una ley, fiel a seguir a raja tabla y hoy más que nunca se profesa de boca en boca. Una raíz muy importante que al rebaño enceguece y mete en las sombras. A veces es necesaria que se encienda una tenue vela aunque sea y se oriente hacia los mandamientos y desgarrando el velo de nuestros ojos ( ese velo de justificación absoluta de eterno sufrimiento que también emplean para tenerte sumiso ).
El Charli lo explicó con revolución, pero como ya dije hoy estoy más teológico.

Es un placer leerte Kal, por más extenso que seas.

un abrazo

 

Mira que soy ateo, pero te digo Amén..... y un abrazo.
Javier