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Tema, su uso dislocado y superfetatorio

Tema en 'Lecciones de ortografía y gramática' comenzado por Mas Nibor, 1 de Febrero de 2018. Respuestas: 0 | Visitas: 1009

  1. Mas Nibor

    Mas Nibor Poeta recién llegado

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    5 de Enero de 2018
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    Con todo respeto y con el permiso de los distinguidos Poetas que pueblan estos divinos espacios, me permito traer a la consideración de todas y todos uno de los tan interesantes trabajos que el eminente y recordado académico, Fernando Lázaro Carreter, nos dejara para nuestro deleite, para nuestro conocimiento. Con ustedes, don Fernando:
    «Tema​

    Hay que pensar a veces si será responsable un aceite adulterado de ciertos sarpullidos atípicos que le salen al idioma. De pronto, se delata un caso en el Parlamento, en un periódico, en una estación de radio, no se le presta atención, confiando en que sea esporádico, y, a las dos semanas, el mal ha hecho estragos hasta en los más remotos lugares.
    No se sabe por qué algunos de esos dislates adquieren fuerza de tromba, y ningún dique los resiste. El propio Clemenceau, con ser él, y aun apelando al remedio drástico del sarcasmo, no pudo impedir que se instalara en la lengua francesa el verbo solutionner. Se cuenta que el diputado Paul Deschanel –fue presidente de la República y miembro de la Academia‑ clamó un día al Gobierno desde su escaño: «¡Hay que solucionar la cuestión!». Y Clemenceau, con voz no menos fuerte, le replicó, veloz como el rayo:«Muy bien; vamos a ocupacionarnos de ello». El caso es que solutionner entró en el Larousse de 1906; y halló tan favorable acogida en nuestro mundo, que se coló en el Diccionario académico. Quien tantas batallas había ganado, no pudo evitar el triunfo de un verbo inútil.
    Desde hace dos o tres años, padecemos en España –ignoro si también en América‑ la tonta, pero supongo que invencible agresión de un uso dislocado y superfetatorio de tema. Un ejemplo ayudará a comprenderlo. Me interesaba yo hace poco con un director general por una subvención solicitada para una determinada sociedad científica, y su respuesta, generosa, fue de este tenor: «No se preocupe: mañana mismo pondré en marcha el tema». Ni era el inventor de uso tan aberrante, ni, por supuesto, constituía un hecho aislado. Porque ese mismo día un gran rotativo nacional, y sólo en tres medias columnas, pude contar hasta cinco empleos disparatados del mismo vocablo. Aquí están, para que no me dejen mentir.
    «Hemos de hacer ver al Gobierno que cierta política autonómica que se está desarrollando en torno (?) al ministerio encargado del tema, lo que hace es debilitar al Estado». De donde resulta que los ministerios se encargan de temas. La Hacienda es un «tema», la Defensa otro, y así sucesivamente.
    «Unión de Centro Democrático modificó el criterio adoptado en comisión, y se opuso a este tema». Que aquí era la exigencia de que los funcionarios municipales navarros conocieran la lengua vasca.
    Sigue el informador: «Después de que el tema no prosperara en el pleno intervino Urralburu». Era, pues, el mismo de antes.
    Según el periódico, ese diputado foral afirmo: «Cuando no se ha dado cauce a un derecho legítimo (¿los hay ilegítimos?), están ustedes llamando a que por vías no legales otros aprovechen como excusa, también este tema».
    La noticia concluye haciendo saber que «con respecto a este tema, el grupo parlamentario de UCD difundió ayer un comunicado…», etc., etc.
    Tal es el giro imprevisible que nuestro vocablo ha dado, y que triunfa por doquier. «Tiene que adelgazar; ha de ocuparse en serio del tema», recomienda el médico a una paciente. Mi vecino abogado, de quien me separa un tabique, instruye a un cliente: «Hay que hacer el depósito que le reclaman, para poder seguir adelante con el tema». Y si pregunto inquieto al guardián de mi garaje por los ladridos amenazadores de su perro cuando me ve me contesta: «No se preocupe del tema: no muerde». Se trata de una floración extraordinaria, que, de ser claveles, mantendría a España en una primavera adorable.
    No deja de sorprender, sin embargo,, la pujanza que tal vocablo ha tenido en español, a pesar de estar destinada a usos preferentemente cultos. Se tomó del griego a principios del siglo XV, con una acepción que definía a la perfección Covarrubias, dos siglos más tarde: «El sujeto a propósito que uno toma para discurrir sobre él; como el tema del sermón». Pero, ya entonces, otros varios sentidos, de clara naturaleza popular, se habían venido a sumar a aquel primero. El gran lexicógrafo áureo recogía la locución Tomar tema con uno, en el sentido «de dar en parecerle mal sus cosa». O el refrán Cada loco con su tema, «porque siempre tienen algún bordoncillo particular, y por la mayor parte lo que fue ocasión para perder el juicio». Y también los adjetivos temoso y temático, ambos en la acepción de ´tenaz y porfiado´. Porque aunque él no lo registrara, tema significaba ´obstinación´.
    Hemos de ver en esta pequeña extensión de sentidos, más bien humorísticos, la acción de los estudiantes, por medio de los cuales el tema de las facultades se comunicó al pueblo llano. Surgieron también otros significados técnicos, como el musical o el morfológico. Pero, en los usos generales, la palabra ya no amplió, al menos en España, los ya adquiridos en siglo XVII, que son los registrados por el Diccionario académico de 1970. Parece, incluso, que algunos de ellos tendían a declinar: ¿se comprende hoy a Lope de Vega, por ejemplo, cuando dice de un personaje que «si no tuviera tema (es decir, una idea fija), jamás hubiera sido locura»? El vocablo propendía a recluirse en sus acepciones cultas y técnicas: un tema de conversación, el tema de una conferencia, tal o cual tema de Bach. (Aunque el refrán de los locos continúa vigente, porque seguimos sin poder constituirnos en orfeón.)
    Pero de pronto ha estallado en el empleo millonario que hemos descrito. Puede significarlo todo o casi todo. Sustituye normalmente a asunto, voz a la que de hecho ha desplazado; pero también a muchas más: expediente, cuestión, proyecto, negocio, propósito y tantas otras que apenas si cuentan con coincidencias significativas entre sí ni con tema. En estas condiciones, si tal sustitución resulta posible, es porque el contenido semántico de todas ellas tiende a cero, a no ser nada. Tema viene a ser palabra tan vacía como cosa; algo muy parecido a lo que llamamos los gramáticos una proforma, esto es, un vocablo que cuenta con todas las propiedades de los de su clase (los nombres en este caso), menos las semánticas». Fernando Lázaro Carreter, EL DARDO EN LA PALABRA, p-p 185, 186 y 187. GALAXIA GUTENBERG – CÍRCULO DE LECTORES. Septiembre de 1998.
     
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