Todo, menos mis pulmones

El papel donde rubrican el diagnóstico
se vuelve tu nueva acta de nacimiento, tu ID,
tu carnet para votar, tu pasaporte.
Ahora eres fibrosis quística
o lupus eritematoso
o trastorno de identidad disociativo.
La enfermedad te ha suplantado de tal forma
que no tienes espacio para la contradicción
y la circunstancia,
para la aleatoriedad del ser.
Tu manifestación en el mundo
ahora se mide por la tos, los marcadores,
la materia apenas biológica que extraen
de ti para buscarte bajo el microscopio.
No eres más la abogada que mienta madres,
la joven promesa del basquetbol,
el hombre que recoge la basura,
sino la señora con cáncer del paliacate morado,
el muchacho dializado en la silla de ruedas,
el pobrecito que se está muriendo de cirrosis.
Fuiste tantos y ahora eres uno: Memento mori.
Carbono que se degrada.

La sala de espera del hospital
huele bosque de jeringas, a sombra untada
en los huesos,
y solo puedo pensar, egoísta,
que mi perfecto estado de salud física
debiera ser un insulto para estas personas
que hacen bien en no notar mi existencia
solo amenazada por mis delirios nigrománticos.
Mi amiga aparece detrás de su al fin paz sonriente,
que desentona a todas luces en la representación
teatral de una migraña.
Todo bien, Pedrito. Vámonos.
Esa chingadera no ha vuelto,
pero necesito vitaminas y relajarme.
¿Qué estuviste haciendo?
Le digo que mirando enfermeras;
su sonrisa de descose en una carcajada,
y vamos por unos tacos.
Ahora que tengo plena conciencia
de que la salud de los que soy me está matando,
mi billetera está un milímetro menos anoréxica
con una tarjeta de donador de entrañas.

30 de enero de 2024​

 

Qué gran verdad. No deberíamos intentar entenderlo ni lamentarlo, solo aceptarlo. Un día somos una máquina perfecta y otro día aventajados aspirantes a energía cósmica

"Ahora que tengo plena conciencia
de que la salud de los que soy me está matando,
mi billetera está un milímetro menos anoréxica
con una tarjeta de donador de entrañas."

Y qué buen cierre; y es que sí, las visitas a los hospitales a veces pueden llegar a ser potentes "empatizantes" y potenciadores de sabor de la vida, sobre todo si el diagnóstico es favorable.

Excelente, carnalito. Un abrazo.

Pd. ¿no te suena mejor "donante" que "donador"?

 

Me encanta tu estilo.

Saludos

 

Etiquetas incrustadas con fuego en el hueso, compañero. No es solo que se te voltea el mundo, sino que el mundo se te voltea y te vuelve otra cosa. Distinta, apartada, etiquetada.

Un gran poema, mi compa.

 

Precioso poema, muy original. Un placer leerte. Un abrazo con la pluma del alma

 

Muchas gracias, carnalito, por tus consideraciones para este texto.

Esos lugares me sobrecogen infinitamente. Supongo que es algo común, pero cada de entro a un hospital, aún como acompañante, tengo la impresión de que no podré salir de ahí. El tiempo es diferente. La atmósfera es diferente. Muchas personas ahí tienen un rictus de limbo, de que están dejando de ser personas. Es muy inquietante. Mientras esperaba a mi amiga, me distraía –para matar el tiempo— con la idea de escribir algo de ese lugar. Para que este fuera un buen texto realista, lo más adecuado hubiera sido el pasillo de un hospital público del tercer mundo incendiado. Pero mis recursos expresivos son todavía limitados para afrontar algo así.

También pensé en escribir sobre ellas, las vampiras. Al observar a las enfermeras comprendo un poco la fijación fetichista de algunos compas; son poderosas, magnéticas y algo diabólicas. Mientras leía en una vidriera un cartel sobre la cultura de la donación, un ejemplar de estas criaturas se me acercó; su sonrisa parecía una parte inconexa del uniforme, sus palabras pequeñas aún más. Me preguntó que si ya contaba con mi tarjeta de donador. No, hasta ese momento nunca me lo había planteado seriamente, a lo más he pensado que tengo pinta de fertilizante para champiñones. En su cubículo me entregó un folleto. Yo, como siempre que estoy algo nervioso, traté de darle a la situación un toque humorístico. No creo que a nadie le puedan interesar mis órganos, le dije. No he cuidado muy bien de ellos. Eso no importa, respondió. Llegado el momento, se analizan profesionalmente los tejidos u órganos y se decide si son aptos para un trasplante. Su cuerpo es tratado con mucho respeto. Le di mis datos mientras pensaba en la ironía de su última oración. De buena gana le hubiera pedido que fuera más sensible con sus palabras, que les pusiera unos gramos de ternura, que me dijera que mi hígado es muy guapo. Pero ella seguía hablando con la amabilidad de quien trata sobre una pechuga a la plancha. Me entregó la tarjeta y sentenció: No se le olvidé comentar con sus familiares su decisión, esto es muy importante, y lleve siempre su tarjeta en la cartera. Noté que sus ojos de rayos x ya se habían clavado en una muchacha que contemplaba los pintorescos gráficos en la vidriera; hasta yo pude ver unos excelentes pulmones detrás de esos…

No es una vampira, pensé con admiración. Es una araña que hace un excelente y muy necesario trabajo.

Una disculpa, mi chingón amigo, por hacerte leer tanto. ¡Hay tantas cosas que se quedan fuera de los textos! Respecto a las sutilezas entre donador/donante, no sé si existe algún tipo de discordancia o ruido semántico, aunque creo entender tu punto. En México empleamos más el término donador. El encabezado de la tarjeta dice Tarjeta de Donador Voluntario, aunque en el reverso leo un hashtag estilizado: #YoSoyDonante. Le preguntaría a la RAE, pero con esa vetusta suripanta no me hablo. Iré donde la Linguriosa.

Mantente lejos de los hospitales, quieres bro. Te dejo abrazos.

 

Gracias, compañera Melementos, por hacermelo saber. Es un gusto econtrarte aquí.
Abrazos respetuosos.

 

Sin duda, carnalito. Recuerdo la oración final del una vieja pelicula colombiana: Yo soy mi enfermedad. Yo ya no soy.
Así como nos deseamos cosas buenas para vivir, supongo que desearnos una muerte digna, pulcra, sin prolongadas agonías, debiera ser un signo de fraternidad.
Cuídate mucho, compa. Ánimo con esas madrugadas de saudade. Y gracias por pasar.

 

Gracias, compañero José, por tus consideraciones y tu amable presencia en esta aportación.
Va otro cordial abrazo.

 

Jeje, tengo un amigo que le pasa igual que a ti, bueno, yo creo que peor, hasta se mareaba cuando entraba en un hospital
Luego también depende de los hospitales; aquí en Madrid hay muchos y muy distintos, algunos muy antiguos, todo blanco, interminables pasillos... que sí dan un poco de cosa, y luego hay algunos muy modernos que casi parecen hoteles; una vez estuve en uno pequeño y privado, con una decoración estupenda, plantas y pinturas por todos sitios, y mucha luz natural, que te juro que pensé que sería un sitio magnífico para despedirse de este mundo, ... hasta para morirse "bonito" hay que ser rico
Sobre las enfermeras, aquí suelen ser majas, y las donaciones, España es el país donde mayor porcentaje de donantes de órganos hay del mundo, es una de las cosas especialmente buenas que tenemos aquí (ahora se me ocurre también la gastronomía, y no mucho más ).
Pero sí, los hospitales tienen una atmósfera especial y también dan mucho juego literario.

Lo de "donador" es que no lo había oído nunca (aunque ciertamente lo contempla la RAE y ahora sé que se utiliza en otros países), aquí se utiliza el término "donante".

Un abrazo, Pedro, y de nuevo felicitaciones por tu gran poema.

 

Empático poema con una excelente critica al sistema de salud en general. Parece que es linda su amiga. ¡A disfrutar de su buen vivir!