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Viendo entradas en la categoría: AMOR

  • José Valverde Yuste


    Si pudiera vocear tu nombre
    en la soledad perdida de tu escote,
    si anidara el anochecer
    entre tus párpados
    y pudiera sembrar mis miedos
    sería la luz de un relámpago acostado
    entre tus pupilas vestidas de noche.

    Si la tristeza de tu soledad
    fuese mi ángel y con alas simples
    inclinase ese instante titilando
    a velocidad de lucero
    mi sangre entre auroras
    y la extensión de la almohada
    sería un placer que emana
    de la oscuridad a tientas.

    Si las voces del amor
    fuesen fuego sin misericordia
    latido de aliento,
    verso que renace en la luz
    del presente
    moriría en el recuerdo
    de la manzana mordida.
  • José Valverde Yuste


    En las tardes de largas sombras
    alargo mis redes
    donde se agolpan las fibras del corazón
    y el prado florece a grito lleno.

    Miro tus ojos profundos,
    como una raíz hundida,
    donde los sueños fluyen y refluyen
    extendidos hacia la suave luz de la marea
    en olas arqueadas sin aliento.

    Con hilos de anhelo, tejidos
    con lo que sobra del alma,
    capturo tu voz interior
    cuando el sol se esconde
    pintando olas de oro
    que esperan atrapar
    los secretos albergados
    en el hambre de tus venas.

    Comparto mi pecho abierto en canal
    y siento el peso
    de las profundidades de tus aguas.

    En tus pulmones, llenos de mí,
    respiro la fragancia de tu amor,
    un rubor de rosa,
    un clavel desbordado de pasión
    en un mar sin límites.

    Un arroyo nacido de la lluvia
    de un cielo que nace suplicando
    una nota silenciosa a su pétalo,
    un caótico crujido, breve y fugaz.

    En estos momentos tiernos
    el tiempo se detiene en tus alas abiertas,
    el calor te encrespa,
    los bordes levantan sus brasas
    junto a un latido pintado
    en un cuerpo todo lleno de tormenta.

    En las profundidades del anhelo
    se baña el resplandor,
    busco los matices de tu esencia
    y surgen flores en racimo
    donde se evapora la escarcha.

    @José Valverde Yuste
  • José Valverde Yuste



    En la bruma, donde las nubes
    flotan entre palabras
    que emprenden el vuelo
    surge un abismo de lirios
    acompasados con sílabas
    de un blanco suspiro.

    Penetra donde la flor sin tierra crece
    buscando la alborada sin prisa,
    se oculta en la sombra vana de un lecho
    donde los deseos se cobijan en el sol
    de tus ojos y buscan la orilla.

    Allí me espera
    el verbo inmaculado
    todo lleno de ventanas
    con vaho de rocío de azucena.

    Mi alma siembra un pétalo desnudo
    en la mitad de tu jardín,
    me pierdo en tu cielo,
    en sangre dulce de un rocío
    que nace en la piel.

    En el suelo de una playa desierta
    sucumbe la marea con perfume
    de orquídea en párpados
    aún llenos de espuma.
  • José Valverde Yuste


    Este amor de armario
    vestido con pétalos que no envejecen
    aguarda ese viento con aroma a nube
    y niebla rendida al sol.

    Esa memoria vive
    en el límite del deseo
    donde navega la adolescencia
    mirando al cielo lleno de viento.

    Deja la llaga
    que tatúa en el aire el lamento,
    luz que destierra las sombras funestas
    más allá de los límites de la ladera
    donde mi cuerpo duda.

    Hay tierras que jamás se alcanzan,
    territorios que no callan jamás,
    entre susurros celestiales
    y el silencio que todo abraza,
    buscan las huellas borradas tras de mí
    con los párpados cerrados.

    La mirada, vacía, me observa
    en este viaje de sombras quebradizas
    la hiedra ya no mora
    vuela en la altura del recuerdo.

    ¿Es sueño o eterna melodía
    esa sombra que la brisa arrastra?.
    Efímera aunque intangible,
    su esencia en nuestra memoria queda.
    Al tocarla se desvanece en el armario
    donde el aroma fenece.

    ©José Valverde Yuste
    A Poeta en Silencio y El nick les gusta esto.
  • José Valverde Yuste


    De un sitio innombrable, el amor brota
    como una violenta luz,
    un crujido en la hebra del rocío,
    la raíz profunda de la mar
    en las primeras savias
    de una naciente primavera.

    Estaba quieta la mar,
    de espejo desprovista,
    buscando la luz de la flor,
    un deseo encadenado al placer,
    resplandor de un corazón
    que asciende al gozo efímero
    del primer anclaje de la rosa.

    La piel de la aurora
    tiembla al roce agudo,
    al mordisco tenaz,
    susurro suave sobre el filo, puntiagudo.

    Un caudal fluye como cascada en la ladera,
    canta el jilguero ante pétalos
    desprovistos de vestido,
    se rompen los límites,
    se hunden las yemas de los dedos,
    la sangre brota, se aloja la pasión,
    un pulso salvaje, visceral,
    sobre aquel abismo ya sin altar.

    El primer alivio de la piedra fría,
    la sed condenada al tacto crudo,
    se liberan las cadenas de sus espinas.

    Un gemido que estaba callado,
    despierta el consuelo de la arista,
    un temblor refulge en un espíritu cautivo,
    la lengua anhela el sabor de un ciclo completo.

    El amor se derrama en un torrente salvaje,
    en un rugido oculto en un portal,
    sigilosos latidos de un hálito ancestral,
    arboledas que en su verdor invitan al cambio,
    gritos de voz temblorosa, empezar de cero
    una nueva vida con su alborada
    empieza a brillar.
    A Bernardo de Valbuena le gusta esto.
  • José Valverde Yuste


    Bajo un cielo que llora contemplo el mar,
    percibo titilantes abrazos de un aroma a zulo
    que despierta con la brisa marina
    sin encender aún la luz que calienta la aurora.

    Bebedor de niebla y sombras
    me envuelve el manto de cristal
    cuando se enciende la llama que sangra
    y me atrapa la mañana sin risa.

    Místico insaciable
    busco otras verdades en la oscuridad,
    en cada sorbo de crepúsculo que me absorbe
    con su puerta abierta de bastardos disfraces
    que ansía hallar la respuesta al existir.

    ¿Qué hay en la otra sombra?
    Me envenena el aroma
    a flores huérfanas
    cuando buscan el consuelo
    ávidas de caricias en amaneceres
    de clamor silencioso
    llenos de ventanas sin resquicio.

    Antes de ver la luz,
    en este caótico mundo
    de soledades prescritas
    me desnudo ante el eterno invierno
    que ha de llegar con su luz oculta.

    ©José Valverde Yuste
    A Pedro Olvera le gusta esto.
  • José Valverde Yuste


    Miro las hojas caer sobre la tierra desnuda,
    sus destellos peregrinan por las fotos
    de nuestra nostalgia, desnudando amores,
    volando sobre valles donde mis ansias florecen
    entre sinsabores con pedigrí
    en una oquedad de labios secos.

    Siento tu amor convaleciente
    volando a los bordes mágicos
    donde la noche se entrega,
    entre rutilantes espasmos de pared
    gritando en momentos de angustia,
    en lomas de estío temprano
    donde el ardor suave del sol declina
    en cuevas ocultas donde florece la vida.

    Cansado de ver espuma en la fruta prohibida,
    manada sobre el pecado donde repta la serpiente,
    entre el manzano rodeado de falacias tormentosas,
    enfoques de pupila extraviados
    en laberintos en un jardín sin dueño,
    salto al abismo
    de la monstruosidad que presides
    sacudiendo las raíces donde la tempestad
    se vuelve molino que orada la simiente
    donde picotean las ánimas iracundas.

    Percibo tu angustia,
    ávida de visualizar explosiones de arcoíris
    en abanicos gigantes
    construyendo una mansión en los torbellinos,
    donde descansa este infierno
    de espejos perversos
    a través de montañas dirigidas a tu cielo.

    Cuando vas sin atuendo,
    y desnudas tu esencia de alberca de sal,
    metáfora abierta en ojos cerrados,
    caminando por baches ocultos
    esos donde el cisne socava la escarcha
    en tu ávida boca donde se desteje la noche
    en tu maremoto de claridad incierta
    mis pupilas extraviadas se iluminan con
    aquello que me libera y te pertenece.

    En esos momentos donde planeo
    sobre tu pliegue en fauna de ilusiones
    con brillo que enciende la estrella
    en un océano lleno de sueños
    donde mi mundo se desdibuja
    llenando tu existencia de aquello
    que me eleva hacia el cielo.
    A Poeta en Silencio y Zulma Martínez les gusta esto.
  • José Valverde Yuste


    En el rostro ambarino de la tarde
    reposa mi amor,
    recuerdos vestidos con pétalos
    que no envejecen, solo aguardan al viento
    que les devuelva su esencia
    bajo un cielo que no respira
    defraudado y triste.

    Su aroma pervive sobre llanuras
    de labios mudos, sin travesía, llenos de fríos ojos
    donde muere el deseo en la orilla,
    en ese lugar se transforma la indefensa ola
    en brazo abandonado.

    Quiero enredarme de nuevo
    en la lisa corteza de los abetos,
    en las ubres de las circunferencias
    sobre aquel tiempo de promesas vagabundas
    en la proa de los malecones.

    Garganta de ingenuo margen
    vibra donde no hay caminos
    ni límites en los bordes de la hoguera
    al igual que cuando éramos adolescentes
    se escapaba el aroma de los besos
    entre la libertad del viento.

    Promesas vagabundas en el desnudo
    de la estrella que brilla en tu pecho
    esperando el temblor de la dunas de tu mirada,
    lince en el fuego del trueno,
    cuando me abrazas bajo los luceros
    y se desliza la magia ante la desnudez
    de lo indefenso.

    Amor que se viste de primavera
    en la bahía donde las olas rugen
    surcando las venas de las pasiones
    como sombras secas de rosas
    en las páginas de un libro.

    Rincón oscuro en el camino secreto,
    ese que te envuelve con los deseos
    de los truenos cuando la lluvia
    pernocta en el lienzo sin mediar palabra.

    ©José Valverde Yuste
  • José Valverde Yuste


    Bajo un cielo que llora contemplo el mar
    percibo titilantes abrazos de un aroma a zulo
    que despierta con la brisa marina
    sin encender aún la luz que calienta la aurora.

    Bebedor de niebla y sombras
    me envuelve el manto de cristal
    cuando se enciende la llama que sangra
    y me atrapa la mañana sin risa.

    Místico insaciable
    busco otras verdades en la oscuridad,
    en cada sorbo de crepúsculo
    que me absorbe con su puerta abierta
    de bastardos disfraces
    que ansía hallar la respuesta al existir.

    ¿Qué hay en la otra sombra?
    Me envenena el aroma
    a flores huérfanas
    cuando buscan el consuelo
    ávidas de caricias en amaneceres
    de clamor silencioso
    llenos de ventanas sin resquicio.

    Antes de ver la luz,
    en este caótico mundo
    de soledades prescritas
    me desnudo ante el eterno invierno
    que ha de llegar con su luz oculta.

    ©José Valverde Yuste
    A Zulma Martínez le gusta esto.
  • José Valverde Yuste


    Fue el viento
    el que acercó mi mano a la tuya,
    alucinado por tu cercanía
    mi boca quedó atrapada en tus comisuras.

    Era la primera vez, sin aviso
    mis sentidos se entregaron a ti.
    Al rozar tu piel de beso,
    fueron fluyendo mis ráfagas virginales,
    el pergamino de mi espalda
    tembló desde la frontera de las arenas
    hasta donde se escapa el agua.

    Con la complicidad de las miradas
    bebimos el néctar de un sueño real,
    la entrega fue una tormenta de paraíso
    y el caudal, un santuario que detuvo al tiempo.

    Recuerdo como el sol se filtró tras ese árbol,
    nos inclinamos sobre una ola
    cuya alma era una fuente
    y allí esperamos el regreso de la marea,
    el agudo filo de la luz naciente.

    ©José Valverde Yuste
    A luna roja y Bernardo de Valbuena les gusta esto.
  • José Valverde Yuste



    Eres la mañana dibujando
    sobre mi rostro la felicidad,
    el ave que trae el mensaje
    en su vestido de plumas
    a través del cristal de mi ventana.

    La belleza nocturna de ese paisaje
    lleno de latidos acelerados,
    tu corazón son las ondas del lago
    donde me baño cada noche,
    respiro el olor de tu piel
    desatando los nudos del silencio.

    Siento que abrazas mi sueño,
    me entregas los pliegues de un mundo
    que es lienzo de mar,
    verso libre que empequeñece
    el grito bajo tu vientre.

    De tus contracciones,
    palpo con mi razón tus sentimientos,
    cuando soy agua saciada de tu sal
    no hay hormigón en la calle
    sólo esperanza en la cicatriz que hay
    al ras de tus piernas.

    Ámame sin mirar mi anatomía,
    mírate en mi espejo
    desnúdate y te regaré con mi escarcha,
    rasga el lado más salvaje de mi sensibilidad.

    El tiempo se detiene en ese instante,
    navegando por la galaxia
    nos consumimos lentamente
    como las ascuas del brasero
    duermen bajo la ceniza.

    Un gas sin rastro , sin partículas,
    somos el latido del aliento,
    la mirada de un mar sin dueños.

    ©José Valverde Yuste

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    A Pi-Radianes, Rosa Reeder y malco les gusta esto.
  • José Valverde Yuste



    Tengo sed de vientos limpios,
    de labios angostados sobre los míos,
    que pidan savia de néctar aún no creada,
    la esencia desnuda del amor
    en los bordes de la otra orilla.

    Hambre de equinoccios desnudos
    en nubes pasajeras,
    aire nutriendo aquello que vierte la luz
    sobre tinieblas de escarchas aún mustias.

    Más pienso que la montaña
    bajará pronto al campo,
    al caudal ebrio, a las hojas pudorosas,
    al grito solitario antes que nazca la vida
    llena de guirnaldas.

    He visto en ti la desnudez de las olas
    bajo un cielo que arde sin piedad,
    la promesa del sol quemando
    el aliento de la arena, los caminos
    que me guían perderse en autopistas
    con curvas delicadas.

    He visto el fuego de la carne preciso,
    la rosa complacer en su más absoluta entrega,
    las horas con ojos radiantes
    cuando me arrojo al hombro que me abraza
    y se abre la luz que necesito,
    sobre manos llenas de flor amanece el día.

    ©José Valverde Yuste

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    A Rosa Reeder le gusta esto.
  • José Valverde Yuste


    En la noche,
    ese espacio tuyo y mío,
    me abrazo a tus caricias
    al placer sin acertijos
    donde tus sueños se ocultan
    con ropas de seda
    en una frontera móvil.

    Te guío por caminos perversos,
    esclavizo tu corazón de gaviota
    en un claro del bosque,
    el aire es espeso
    y, aunque no brote el sudor,
    de tus hambrientas pupilas
    sale la brisa que me acompaña,
    es un barco navegando
    bajo el encanto de tu bahía.

    Mariposa mía, desfilas por una calle
    donde la flor es el nervio de una ola,
    te desnudan las sombras
    bajo la luz de la luna
    en un molino vagabundo
    atravesado por un arroyo
    donde lo tangible reside en el aura.

    Eres la sonrisa de la buena hierba
    cuando caminas descalza
    a lomos de un campo sediento
    una punta de aguja
    transita por tus galaxias
    en líneas rectas sin esquinas.

    ©José Valverde Yuste
    A Rosa Reeder y bristy les gusta esto.
  • José Valverde Yuste


    Lo buscas donde el sol no llega
    y los oídos se sonrojan
    buscando la lívido de un suspiro volátil
    que eclipsa la huella oprimida
    de la luz que deja el gemido.

    Ojos de longitud de onda estrecha,
    magnificencia de deseos arrastrados,
    sonriente haz de rayo
    que buscas tras lo oculto
    las letras exactas del nombre
    que lo alimenta.

    Candor vestido con velo de inocencia
    en un alma transparente y densa
    aún no corrompida en su pureza
    de Edén.

    Fugazmente lo encuentras
    y aparece en una flor
    llena de aurora
    entre nubes de bordes sedientos
    vestidas por corolas de complaciente brillo:
    eyaculadas, hambrientas,
    suspendidas en llamas, sin flagelos.

    ©José Valverde Yuste
    A bristy le gusta esto.
  • José Valverde Yuste


    Yo sé que puedes amarme
    con la brisa rozando nuestros labios,
    tus yemas de tela de araña prendiendo
    el dulce deseo disuelto
    en el éter de los besos helados.

    Nos separa un suspirar, un breve espacio,
    tus manos me acarician,
    como un guante a un sueño de tacto,
    como la sed acaricia a las tormentas,
    de breve espacio, en segundos,
    cuando la pluma desciende en rayo a la deriva.

    En la noche, tus deseos besan al sueño,
    el paisaje de tu cuerpo flota en el mío,
    fruto de cerezo en flor, ráfaga de susurros
    sonando en el pabellón
    donde el aire se vuelve gemido.

    Hundo la mano
    en el génesis que en ti navega,
    cierras la puerta y abres el portal
    al umbral del anhelo,
    ese paisaje de bosque en llamas,
    sediento está de mi carne,
    y yo, huidizo, le ofrezco la semilla oculta
    entre tus contornos y mi borde.

    Se alzan al cielo las nubes
    en un breve espacio de suspiros.
    la noche me azota
    anclado en esta tierra desnuda,
    siento el ardor de tu vital presencia,
    la vida misma que a mi tacto responde.

    Tus ramas se expanden en mi corazón,
    un paraíso fértil donde la tempestad
    se amamanta del dulce Edén,
    el amor vence al cansancio y al hastío,
    floreciendo como las amapolas
    cuando son humedecidas.



    ©José Valverde Yuste
    A bristy y Zulma Martínez les gusta esto.