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Viendo entradas en la categoría: MELANCÓLICOS - Página 3

  • José Valverde Yuste
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    Hoy el viento golpea
    como un martillo las ventanas,
    los cristales tiemblan ateridos
    posiblemente sea invierno o primavera
    qué más da, nadie puede dar asiento
    a este caballero tan locuaz.

    Soy pétalos muertos,
    que este osado ha robado a mis rosas,
    deshojándose
    penetrando en ellas los silencios
    de los fondos abisales;
    marchitando la fragancia
    que ayer exhalaban.

    Hoy mis pensamientos
    vuelan como las golondrinas
    con el cálido viento
    en busca del ansiado amor
    y acompañar a las olas
    por si cayendo la lluvia
    aparecieras tú,
    penetrando mi piel.
    A Alde y Poeta en Silencio les gusta esto.
  • José Valverde Yuste
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    Eres mi oscuridad,

    mi amor,
    mi suplicio,
    fuego quemando mi infierno,
    camino que tiembla,
    mi tristeza en el mundo.


    Flecha adorando

    al sol de la complicidad
    alborotando
    el mar de las temeridades
    despojada de ternura en las noches
    donde el crepúsculo
    muere en los altares.


    Alegría perdida,

    esperanza sepultada
    como las raíces, bajo tierra
    perdición del día y la noche;
    inexorable ocaso
    llegando lentamente.


    Días grises
    de agujas y tinieblas

    tristeza hasta en mi frente
    locura en tránsito permanente
    ansiedad a manos llenas

    recorriendo
    los espíritus de mi pasado.

    Hoy mi tibio corazón

    necesita resurgir a la luz,
    dejando atrás la tristeza
    volver a ver verdes valles
    rojas amapolas.


    Dame una luz radiante

    para olvidar mi corazón helado
    ventanas luminosas
    donde entre el aire limpio,
    expulsando a este demonio
    que llevo dentro
    y el alba realice otro milagro.


    A luna roja, Alde y bristy les gusta esto.
  • José Valverde Yuste
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    Eras calor y frío,
    una mirada ardiente al mediodía,
    una pasión acelerada
    un tumulto en la mañana.


    En la cañada, los gorriones te trinaban

    pedías lo posible y eso era imposible
    comprabas el día y te daban la noche.


    Tus quejas siempre fueron amordazadas
    no podías ulular, ni maldecir
    por el dolor pernicioso de tu pecho,
    por el corazón partido, de vómitos, de indolencia,
    cantares del pueblo, con sus penas y alegrías.


    La luna te llamaba y tú, padre mío,

    estabas solo como la nada, nadie te esperaba,
    eras un desierto en la noche,
    tu cansancio no era nada,
    ni las oquedades de tus ojos;
    eras el esclavo de la manada,
    la que todo tenía y nunca daba nada.


    En el humo de la ribera te veía

    respirabas el cáncer de tu desgracia divina,
    aullando como un lobo
    pero nadie te oía.


    Por la noche, amordazado el miedo,

    los troncos eran tus aliados,
    te hacías disfraces con sus ramas
    el té perfumaba tu azahar
    bendita primavera que llegaba
    con su traje de flores
    y su mantón de manila
    a juego con su cabellera.


    Ya no hay mesa, ni pan compartido

    ni plato al centro de la mesa,
    todo está vacío,
    como tu chaleco colgado
    en la percha del olvido.


    Viviste en un aire ahogado

    en un agua que no refrescaba
    sudor silente resbalaba por tu cara.


    Cuando dormiste eternamente

    los serafines lloraban,
    esparcían tu amor por la tierra
    adoraban tu divino tributo,
    y el aire se estremecía al reconocerte.


    Entonces comprendí que

    morir no significaba nada,
    es una palabra, sólo eso.
  • José Valverde Yuste
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    Miro las hojas caer sobre la tierra desnuda,
    sus destellos deslumbran las fotos
    de nuestra nostalgia, amores volando
    en un valle de plata, sinsabores con pedigrí
    en una oquedad agitada.

    Siento tu amor convaleciente, enfermo,
    volando a la eternidad.

    ¿Dónde estás?

    Cansado de ver fruta podrida,
    falacias tormentosas,
    miradas extraviadas como laberintos
    en un jardín sin dueño,
    salto al abismo de los sueños.

    Percibo tu angustia,
    ávida de visualizar
    explosiones del arcoíris
    como abanicos gigantes,
    construyendo una mansión de ensueño
    donde descansar, dormitar, de este infierno.

    Cuando vas sin atuendo,
    tu enfoque es un cerco tembloroso de sal, l
    a metáfora de la ceguera,
    camino con baches ocultos,
    caer a la hondonada de la vida.

    Una alberca de espuma sin salida.
    A bristy, Melementos y Alde les gusta esto.
  • José Valverde Yuste
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    Duro será el triste destierro de mi vida
    acostumbrado a dormir sobre flores
    ahora caigo sobre ellas,
    sintiendo el dolor de rosas sollozando.


    Escarcha reprimida de mis lágrimas,

    mi corazón te reclama enloquecido
    trinar de arpa, sortilegios hechos suspiros
    bellos pétalos colgando de la estela de tu cuerpo.


    Tallo floreciente de flores abiertas,

    abanico que me refresca, cautivándome el alma
    sutil perfume con tu dulzura y fragancia
    una camisa confeccionará sintiendo
    el roce de tu piel que me envenena.


    Se llenan de nostalgias mis horas

    contemplando tu rostro, es añil
    en un mar embravecido donde navega mi deseo
    vestido de mañana o de atardecer doliente.


    Tiembla la noche en tus manos

    acaricia la esperanza tus cabellos,
    enervan las pasiones solitarias
    y claudican en ti el clavel y la violeta.


    La memoria no sabe de historias

    que no llegaron a hilarse,
    que murieron antes de ser vividas,
    sólo añoran el tacto de la piel
    que recubre el silencio.


    Desde el otro lado del océano

    las llamas inician su solitaria travesía,
    abandonando los escarpados Andes
    volando como las golondrinas a cobijarse
    bajo mi manto de hojas rojas,
    naufragando en la lujuria de la noche húmeda.


    Las palabras son corceles briosos

    nuestras almas lluvias que emigran
    con los vientos,
    no se encontraron, pasaron por encima de la vida,
    de los mares atravesaron el horizonte
    ajenas a nosotros.

    Naufragando en la orilla
    A bristy le gusta esto.
  • José Valverde Yuste
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    Duro será el triste destierro de mi vida
    acostumbrado a dormir sobre flores
    ahora caigo sobre ellas,
    sintiendo el dolor de rosas sollozando.

    Escarcha reprimida de mis lágrimas,
    mi corazón te reclama enloquecido
    trinar de arpa, sortilegios hechos suspiros
    bellos pétalos colgando de la estela de tu cuerpo.

    Tallo floreciente de flores abiertas,
    abanico que me refresca, cautivándome el alma
    sutil perfume con tu dulzura y fragancia
    una camisa confeccionará, sintiendo
    el roce de tu piel que me envenena.

    Se llenan de nostalgias mis horas
    contemplando tu rostro, es añil
    en un mar embravecido donde navega mi deseo
    vestido de mañana o de atardecer doliente.

    Tiembla la noche en tus manos
    acaricia la esperanza tus cabellos,
    enervan las pasiones solitarias
    y claudican en ti el clavel y la violeta.

    La memoria no sabe de historias
    que no llegaron a hilarse,
    que murieron antes de ser vividas,
    sólo añoran el tacto de la piel
    que recubre el silencio.

    Desde el otro lado del océano
    las llamas inician su solitaria travesía,
    abandonando los escarpados Andes
    volando como las golondrinas a cobijarse
    bajo mi manto de hojas rojas
    naufragando en la lujuria de la noche húmeda.

    Las palabras son corceles briosos
    nuestras almas lluvias que emigran
    con los vientos,
    no se encontraron, pasaron por encima de la vida,
    de los mares atravesaron el horizonte
    ajenas a nosotros.

    Naufragando en la orilla
    donde florecen las esperanzas
    de los amantes cautivadores.
    A Alde le gusta esto.
  • José Valverde Yuste
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    Balcón triste, desmadejado,
    otrora esplendoroso, una belleza
    contemplarte desde la calle
    lleno de bellos claveles, hortensias, violetas;
    la bendición de Dios en la tierra.


    Las golondrinas te trinan, los canarios

    te cantan las bulerías de la alegría
    de tu alma, henchida de felicidad
    como la catarata con su agua.


    Los dioses de la galaxia se arrodillan

    cuando exhalan tu fragancia de perfume
    de anacardos y avellanas, eres sedante
    como el río cuando desciende suavemente
    por su cauce de cañas.


    Eres elegante como una modelo

    de pasarela, delicado, suave, coqueto
    encandilas a los visitantes, le haces girar
    la cabeza y perpetuarte en sus pupilas.


    Tu glamour es superior a Montecarlo

    o la Costa Azul, eres limpio, fluido
    amante de lo eterno y de lo efímero
    un cascabel sonando en fiestas de plenilunio.


    Hoy estás triste

    tu dueña te ha dejado
    se ha marchado en un bajel alado
    a navegar por el océano del olvido
    pero ni ella te olvida ni tú la has olvidado.

    A Alde le gusta esto.
  • José Valverde Yuste
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    Anoche dormí con un fantasma
    las ramas de su árbol cubriendo
    mis oquedades era un esperpento
    muy elocuente.

    Anoche me sentí sediento
    bebí el agua de mi vientre,
    dormido, con escalofríos de los
    tirabuzones de tu bosque.

    Anoche rompí la Vía Láctea
    mis constelaciones oscureciendo
    sus vibraciones y giros se convertían
    en olas de mar enfurecido, reflejos de mis rodillas
    cuando se doblan pero no sudan.

    Anoche Eros me envolvió en su sábana
    sentí escalofríos, recorriendo mi cordillera
    ondas de sonidos, hambre de cuerpo,
    pero nadie venía, sólo ilusiones de una
    estrella polar insaciable, lluvia cayendo en la niebla.

    Anoche vino el vacío, no era nada
    sólo calores de pecho, llamas inusuales
    escondidas en mi alma, llegaron hasta mí
    cómo ejército poderoso que mi sangre desborda
    y me sentí lleno pero muy solo.
    A Alde le gusta esto.
  • José Valverde Yuste
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    Sé que no estás en mi pecho
    para sentir tu calor, la vida se te escapó
    se fue volando hacia el sol.

    No estás en la calle, recuerdo
    vagamente tu estela de hambre y sonrisa
    eras el arcoíris de la vida.

    Sé que después de esta vida
    existe otra, más trasnochadora
    menos disconforme
    donde el silencio es el premio,
    la soledad, la quimera
    y tú, mi bien preciado,
    el sol alumbrando mi preciada cabellera.

    Sé que después de este sol
    viene otro, de lentes más gruesas
    relámpagos brillantes que relucen
    más que las estrellas.

    Existen colores invisibles
    que hieren el iris de tus ojos
    quiero ver esta maravilla contigo;
    ser muerte y vida,
    una resurrección que dure toda la existencia.

    Quise imaginar lo bello
    lo que necesito, tu luz de fantasía.

    Ser el ocaso de tu sangre
    en una tarde llena de colores,
    de sentimientos que afloren por mi cielo,
    despejado, de sombras demoníacas.

    Sé que no estás, vives en tu mundo
    de sombras apagadas, invisibles a mis ojos;
    de caparazones que obstruyen mi mirada,
    navegando por tu mar salada, fría, embelesada.

    No encuentro adjetivos para describirte
    para engalanar tus ojos, acortar la distancia
    que nos separa.

    Ser un rayo de luz que me conduzca
    hacia tu morada, dulcemente,
    como mi vida te ama.
    A bristy, F. Marcos, Pi-Radianes y 1 persona más les gusta esto.
  • José Valverde Yuste
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    Magia de las calles
    deshaciendo los vidrios de la mañana,
    hachas hirientes en las tórridas tardes,
    miradas al astro rey, luminosidad turgente
    en el abismo de la vida.

    Tiempo dislocado, sol ardiendo, estatua de sal
    en la montaña, desnuda te saluda con su traje
    de guirnaldas, iris dislocados, pupilas
    que no dilatan, están encorsetadas.

    Almas siniestras, llevan alas
    Son derrotas del alma, oscuridad hechizada,
    asesino oculto en la inmensidad de esta creación
    tan incomprendida a la mente humana.

    Llora el corazón ennegreciendo, el día
    contagiado de nubarrones oscuros trayendo a mí,
    árboles carcomidos, muebles viejos con agujeros
    cuan queso suizo, sabores ácidos, flores sin pétalos,
    cima del desahucio orbitando en la sustancia gris
    instalada en su oquedad , principio del saber supremo.

    Rotunda inmensidad es la nada, entre los astros
    se acumula la soberbia, los agujeros negros
    engullen galaxias, y tú amor mío,
    ¿Cuándo me vas a engullir?

    Soy el refugio que buscas, un sol
    ennegrecido en un destino inaccesible,
    soledad que mata, ventana
    por donde no penetra aire.

    ven a mi mundo, quiero salir de aquí
    ¡vendavales!, venid a mí
    quiero salir de esta oscuridad
    en la que ando envuelto.
    A bristy y Alde les gusta esto.
  • José Valverde Yuste
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    Cayendo la tarde
    sobre el estanque dorado,
    volviendo a ver las mismas tinieblas,
    luces apagadas en un mundo claro,
    donde los rayos se mezclaban con los ávidos truenos.


    Me bamboleas como una sierpe rosácea,

    un avatar abandonado es tu existencia;
    unos niños jugando a la nostalgia, un paredón abandonado
    donde jugamos a nuestros juegos de laberintos vidriados
    exhalados por la bruma y el viento.


    Eres el beso que penetra en mi interior devorándome,

    quemándome como Nerón quemó Roma, soy las ondas
    del agua cuando navegas sobre ellas, abrumador acto
    torpemente compartido por la alborada de la nostalgia.


    Humanidad en penumbra, solsticio de primavera,

    arrullo de palomas penetrando en mi torrente rojo
    de células muertas, esperando el despertar de la mojada
    tarde como cristales impenetrables de la mirada.


    Sueños de metal enmascarados de vino no bebido,

    amores de arquitectos fallecidos en el valle
    de la dicha, acuarela resplandeciente del momento;
    historia de ayer, tren sin pasajeros, sueños de libros
    infinitos sobre papiros egipcios, el universo resurgiendo.


    Otoño cayendo, hojas volando provocando

    sombras entre nubes en el cielo,
    noche de júbilo, mañana adversa, recuerdos indolentes
    que se derraman en mi casa.
    A bristy, Alde y Ana Fabiana les gusta esto.
  • José Valverde Yuste
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    Quise abrir mis venas
    bajo el almendro florido
    de aquella primavera escondida,
    en el silencio de la tarde,
    fuera del ruido urbano
    que perturba mi calma, asesinada
    por el estrés de las finas hierbas,
    asfalto quemado.

    Yo te ignoraba como los suspiros
    que arrastra el viento,
    peregrinar constante de sentimientos,
    yemas de vides, polen de amapolas, máscara de farolas,
    alienando mis carencias impolutas, ríos de nardos
    agarrados a tu cintura.

    Yo quise borrarte
    de mis noches sin estrellas,
    de los días que fluyendo dejaban correr
    el tiempo tras mi estela sedienta;
    no era nada en esta vida,
    una simiente cautiva de laberintos
    de calles enmohecidas, reguera de hormigas
    sin destino, con prisa.

    Ayer descubrí, maldades inocentes,
    espadas malignas, vidas ocultas
    encerradas en este paraíso
    de jaulas fabricado, hierba de hormigón
    agujereada por arañas y ratas, envileciendo
    mi alma errante de algarrobo muerto,
    en la prisión esclava de mi mente.

    Quisiera salir, despertar de este vivir sin vivir,
    de este encantamiento de la evolución interestelar
    surcando paraísos desarraigados, volviendo a la
    campiña, a contemplar la primavera de nuevo.
    A Alde y Ana Fabiana les gusta esto.
  • José Valverde Yuste
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    Viento de las olas profundas del universo,
    sonoridad silenciosa sobre meteoritos
    de nostalgia cabalgando
    hacia la ignominia.

    Profeta de alas blancas
    circundando su cara,
    cabellera de aura triste envilecida,
    con frente pálida de mortis reciente.

    Sueños cercanos a lo imposible
    ascendiendo cómo cometas
    a una nave donde habita el tormento
    y el suplicio de los lamentos,
    morbidez de la vida.

    Todo el polvo del universo
    condensado en mi corazón
    resplandores de otras vidas
    como arcos de penuria llegaban hasta mí.

    Rayo viril, luz fosforescente
    fulminando mis tentaciones lascivas,
    encubriendo la maldad perversa
    de esta etapa onírica
    de la tragedia griega de mi vida.

    Los nenúfares de la maldad
    acechando el frenesí sórdido
    de la muerte cabalgando
    por estelas celestiales
    se acercan a mi.

    Una explosión de estrella interestelar
    convulsiona mi ser
    destruyéndolo, convirtiéndolo
    en átomos imperecederos.


    Allí:

    Más alta de las nubes
    y las constelaciones, mi alma descansa
    en tinieblas permanentes,
    entre humedales y escarchas.
    A Alde y Ana Fabiana les gusta esto.
  • José Valverde Yuste
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    Vida trémula, retén mi amor
    en tus oscuridades, renglones torcidos,
    palabras frustradas de amnesia,
    pasajero de la noche fría, envuelto
    en tinieblas, nieblas emergiendo
    del cauce de tu vida.

    Jardín encolerizado, entristecida rosa
    con lengua bípeda de nostalgia deshonrosa,
    penitencia de mis días dolorosos, atajo de mi fuego
    que en ti arde, como arden los cielos, con la cólera
    de los soles, crepúsculos hiriendo como dardos,
    la flor que derrite mi vanidad.

    Los montes de tu vientre, me enternecen;
    ando en continua agonía como tu valle
    inundado de lágrimas saladas, estridencia
    alucinógena de mis sueños de locura.

    Soy la brasa que enciende tu mente
    los sentimientos frustrados vislumbrando
    bosques de encinas o tréboles como decía
    la gran Dickinson.

    Soy tu vasallo, a tus pies me rindo;
    ¡oh hermosa luna!, acaricia mi pluma
    quiero navegar por tu cuerpo de metáforas,
    por tus miradas de horizonte, por el infierno
    de tus besos, quemantes, hechiceros.

    Eres mi vino en las tardes cálidas
    vino añejo desperdiciado, halo de aliento
    no olido, pasión no consumada, espacio
    escondido en tu firmamento.

    Quiero beber de ese licor, de ese lamento,
    acongojarme despierto, que mueras por mí, violeta;
    alma y muerte, amor y sexo, en la inmundicia
    de este mundo violento.

    Ser tu pecado y tú mi hoguera
    ser la cólera de Dios, y tú el diablo con tridente
    una vela apagada en la oquedad de la vida,
    una oscuridad hiriendo mis pupilas.

    Llévame a otra vida, donde el fuego
    sea la dicha, y la honradez el pecado,
    navegue en mis lágrimas, no ves, estoy muriendo
    en esta penuria de veneno que mi noche acaricia.
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  • José Valverde Yuste
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    Cuando regreses no habrá balcones
    ni flores, nada del pasado.
    en el portal, las flores se murieron
    y el jilguero ya no canta enmudeció del silencio.

    Los árboles ya no florecen son vivienda
    de la carcoma y las termitas; y el fruto
    huyó en desbandada de melancolía.

    El viejo corral de piedra, hoy vivienda del musgo
    cascabel de la tristeza, orgía de lo inhumano
    fiesta de almas en la tristeza de la esperanza.

    Hasta mis pupilas se marchan
    cuando aparezco con el alma rota
    y las lágrimas heladas.

    Esas risas acompasadas se volvieron soledad
    y las voces llamando para comer,
    hoy están calcinadas, hibernadas
    en el jardín del Edén, descansando,
    un eco sordo dejaron en el viejo portal solitario.

    Esas promesas que hiciste a los dioses
    y a las vírgenes se perdieron en el bosque
    de los deseos, se compenetran
    con la voz del silencio, en un triste
    nicho habitado por anélidos y nemátodos.

    Cuando regreses todo será diferente
    incluso mi sonrisa, ya decadente.
    A Alde y Ana Fabiana les gusta esto.