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Sor Juana Inés de la Cruz

Tema en 'Biblioteca de Poética Clásica (Poetas famosos)' comenzado por Francisco Lechuga Mejia, 14 de Mayo de 2013. Respuestas: 7 | Visitas: 1924

  1. Francisco Lechuga Mejia

    Francisco Lechuga Mejia Poeta que no puede vivir sin el portal

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    Juana Inés de Asbaje y Ramírez; San Miguel de Nepantla, actual México, 1651 - Ciudad de México, ., 1695

    Escritora mexicana. Fue la mayor figura de las letras hispanoamericanas del siglo XVII. Niña prodigio, aprendió a leer y escribir a los tres años, y a los ocho escribió su primera loa. Admirada por su talento y precocidad, a los catorce fue dama de honor de Leonor Carreto, esposa del virrey Antonio Sebastián de Toledo. Apadrinada por los marqueses de Mancera, brilló en la corte virreinal de Nueva España por su erudición y habilidad versificadora.

    Pese a la fama de que gozaba, en 1667 ingresó en un convento de las carmelitas descalzas de México y permaneció en él cuatro meses, al cabo de los cuales lo abandonó por problemas de salud. Dos años más tarde entró en un convento de la Orden de San Jerónimo, esta vez definitivamente. Dada su escasa vocación religiosa, parece que sor Juana Inés de la Cruz prefirió el convento al matrimonio para seguir gozando de sus aficiones intelectuales: «Vivir sola... no tener ocupación alguna obligatoria que embarazase la libertad de mi estudio, ni rumor de comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis libros», escribió.
    Su celda se convirtió en punto de reunión de poetas e intelectuales, como Carlos de Sigüenza y Góngora, pariente y admirador del poeta cordobés, cuya obra introdujo en el virreinato, y también del nuevo virrey, Tomás Antonio de la Cerda, marqués de la Laguna, y de su esposa, Luisa Manrique de Lara, condesa de Paredes, con quien le unió una profunda amistad.
    En su celda también llevó a cabo experimentos científicos, reunió una nutrida biblioteca, compuso obras musicales y escribió una extensa obra que abarcó diferentes géneros, desde la poesía y el teatro, en los que se aprecia la influencia de Góngora y Calderón, hasta opúsculos filosóficos y estudios musicales.
    Perdida gran parte de esta obra, entre los escritos en prosa que se han conservado cabe señalar la carta Respuesta a sor Filotea de la Cruz, seudónimo de Manuel Fernández de la Cruz, obispo de Puebla. En 1690, éste había hecho publicar la Carta atenagórica, en la que sor Juana hacía una dura crítica al «sermón del Mandato» del jesuita portugués António Vieira sobre las «finezas de Cristo», acompañada de una «Carta de sor Filotea de la Cruz», en la que, aun reconociendo el talento de la autora, le recomendaba que se dedicara a la vida monástica, más acorde con su condición de monja y mujer, que a la reflexión teológica, ejercicio reservado a los hombres.

    A pesar de la contundencia de su respuesta, en la que daba cuenta de su vida y reivindicaba el derecho de las mujeres al aprendizaje, pues el conocimiento «no sólo les es lícito, sino muy provechoso», la crítica del obispo la afectó profundamente, tanto, que poco después sor Juana Inés de la Cruz vendió su biblioteca y todo cuanto poseía, destinó lo obtenido a beneficencia y se consagró por completo a la vida religiosa.
    Murió mientras ayudaba a sus compañeras enfermas durante la epidemia de cólera que asoló México en el año 1695.

    La poesía del Barroco alcanzó con ella su momento culminante, y al mismo tiempo introdujo elementos analíticos y reflexivos que anticipaban a los poetas de la Ilustración del siglo XVIII.

    Sus obras completas se publicaron en España en tres volúmenes: Inundación castálida de la única poetisa, musa décima, sor Juana Inés de la Cruz (1689),Segundo volumen de las obras de sor Juana Inés de la Cruz (1692) y Fama y obras póstumas del Fénix de México (1700).




    Estos versos lector mío

    Estos versos, lector mío,
    que a tu deleite consagro,
    y sólo tienen de buenos
    conocer yo que son malos,
    ni disputártelos quiero,
    ni quiero recomendarlos,
    porque eso fuera querer
    hacer de ellos mucho caso.

    No agradecido te busco:
    pues no debes, bien mirado,
    estimar lo que yo nunca
    juzgué que fuera a tus manos.
    En tu libertad te pongo,
    si quisieres censurarlos;
    pues de que, al cabo, te estás
    en ella, estoy muy al cabo.

    No hay cosa más libre que
    el entendimiento humano;
    pues lo que Dios no violenta,
    por qué yo he de violentarlo?

    Di cuanto quisieres de ellos,
    que, cuanto más inhumano
    me los mordieres, entonces
    me quedas más obligado,
    pues le debes a mi musa
    el más sazonado plato
    (que es el murmurar), según
    un adagio cortesano.
    Y siempre te sirvo, pues,
    o te agrado, o no te agrado:
    si te agrado, te diviertes;
    murmuras, si no te cuadro.

    Bien pudiera yo decirte
    por disculpa, que no ha dado
    lugar para corregirlos
    la priesa de los traslados;
    que van de diversas letras,
    y que algunos, de muchachos,
    matan de suerte el sentido
    que es cadáver el vocablo;
    y que, cuando los he hecho,
    ha sido en el corto espacio
    que ferian al ocio las
    precisiones de mi estado;
    que tengo poca salud
    y continuos embarazos,
    tales, que aun diciendo esto,
    llevo la pluma trotando.

    Pero todo eso no sirve,
    pues pensarás que me jacto
    de que quizá fueran buenos
    a haberlos hecho despacio;
    y no quiero que tal creas,
    sino sólo que es el darlos
    a la luz, tan sólo por
    obedecer un mandato.

    Esto es, si gustas creerlo,
    que sobre eso no me mato,
    pues al cabo harás lo que
    se te pusiere en los cascos.
    Y adiós, que esto no es más de
    darte la muestra del paño:
    si no te agrada la pieza,
    no desenvuelvas el fardo.



    Hombres Necios


    Hombres necios que acusáis
    a la mujer sin razón,
    sin ver que sois la ocasión
    de lo mismo que culpáis:

    si con ansia sin igual
    solicitáis su desdén,
    ¿por qué queréis que obren bien
    si la incitáis al mal?

    Cambatís su resistencia
    y luego, con gravedad,
    decís que fue liviandad
    lo que hizo la diligencia.

    Parecer quiere el denuedo
    de vuestro parecer loco
    el niño que pone el coco
    y luego le tiene miedo.

    Queréis, con presunción necia,
    hallar a la que buscáis,
    para pretendida, Thais,
    y en la posesión, Lucrecia.

    ¿Qué humor puede ser más raro
    que el que, falto de consejo,
    él mismo empaña el espejo,
    y siente que no esté claro?

    Con el favor y desdén
    tenéis condición igual,
    quejándoos, si os tratan mal,
    burlándoos, si os quieren bien.

    Siempre tan necios andáis
    que, con desigual nivel,
    a una culpáis por cruel
    y a otra por fácil culpáis.

    ¿Pues como ha de estar templada
    la que vuestro amor pretende,
    si la que es ingrata, ofende,
    y la que es fácil, enfada?

    Mas, entre el enfado y pena
    que vuestro gusto refiere,
    bien haya la que no os quiere
    y quejaos en hora buena.

    Dan vuestras amantes penas
    a sus libertades alas,
    y después de hacerlas malas
    las queréis hallar muy buenas.

    ¿Cuál mayor culpa ha tenido
    en una pasión errada:
    la que cae de rogada,
    o el que ruega de caído?

    ¿O cuál es más de culpar,
    aunque cualquiera mal haga:
    la que peca por la paga,
    o el que paga por pecar?

    Pues ¿para qué os espantáis
    de la culpa que tenéis?
    Queredlas cual las hacéis
    o hacedlas cual las buscáis.

    Dejad de solicitar,
    y después, con más razón,
    acusaréis la afición
    de la que os fuere a rogar.

    Bien con muchas armas fundo
    que lidia vuestra arrogancia,
    pues en promesa e instancia
    juntáis diablo, carne y mundo.



    DETENTE SOMBRA

    Detente, sombra de mi bien esquivo,
    imagen del hechizo que más quiero,
    bella ilusión por quien alegre muero,
    dulce ficción por quien penosa vivo.

    Si al imán de tus gracias, atractivo,
    sirve mi pecho de obediente acero,
    ¿para qué me enamoras lisonjero
    si has de burlarme luego fugitivo?

    Mas blasonar no puedes, satisfecho,
    de que triunfa de mí tu tiranía:
    que aunque dejas burlado el lazo estrecho

    que tu forma fantástica ceñía,
    poco importa burlar brazos y pecho
    si te labra prisión mi fantasía.


    http://www.los-poetas.com/l/sor1.htm#DETENTE SOMBRA

    http://www.biografiasyvidas.com/biografia/j/juana_ines.htm

     
    #1
  2. VicenteMoret

    VicenteMoret Moder. Biblioteca P. Clásica.Cronista del Tamboura Miembro del Equipo Moderadores

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    Gracias, amigo. Un abrazo. Chu.
     
    #2
  3. Orfelunio

    Orfelunio Poeta veterano en el portal

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    Excelente, Francisco... Un abrazo
     
    #3
  4. Ana María Giordano

    Ana María Giordano Poeta que no puede vivir sin el portal

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    Es una poetisa a quien admiro desde siempre. Su valor en los tiempos que escribió fue muy grande, más dada su condición.
    Gracias por traerla a este lugar para beneficio de todos.
    Con afecto
    Ana
     
    #4
  5. JFelipe

    JFelipe Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Buena exposición, Francisco. El poema "Hombres necios" me ha gustado de siempre.
    Una gran mujer.
    Saludos
     
    #5
  6. cesarfco.cd

    cesarfco.cd Corrector Corrector/a

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    Gracias Francisco por traer a colación la vida y obra de Sor Juana Inés.

    Un abrazo.
     
    #6
  7. Elizabeth Flores

    Elizabeth Flores Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Una gran poeta llena de sensibilidad e inteligencia, se le llamó la décima musa. Gracias por compartir poeta Francisco. Abrazos..
     
    #7
  8. zulcas

    zulcas Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Gracias Fran por compartir toda esta belleza.
    Para ti mi cariño de siempre.Zulcas.
     
    #8

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