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Viendo entradas en la categoría: POEMARIO 1 : NACIMIENTO Y VIDA EN EL VALLE

  • José Valverde Yuste
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    Mi adolescencia fue una tormenta
    unos días tronaba, otros el sol
    relucía como un rayo.

    Otras veces los días grises eran
    serpientes deambulando por mi mente de anacoreta,
    zigzagueando, marcando estelas en mi camino,
    pero la lluvia las borraba como el viento a las nubes.

    En los días claros los rayos del sol
    quemaban mi piel,
    eran picaduras de arañas que me destrozaban el alma,
    cauce de la ribera del tiempo
    deambulando por la vida.

    Cuando amaba, el aire se volvía enfermizo,
    entraba como hielo envenenado en mis venas,
    surcaba mi cuerpo, me domesticaba,
    era un caballo salvaje encerrado en la cuadra.

    Cuando trabajaba, el campo me enfurecía,
    resbalaba la fatiga por mi piel de serpiente cambiante
    entonces era camaleón
    para camuflar mi cansancio.

    Por las tardes, días sin pena ni gloria,
    desmenuzando mis nenúfares de verde musgo
    en un corazón buceando prisionero,
    paseos por puentes de hormigón
    desamparado como flamencos en retirada.

    ¿Qué sabes tú del sufrimiento del labriego?
    ¿Cómo te atreves a hablar de su condición de siervo?
    ¿Acaso dispuso de tus mismas oportunidades?

    Fui un ser creado por la sociedad del miedo,
    de la guadaña
    de los hierros convertidos en barrotes,
    no del amor azul de cuento.

  • José Valverde Yuste
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    Portal mío deshojaste
    ya las hojas de mi calendario
    soy ahora una pena errante
    un nido sin árbol ni cobijo.

    Te duelen los huesos
    tus paredes están vacías
    en tu devenir solo silencio
    oscuridad de alma rota.

    Sentado te contemplo portal de piedra
    te envuelve el monstruo de la soledad,
    sólo, sin compañía cuántas historias
    sobrevuelan sobre tu bóveda
    ensangrentada de grietas
    fisuras que a tu corazón marchita.

    Debajo de tu cielo de penumbra
    encima de mi aturdida esfera de la sapiencia
    el arco sonriente vela mi siesta
    colgando de las paredes helechos de luna llena
    voces de niños estudiando las grafías
    ecos de vida en un desierto de tristeza.

    Mecedoras moviéndose silentes
    vacías, hojas muertas
    de seres que vivieron, amaron
    en ese túnel de frescura
    que al calor del verano daba guerra
    era un frigorífico en la caldera.

    Moscas golosas, hediondas
    pululando entre las viandas
    expuestas en la vieja mesa
    que cruje dolorida
    con sus huesos resquebrajados
    de servir a los moradores
    de este lugar de encanto.

    Cantos de chicharras
    sol blanquecino
    te quema las entrañas
    trinar de jilgueros
    maullidos de gatos
    ladridos de perros
    que abundan en el camposanto.

    Recuerdos inolvidables
    de una adolescencia de velero, efímera
    como lo es la vida, gozosa o lastimosa
    de todo hubo en aquel portal oscurecido
    con su puerta dolida de las grietas del tiempo.
    A ti y a Antonio J. Martín les gusta esto.
  • José Valverde Yuste
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    Carne de tierra, esclavo de tus orígenes
    heridas de trabajo dejando su huella
    en cada rincón apaleado de tu cuerpo
    ahogando tus sentimientos primigenios.

    Arrastrando tu vientre sobre esta vieja tierra
    la siento humedecida por el sudor de nube
    el tormento de la oquedad de tus ojos
    cada paso es un peso en el pecho
    cada golpe es una herida ardiendo.

    Todo es un crepúsculo de sueños
    desde la aurora con la humedad calando tus huesos
    hasta el ocaso con tu cuerpo ya ensangrentado
    como el rojo del sol en su despedida del valle
    sinestesias y sudores de hambre
    una lucha entre la tierra y el hombre.

    Hasta el aire es huraño en levedades
    cuando tu frente suda
    suaves olas de viento
    secan los surcos de tu frente
    y la tierra se retuerce, terca y dura
    ante tu mirada.

    Es el preámbulo de una vida de sueños
    donde el duro trabajo era la penitencia
    para una vida de paraíso
    en otro mundo, en otro cielo.

    Pero en esas lomas solo ves
    el laberinto de un cielo dolorido
    un vergel de la nada
    un sueño de película grotesca
    el eslabón del engaño de tus cadenas.

    Sobre tu espalda encorvada
    como si el pico de un papagayo se tratase
    los ángeles lloran y las nubes desaparecen
    ¡Cuánto dolor en ese cuerpo de flor marchitada!.

    Las manos agrietadas
    son surcos en la planicie de la loma
    tus dedos dureza de roca
    de excavar la tierra
    y tu aliento el llanto del cielo.

    Con la boca amordazada por la vida
    la primavera es silencio
    y el invierno el llanto
    eslabones perdidos de la cadena de la esclavitud
    del campesino a la tierra.
    A ti, Pi-Radianes y Alde les gusta esto.
  • José Valverde Yuste
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    Edén escondido entre lomas
    la luz de la sangre del campesino te ilumina
    los colores del lienzo del cielo son tu paraíso
    en cada rincón se siente la magia de la naturaleza.

    En este lugar tranquilo y sereno
    donde el tiempo es un muro acostado en el río
    soñando que los sueños son realidades
    no colmillos de sables, caminamos rumbo al tajo.

    Saluda al río, no ves que está triste
    para poder cruzar su vientre
    necesitas pisar las pasarelas de piedra
    poner su semáforo en verde.

    ¡Mira padre! ves esas cañas
    con la suave brisa se inclinan
    nos hacen una reverencia
    somos los reyes del día.

    Allá donde las lomas saludan al cielo
    se encuentra nuestra parcela
    seguiremos la senda de la serpiente
    zigzagueando por la loma.

    Campo de mi juventud hechizada
    cuando te sueño en mi cama de luna
    solo y desolado te veo
    los caminos en carriles se han convertido
    horadando tu vientre
    tú sigues silencioso, cansado.

    Tierra arrugada, tierra de espinas
    tú me criaste, te debo la vida
    y aunque pase la eternidad
    siempre en mi alma estarás.
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  • José Valverde Yuste
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    ¡Oh, mira! ya canta el gallo
    amanece en el valle
    un sonido mágico que te transporta
    a lugares de ensueño, cuentos mitológicos
    anunciando un nuevo sol de dicha incierta
    con la melodía de su sinfonía
    como un amor de préstamo que va y viene
    aparece y se difumina.

    Por las mañanas cuando oigo su despertador
    como una sinfonía que nunca acaba
    como un saxofón en el eslabón del tiempo
    mi corazón henchido recibe al nuevo día
    presto y sereno como la red de pesca
    buscando el pez que la alimenta.

    Cuando en mis sentidos despiertan
    los sonidos de fondo de la vida
    el aroma a estiércol, pan tostado
    la tos de mi padre aparejando a la Peregrina
    los recuerdos son un lienzo.

    Cuando el sol saluda al valle
    desde el horizonte marino
    bañando todo con su luz dorada
    el aire acariciando mis mejillas
    flora y fauna danzando en perfecto anhelo
    belleza natural, un canto del cielo.

    Lomas majestuosas saludando nuestro paso
    ríos y arroyos circulando por sus venas
    ¡Oh tierra amada y bendecida,
    que cada día nos regalas la luz del sol,
    que en tu regazo se encuentran las alegrías
    y en tu vientre se esconde el dolor!

    En este Edén de encanto y misterio
    donde la vida palpita en cada rincón
    esclava y prisionera de la alegría y el dolor
    el corazón late al ritmo del imperio de la naturaleza
    placer que trasciende al latido del mundo, su eclosión.
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  • José Valverde Yuste
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    En la nostalgia del tiempo
    donde la noche con una palmera
    va alumbrando la llegada
    del alba.

    Olor a cuadra
    el aire impregnado de pobreza
    los corazones arrugados de indolencia.

    Mi sonrisa bailando
    con la brisa enamorada
    a los sones de una bulería
    acompasada con un fandango de lamento.

    Esa guitarra,
    acariciada con dedos delicados
    son los susurros de la noche a la mañana
    pintando su oscuridad
    de esencias suaves y calladas
    impregnando de paz
    su llegada en carros de fuego.

    En el silencio
    bañado de sangre el valle
    donde el jilguero canta sus dulces melodías
    saludando al aire fresco de la mañana
    limpio de corazón
    y el alma henchida de aliento.

    En el vórtice donde se muere la oscuridad
    y aparece la luz, en ese instante
    la vida se despierta.

    El gallo con su quiquiriquí nos saluda
    los sonidos de las herraduras
    sobre las empedradas calles
    son ecos de la nostalgia
    bajo el manto azul han desaparecido
    son vestigios de una niñez de porcelana
    ahora los ruidos de los motores
    son el despertar de la mañana.

    En esta edad de ensueño
    donde la vida fluía
    en la bondad de la naturaleza
    emergió mi aura, mi esperanza,
    la luz de la estela de mi vida
    en este valle de ensueño.

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  • José Valverde Yuste
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    Verdes vides, arcillosas lomas,
    pizarras ancestrales, almendrales con piojos
    recorriéndote el cuerpo como el cauce del río
    que baja zigzagueante saludando a Benamargosa.

    Altivos cañaverales, ariscos pedregales,
    testigos mudos de antiguas leyendas,
    guardianes de secretos ancestrales
    que me contaba el abuelo al calor de las ascuas.

    Entre tus montañas se esconde la historia,
    de un pueblo valiente, de fieras batallas,
    de amores perdidos en noches de frío,
    de lágrimas derramadas en campos dorados.

    ¡Oh Benamargosa misteriosa, tierra de estraperlistas,
    Gibraltar el chico te llamaron,
    por tus establos circulaba el tabaco
    como la paja en los pesebres.

    En tus paisajes se inspira el alma,
    se despiertan emociones que yacen dormidas,
    en el corazón de aquel que te ama
    eres luz en la oscuridad de la necesidad
    movimientos de ola en los vientres del hambre.

    Caminar por tus senderos es un sueño,
    donde el silencio habla con voz profunda,
    donde el viento susurra antiguas palabras,
    y las estrellas brillan con luz fecunda.

    Gigantes olivos, acobardados limoneros,
    que vuestros huertos guardan secretos,
    de sufridores hortelanos
    Benamargosa eterna, con la belleza de tu valle,
    me duermo.

    Eres el eco perdido de mis tiempos preferidos,
    la tierra bendecida de mis ancestros
    donde la vida no transcurre
    es una luna balanceándose en un cesto.
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  • José Valverde Yuste
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    Niñez de porcelana
    siempre envuelto en hojas finas de menta
    vagando por el río
    flor de adelfas envenena tu alma.

    ¡Padre! no te apenes
    que ya está llegando el alba
    y llegaremos a ver el fluir del río
    el conservatorio de ranas y escamas.

    Sonidos de agua clara,
    chapoteos de arena húmeda
    noche de bandoleros, noche oscura
    tortura de zarzas y liebres
    memoria sin luz en la agonía.

    ¿Está triste la luna?
    quiere velarme con su mantilla
    su risa de brisa fresca, me acaricia
    y su manantial sacia mis pies helados
    con canela y clavos.

    Loma redonda que me vigilas
    dame el rescoldo de tu dicha
    quiero ser tierra en agua bendita
    apaga mi ansiedad
    dame la luz de tu aura
    que mis adentros curen.

    ¿Dónde estás madre?
    ven a buscarme
    que en la oscuridad aterido estoy
    quiero tu calor de rayo vagabundo,
    tu alma serena, tu frente altiva como la azucena.

    Quiero sentirme hombre, ser roca dura
    amanecer en la campiña,
    bosque que ni existe ni trina melodías
    ser agua que sacie tu sed de alegría
    manojo de amapolas sedientas de compañía.

    Desnudo mi alma en las esquinas,
    en los escalones de la mezquina vida
    siembro palabras en los oídos de los corazones
    que conmigo compartieron el cielo, la oquedad del frío,
    el despertar de la noche.

    Soy sueño, araña en el suelo
    paloma en los tejados, devoro tu corazón padre,
    y tú, madre, risa ancha como el mar
    navegando en este valle de bondad infinita
    tejiendo una bufanda enhebrando esperanza
    para que no pase frío tu nenúfar del alma.

    Otras veces quise ser mariposa
    posarme en los pétalos de tu amor, padre,
    volar contigo por lomas de ensueño,
    cultivar el sol, para no ser lamento.

    De mis ruinas me levanto,
    deseo ser vuestra felicidad,
    penetrar en vuestros adentros,
    ser vuestra verdad, vuestro sueño
    ser vuestro todo, vuestro todo y nada más.
    A ti, a Antonio J. Martín, a Juglar español y a 1 otra persona les gusta esto.
  • José Valverde Yuste
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    En la candidez de tu rosada frente
    el halagüeño abril pasó riendo
    con las alas de suave brisa extendidas
    acariciando todo a su paso, te trajo el regalo.

    Cuando los ojos a la vida abría
    ante el sufrimiento de un mundo nuevo
    inhóspito y desagradecido
    vi la luz más brillante y serena
    en la calidez de tus ojos, ¡madre mía!.

    Eras un arroyuelo de ternura cristalina
    bálsamo de primavera
    haz de luz de las estrellas
    iluminando mi camino.

    Me tejiste entre tus brazos
    con la mirada fija te prometí amor
    como los cristales a las ventanas, madre.

    Para siempre seré tuyo
    en la luz de tus ojos
    ningún otro fulgor, sólo
    mis destellos de pupilas.

    Enredado en tus abrazos
    me perdía entre las nubes
    me acunaste meciéndome con la luna.

    Con tus latidos renacía mi vida
    brotes tiernos florecían en mi rostro
    mariposa tintineando de alegría.

    En tu piel, suave como la espuma
    encuentro calma, el mar de nervios
    se convierte en densa serenidad
    como el lago sin ondas en su inmovilidad cristalina.

    Prometí ser brisa que te acariciara
    estar junto a ti, como tus flores benditas
    pero el cruel azar, implacablemente
    nos separó sin dar aviso, mi encanto.

    En el laberinto de este duelo
    mis lágrimas como río desprendido, claman al cielo
    luz y penumbra en la calidez
    de un día sombrío.

    En mi corazón guardo tu sello
    como un recuerdo que nunca se esfumará
    aunque ya no estés aquí te llevo dentro
    y en mis sueños aún te puedo abrazar.

    Cada línea que escribo es un desahogo
    un grito sutil de libertad
    en cada verso un trago amargo
    se convierte en dulce alimento de mi aura.

    En el vaivén del universo, en la luz infinita
    seguirá tu recuerdo, llama bendita;
    en el firmamento de mis risueñas emociones
    tu esencia perdura, eterna y sincera.
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  • José Valverde Yuste
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    Me cuesta verte subir la empinada cuesta
    invierno en tu rostro primavera en tu anhelo
    contraste evidente entre lo que fuiste y eres
    ¿Dónde quedó aquel fuego que una vez te alimentaba?.

    El sol ya no te abraza con su cálido rescoldo
    y la sombra te sigue testigo de tu esfuerzo
    allá en la bruma del tiempo
    la niebla densa la vida te golpea
    libando tu rostro sereno.
    ¿Dónde se esconde esa fuerza que hoy parece escapar?.

    Me cuesta verte subir la empinada cuesta
    el tiempo implacable te atrapó en su red
    la cuesta es la montaña que te desafía con fervor
    sombras se alargan en tu lento andar.

    Ahora el dolor se cierne sobre tus hombros
    añoranzas flotando en la nube del recuerdo
    mientras la cuesta insiste en probar tu valentía
    tú la afrontas con entereza
    demostrando que tu alma no envejece.

    ¿Por qué la vida insensata te desnudó?
    Aunque parezca que la vida te ha vencido
    en tu espalda hay cicatrices de batalla
    tu rostro refleja historias de luchas
    pero tú, nunca pierdes la esperanza
    porque sabes que cada paso te acerca a la salida.

    Con sudor en la frente y fuerza en el alma
    te levantabas cada día mente de atleta
    cosechando la tierra con amor
    para alimentar a los tuyos con orgullo.

    Así con las manos como única herramienta
    entre surcos de sudor y sacrificio
    lograbas llenar de vida cada rincón
    no faltaba el pan en la mesa
    ni el calor en el hogar.

    Cada tormenta fue una lección aprendida
    la vida te debe otra partida
    tiene que beneficiarte
    con otra donde abunde la dulzura
    los días duros sean arrecifes de felicidad.

    Quiero ver esa sonrisa leve que percibía
    cada vez que tus ojos penetraban en mí
    y allá donde estés descansando
    tendrás un trozo de paraíso reservado

    Por eso me duele verte subir la empinada cuesta.
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  • José Valverde Yuste
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    Entre jardines
    en la noche primaveral
    semana santa llega
    los pétalos brillan
    con resplandor místico.

    La primavera
    abrazando las flores
    celebra la vida
    la llegada de un retoño
    en sus más finas mieles.

    En una noche serena y tibia
    el gallo canta a la madrugada
    mientras Judas traiciona
    al maestro de la libertad y la vida.

    En un hospital de pobres
    donde el dolor se hace fuerte
    elevan plegarias
    buscando la luz en la oscuridad.

    Confían en el milagro fecundo
    la vida sea manantial de agua fresca
    la salud un manto de rosas
    y su flor sana y salva aparezca.

    En la quietud de la noche silenciosa
    el clarín de madrugada resonó en la brisa
    despertando al mundo con su melodía ansiosa
    llamando a la flor que en sombra se desliza.

    En mitad de la función, un río de sangre,
    las batas blancas, rojas se vuelven
    la flor se estaba marchitando
    y su mamá desconsolada lloraba.

    En un instante todo cambia
    como un rayo que alumbra y se va
    dejando a mi madre con el corazón roto
    sin más descendencia que la mía.

    El amor pasajero que se va
    dejando un vacío en su ser
    y en su vientre, la semilla de la tristeza
    que germina en su alma acongojada
    y su útero yermo.

    Mi progenitora , tan fuerte y valiente
    como los rayos del trueno
    se queda sin soñar con la belleza
    de su flor más preciada, una que trenzas
    pudiera tener, como un ramo brillante.

    Así, se quedó con un niño
    vestido de sol
    al que arrulló con ternura
    y llevó siempre en el bolsillo de su corazón.

    Al verlo entre sus brazos,
    después de aquella pasión,
    sintió la alegría de un vals
    en su henchido corazón:
    bailar en un lago de cisnes
    con nenúfares en su interior.
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