Tercetos encadenados

Ya ni nos quedan aves
aquí luego del hongo radiactivo.
Sepulcros es absurdo que nos caves.​

 

Es afán adictivo
estar siempre escribiendo como loca
así siento que vivo.

Gozo tanto el placer que me provoca
que me olvido la suerte que padezco
pues a soñar me convoca.​

 

Amo tu poesía, es formidable,
su lectura me ensalma
y me causa un placer incomparable.​

 

Es que no soy Perseo.
No puedo deshacerme de Medusa
pétreo ya, carente de deseo.​

 

Me siento tan vacío y me rehusa
a esto le llamo yo, morir en vida.
De desamor, su mirada me acusa

 

Qué bueno es engarzar en esta vida
palabras como joyas en el viento
y que salgan volando sin medida.​

 

sabes que nunca miento
provoco que te pongas orgullosa.
Si exalto tu hermosura, así lo siento.

 

Dan graznidos peleles
intentando grotesca serenata.
A tu belleza le resultan crueles.​

 

Aunque parece eterna
la noche oscura lóbrega del alma
es solo para ti, vivencia interna.


Gracias, ya está

 

“Donde crece la palma”
dijo José Martí en difícil rima.
Es una rima que requiere calma.​

Recuerda, estimado Pi, que los endecasílabos con una séptima sílaba tónica no son rítmicamente compatibles con los que no la tienen. Un saludo cordial.

 

Yo siempre le he tenido mucha estima
a quien es muy sincero, así le cueste,
con eso su valor se legitima.​

 

Da misa y supervisa el arcipreste.
No se le escapa nunca un detallito.
Metido, aunque al obispo le moleste.​

 

A las seis nació el último patito
se burlaron porque era diferente
salió volando y se acabó el cuentito

 

Inconcebiblemente,
existe en este mundo la crueldad
animal; nunca falta algún demente.​

 

Fue reivindicativo
haber visto que te dejara sola.
Cambiaste amor sincero por furtivo.
​

Anómalo ese segundo verso, creo. Un 3-8-10 recitado (creo que “vis” domina a “ber”). Creo que se suelen desaconsejar.

 

Hoy me he sentido sola,
pero vino mi fiel y caro amigo
me escribió un poema, gran batahola.
​

Listo, disculpa Hermenegildo.

 

Un claroscuro de amoríos digo
que sentí en este tiempo carenciado
de anhelos junto a ti. Soy un mendigo.​

 

Aún tengo la esperanza
oculta bajo el cofre de Pandora,
lo sacudo y no sale ¡Qué tardanza!

 

Mester de Clerecía,
el Quijote, Manrique y, claro, el Cid
en la escuela de párvulo leía.​

 

Todos en buena lid,
esgrimen sus magníficas tizonas
para ganar el puesto de adalid.

 

¡Con una gran pericia interestrófica
nos regaló gran oda inimitable!
Lo intento, mas me sale catastrófica.​

 

Pues enfermar parece inevitable
los bichos nos acechan insistentes
y si bajas la guardia, cae el sable.​