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Viendo entradas en la categoría: Dibujando Voces - Página 6
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Lo que no escuchamos.
Antes de la invención de la radio no sabíamos que hay en el cosmos muchas señales.
El oído humano solo tiene la capacidad de escuchar ondas sonoras.
La vista, el rango de frecuencias relacionadas con la luz.
¿Qué rangos de frecuencias perciben los demás órganos como la piel, el cabello?
¿Cuál el cerebro?
Qué otras partes del cuerpo emiten o reciben señales y en qué frecuencia oscilan éstas.
A diferencia de otras personas, desde temprana edad (por mi cercana relación con la radiocomunicación) sé que el universo emite muchísimos sonidos. Sonidos que no percibimos porque nuestros receptores de señales de radio naturales no tienen la capacidad de percibir todas las frecuencias, solo lo hacen con aquéllas que tienen relación con su sobrevivencia y actividades cotidianas.
Con la invención de la radio, la humanidad se encontró con señales que desconocía. Por ejemplo, las generadas por el campo magnético de la tierra, esas que quedan después de una tormenta eléctrica, las que resultan después de una explosión solar que incide en el campo electromagnético del planeta, modificando la capas de la ionosfera.
Cuando disfrutamos desde una playa, un valle solitario o una montaña, de la visión de una noche estrellada, disfrutamos del silencio.
Nos enternecemos con su paz y vuelcan esas impresiones tantas inspiraciones en nuestros sentidos que decimos
¡Maravillosa paz!
¡Maravillosa silencio celestial!
Nada más errado.
Nuestras limitaciones perceptivas nos hacen la broma.
Un simple radio receptor de Alta Frecuencia nos permitiría escuchar la vorágine de señales que desde todos sitios del universo se emiten. Explosiones solares nocturnas, interacciones de los cuerpos celestes. Señales viejas, viejísimas que no somos capaces de interpretar inmediatamente.
Señales que siguen su viaje por el cosmos cientos de miles de años luz y rebotan en algún cuerpo, o se fragmentan en alguna zona de asteroides, debilitándose quizá, o reflejándose con más fuerza en diversas direcciones.
En los inicios de la radiocomunicación, las primeras radiotransmisiones humanas fueron hechas a partir de antenas emisoras de polarización vertical y en frecuencias poco apropiadas para largas distancias. Marconi hizo su primera emisión transcontinental en frecuencias muy bajas, frecuencias que percibían todos las señales radioeléctricas emitidas desde el cosmos y sobre todo, las generadas por la interacción de la superficie de la tierra, de sus objetos y superficies elevadas, eternamente buscando el equilibrio de sus cargas (potencialidades) eléctricas.
Hoy, la radiocomunicación tiene pocos misterios. Las frecuencias bajas tienen poco uso, las muy altas y ultra altas construyen el vehículo para la magia del mundo moderno, las que están en el rango de la luz dentro de la fibra óptica. Todas aparejada a proyectos de infraestructura que hace apenas un siglo eran una utopía: Los satélites, las estaciones espaciales, los sistemas repetidores ubicados en la luna y quizá en otros cuerpos celestes dentro del sistema, ocuparán la capacidad inventiva de los seres humanos.
La red que usamos para estar tan a mano, como si nos tocáramos dedo con dedo o nos miráramos de pupila a pupila, tal como apreciamos el progreso de la tecnología, será obsoleta, si no es que ya lo está, para los proyectos vanguardistas de la siguiente década.
Qué sigue.
Qué otra maravilla surgirá y nos cautivará en los siguientes años.
Qué en el próximo siglo.
Por hoy solo podemos respirar entre momento y momento interactuando en la red. Nos absorbe la vida, nos suple las carencias físicas y casi nos hace, virtualmente omnipresentes. Todavía es cosa de ciencia ficción pensar que nos podría alguna vez hacer materialmente omnipresentes.
No lo veremos quizá, pero podemos pensar en ello.
Quedan murmullos todavía por escuchar, estoy seguro.
No los escuchamos porque el Siglo pasado se mantuvo ocupado en el desarrollo de la radio; y el inicio del presente, en el perfeccionamiento de los patrones de modulación y coordinación para el manejo de las señales. La inteligencia humana crea cada día dispositivos y sistemas para que parezcamos más galácticos que terrenales. Estamos embebidos en nuestro encantamiento, unos diseñando y otros usando. Tan entretenidos que quizá no estamos poniendo atención a más formas de comunicación. Que las hay, estoy seguro.
Bueno ya habrá espacio para ello cuando se agote esa veta, la que nos lleva en la montaña rusa a la velocidad de la luz.
En el trayecto (como casi siempre pasa) ocurrirá un accidente tecnológico que abrirá otras puertas. O quizá ya estén abiertas y la experimentación esté en pañales. Bueno, de algún modo estaremos al pendiente, y si esa puerta es suficientemente amplia, probablemente, estaremos en contacto.
Post Data, luego reviso qué hicieron los dedillos.
Por fortuna aquí nadie lee. -
Fragmento de una charla, con una leve adaptación de mi texto original.
Hay algo que los devotos no saben de los ateos. Estas "basuras humanas" tenemos una relación, quizá más cercana y recurrente al "concepto de Dios", que la sostenida por el confesionalismo por hábito irreflexivo, sin descartar que existen formas de religiosidad reflexiva (¿).
Por ejemplo, en mí, el concepto asiste, como lo hace con cada mente humana, a mis instantes de contemplación y reflexión interna. Viene sin nombre, como amigo.
Sin la vieja y hurgada doctrina que le emponzoña la investidura con homicidios, genocidios, egolatrías e iracundias.
Se viste con ropas desgastadas (sin marca) y gusta de escuchar más que mandatar o predicar.
Detesta los ropajes ridículos con que lo presumen omnipotente, y no es autoritario. Ama la voz del hombre porque destruye la soledad de los silencios que lo habitan en ese mundo terrible de ser eternidad obligada.
Me mira amoroso y me dice que no trasmute nunca mi obsesiva cauda de preguntas, porque en tal caso, de ser creatura suya, es la pregunta y la búsqueda la senda que conduce al saber (...), semilla de toda sabiduría.
Cómo puede un sabio -me dice- odiar la sabiduría y alimentarse únicamente de la fe ciega y sorda.
Las preguntas suben al cielo y alimentan los oídos que puedan existir en cualquier lado; es el silencio la respuesta que invita a elucubrar respuestas: erróneas, aceptables, certeras...
¡Ay hombres, qué daños os hacéis en mi mítico nombre!
Mi Dios tiene que ser necesariamente tolerante y filosófico.
En cambio, se desfonda el dogma, bajo el costal de las preguntas sin respuestas.
Acosado.
Sitiado por las lanzas que quieren desgarrar el velo, recurre a la mentira.
No hay mentiras eternas ni preguntas que perduren ante la resultante del silencio: la búsqueda. Se enconcha y surgen los purgatorios: El dogma llama “tentación” a lo que no puede cubrir con falsas respuestas, “Demonio” a lo que trasgrede sus oscuridades obligadas.
Dios se me desvanece por las tardes apagando los fulgores de hogueras hechas con libros poblados de pensamientos.
¡Anciana paz te digo adiós!
¡Vieja mentira, romántica, producto de mi instante casi fantasmal: te despido!
Se vuelve Neptuno con cuerpo de ballena gris. ¡Lo puede hacer, es Dios! Lo puedo afirmar: soy la pluma de un cuerpo formado con genes de espejismos.
Dios espera que vuelva a ensombrecerse el mundo ante mis ojos para conversar conmigo esas charlas eternas.
Yo le digo ¡No existes! y él responde: ¿de verdad?... y explota en risas como niño travieso.
Nos sorprende la tarde con sus vientos tibios y deliciosos ocasos.
Con su magia crea una playa desierta de hogueras de libros, espadas y cruces.
No hay voces que anuncien burdos juicios ni amenacen conciencias con condenas.
Emisarios del miedo se devoran en su propia inmundicia.
Veo al viejo desnudo. Inocente de todos los horrores fatales que le adjuntan los promotores de la fe.
La playa nos concede su espuma, el viento quiere volverse música.
Algún lucero quiere volverse -a lo lejos- vanidoso pavo real, al que se le perdona hasta su exceso de belleza por el bien de la belleza misma.
Mi desnudez se viste de pluma y cuenta.
Crea un nuevo Dios cada día.
Uno para cada horizonte que me acecha, para cada angustia que brota más allá del misterio que me espanta con su espejismo infinito.
De mi cuento dirán: ¡es demonio, no existe!
Son dioses berretas que nos convierten en siervos, esclavos, en fantasmas sumisos del sermón que provee todos los miedos y amores absurdos.
En la playa, Dios ha desaparecido; quizá pez, quizá agua, quizá sueño fantástico de cunas infantiles; quizá nada.
¡Qué importa! Después de todo: ¿No somos espejismos? Luces que se encienden y se apagan. Voces que se atrapan a sí mismas para llamarse vida.
Las preguntas suben al cielo y alimentan los oídos que puedan existir, es el silencio la respuesta que invita a argumentar respuestas.
No es la fe la que impulsa la vida. Es la vida la que comprende todo en la cápsula sideral donde resuenan tantos ecos.
¡Heme aquí hablando de Dios!
¡Por Dios!... ¡Soy Ateo!
Dios, desde su universo de mitos en la mente del hombre, sonríe.
Somos hombres. Espejismos vueltos instantes en los cuerpos del hombre con una pluma y un lenguaje. -
Yo adoro los trenes. Cuando era niño solía huir de la casa para mirar a las máquinas de vapor hacer maniobras en el patio de la estación de ferrocarril de mi pueblo. Después de comer, escuchaba el pitido de la locomotora y cruzaba corriendo las tres cuadras que separaban a mi casa del enorme patio. Me ponía en cuclillas y me pasaba horas enteras mirando ese hueso que salia de un cilindro y echaba humo blanco.
Mi mayor felicidad, cuando la abuela nos llevaba a todos los nietos a un poblado vecino para comprar huevos frescos, queso y chocolate para su tienda. Eramos once nietos y la abuela, con sus casi 80 años encima, dejaba ver su "buena madera" como buena generala ordenándonos a todos para ir bien acomodados en los asientos de madera y hierro.
Recuerdo bien el traca traca y los pitidos de la máquina espantando al ganado dormido sobre las vías. Asomábamos la cabeza para mirar la cauda de vapor desde la punta del tren. Mirábamos a los maquinistas y le gritábamos lo más fuerte que podíamos, nunca nos descubrieron, ensordecidos sus sentidos por el chaca chaca y el puffff de la enorme caldera de vapor. El viaje duraba una hora. Cuando estábamos por llegar pasaba un señor vestido de azul recogiendo los boletos de los que se iban a bajar.
Ya entrada la noche, desde la estación del ferrocarril se escuchaba el silbato de la locomotora que venía desde Guatemala. En medio del silencio se escuchaba el crujir de los ganchos de los trenes al empalmarse unos con otros, se escuchaba también, como si fuera una ola, el sucesivo tirón de los carros al ser arrastrados tras la máquina.
Algo de melancolía me da al recordar el día que fuimos todos los vecinos a ver la llegada de las nuevas máquinas de diesel. Cambiaron todas las vías hasta la estación de mi ciudad porque el tren era más ancho. Todos ellos agitaban pañuelos para saludar a la máquina nueva que arribaba por primera vez. Yo volteaba a ver al lado contrario, hacia donde estaban formadas todas las máquinas viejas que serían mandadas a la Ciudad de El Carmen, en país vecino de Guatemala, para que siguieran dando servicio hasta sus últimos días. Las máquinas nuevas no me gustaron. No tenían ese llamativo brazo que parecía torcerse dolorosamente cuando daba inicio la marcha del tren, tampoco dejaba esa estela de humo como cola de caballo. Se lo dije a mi prima Juanita y se puso a llorar. Nos tuvieron que llevar a comer muchos helados para que se nos olvidaran las máquinas de vapor.
Un día (después de ver una película de un tal Joselito, un niño español muy llorón, que cantaba bonito) después de cumplir los 12 años, me fugué de mi casa. Me fui en uno de esos camiones que remolcan enormes cajas llenas de botellas de cerveza (en México les llaman "trailers"), el viaje fue de más de 2000 kilómetros, más de medio país, el último tramo lo hice en ferrocarril, todo una noche hasta llegar a la ciudad de México. Desde entonces vivo en esta ciudad y viajo en tren casi todos los días. Estos trenes no hacen ruido, no echan vapor, hasta hace unos cuantos años dejaban salir de sus ruedas un olor a balata quemada, luego les cambiaron el sistema de frenos; ahora son magnéticos, no hacen ningún ruido.
Los trenes y yo nos hemos vuelto silenciosos. Algo solemnes. Yo por las canas y las arrugas; ellos, por la rigidez de su fría estructura modernista.
Todos los trenes de pasajeros son urbanos. Por los valles y montañas de México solo corren trenes de carga. A veces siento nostalgia y quiero viajar en tren, me hago un delicioso té de canela, me arrellano en mi sillón "reposet" favorito y cierro los ojos. Lo primero que escucho son unos ladridos: es mi "Terry", que se alegra de verme después de tanto tiempo.
Me ato los cordones de los zapatos y salimos corriendo por el traspatio para que nadie nos descubra.
Cuesta mucho volver.
Cada vez las calles son más borrosas.
Si no fuera por los ladridos con que mi perro marca el rumbo, talvez no podría volver.
No obstante llegamos. Las máquinas están esperando.
El maquinista nos ve y empieza su jornada: Chun Chun para atrás. PSHHHHHEEEEE el freno.
Trararack el cambio de dirección.
Luego hacia adelante, hasta pasar el cambio de vía.
El garrotero se baja y cambia la vía.
Viene de reversa para dejar los furgones que llevarán granos de café.
Silbidos, traqueteo, vapor, y el brazo de hierro que juega a las vencidas con las ruedas.
Desvanecidas casi, la siluetas intangibles, hacen su rutina.
Terry está, como en aquéllos años infantiles, echado a un lado de mí.
Son siluetas fantasmales que pronto dejarán de existir.
Es quizá el encuentro final. El maquinista viene y me saluda. Veo manchas de grasa desvanecidas sobre su nariz, y entre sus manos la inseparable estopa. Tiene ojos tristes, casi llorosos. Sufre, como todos esos fantasmas a los que se les ha destruido todo su mundo. Extiende la mano y le pago con unos billetes de 100 no me olvides por hacer volver las imágenes de mis recuerdos.
Se va.
La tarde vaporosa, por las primeras lluvias, me invita a oler al naranjo, que ha entrado en celo.
Unas moscas zumban cerca de mí, arrullándome para la siesta.
Me dejo ir con la esperanza de volver.
Al volver es que te lo cuento: un cuento de trenes. -
Cuando le dije a Mariana que a partir del día X iba a dejar de llamarla "Mi Mujer", "Mi Esposa" fue y compró para mí una enorme pulsera grabada con su nombre. :S
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Y solo se ha quedado solo así: solo, para todo. Aunque en los libros viejos seguiremos encontrando la presencia de ese “sólo” que se ha quedado en solo, diga lo que diga, sea lo que sea; los hábitos tardarán en desaparecer. Pensaremos en “sólo,” y luego lo dejaremos así: solo, porque hoy las redacciones ya han tomado medidas para que no se permita la entrada a “sólo” bajo ninguna circunstancia.
Bajo la lluvia, cobijado entre las letras moribundas de algún periódico viejo que espera el viaje a los centros de reciclado para volver a ser papel o pulpa para algún algo. “Sólo” disfruta sus últimos instantes de presencia ante cualquier iris analfabeta o desquiciado antes de ser pasado por los lavadores de tinta poblados de solventes y disolventes químicos y orgánicos para borrar de la plana, el cachete, la hoja, cualquier detalle de su vida.
“Sólo” no existe, se ha quedado en solo para todo.
él solo cuida a su madre. -
Ensayo para ver la felicidad bajo cualquier pretexto.
Harina de pan de muerto. Unas manos hermosas amasando las porciones. Un horno que espera. Mirada que cubre los copos de trigo molido y aderezado con los secretos de la repostería familiar, y que vuela a la vez por las ondas fugaces de tantos pensamientos.
Yo te descubro cada vez que aspiro los olores de tu arte. Te miro como si mirara el tiempo detenerse en torno de tu magia. Te has robado un instante de eternidad que guardo en el único lugar humano donde la eternidad reposa entre latidos. Mi mente se reduce, para ti, a ser portarretratos de tu encarnación más que divina.
Mi contemplar admite: ¡Vivo, me siento vivo! Navegando entre cielos y llanuras. Me reservo las playas para mí y para ti. Para que siendo espumas nos fundamos en besos. Para que siendo olas nos absorban nuestros hambrientos poros, como arenas de playa.
Harina de pan de muerto que se seca y se dora entre las flamas. Durante el tiempo justo y el calor apropiado, para dejar de ser esa argamasa simple y desabrida y volverse un manjar delicioso y bendito que rompe los ayunos de la vida, mientras que yo te miro y te consumo, maravilloso ser, delicia de mi vida.
Harina para pan de muerto.
Tus manos, tu calor, y esta brevedad que compartimos entre olor y sabor, liberadora esencia que supera las increpancias cotidianas que consumen, entre prisas y espantos, la deliciosa vida.
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Polvo
..................Piedra
Con el tiempo…
Lo que no se hace polvo
..............se hace piedra
Piedra que nos observa
desde un mundo sereno y milenario
Silencio respetuoso
Que sabe contemplar
.............sin emociones
.lo que vive sin ver
................sin entender
...y que pasa de largo
Lo que no se hace polvo
.................y se disuelve
se acumula en la piedra
conservando las huellas
.....................encriptadas
............de la historia
que espera una mirada
..........para decirnos algo. -
Rafael
(Crónica de una fantasía ajena)
“No es más grande que una gota de nube,” pero su alma cristalina es como todas las demás: diamante vestido con las ropas que van quedando de los mayores. Corazón hambriento de las migajas de amor que caen del de por sí paupérrimo banquete de los afectos paternales.
Mira y aprende a comprender el mundo al que ha venido. La búsqueda de las razones del porqué está aquí vendrá más tarde; hoy sólo sobrevive al día y a la noche, ambos, pesadillas que acechan todos sus pasos por el incomprensible mundo de los mayores.
También fuera de casa hay un desierto de afectos. Los chicos aprenden sobre el mundo lacerando a los otros, a los más pequeño, a los más débiles. Les divierte ver huir al pequeño, fracasar en su intento de huida. Les divierte escuchar esa divertida forma de llanto que no espera auxilio alguno, que es la expresión genuina de un dolor que está más allá del mero efecto de los pellizcos. Un llanto que brota de la acumulación de todas las formas del desamparo. No hay afectos, no hay amigos de la infancia. Queda pues, huir, aislarse, mirar las sombras y jugar con gatos. Los gatos amorosos no son hombres, y un hombre necesita de más hombres para vivir como hombre. Si no hay hombres que puedan servir como hombres, hay que inventar a un hombre: así nació Rafael.
La chiquilla da dos pasos y se separa del banco de madera que siempre está junto a su madre, la mesa. Sus ojos brillan emocionados. Desde un reflejo solar, se ha metido por la ventana un niño de su edad que camina por toda la casa como lo hacen los gatos, reconociendo los rincones, las ventanas, los huecos en los muros y las sombras.
-¿Aquí vives? -pregunta a la niña.
-Sí, -responde ella-.
Por primera vez, las miradas de la familia la descubren, está hablando sola, está mirando hacia el tapanco que contiene los granos.
Mira y habla en voz alta.
Por primera vez sonríe.
Por primera vez arranca a los suyos una sonrisa y gestos de asombro.
-¿Cómo te llamas?
-Rafael, ¿y tú?...
-Rosario, me llamo Rosario.
Sube corriendo por las escaleras de madera y se pierde entre los bultos de semilla que hibernan dentro de sus costales esperando a que el hambre los llame a llenar estómagos vacíos.
Se escucha apenas el murmullo de la vocecilla que charla y charla con su propio sueño.
La familia vuelve a sus cuitas y olvida el extraño pero explicable suceso. Para ellos tiene sólo relación con la conducta infantil, acostumbrados como están a una vida hosca y sin afectos, como postre de la vida.
Gatos, perros, culebritas y ranas quedan en el olvido.
¡Rafael!...
Se escucha por todos los cuencos donde viven los fantasmas. En los muros derruidos por el tiempo y las lluvias. Junto a los montones de varas secas que esperan vestirse en fuego de cocina.
¡Espérame!
¡Ven!
¡No Rafael, no! ¡Así no!
Secretos y secretitos.
Arrumacos y canciones extrañas.
¡Mira ahí! ¡Mira allá!
Luego, el sueño reparador de todos los cansancios infantiles.
Rostro dulce y emocionado por la felicidad de un nuevo amigo.
Una deshilachada ruana se deja abrazar y besar con ternura.
Rafael duerme en la misma cama, con cuerpo de lana.
Rafael no ronca, no se mueve. Deja que su cuerpo tenga, por horma, los brazos infantiles.
¡Qué graciosa pequeña! -dice la luna desde el pórtico de luz de la ventana-.
Ella, la Luna, conoce a Rafael.
Es un lucerito fugitivo de su jardín de niños celestiales. Huérfano de alguna Super Nova extinguida, de algún Sol bebido en Hoyo Negro.
Ella, la luna, tiene un manto de fantasía plateada que brilla cuando invade el sueño de los niños.
Esta noche, el sastre de Liliput ha hecho para Rafael un trajecillo de príncipe, y para Rosario un vestido azul con cola de nieve.
Duermen, danzan, corren por el jardín de El Camino de Santiago. Los párpados reflejan alegría, no es hora de llorar, es hora de alegría bordada en fantasía. -
vino la lluvia, vino
...............la escuché
palabrerío de gotas
uñas de agua sobre el techo
panza de nube negra que ha parido
vino la lluvia, vino
y se fue muy cansada
y se fue como ola vestida de viento
y me dejó un fantasma de vapor
dormido en el traspatio
entre el olor a barro
................que juega
........con el aroma de café.
-
(arrítmias)
Bajo la Luz del
ocote*
Chona pare un
niño moreno
Concha mira entre las
paredes de
otate*
Chona tiene 17 años
Concha 7
-Qué está
pasando –le
digo-
-Se hizo un
niño
"Séña Tez" lava entre las
piernas de
Chona
"Séña Luz" baña a un
niño chillón
Concha y
yo caminamos rumbo al
río
Ella se agacha y
se lava con
agua las
mejillas
Luego se mete en el rio y se
lava todo el
cuerpo
Es el ritual infantil de una
niña que
comprende su
papel para el
futuro.
*ocote
http://es.wikipedia.org/wiki/Pinus_montezumae
*otate
http://www.verarboles.com/Otate/otate.html -
la mujer vino a salvarme con un libro, me explicó la eternidad y sus requisitos, hablamos de eternidades diferentes.
Le di a leer Historia de la Eternidad, de Borges, a la segunda página le dolió la cabeza, dejó el libro y se marchó, nunca ha vuelto; pese a éso, no tengo la impresión de haberme perdido eternidad alguna.
Me sigue siendo indiferente el tránsito por un instante congelado; e imposible contemplar todo instante desde una perspectiva inamovible en el tiempo.
Como no tengo ríos a la vista, observo las avenidas y las calles, pasos y autos ocurren y se marchan ante mi presencia, que siempre toma conciencia de lo que sucedió el nano segundo anterior. -
el río fluye por bajadas con su cuerpo mutante
creo verlo al instante, mas no puedo
soy ciego para el futuro y el presente
lo que miro ha pasado, es pasado. -
Entre el llanto que inicia los olvidos
y el silencio que acalla los recuerdos:
amo esa soledad que me conjura
de las ardientes manías cotidianas
este interno solaz de estarme solo
que me niega a las ruedas de los autos
y al ulular del metro entre las vías
con latidos de riel en las entrañas
y los rostros absortos en lo suyo
Hay amorosos ecos que aruñan las paredes de mi claustro
son esas voces de ola que me llaman
derruyendo blindajes de realismo
a transitar por ecos
y misteriosas playas
En el compás de espera…
Al universo mágico que habito
le surgen mil nostalgias soñadoras:
son los minutos llenos de vacíos
entre acordes de Bach
y los vuelos de Ponce
Me he vuelto parco con todos mis sentidos
añorando el corral con faunas de peluche
y esferas plastiqueadas
de inquietantes sonidos
Desde que no converso con sirenas
ni cohabito con hadas
algo de mi preñez mundana se ha aburrido
yaciendo entre la arena
como plancton marino
sin brillar como perla
sin versar como nido. -
versos para desayunar domingos aburridos
Hablo desde la voz de mis minutos muertos.
Voces encriptadas entre fonemas vulgarizados,
mientra la sombra contempla -tras los muros-
en cuerpo caprichoso,
de eternidad mutante.
Resucita el instante que la mirada encuentra
en la imagen que se ocultó en la piedra luminosa
tras tatuajes y signos descriptivos
de otro mirar, con plenitud de vida,
que no se murió mudo,
embalsamado,
en los rituales amplios del silencio.
Magia que vuelve mientras existen letras comprensibles
y miradas hambrientas que escudriñen los versos
...absurdos
..................congelados
......................................desamorados
............................................................desangelados
de mi poeta de cartón. -
cuando la musa charla
los diálogos se expanden
juegan en la mente
y se vuelven imagen
llegan los dedos
..........la pluma
se deteriora el recuerdo lentamente
queda sólo un remedo
de una voz diluida
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