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Viendo entradas en la categoría: POEMA DE AMOR - Página 10
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No sé en que momento perdimos el camino,
cabalgando nubes en la levedad de una risa
o en ese ahondar sobre el murmullo de la piedra
que nos arrancó la piel agrietada de esperas.
Quizás nos distrajimos deambulando ocasos
o nos refugiamos en cada amanecer
con los labios rotos y la palabra a cuestas
calentándonos la espalda.
Y no es que el horizonte ya no abarque una mirada
o que el tiempo haya olvidado sus horas
para correr a abrazarnos.
Es el beso claudicado en el umbral de la boca
o la orfandad de unos ojos
- tendidos como lagos -
cansados de morder el día.
Dejamos entonces de ser cuerpos
acurrucando vientos
mientras la lluvia retoza en los cristales,
o manos enlazando mañanas en el
paseo vespertino por el parque.
Nos alcanzó la soledad
hospedada en la vigilia del asombro,
nos dejó el corazón callado
transitando la delgada sombra que se alarga,
bajo la impasible lasitud de la frazada
donde nada queda de nosotros.
Afuera comienza Octubre a levantarse.
Ana Mercedes Villalobos
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Sonrió la luna tan cerca de tu abrazo,
hacia el sur de mis nostalgias
se prendió la noche en tus ojos,
y tú... hablando de ternuras.
En ese encuentro
entre tu hombro y mis fatigas
se les concedió el descanso.
Entonces voló el beso
a posarse en tus pestañas
prometiendo sostener tu muerte
- no te olvides de avisarme -
Mientras,
desando el desconsuelo de las horas,
- deteniendo el mundo -
en medio de ese azul que nos separa,
luchando contra la insurrección de la palabra
que se niega a la medida ajena de mi alma
- rebelde se resiste a doblegarse -
En una torpe caricia
se enreda entre mis dedos
susurrando su queja,
me confieso culpable,
- y me perdona -
mañana intentaremos
un nuevo romance.
Tú me abrazas,
me pides no renuncie a mi batalla,
"quiero aliviar tu pena, amor"
jugando a que te beso,
dejo colgada mi promesa
en el umbral de tu boca.
Ana Mercedes Villalobos
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Vengo de puntillas a buscar mi alma
al otro lado de la alcoba,
te miro,
tus ojos inventando ofrendas para mis ojos
se sumen en la espesura
en la oscuridad donde reposan los sueños.
No hay sed de aventuras en tus labios
silencio
ante el gesto sorprendido de los míos
sólo un sabor de imposible
que se hace inaccesible entre la bruma.
La lluvia es un manantial en tu ventana
allí dejo colgado un te quiero,
un pedazo de mi vida
unas poquitas letras que te hablen de mi
como recuerdo de esta orilla del océano.
Quizás haya un quiebre de voz
o hasta permanezca quieta, inmóvil
de pie bajo la lluviasin que me abraces.
Ana Mercedes Villalobos
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Éramos tú y yo, y era el mundo
sólo una sábana blanca
girando silencioso en la penumbra.
Era mi piel bajo tus besos,
amándose.
Estábamos solos, tan cerca,
que te nombré deseo.
No cabía el tiempo entre los cuerpos.
Palpando a ciegas,
descubrimos el camino
que juntó nuestras manos.
En esa noche, en que escasearon horas,
cruzamos el umbral…
y te quedaste entre mis versos para siempre.
Ana Mercedes Villalobos
A Bernardo de Valbuena le gusta esto. -
Llegas cargado de besos
rompiendo la quietud de la noche
con nuestra canción meciéndose en tus labios,
como una ofrenda saldando soledades.
La luna se asoma en el azul,
mi guitarra inspirada rasga sus notas
mientras te espero,
sólo la música quiebra el silencio.
En tus brazos se aceleran mis latidos,
tu aliento en mi cuello apaga mis palabras.
Me nombras novia, mujer, amante,
y es el mar o el nudo de mi vientre
que reclama la vida, la piel,
el mágico momento en que me inventas,
siempre, como una primera vez.
Hoy son tus ojos los que se pierden en mi rostro
y me contemplan.
Ana Mercedes Villalobos
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Vienes de otra orilla,
con el cuerpo lleno de horizonte,
y te llamo viento, estrella, o cielo,
no digo luna, ésa se desordena
cuando me nombras.
Es que la luna y tú
tienen los muslos cálidos, dices,
se vuelve arroyo la melodía suave
que corre por las venas.
Abrazas al amor,
la ternura se hace labios, tus labios,
tus ojos grises me miran,
tan profundos, que nace el asombro
en mi sonrisa y entiendo
que es a mí a quien aman.
Tus pupilas se oscurecen,
las sombras rozan los párpados,
tus manos, tu boca, tu aliento,
jamás mi cuerpo se tendió tan dócil,
tan desnudo, delante de un día
que se olvida de las horas,
para amarlo.
Ana Mercedes Villalobos
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Me embriago nombrándote en mi voz,
despertando al aire lejos,
en los suburbios gastados de otro tiempo,
de otros mares.
Como tener las pupilas
sedientas de amor, amándote.
No pienso en lo eterno o lo infinito,
cuando tus manos
son depositarias de mis dichas,
tu boca recita su plegaria a la distancia,
aunque a uno le quede
la fantasía del amor.
El anhelo se desliza por mi espalda,
por mis piernas,
tus letras me envuelven cálidamente,
arden como sol de primavera.
Promesas de amaneceres, que amanecer,
se aprietan a mi rostro y con el tuyo
ausente, solo me quedan tus ojos,
angosto camino en el que te espero.
Abrazada a esa luz que nace en tu mirada,
tus labios artesanos moldean besos,
tentadores, inolvidables,
olas blancas suaves que me roban la voz,
y me mecen en tus caderas,
encadenándome a la aurora,
hasta volver a tus labios
de donde no hay posible retorno.
Siempre hay un final incierto,
una ilusión que se desabotona del mundo,
un eco desempolvando un nuevo paisaje,
un regreso a la mudez, al corazón gastado,
pero no hoy, no ahora que has venido.
Ana Mercedes Villalobos
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Te instalas al abrigo de mis noches,
como un abismo insondable
donde se pierde mi mirada.
Las nostalgias provocan
tormenta de ojos en las sombras,
se pintan los dedos de añoranzas
bordando mis mañanas en blanco
sin llenar el vacío profundo del alma.
Crecen espigas en mis brazos
que se siembran en tu piel siempre impaciente,
tendidas sobre los campos llenos de matices
más allá de los vértices.
Cuando tu nombre sostiene mi boca,
comienza el rumor de los latidos,
los tuyos, los míos,
se acoplan al horizonte
no saben de los cuerpos que se enlazan
en el tiempo de un alba sin ocaso
donde solo existimos nosotros
y ese azul donde acampamos.
Ana Mercedes Villalobos
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Es rumor o es recuerdo
esa piel desnuda de otoño
que se vistió de verano en tus brazos?
Hay historias que de tanto roce
son eternas, incapaces de morir,
aunque reposen su soledad
en la banca de algún parque.
Hasta la nostalgia
se oscurece en tus ojos,
ausentes de los míos,
mis labios han muerto de sed
desde la última gota
que bebieron de tus labios.
Te he dejado mi huella,
memoria sin olvido,
para vivir zozobrando tu sueño,
mi voz con un adiós inaudible
esperando me retengas,
mi pecho deshabitado,
con la forma de tu amor
ahuecando su espacio.
Si acallaras el murmullo
que has supuesto mi partida,
encontrarás que estoy aquí,
remontando olas,
en el mar de dunas que inventaste.
Ana Mercedes Villalobos
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Irrumpen sonámbulas
tus manos - bulliciosas -
se asoman a la cima.
Dos náufragos
nadando hacia la costa.
Detrás del horizonte
se atan como sombras.
Mi piel en la otra
orilla se sonríe,
hasta la lluvia, divertida,
nos espía en el cristal.
Es la brisa que se
cuela por los bordes
- al fin me abrazas -
La noche es un punto
luminoso que resbala
por tu espalda.
A lo lejos se despierta,
el aroma del café.
Ana Mercedes Villalobos
A pepesori le gusta esto. -
Si en este sendero que se ha hecho vida
me roba el aliento un triste revés,
quiero pedirte que al verme vencida
reavives mi alma y rompas la red.
Llévame a la tierra de duendes y hadas
donde contemplemos cada amanecer,
y juguemos juntos, entre saltos y risas
que el mundo sea solo un gran carrousel.
Deja que la estrella nos muestre el camino
que alumbre la noche y aclare mi tez,
enamórame luego con dulces palabras
y besa mis labios sin que haya un después.
Quiero pedirte que enciendas mis ansias
que busquemos la luna en el cielo también,
y te asomes valiente a mis ojos dormidos
por si encuentras hastío, me ayudes a ver.
Que me hables del fuego en mis tiempos oscuros,
conserva en mis manos el brío de ayer
cuéntame de alas que persigan sueños
y de puentes colgantes que no dejen caer.
Entonces con calma, en susurros confiados,
caminemos juntos un paso a la vez,
y que el viento frío en tus brasas inquietas
se convierta en lago que sacie mi sed.
Que el amor nos abrace con fuerza a la vida
que no haya peros, cómos ni por qué
y si acaso el viento nos dobla las ramas
como un viejo árbol sigamos de pie.
Y cuando el cansancio quiebre mis hombros
acerca tus brazos y sostenme otra vez,
solo recuesta mi rostro en tu pecho
para que mi aliento caliente tu piel.
Ana Mercedes Villalobos
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No siempre es la luna la que me hace soñar,
a veces es el sol que llegando a su cenit
me regala un guiño, o un beso
que en la esquina de la boca, se resbala.
Se torna engreída tu mirada
cuando te digo que te quiero,
pero tú lo sabes, te ríes
y hasta la nariz se te sonroja.
Y no es que no sepa
que te ilusiona sentir cuando llego
- nunca me has dicho que no te gustara -
pero tampoco me dijiste que sentías al corazón
golpeándote en el pecho hasta escaparse,
hoy quiero tener mi mano allí
cuando comience su danza.
Aquí, tan cerca, dices que me extrañas
y no te creo, aunque sabes?
yo también te extraño,
allí, entre lo que somos y lo que soñamos,
entre la emoción y el anhelo,
o la añoranza que desgaja
al corazón cuando no estamos.
Y es que cada día hay un motivo para sostenernos
ayer fue mi sonrisa, hoy fueron tus brazos.
Bendita tarea la de pensar en ti
con esa música de fondo,
susurrando en la oscuridad,
que es el tiempo ausente de tu piel.
Te confieso que nada es como antes
- lo dulce es siempre la llegada -
y no es que el camino hasta la cima
no esté impregnado de ese aroma
que comienza a exhalar la primavera
en su escalada a mi montaña.
Recuerdas? hacia el norte, el mar
y hacia el este, ese rayito dorado
en el que soñaste subir
para "llegar hasta mi alcoba".
Quizás algún día recibas esta carta,
y ojala aún sientas ese palpitar
en "el lado izquierdo de tu pecho"
donde dices que me guardas,
o te derritas de nuevo,
en esos besos que quedaron pendientes,
- rondando entre la almohada -
cuando la voz era un sólo temblor.
Entonces, entenderás lo que es
estar atada a un cuerpo hasta borrarse
y sabrás que la emoción,
es decirte de nuevo que te quiero.
Ana Mercedes Villalobos
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Es vivir sin ti lo que me hace ausente,
brindar cada día con la copa vacía,
anhelando los minutos en que tu boca,
llene de música mis labios.
Es tiempo de nacer entre tus manos,
de que el mar y la luna nos cobijen
sin que nada importe,
improvisando la amorosa
quietud que sosiegue nuestro tiempo.
Es como enredarse las miradas
que se hunden en la carne,
como un náufrago que llega a su destino,
y no lo sabe, es ese místico dialecto
del amor que nos reclama,
que ata nuestros sueños en un mismo lazo.
Es ternura ese pozo sin agua
donde se apagan los lamentos,
o es la curvatura de tu espalda
lo que me duele, calladamente,
hasta el punto de luz que se abre
sobre el manto azul del universo.
Afuera hay otro mundo,
otra tierra huérfana de nosotros.
Ana Mercedes Villalobos
A pepesori le gusta esto. -
Cada día es un sueño,
que como hálito de vida, me amanece.
Es tan larga la espera despojada de tu abrazo!
Entre tu boca y la mía hay toda una historia
de ausencias, y una incipiente de anhelos,
que comienza a despertar, tímidamente,
como ese rayo de luz tempranero
que se asoma a mi ventana.
Y es que tu y yo no somos una risa,
aunque reímos juntos, no somos partes
del mismo cuento, pero nos gusta
contarlo y saber que el otro escucha.
“Ya te aburrí” – me dices - y no ves
cuando sonrío, la ternura se asoma
a los ojos y no pregunta, sólo sabemos
que está allí, como invitándonos
a abrazarla para protegerla de nosotros.
Los milagros suceden, no se anuncian
y entonces es un temblor en la voz,
un escalofrío en la piel, una magia
especial en la mirada, que nos acerca
al umbral del que tantas veces
nos devolvimos sin entrar,
y me pregunto:
Valdrá la pena atravesarlo?
Ana Mercedes Villalobos
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Renaceré en el alba
como un bostezo
que apague la luna,
y andaré entre tus huellas
agitando tu nombre.
Me escribiré en tu boca
como una página en blanco,
como un paraje desierto
que habitado de silencios,
escampe la tristeza
entre los párpados
Seré principio y fin,
inventándome en la voz
que se haga verso,
que se haga luz en los
pliegues de los labios.
Y entonces, me sentiré en tus manos,
en tu boca, en tu brisa,
como éramos, como fuimos,
como en ese segundo
en que me miré en tus ojos
y supe, que te amaría eternamente.
Ana Mercedes Villalobos
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