¡tormenta!

¡TORMENTA!



De pronto la ciudad late más fuerte;
el viento luce un eco atronador
y al paso de las garras de la muerte
el pánico se extiende aterrador.

La gente grita y corre en estampida,
el miedo hace veredas de terror,
retumba el cielo entero en su guarida,
las nubes labran puertas de furor…

Relámpagos terribles y espantosos
descargan su ramaje electrizado
y al son de latigazos luminosos
el germen del ciclón se ha despertado.

La fuerza de las aguas y del viento
sumada con la nieve turbulenta,
desgarran el telón del firmamento
y anuncian el vigor… de la Tormenta.

Perdura la crudísima inclemencia
y un grande y poderoso Leviatán
emerge como cruel efervescencia
del negro corazón del Huracán.

La lluvia se prodiga con vehemencia,
el ímpetu no cesa y el poder
del viento multiplica su violencia
en todo su inclemente recorrer.

El ojo del turbión omnipotente
en lágrimas cubrió la inmensidad.
Más tarde el Sol resurge suavemente;
la paz renace de la tempestad.

El cielo nuevamente queda mudo
y un hombre convencido fundamenta,
que clamen a Jesús, porque Él sí pudo
vencer y apaciguar a… La Tormenta.



ENRIQUE QUIROZ CASTRO
abelenqc@hotmail.com
PIURA-PERÚ
4 de octubre del 2008 ​

 

No hay tormenta que dure eternamente, mi querido amigo. Una buena descripción de algo tan natural y destructivo como es una tormenta. Muy bien llevado el poema y con claras imágenes que nos muestran el rigor del temporal. Un placer pasar por tus letras y ser el primero esta vez. Mis estrellas y mis cordiales abrazos.

 

Gracias mi querido Raúl Rouco por tan grata visita,
es verdad lo que afirmas, me alegra que te gustara este poema.
Dios nos libre de las tormentas.
Un fuerte y crujidor abrazo de tu amigo.
Enrique