Tercetos encadenados

Parecen maravillas
aquello que recuerdo, mi niñez
frente al fogón comiendo peladillas.

​

 

Un partido del juego de ajedrez
se convierte en un reto sin igual,
nadie quiere sufrir ningún revés.

 

Mirar con optimismo
cuanto acontecimiento sobrevenga
recurso que preserva de uno mismo

 

Que me falle una hormona,
si fuese que regula el mal humor,
mejor así: me hará mejor persona.​

 

Para la Navidad ya me preparo
haciendo acopio de mi voluntad,
pero esta sensación de desamparo,

envolviendo mi triste realidad,
es la que tiñe de color marengo
cualquie atisbo de felicidad.

 

Muestras que el verso luengo
y el léxico complejo no hace falta.
A veces, de simplezas yo me abstengo.​

 

Pasó y la rocé con un movimiento
ella se sonrojó y me dio la espalda
no puedo superar el desaliento.

 

Hay algo que me escalda
el corazón con saña y sin mesura:
el viento es como un pájaro en tu falda.​

 

Andando temerosa e insegura
me adentro por parajes inquietantes
protegida, eso sí, por mi armadura.​

 

Hay algunos instantes
que perduran tatuados en la piel,
colmados de emociones rutilantes.​

 

Marchaste y me quedó sabor a hiel
pues supe que ya todo terminaba
porque a mi amor jamás le fuiste fiel.
​

 

Se me cae la baba,
pero el segundo verso tiene diez.
Solo en contar las sílabas pensaba.​

 

¡Qué buen ojo, pardiez!
Me comí el relativo alegremente.
Prometo que será la última vez​

 

Satisfactoriamente
este diálogo que ocurre entre ustedes
Lo recibe con agrado la gente

 

Te besé en Salsipuedes,
que es Córdoba, República Argentina.
No saldré, mas no quiero que te quedes.​

 

Le decían Titina
La niña que montaba bicicleta,
la goma le explotó al doblar la esquina.

 

Permitidme una absurda cuchufleta,
junto sílabas, rimo y hago versos,
pero no soy poeta.​

 

Son recursos diversos,
teoremas y fórmulas capciosas,
los de los profesores más perversos.​

 

Con palabras capciosas
tratar de adulterar viejos recuerdos
es como fumigar las mariposas

 

La Noche de los Cerdos
sería una película morbosa,
con sangre, sexo, todo menos cuerdos.
​

 

Él escribió una glosa
a mí décima sobre media luna
fue para mí experiencia glamorosa.​

 

Bella como ninguna,
tersa su piel, regalo a los sentidos,
con placer paladeo la aceituna.​

 

Estaremos perdidos
si olvidamos que el todo está en lo nimio
y vivimos vacíos y aburridos.​

 

Con vos me “lipotimio”:
quedo sin una gota de energía.
Mas si te vas, me haré la de aquel simio.​

Un "argot" regional el de cierre. Como dicen mis hermanos uruguayos, "por favor, no quieran saber, no le pregunten a nadie".

 

Preguntar no osaría
mejor será seguir siendo ingorante
porque ruborizarme no querría.​

 

Es “El barón rampante”
Una edición antigua muy buscada
lo miro atentamente por delante.