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Viendo entradas en la categoría: AMOR - Página 3

  • José Valverde Yuste
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    En la penumbra de tu habitación
    sobre la moqueta verde, al lado de la chimenea
    tus suspiros danzan.

    Almas entrelazadas como hiedras
    vertiendo su flujo y simiente en tierra fértil
    sembrada con raíces fortalecidas
    en vidas que el tiempo desvanece.

    Furia de la naturaleza embravecida
    silencios que hablan en la sombra,
    pasiones y anhelos desmedidos,
    resplandor, unión eterna,
    enlazados en una sublime canción,
    una oda al amor.

    En aquel oasis de bondad, germina el amor
    se unen destinos con tesón,
    cómo se construyeron las pirámides
    o las calzadas romanas o los acueductos,
    vergeles donde se ahogan los humedales
    de la pasión, esa que nos une amor.

    Eres luz en la penumbra, brisa en el desierto,
    un refugio en la tormenta, una cascada en el cielo.

    En tus brazos encuentro abrigo, en tu voz melodía,
    eres mi anhelo constante, mi guía, el ciclón de tu vientre.

    En tu esencia me sumerjo, por tus mares navego,
    por las tempestades resplandezco;
    eres mi panal de miel, mi dulzura.

    El latido de mi cuerpo, la que colma mis deseos
    como brisa que acaricia, conteniendo mi sudor
    enredados en un abrazo eterno,
    donde el tiempo se desvanece, amor.
  • José Valverde Yuste
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    Como árbol, elevando su elegancia,
    mi persona se derrite;
    beso apasionado, envolvente,
    devorando y quemando como mar de fuego,
    acariciando mi orilla donde el agua se mece
    y el aire se estremece.

    Nube agitando el cielo, aliento de paloma,
    perfume embriagador de riberas,
    deja que las aguas sigan su curso,
    deja que este momento sea mío,
    entre el susurro del silencio y el eco del destino.

    En la vastedad del tiempo te deslizas
    entre el prado y el sueño efímero de mi cuerpo,
    vibrando mi hoguera encendida,
    en los páramos yermos de mis sentimientos,
    sintiendo que me recorren tus caricias
    de diamante eterno.

    Cada minuto, efervescencia de mis fuegos, eres mía
    una voz en mi sangre, una caricia al compás
    del vidrio delicado de fuelle de fragua, de hechizo de luna,
    un renacer nuevo, una oquedad llena de jugos lastimeros.

    Entre tus brazos mi mirada se pierde,
    entre las sombras de las nubes,
    la intensidad del ocaso,
    el momento celeste que nos conmueve.

    Siento que me recorres con tus caricias
    y la blanca ternura embarga mi mente de soliloquios,
    llenando el espacio,
    que explora las profundidades de la estalactita de tu cueva
    en cautelosos momentos.


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  • José Valverde Yuste
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    Amor, distante te siento
    como una llama que arde en mi pecho
    un fuego que nunca se apaga
    una pasión que nunca se desvanece
    es eterna como los ángeles del cielo.


    Cada noche miro a las estrellas

    susurrando al viento mi amor
    esperando que llegue como un arcoíris
    que te envuelva como abrigo.


    En cada suspiro te llevo conmigo,

    en cada estrella te busco
    entre los mares, en los confines
    del mundo.


    Amor, un susurro en la noche,

    una llama que arde con intensidad,
    un sentimiento que despierta la felicidad,
    una noche eterna de luna llena.


    Nuestro amor perdura, no conoce fronteras
    ni cataratas insalvables, ni bosques lleno de trampas
    es una pasión que nunca se apaga
    como el sol o la luz de tu mirada.


    El agua de nuestro amor corre con bravura

    por saltos y valles, con ruidos estridentes
    formando espuma, es un alma fuerte
    brava y cristalina.


    Nuestro amor es una risa eterna

    en un mundo de horror y tristeza
    imagino tus besos, tus caricias
    nuestro amor es un volcán
    en erupción permanente.


    Es un sueño de un corazón

    que espera sea permanente
    como la tinta
    con la que escribo este poema.
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  • José Valverde Yuste
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    Avanzando por el centro de tu vida,
    una pedalada a la luz, una bicicleta subiendo
    una rampa de mucho suplicio,
    una proeza osada en el jardín del hechizo
    de tu cuerpo.


    Soy un gorrión

    yendo y viniendo, eslabón perdido
    de una pesadilla consciente.
    un canto a tu naturaleza,
    una esperanza en mi pensamiento.


    Eres bote de vida, un torrente

    junto a mí, mariposa;
    una acequia siendo manantial en tu estuario,
    un saxo melancólico viviendo
    en mi pecho.


    Soy la azada de tu huerto,

    el consuelo hecho fruto jugoso,
    tronco de árbol o rama que te mece,
    la lascivia de tu cuerpo
    cuando eres mía
    al amanecer el día.


    Al atardecer eres melomanía,

    un concierto de Mozart, una lira
    sonando en una sonata de Schubert,
    relajación de mis penas y consumación
    de mis dichas.


    Mirarte paseando es contemplar

    un lienzo de Renoir, su colorido y pasión,
    eso eres tú mi amor.


    Por la noche lujuria, deseos de ser tuyo,

    me poseas, me arrulles con tu cuerpo extendido
    sobre el mío, cómo espuma deslizándose.


    Una mariposa revoloteando por mi vientre,

    yo estremeciéndome , eres poesía
    y en ti me cobijo, eres lo más bello
    la primavera del lirismo.
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  • José Valverde Yuste
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    Todo tu cuerpo es mío,
    como el aire que respiro,
    caracola sin mundo, abriendo tu casa
    a la fortuna de la dicha
    de tenerte conmigo, sol de abrigo.


    Al amanecer trigo limpio,

    calor de chimenea, seda tu piel,
    abrazo de alborada,
    cuando te miro y me sonríes,
    el saludo del sol sobre el agua translúcida
    cuando veo tu cuerpo tendido.


    Cuando no estoy en casa,

    sueños de árboles gigantes,
    vientos de vuelta me sobrellevan
    por árboles de colores del paraíso
    de nuestra ansiada espera.


    En el ocaso rayos hirientes,

    mariposas rosáceas, pasión rojiza,
    el mar de nuestra vida se alía en una fiesta
    de miradas cómplices, brillos estridentes,
    sonrisas como la vida llenas de aire,
    de existencia sublime, amor ardiente.


    En nuestro lecho de amor,

    ángeles celestiales
    tocando clarines de ensueño, amada mía,
    Dios hecho presencia, paraíso consumado,
    La esencia del amor hecha brasa.
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  • José Valverde Yuste
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    Eres amor creando sonrisa
    en mi cara de lucero muerto,
    soy tu ilusión dorada,
    dardo penetrando en la felicidad de mi mente,
    corazón de orquesta en tus falsos pliegues.


    Facilitas el devenir de mis días,

    eres galante, intrépida, nube caminando,
    pensamiento sin titubear, casa amada,
    luces derramando mi pulsar inquieto.


    Amada ignota, torbellino de amaneceres

    revuelto con ocasos de diosa indeleble,
    repentino fulgor de vida, mi osadía se clava
    en la tuya, como mis ojos en tu mirada.


    Amada alegre persuasiva, yo la montaña

    que te destroza, con sus torrentes de vida,
    botando de piedra en piedra, rebotando
    en tu dicha, produciendo el crecimiento
    de mis estrellas en tu cielo.


    Oh amor, vilmente vilipendiando

    desdicha de mis saberes, rosa
    de mi tejado, cortejando a un ciempiés
    santo y seña, de un hermoso amanecer
    de víbora acurrucada en flores de plástico.


    Hoy, tú, rayo misterioso te has partido

    en mil pedazos, como el vidrio de mis ojos
    triste, anidado en el cirro de tu nube,
    enquistado en mi sollozar perverso,
    como un papel que el viento se ha llevado.


    Deambulas tú, hermoso amanecer marchito,

    soles de nitrito, pulmones de esponja,
    pájaros de cartón, enrabiada rama de árbol,
    elasticidad de las nubes, convierte el llanto
    en sonrisa de lirio, o espasmo de santo.


    No te vayas catarata de mis sueños,

    brisa que todo lo inunda, sabiduría
    de maestra de partitura, elévame al
    paraíso de los dioses de los aires eternos,
    o simplemente se enlace inconexo
    entre átomos en el tiempo.
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  • José Valverde Yuste
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    Viendo la llama de tu cuerpo
    entre las sábanas,
    tu palpitar sereno,
    soy vagón de tren circulando
    por el vergel de tu semillero.

    Paraíso soterrado,
    abandonado del hedonismo,
    tal vez desecho de la apatía,
    mustio, agonizante
    como un cervatillo herido.

    Reclamo mi parte del pastel,
    endulzando tu carácter,
    con almíbar y mermelada de miel
    como las rosas que florecen
    encima de tu vientre.

    Mujer triste, inquieta ,
    con aire insigne,
    quizás, como el rayo
    debes retar a tu naturaleza,
    clamando al cielo que dejes de ser pureza
    y te conviertas en fuego.


    Fuego, ascua, ceniza, crepitar de huesos,
    manos alargadas, sabuesos dentro,
    soy cobra que besa con lengua viperina
    bordeando las cimas de tu valle fecundo.

    Mujer, conmuévete,
    que tu sangre fluya
    como acequia con motor potente,
    bombeando tú débil cuerpo de manzana tierna,
    cielos rosa se abrirán,
    componiendo un lienzo de estallidos de fresa.

    Anacoreta de la vida soy,
    quiero tu simiente en la mía,
    capullo de rosas abierto
    seré el manjar de tus deseos,
    falacia de tu perdición,
    perdición de tus sueños en los míos,
    en un mar de tranquilidad y sosiego.
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  • José Valverde Yuste
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    Tus manos, seda de Nepal
    abriéndose son alas,
    acariciándome como plumeros de algodón,
    una sonrisa al alma,
    un abrazo fraterno.

    Por la mañana manantial de vida,
    susurro al viento, candor de brisa,
    desayuno reponedor,
    un vuelo rasante de amor de una gaviota.

    Son silenciosas, las toco y palpito,
    senda descrita en manuscritos,
    ola meciendo el cabello,
    suavidad de caracoles con babas
    cuando me sientes dentro.

    Forma de rama de árbol,
    cuando se balancean
    delicias de sol,
    agua caliente son tus dedos,
    cabos flotando sobre tu cuerpo,
    eslabón perdido de adán y Eva
    en su cautiverio.

    Duras, duro mar, azul de cielo, rojos,
    rosas, parpadeantes y muertos de oscuridad
    así es tu tejado de nácar sereno,
    todo lo que haces lo haces por mí
    arrecife de coral, paraíso eterno.

    Tú, cuerpo de guerrera,
    madre de mi ensimismado deseo de tenerte,
    tienes los dedos
    como filos de espadas;
    agradezco al aire,
    a la creación del universo,
    tener un par de guantes
    que me hipnotizan,
    me llevan al cielo.
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  • José Valverde Yuste
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    Cuando no te tengo
    corona de espinas en mi cabeza siento
    circundada de penas,
    yerta de enraizamientos inocuos de tus venas,
    soy un maravedí
    en el zoco de tus deseos.


    Si soy vuelo, escarcha y rocío eres

    en un mar de acebuches ensangrentado
    de lágrimas derramadas
    por no tenerte paloma mía.


    Te deseo como el colorido a la primavera,

    te necesito
    como tu vientre al hijo de tu amor,
    sangre de tu sangre, huesos de los tuyos,
    carmín colorido de tu vida.


    Tu compañía me libera de mis maldades,

    soy una acequia de alondras
    mirando al sol de tus cabellos,
    olor a hierbabuena
    cuando me clavas tus ojos
    como estacas en los míos
    grama de mayo en el campo.


    Quiero comerme tus rastrojos,

    dejar de ser aventurero de tu falda,
    ansiarte cómo la tierra a la yunta
    que le da aire y aliento,
    o como la cama absorbe nuestros sudores
    cuando no tengo corona de espinas, cielo.
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  • José Valverde Yuste
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    Sé mi amor,
    mi estrella del tiempo

    un lucero sediento.

    Soy el eslabón
    de la cadena de tu amor,
    sobre manantiales de lujuria,
    andas buscando un intercambio oxidado,
    antes de ser la inspiración de mi aliento.


    La corona de la aurora de tu sentimiento,

    en el valle donde juntamos nuestra soledad,
    nuestro desaliñado aliento,
    dolores de huida,
    retazos de mi entrepierna en tu pelo.
    deja que emerja entre tus silencios.


    Decir adiós a la tristeza,

    es liberar el alma herida,
    es dejar atrás la triste despedida,
    y encontrar paz en la fortaleza.


    Decir adiós a la tristeza,
    es dejar de lado el lamento,
    es confiar en su divino aliento,
    y sentir su amor con gran certeza.


    Decir adiós a la tristeza,
    es abrir el corazón a la esperanza.


    Es soltar las cadenas del dolor,
    es buscar en él, el consuelo y amor,
    y en su abrazo encontrar la belleza.


    Decir adiós a la tristeza,
    es elevar el espíritu hacia lo alto.


    Es transformar la pena en gratitud,
    es encontrar en él la plenitud,
    y en su amor recibir la recompensa.


    Las ansias de la misericordia navegando

    en olas gravitacionales que encandilan
    la honorabilidad del corazón plumado
    por el hedonismo.
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  • José Valverde Yuste
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    Déjame verte
    cuando en el techo, de mi vida,
    estando en mi porche
    relajado, aparezca la noche.

    Llena de ojos burlones
    que nos vigilan sobre un manto negro
    que contraste con el brillo de las estrellas,
    los soldados de la noche.

    Déjame acariciarte
    cuando mi amante, la luna,
    venga celosa de ver cómo te admiro
    aunque tú no seas roja, sino de plata
    o quizás de hojalata.

    Déjame decirle a ese sol rojo
    que se despierta por la mañana
    te traspase sus tonos
    a ti, luna amarillenta,
    con carita de enferma.

    Lléname, luna roja,
    de jugos de sangre,
    especialidad de la casa
    cuando mi cuerpo pasa hambre.

    Hambre de amarte,
    tenerte entre mis brazos
    como los adolescentes
    cuando juegan a quererse
    en mitad de una fiesta.

    Besarte, con miel y limón
    o zumo de fresa
    sobre tu cuerpo,
    una delicia aspirarlo con suma delicadeza
    como se doblan las prendas
    más delicadas de mi princesa.

    Oliendo a yerbabuena
    tu amor exultante
    como un lirio que ama a la abeja
    de sus suplicios y sus lamentos más profundos
    porque hurga
    en lo más profundo y sagrado
    de su cuerpo.

    Ese cuerpo de onda,
    que muere en mi orilla
    cuando el sol se levanta
    y la luna se acuesta.

    Me tiene caliente el alma
    frío el corazón
    y siento destemplanza
    como el virus le causa a tu cuerpo
    cuando falta la vitamina del amor
    en un teatro donde nada falta.
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  • José Valverde Yuste
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    En el eco del silencio, una mirada embalsamada,
    una oración al corazón, nuestras almas se encuentran,
    enredadas en un baile de amor y esperanza eterna.

    Tu mirada penetra, mi ser se estremece,
    en cada susurro, el amor florece,
    en medio de la pasión
    y necesito refugiarme en tus brazos.

    Siento que te amo con el alma enardecida,
    y en tu abrazo encuentro la paz prometida.
    Tus palabras son caricias en el aire,
    y tu mirada enardecida
    se clava en la diana de mi corazón.

    Es un pacto sagrado que nos hace amarnos
    sin reparos, sin desaires; cuando estás te quiero,
    cuando no, eres mi sepultura, muero
    cuando no te veo, no te siento.

    En el silencio sepulcral, se fragua nuestra unión,
    emanando ternura, primavera de color intenso
    que en mi corazón penetras anudando nuestra alma
    en un lazo que no entiende de distancia ni confusión.

    Escucho tus latidos, melodía celestial,
    en tu triste mirar, el amor esencial.
    quisiera como las aves volar, penetrar
    en tu habitación y que nuestro cuerpo y alma
    sean solo amor.

    Fundirnos en un abrazo que traspase lo terrenal,
    dos almas en comunión, en un amor sin igual.
    Que perdure este sentir, esta pasión sin final,
    en la eternidad de nuestro querer,
    en lo más profundo, inmortal.
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  • José Valverde Yuste
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    En el silencio de la noche estrellada,
    me embriaga el misterio de tu amor.
    ¿Cómo expresar lo que llevo en mi alma?
    ¿Cómo soltar este sentimiento ansiado?.

    Ante tus sueños que tejen universos,
    me acerco de puntillas, con amor embriagado.
    Tu paz dormida me llena de versos,
    y en un susurro te entrego lo anhelado.

    ¡Te amo!, resuena en la quietud etérea,
    como eco de un corazón enamorado.
    En cada latido, en cada quimera,
    te entrego mi amor en un suspiro alado.

    Que estas palabras encuentren tu alma al crecer,
    y en tu mundo interno se queden grabadas.
    Mi amor por ti no dejará de crecer,
    en cada amanecer, en todas las miradas.
    A Alde le gusta esto.
  • José Valverde Yuste
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    Viniste a mí mundo como una caracola,
    ser tu casa deseaba, te di mis mimos,
    mis seguridades, mis miedos, tapaba los tuyos
    como un pantano tapa el discurrir del río.

    Quise ser el dueño de tu espacio,
    el alma de tu viento,
    el despertar de tu sueño,
    los colores de tu cuerpo.

    El blanco era seda pura, delicia de ciegos,
    sutilezas andando como la brisa,
    sin ruido, adormeciendo tú helado cuerpo,
    incendiando la mecha del cañón para el disparo fraterno.

    El negro bosque de carbón, aquelarres en tu interior,
    miel caliente, endulzaba nuestra unión
    de desnudez en un paraíso eterno
    lleno de ingravidez.

    Los grises mar enfurecida,
    voces de lascivia derramando codicia,
    entraba en tu mundo, salía del infierno,
    era pétalo abierto en el seno de tu vientre,
    compañero eterno, sed de lujuria en el laberinto
    de los corazones acelerados por el pecado.

    Los rojos, tú pasión convertida en hoguera,
    campo de tulipanes estremecido por el viento,
    molino produciendo manantial de agua, regando tu cuerpo
    con orquídeas y violetas, sudores de incienso, vibración de látigo,
    montañas descendiendo a los valles, ecos de murmullos de muerte,
    de un sentir que me llevaba al delirio del descanso eterno.

    Una felicidad inmensa en la tautología de los tiempos.



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  • José Valverde Yuste
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    Se me olvidó decirte algo
    mis canas ya tiñeron, quizás
    el huracán de tu cuerpo me distrajo,
    y no vi la luz que sobre tu aura iba brillando.

    Se me olvidó decirte algo
    ingrávida criatura, rosa dormida,
    tus tallos florecen en mis manos
    como enredaderas trepando.

    Se me olvidó decirte que tus roces
    por las noches, encendían mi fuego,
    noche fría calentándome, dulzura, recuerdos
    de braseros en el cielo a mí venían volando .

    Bebí el zumo de tu boca,
    néctar de mi vida,
    tú me resucitaste de mi silencio,
    convertiste en luz la maldita oscuridad.

    Trepaba por la altiplanicie de tu espalda
    sintiendo cómo te desmoronabas
    rama quemada, volando hasta las montañas
    del pecado, delirios extremos comunicando
    sentimiento profundo, inmortalidad del alma.

    Todo lo tuyo lo hacía mío, tú risa,
    tus brillos diamante, tus pechos ,
    zumos de miel en mi boca
    con sus botones de fresas frescas.

    Se me olvidó decirte
    que ardía contigo,
    mezclábamos nuestros jugos heteros,
    nos alimentábamos
    éramos latidos y muerte, te poseía, te desvestía.

    Eras una polvareda que envolvía mi cuerpo.

    Se me olvidó que quería ser tu pasión,
    fuego, delirio, tus temblores sublimes,
    te recorría como la crema penetraba por tus poros,
    me adentraba en ti,
    fuiste principio y fin de mi universo.
    A bristy, Ana Fabiana, Sasha. y 2 otros les gusta esto.