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Un viaje en bicicleta

Tema en 'Prosa: Filosóficos, existencialistas y/o vitales' comenzado por Évano, 1 de Agosto de 2013. Respuestas: 12 | Visitas: 2193

  1. Évano

    Évano ¿Esperanza? Quizá si la buscas.

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    Las hojas de los árboles bailaban al viento y pasaban veloces ante mi cuerpo inclinado en la bicicleta. El camino recién asfaltado del angosto valle bajaba hasta los límites de la siguiente aldea, incomunicada durante toda la vida. El sol de la tarde azotaba mis espaldas y los horizontes eran azules y claros, gracias a unas gafas graduadas de un azul oscuro que me hacía ver al mundo como nunca. Ahora se distinguían nítidamente las tonalidades y los contrastes de un cielo más abrupto.

    Pensaba en cómo serían los habitantes de tal aldea, qué facciones tendrían, si altos o bajos, rechonchos o delgados; de ojos oscuros o claros; sus cabellos...

    La carretera caía hasta casi asemejar a un acantilado. Apreté fuertemente los dos frenos a la vez, temeroso de que mi equilibrio a tal velocidad no fuera suficiente. Salí solo, sin decir nada a nadie, pues sabía que no me lo hubiesen permitido. Una botella de agua, alojada en el marco de la bici, y unas tabletas de turrón eran mis víveres para más de cincuenta kilómetros de ida y otros tantos de vuelta. El sendero estrecho que hacía de carretera había comenzado por los altos de las montañas, para luego subir y bajar desniveles empinadísimos. Estaba exhausto, pero la alegría de saber que la meta se encontraba cerca me daba fuerzas. La curiosidad es motor que otorga mucha energía, me decía. Ya divisaba a la aldea maldita —como así la llamábamos— en el fondo de un estrechísimo valle, a lo lejos, en esa pequeñez que otorga la distancia. ¿Quién construiría esta carretera?, me preguntaba mientras continuaba bajando a una velocidad endiablada.

    Montones de mariposas revoloteaban por todos lados: amarillas y negras, blancas y negras, azules, naranjas y negras... Se perseguían en parejas, se tocaban unas a otras y estas otras luego iban en busca de otro par de mariposas, formándose cúmulos importantes de ellas, verdaderos enjambres de animales que revoloteaban en una especie de tartamudez e hipo. ¡Que no mate a ninguna, por favor, señor mío!, me exclamaba mientras fijaba la vista en la cada vez más estrecha y desastrosa carretera. Bajé la velocidad para no malherir o matar a ninguna, porque la absurda idea de que si eso ocurría me traería fatídicas consecuencias se apoderaba de mi mente. Algunas azules estuvieron a punto de colarse entre los radios de la rueda, pero logré frenar y girar a tiempo.

    La aldea maldita estaba a la vista, a penas a un kilómetro y ya la bajada no era tan pronunciada. Las mariposas, colocadas en los arcenes, escoltaban el final de la carretera. No llegaba hasta el pueblo. ¡Santo Dios, tanto trabajo para construir un enlace con esta aldea y no han llegado al final!, volví a exclamarme. Pues yo no me doy por vencido, ¡no señor!, llegaré hasta esa maldita aldea aunque sea lo último que haga.

    Dejé la bicicleta en el final del camino y me introduje en la maraña de zarzas, arboleda, musgo y lianas, en busca de arribar de una vez a esa población causante de tantas leyendas y habladurías.

    Andaba abriéndome paso, con brazos y piernas arañadas, sudando, cuando unas voces me hablaban al unísono, desde no sabía dónde, quizás podría ser desde mi mismo interior. "Las mariposas van tejiendo esa red que nos libra de los hombres del infierno, por eso revolotean los cielos y los vientos como lo hacen, lo van anudando... ¿No te has dado cuenta...? Son ellas las que cosen día y noche esas aperturas que van abriendo esos abominables seres. Pero claro, esto no lo sabes tú, que eres una persona cuerda; no como nosotros, chiflados, locos que van salvando mariposas por la vida...". ¡Qué idiota que soy!, me dije. ¿Será el miedo lo que me hace oír estas voces?, me pregunté; jajaja... me reí. Ríete, ríete todo lo que quieras... pero nosotros estamos a salvo... ¿y tú, estás a salvo...?, me contestaron las voces.

    ¿Cómo escucharon mis pensamientos?, me estaba asustando. El sudor del miedo se juntaba con el del esfuerzo y el calor.

    "Has matado a dos mariposas azules... Vendrán a por ti... Huye... corre... Los seres del infierno ya vienen a por ti...".

    —No he matado a ninguna —hablaba ahora en voz alta—. No he matado a ninguna, no pueden venir a por mí. ¿Y quién viene a por mí?, ¿quién demonios viene a por mí?

    "Esos cristales azules no te han dejado ver a las dos mariposas azules... Ya están más cerca los seres del infierno... Corre.. Escapa...".

    ¿Qué hacer?: ¿doblegar mi voluntad a unas voces y al miedo terrorífico que me invadía, o volver a la tranquilidad de mis seres queridos?, me preguntaba, ahora en silencio.

    Di la vuelta, andando cada vez más aprisa. El ruido de pasos entre la maleza y un olor extraño, como el lodo que forman algunos animales al revolcarse, así como los gemidos respiratorios que urgen del correr, me obligaban a ello, a ir más aprisa, aún dudando de si lo que percibían mis sentidos salía de mí o de lo ajeno de mi alrededor.

    Llegué a la bicicleta y me quité las gafas graduadas de cristales azules. Era cierto lo de las malditas voces. Entre los radios de la rueda trasera habían dos mariposas azules sin vida, y la rueda estaba... ¿o la habían pinchado?

    "Corre... Ven a la aldea maldita... Deprisa... Ven con nosotros... No pierdas tiempo...", me gritaban las voces, alocadas, temerosas de que los seres del infierno me alcanzaran. Y yo corrí, corrí como un loco, tropezando, sangrando por manos y pies, y rostro y cuerpo entero, cayendo una y otra vez entre la hierba y las zarzas y las piedras; volaba entre la maraña de malezas y líquenes y lianas y árboles oscurecidos por sombras que no dejaban entrar al sol.

    Medio muerto, aterrorizado, temblando de pánico y de cansancio, caí en la entrada de la aldea maldita. Pero no hay una sola aldea maldita, sino que hay miles, tal vez millones, algunas inmensas, con más de veinte millones de habitantes; y otras con nombres irónicos, como Buenos Aires, cuando no se puede ni respirar ese aire.

    Ya no podré regresar jamás a mi mundo. Las mariposas han vuelto a anudar al viento, a coser la red. Estoy atrapado aquí para siempre, y quizás por hacerle caso a unas voces que solamente metían y tenían prisas por captar a un desgraciado más. Pero ahora lo tengo clarísimo: las voces que oía eran la de los seres del infierno. Me engañaron, como a tantos otros millones de personas.
     
    #1
    Última modificación: 13 de Marzo de 2015
  2. marea nueva

    marea nueva Poeta veterano en el portal

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    Un mundo de millones de esclavos cautivos atrapados por dulces mariposas azules o seres demoníacos... mmm no volveré a ver igual a las dulces maripositas azules jeje. Es bueno ver cuanta imaginación puede existir en ese valle o en este o en tus montañas, ha sido reconfortante !! Un abrazo enorme tejido por mariposas !!
     
    #2
  3. Ana María Giordano

    Ana María Giordano Poeta que no puede vivir sin el portal

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    Interesante prosa, para pensar y reflexionar qué queremos realmente ser en este mundo de hoy.
    Imágenes oníricas, bvellas y que invitan a seguir la lectura.
    Felicidades y buien fin de semana.
    Un abrazo
    Ana
     
    #3
  4. Marga M.R.

    Marga M.R. Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Interesante relato,
    destaco este pequeño fragmento que me llamó especialmente la atención y que es un parte muy significativa de este trabajo,

    " La curiosidad es motor que otorga mucha energía, me decía."


    gracias por compartir este inquietante paseo en bicicleta,
    un abrazo.
     
    #4
  5. Rugby 10.12.2013

    Rugby 10.12.2013 Exp..

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    Profundisimas letras llenas en todo su contecto de Hondas y bellas metáforas. El ser humano nunca aprenderá (aunque ojalá lo hiciera) que es la vida y su corto pasaje en ella como todos la conocemos. Hermoso escrito Sr. Évano que nos deja arraigada la pregunta de Hamlet "Ser o no ser". Felicitaciones y saludos poeta
     
    #5
  6. Évano

    Évano ¿Esperanza? Quizá si la buscas.

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    Muchas gracias, señora Ethel, por pasear con esta bicicleta y por ese abrazo tejido por mariposas. Muchas gracias, señora Ana María Giordano; tiene usted razón, pocos sabemos lo que queremos en esta vida. muchas gracias, señora Marina Bella, por montarse en esta bicicleta inquietante. Muchas gracias, señor Rubgy; es verdad, permanece la pregunta de ser o no ser, y seguimos sin darnos cuenta qué es la vida y lo corta que es. Un fuerte abrazo, amigos. Muchas gracias.
     
    #6
  7. GAVASE

    GAVASE Invitado

    Migo, tienes alma de escritor, relato magnifico dos dejas.
    Un placer, feliz fin de semana, saludos a hojalato,
     
    #7
  8. Évano

    Évano ¿Esperanza? Quizá si la buscas.

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    Muchas gracias, señor gavase, por su comentario tan lindo y amable. Feliz fin de semana, amigo, saludaré a hojalato jajaja...
     
    #8
  9. Melquiades San Juan

    Melquiades San Juan Poeta veterano en MP

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    Qué bueno que no da más datos del rumbo de esas aldeas estimado amigo Évano. Ya ve usted cómo somos los hombres, la tentación de conocer ese sitio y desafiar a esos demonios, y si acaso, librar al personaje del cuento.

    Interesante el relato, y es cierto lo del nombre extraño que le ponen los aldeanos a sus aldeas, como si el nombre buscara llegar a sustituir la realidad tan adversa en que viven.

    Recuerdo en mi natal, había en los ranchos (aquí también le dicen rancho a una agrupación de dos a diez casas diseminadas en el campo lejos de la ciudad) una tabla podrida por tantas lluvias padecidas, en las que se podía leer, a veces con faltas de ortografía, un nombre absurdo: "Maravillas" usted lo podía recorrer caminando y del nombre nada. Solo la ilusión.

    "Cascada Real", usted buscaba agua y apenas un pozo con aguas lodosas que había que esperar se asentasen para poderlas hacer consumibles mediante el hervor.

    Los demonios no se acercan por esos sitios desamparados, ni se acerca nadie. Los infiernos son mejor lugar, por eso esos hombres luego dicen que ojalá que se los lleve el diablo, pero el diablo no está interesado en sitios ni en sus habitantes.

    Abrazos amigo, siempre un placer su lectura.
     
    #9
    Última modificación: 5 de Agosto de 2013
  10. Birbiloke

    Birbiloke Poeta adicto al portal

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    Vaya imaginación, entrar en un sueño y salir de una pesadilla. Menos mal que las mariposas no hacen daño, solo alegran la vista. Disfruto tus relatos de principio a fin, no se me escapa ni uno, bueno puede que alguno.El de los libros apuntalando la cama, es una pasada y el del burrito con los jarros de colores, son cómo pequeños cuentos para niños grandes. Un abrazo Évano, aquí estoy esperando tú siguiente relato.
     
    #10
  11. Ligia Calderón Romero

    Ligia Calderón Romero Moderadora foro: Una imagen, un poema Miembro del Equipo Moderadores

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    Saludos de tu ojo mágico!

    Cuánta imaginación!
    Fantástico! escucho voces
    y me llevan remolcada hasta esa aldea
    donde pernoctas atrapado
    y trato de escapar de tus redes
    y me atrapas con tus prosas.
    Encantada de llegar hasta tu espacio
    y beberme una pócima de tu talento.
    Eres increíble,

    Ligia
     
    #11
  12. Évano

    Évano ¿Esperanza? Quizá si la buscas.

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    Muchas gracias, mi ojo mágico, por dejarse remolcar hasta esta aldea que es el mundo. Un fuerte abrazo, amiga.
     
    #12
  13. Évano

    Évano ¿Esperanza? Quizá si la buscas.

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    La verdad es que no tengo perdón, con los comentarios tan lindos de Birbiloke y el señor Melquiades San Juan y yo no respondí; y lo he hecho ahora gracias a una nueva compañera, azuletereo, que me ha dicho que le gustó este relato y yo vine a releerlo porque no sabía ni de qué trataba. pido perdón por mi mala memoria. Gracias, azuletereo.
     
    #13

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