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Sí,
el tiempo
es
insolente,
nada compasivo.
no
ofrece segundos,
no
transa lágrimas,
a veces
ríe,
otras
se mofa.
Fácil
de soñar,
Imposible detener.
Y yo,
yo estoy en su camino...

​

Aléjense inviernos escritos de lamentos,
funesta tristeza agravan la mía.
En noches olvidadas
sin segundos que cuenten las horas
balbuceo en el arribo del día mudo.
Aléjense gritos envejecidos
gestos adormecidos en silencio
hacia sendas mortales,
no enjoyen tempestades profundas
guardadas en el alma.
Aléjense años vestidos de arena
donde la piedad no conoce de tiempo
y la muerte ronda inevitable.
Ya no hay siembra en mi mano
alejóse el devenir llamado alegría,
la magia del amor pretendido
se desvaneció en el intento eterno.
Sólo queda
el aroma agobiante de la derrota.
Perdí la llave, el rumbo sin senda
noble huella que el viento borrará cuando muera
sin compasión, por siempre.






​

Oleaje desnudo
de estrellas estériles,
bajo el cielo infinito
alumbran el silencio impenetrable.
¡Oh, no hay luz menguada
para la pena oscura!
Corazón insensato
convertido en fragmentos, vivos
cavan la grieta que sangra,
filtran lágrimas en gotas
cubren cielos negros,
infinitos...
Astros aliados, acaso, tal vez
volviesen
a mí tu semblante,
polos opuestos hemos de ser...
Rodará el olvido
en la inmensidad anegado,
consuelo sumiso
inconcluso de la jornada,
no escapa
al contraste de la noche,
espacios callados
remiendan
sonámbulos recuerdos,
despliegan estelas rotas
estígmas en el alma
donde abandonadas, yacen.
​

​

Asoma el cielo, rasgado de estrellas
cubre al sol que duerme...
No hay piedad ni asombro
al llanto que envejece junto a mis ojos
confundidos...
El infierno visitó mi alegría,
convertido en amigo consentidor
se estableció como huésped indefinido
llevando al abismo mi mente afligida, que
ahora vaga entre delirios
cautivo, como fábula de horror.
La agonía, disfrazada de aromas
sin tregua...
desnuda la grieta sangrante
que el infierno dejó,
su paso no turbó en reconocerme
desfiguró mis formas,
engañó mi espíritu sagaz.
El tiempo sordo
vagabundo de obras blancas,
mofa de eternidades suplicantes,
allí quedaron mis ojos
¡Clamando!
Suspirando por el alba
vertidos en llanto,
como amarga lluvia eterna,
como el ferviente infierno
sin rumbo;
sin destino,
sin final.

(Depresión) ​

Jamás la ausencia
me hará sentir, esquiva
de ese amor tierno
que brama y envuelve
sin máscara,
sin misterio...
Jamás
la sentencia perpetua
me hará abandonar la razón
donde pronuncio tu nombre
sin culpa...
La derrota es inaplazable
tras el umbral de la partida,
pincelada suave del destino
incrustada
en el naufragio anhelante
de ilusiones,
donde jamás
la urgencia de soledades
revertirán
la distancia cómplice,
que enreda
sin tregua,
lo que fue...
​